Desde que hace dos años la pandemia de covid-19 se instaló en Brasil, el Gobierno de Jair Bolsonaro ha tenido cuatro ministros de Salud. Dos cayeron por defender medidas básicas contra el virus y otros dos fueron elegidos por su negacionismo.
Brasil, puerto de llegada de la pandemia a América Latina, es uno de los países más afectados por la crisis sanitaria, solo superado por Estados Unidos en el número de fallecidos.
Mandetta, derrotado por la cloroquina
El 26 de febrero de 2020, cuando se registró el primer caso de la covid-19 en Brasil, el Ministerio de Salud estaba a cargo de Luis Henrique Mandetta, médico volcado a la política que enfrentó la crisis con ciencia y comunicación.
Mientras estuvo en el cargo, fue didáctico en ruedas de prensa diarias en las que, en contra de Bolsonaro, promovía las medidas de prevención recomendadas en ese momento: confinamiento y mascarillas, entre muchas otras.
El punto de ruptura llegó con su negativa a aceptar la cloroquina y otros medicamentos de eficacia no comprobada contra el virus, que Bolsonaro pretendía imponer en la salud pública, y su insistencia en los confinamientos para impedir una mayor transmisión.
Fue destituido el 16 de abril, cuando Brasil sumaba 1.924 decesos y 30.425 contagios.
Nelson "el breve"
Al día siguiente, fue sustituido por el oncólogo Nelson Teich, un profesional con una reconocida trayectoria en la medicina privada y ninguna experiencia en el sector público.
Intentó imprimirle un perfil técnico a su gestión, pero aguantó menos de un mes en el cargo. Renunció el 15 de mayo, cuando Brasil se consolidaba como uno de los focos globales de la pandemia, sin precisar las razones.
Un año después, al comparecer ante una comisión del Senado que investigaba la gestión del Gobierno frente a la crisis sanitaria, admitió que su dimisión fue una respuesta a las "presiones" del gobernante por la adopción de la cloroquina en la salud pública.
Quedó conocido como "Nelson el breve" y renunció cuando Brasil sumaba 14.817 muertes y tenía 218.223 casos confirmados.
La "obediencia debida" del general
El tercer ministro de Salud de la pandemia fue el general Eduardo Pazuello, impuesto meses antes por Bolsonaro como "segundo" de Teich y con vasta experiencia en logística, pero ninguna en el área sanitaria.
Asumió en forma interina y arrastró ese estatus durante cuatro meses, hasta hacerse efectivo el 16 de septiembre de 2020.
Una semana después de comenzar sus funciones interinas, liberó el tratamiento con cloroquina en la sanidad pública, pese a las dudas que suscitaba entre los científicos.
Esa decisión fue interpretada como una aplicación de los códigos castrenses de la "obediencia debida", en este caso a Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército que en su condición de presidente ejerce como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Quedó claro en un video grabado durante una visita que Bolsonaro le hizo el 22 de octubre de 2020, cuando el general estaba enfermo de covid y el mandatario le instó a tomar cloroquina. "Uno manda, otro obedece", dijo Pazuello sonriendo.
Así como Bolsonaro y otros miembros del Gobierno, Pazuello fue acusado por una comisión del Senado de retrasar la compra de vacunas y otras omisiones englobadas como "crímenes contra la humanidad".
El 15 de marzo de 2021, el presidente anunció que Pazuello dejaba el Gobierno sin explicar la razón, pero presionado por partidos de derecha que exigían un cambio en Salud.
Ese día, Brasil llegó a 279.286 muertes y 11,5 millones de casos.
Un cardiólogo bolsonarista con apetitos políticos
Una semana después asumió el Ministerio de Salud el cardiólogo Marcelo Queiroga, quien permanece en el cargo hasta hoy, aunque baraja abandonarlo para ser candidato a diputado en las elecciones de octubre próximo por los movimientos bolsonaristas.
En sus primeras declaraciones, aclaró que "la política de combate a la covid la dicta el presidente" y que el ministro "la ejecuta".
Así ha sido hasta ahora, al punto de que una de las críticas más duras de la comunidad médica a Queiroga es no haber eliminado los protocolos que aún recomiendan la cloroquina y otros fármacos de dudosa eficacia contra el coronavirus, que ya ha matado en Brasil a unas 650.000 personas.
Con base en EFE