Por The New York Times | Alyson Krueger
Lauren Terry, de 23 años, pensaba que sabría qué hacer si contraía la COVID-19. Después de todo, dirige un laboratorio en Tucson, Arizona, que procesa las pruebas de COVID.
Pero cuando desarrolló los síntomas en la víspera de Navidad, rápidamente se dio cuenta de que no tenía información privilegiada.
“Primero, traté de usar las pruebas rápidas que pude conseguir”, comentó Terry. “Compré algunas de venta libre. Conseguí un kit gratuito en la biblioteca de mi condado. Un amigo me dio una caja. Creo que probé cinco marcas”. Cuando todos los resultados fueron negativos, se sometió a una prueba PCR, pero también fue negativa.
Con los síntomas claros, no creyó en los resultados. Así que recurrió a Twitter. “Estuve buscando la eficacia de la prueba rápida de ómicron y tratando de averiguar qué marca funciona con esta variante y cuál no y cuánto tiempo tardan en dar resultados”, relató. (La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos ha dicho que las pruebas rápidas de antígenos pueden ser menos sensibles a la variante ómicron, pero no ha identificado ninguna prueba específica que no la detecte directamente). “Empecé a ver gente en Twitter que decía que tenía síntomas y que daba positivo hasta días después. Cuando leí eso, decidí no ver a nadie durante las festividades”.
Siguió haciéndose las pruebas y unos días después de Navidad recibió el resultado que esperaba desde el principio.
Aunque han pasado casi dos años desde el inicio de la pandemia, esta fase puede parecer más confusa que su comienzo, en marzo de 2020. Incluso las pruebas de PCR, el estándar de oro, no siempre detectan todos los casos, especialmente al principio del curso de la infección y hay algunas dudas entre los científicos sobre si las pruebas rápidas de antígenos funcionan tan bien con la ómicron. Además, la necesidad de un periodo de aislamiento de diez días quedó en entredicho después de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) anunciaran que algunas personas podían abandonar sus hogares tras solo cinco días.
“La información es más confusa porque la amenaza en sí misma es más confusa”, señaló David Abramson, que dirige el Centro de Ciencia de Desastres de Salud Pública en la Escuela de Salud Pública Global de la Universidad de Nueva York. “Antes sabíamos que había un huracán que se acercaba a 80 kilómetros de distancia. Ahora tenemos esta tormenta que no está bien definida y que tal vez podría crear inundaciones o algunos daños por el viento, pero hay mucha incertidumbre y simplemente no estamos seguros”.
Muchas personas están sacando ahora sus propias conclusiones sobre la COVID y sobre cómo deben comportarse. Después de no contraer el virus tras múltiples exposiciones, pueden concluir que pueden correr más riesgos. O si tienen COVID pueden optar por permanecer en aislamiento más tiempo del que recomiendan los CDC.
Y no necesariamente están adoptando teorías conspirativas. La gente se está formando una opinión después de leer los artículos de las noticias principales y los tuits de los investigadores de salud pública; están mirando las experiencias de la vida real de las personas en sus redes.
Aun así, esto no es lo mismo que seguir los consejos científicamente probados de los expertos, comentó Abramson. “Mucho de esto es anecdótico y decir: ‘Mi cuñado hizo esto y le funcionó, así que yo también lo voy a hacer’, es un mal uso del pensamiento probabilístico”, señaló.
Además, las personas que se encargan de elaborar sus propias guías no siempre buscan atajos. A Reagan Ross, de 26 años, que vive en San José, California, y está terminando su doctorado en el Departamento de Comunicación de la Universidad de Stanford, la invitaron hace poco a salir en una cita.
Llevaba trece días aislada después de contraer el virus, más tiempo del que indican las directrices de los CDC, y ya no tenía síntomas. Pero decidió que no acudiría a la cita hasta que no obtuviera un resultado negativo en la prueba de antígenos.
“Algunos de mis familiares piensan que estoy loca”, comentó. “Pero mi cita lo entiende. No quiere infectarse de COVID”. (Abramson dijo que no te puedes equivocar siendo demasiado precavido. “Si eres muy precavido, las probabilidades están a tu favor”, concluyó). Vince Hulett, de 35 años, que trabaja en mercadotecnia digital y vive en Ballwin, Misuri, cree que es su combinación de vacunas —dos inyecciones de Pfizer y un refuerzo de Moderna— lo que lo ha protegido contra la COVID hasta ahora. Decidió ponerse una marca de vacuna diferente para el refuerzo después de leer los primeros estudios que sugieren que la mezcla puede ofrecer más protección que recibir tres inyecciones de la misma vacuna.
Cuando la mayor parte de su familia contrajo el COVID durante las festividades de fin de año, eso no hizo más que darle más confianza en su decisión.
“Hubo un gran brote de COVID en mi familia durante la fiestas navideñas. Mi padre y mi madre se contagiaron, mis dos hijas, mi hermano, su mujer y sus dos hijos”, relató. Él y su mujer, dijo, fueron de los pocos que no se contagiaron. “Creo al cien por ciento que mi combinación de vacunas me protegió”.
Syl Tang, prospectivista, dijo que casi todas las personas que conoce han acudido a ella con teorías sobre lo que creen que está ocurriendo ahora en la pandemia.
“Todo el mundo quiere encontrar una forma de sentirse bien con sus decisiones y dar sentido al mundo en el que vivimos en la actualidad”, dijo.