Que un fumador de tabaco abandone el hábito no solo es bueno para la salud de los pulmones. En las familias más pobres, también puede ayudar a prevenir el hambre, según una nueva investigación de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos.
“Queríamos explorar si dejar de fumar podría mejorar la seguridad alimentaria”, comentó la autora principal, Kaitlyn Berry, una candidata doctoral. “El tabaco es caro y adictivo. En EE. UU., en promedio, un paquete de cigarrillos cuesta ahora unos 8 dólares, es decir, 240 dólares al mes para una persona que fume un paquete al día”.
“Esto significa que cuando alguien deja de fumar, puede ahorrar mucho dinero que se podría usar para otros gastos”, añadió Berry en un comunicado de prensa de la universidad, recogido por HealthDay News.
El uso de tabaco y el hambre son importantes amenazas para la salud pública de EE. UU., según el estudio. Afectan de forma desigual a las familias con ingresos bajos y a las personas de color.
Alrededor de un 10% de todas las familias de EE. UU. no tienen suficiente comida. Más o menos un tercio de las familias por debajo de la línea de la pobreza tuvieron problemas de hambre en 2021, informaron los investigadores.
Al mismo tiempo, las personas socialmente marginadas son más propensas a fumar cigarrillos, en parte debido al agresivo mercadeo de la industria tabacalera dirigido a los grupos con ingresos bajos. Un acceso desigual a los programas para dejar de fumar es otro factor contribuyente.
El equipo de la investigación anotó que un 20% de los adultos con unos ingresos familiares inferiores a los 35.000 dólares fuman cigarrillos. Pero apenas un 6% de los adultos en las familias que ganan más de 100.000 dólares fuman.
“Nuestro estudio muestra que dejar de fumar conduce a un riesgo más bajo de inseguridad alimentaria para la familia, y apunta a una nueva vía de promover la seguridad alimentaria: aumentar el acceso a intervenciones basadas en las evidencias para la cesación del tabaquismo”, planteó Berry.
En el estudio, los investigadores usaron datos de la Encuesta de la Población Actual, una encuesta mensual del Gobierno.
Alrededor de un 82% de más de 71.000 adultos no eran fumadores. Otro 2% habían dejado de fumar hacía poco. El 16% restante eran fumadores.
Los investigadores encontraron que los fumadores tenían un riesgo de hambre en el hogar 1,85 veces más alto, en comparación con los que habían dejado de fumar recientemente.
Los que seguían fumando también tenían unas probabilidades más altas de escasez de comida: un 20%, frente a un 11% de los que habían dejado de fumar recientemente.
Los autores recomendaron que el Gobierno y los programas de asistencia alimentaria sin fines de lucro promuevan las estrategias de cesación del tabaquismo como parte de su ayuda. Estos programas podrían conectar a los fumadores con líneas de asistencia para dejar de fumar, medicamentos de cesación del tabaquismo, y terapia conductual, señalaron.
Los resultados del estudio se publicaron en una edición reciente de la revista Annals of Epidemiology.