La pandemia agudizó la crisis ya existente de salud mental en adolescentes, un problema que se convirtió en prioridad para Unicef, según palabras de su representante en Uruguay, Francisco Benavides, quien pone de relieve que el 13% de los jóvenes a nivel global han sido diagnosticados formalmente con trastornos de salud mental; el 40% de ellos tienen problemas de ansiedad o de depresión.
Uruguay no está exento de esta problemática y se ubica detrás de Guyana como el segundo país de Latinoamérica con la tasa más alta de suicidios. La última Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, de 2018, mostraba que 14,2% de los adolescentes y jóvenes “se sintieron por más de dos semanas tristes o desesperados” y, de ellos, “el 3,5% pensó en quitarse la vida”.
A su vez, el 43% de quienes lo pensaron, incluso idearon un plan para llevarlo a cabo.
“Lo que sucedió durante la pandemia fue que muchos de los jóvenes perdieron el acceso a los servicios de salud, así como el acceso a su círculo social y a los adultos en los que podían confiar —en los centros educativos, por ejemplo—”, dice la doctora en Psicología Clínica y presidenta de la fundación Zero Suicide, Julie Goldstein, en diálogo con Montevideo Portal. La especialista participó días atrás del Seminario internacional Salud Mental Adolescente, que se llevó a cabo en la capital.
Sin embargo, agrega, también se generó un proceso en sentido contrario, en particular mediante la telemedicina. Algunas instituciones empezaron a ofrecer diferentes servicios en línea, lo que significó una comodidad para aquellos que prefieren utilizar medios virtuales, al tiempo que favoreció, en muchos casos, la continuidad del tratamiento.
No obstante, Goldstein indica que “quedan dudas sobre si todos los terapeutas que emplean estos formatos están realmente preparados para trabajar con ellos”. Por su parte, comenta que hay profesionales que se adaptaron “muy bien” al cambio, mientras que a otros “no les gusta tanto porque sienten que pierden el contacto físico”.
“En realidad, tiene ventajas y desventajas y estamos todavía experimentando”, resume, pero asegura: “No vamos a volver atrás: la telemedicina va a seguir existiendo y avanzando”.
Ayudarlos a ayudar
Goldstein pone el foco en el entorno de los jóvenes, al que le atribuye la capacidad de “reducir el impacto de la soledad o de la tristeza”. “Es muy importante que existan referentes adultos para los jóvenes y adolescentes que atraviesan estas situaciones”, como “maestros, entrenadores, psicólogos, trabajadores sociales”, detalla.
Incluso, señala, la comunidad misma puede funcionar como “instrumento de salud mental”, así como también “los pares” y “la religión”.
“Lo principal es ayudar a estas personas a poder hablar, mantener diálogos pasando por encima del miedo. Muchas veces no nos animamos a preguntarles a las personas que queremos cómo están porque tenemos miedo a la respuesta. Tenemos miedo de que, si nos contestan ‘no estoy bien’, no vamos a saber cómo actuar e incluso aún más si nos contestan ‘sí, realmente me siento tan mal que estoy pensando en suicidarme’”, sostiene.
Frente a estos casos, Goldstein recomienda hablar sin emitir juicios de valor y escuchar con “compasión”: “Yo creo que tenemos que aprender a hablar con mucha empatía, a saber no juzgar, para poder preguntar, insistir ante la persona, que nos cuente cómo se está sintiendo e incluso preguntarle ‘¿te sentís tan mal que estás pensando en quitarte la vida?’, porque es muy importante hablar claramente y de forma directa para que la otra persona entienda que esta es la conversación que estamos teniendo; que se sienta más libre sin ser juzgada”.
Aún tabú
Consultada sobre el estigma que carga la salud mental, la especialista dice que aún hoy sigue existiendo ese “tabú”, que rige también para el suicidio. “El hecho de que no hablemos de eso no quiere decir que no exista, y el poder hablar y poder decir ‘sí, existe y queremos reducirlo’ es un paso muy importante”, afirma.
En este sentido, apunta que los jóvenes son más abiertos y receptivos que los adultos a la hora de hablar sobre este tema. “Creo que esta generación reconoce en ellos mismos el descontento, la tristeza”, manifiesta.
“Los jóvenes tienen que aprender cómo brindar apoyo a otros jóvenes y tener muy claro hasta qué punto pueden ayudar ellos, y en qué punto los supera y tienen que referir todo a una persona adulta”, dice, y relata: “Yo tengo tres hijos y esta conversación la mantenemos a menudo; por supuesto que con sus amigos tienen secretos, pero ¿qué puede ser un secreto y qué no? Si su mejor amigo le dijo que está pensando en suicidarse, eso no es un secreto y hay que compartirlo con todos los adultos que están alrededor”.
Por otro lado, Goldstein señala que algo que se hizo en Estados Unidos y ayudó a disminuir el tabú hacia la salud mental fue que muchas personas decidieron compartir sus experiencias, ya sea por redes o por medios.
Quienes pasaron por esto son los que realmente saben cómo se siente y es valioso para otros escucharlo directamente de ellos, considera. “Es algo muy poderoso: escuchar al vecino, al amigo, al profesor, a un político, a una estrella deportiva hablar sobre su propia experiencia, porque esto es lo que hace que la gente se pueda abrir, porque estas son experiencias reales”, expresa.
Efecto Werther y suicidio en los medios
El término “efecto Werther” proviene de la novela de Johann Wolfgang von Goethe Las desventuras del joven Werther, publicada en 1774. En el libro, el protagonista acaba por quitarse la vida como consecuencia de un amor no correspondido.
En ese entonces se convirtió en una novela muy popular entre los jóvenes, al punto que muchos de ellos, al verse reflejados en el personaje, decidieron imitar su accionar, produciéndose así una ola de suicidios en Europa. El escándalo fue tal, que en Italia, Alemania y Dinamarca llegaron a prohibir la obra.
Desde ahí, se habla de un efecto de “contagio”, atribuido al tratamiento del suicidio en medios de comunicación. Consultada sobre esto, Goldstein subraya la relevancia de reportar los casos, pero no ahondar en detalles.
En este sentido, destaca que en su país se desarrollaron “directivas” para los medios sobre cómo informar acerca del suicidio. En el sitio web https://reportingonsuicide.org/ se pueden encontrar recomendaciones y ejemplos.
En tanto, se refirió al caso de Robin Williams, el reconocido actor y comediante que se suicidó en 2014. “Cuando murió hubo un aumento de suicidios en Estados Unidos porque la gente piensa ‘si esta persona, que lo tenía todo y que era tan genial, tomó ese camino, entonces está bien para mí también tomarlo’. Por eso es muy importante que los medios utilicen las historias de éxito”, remarca.
“¿Y qué quiere decir esto? Hay muchas más personas que piensan en el suicidio que las que de hecho se suicidan. Entonces es muy importante incluir en los medios esas historias de quienes pudieron salir adelante, historias de esperanza”, agrega, incluso cuando se reporte casos de famosos: “Siempre tratar de conectarlo con historias de supervivencia y también con información y recursos”.
Zero Suicide
Zero Suicide es una organización norteamericana basada en la comprensión de que las personas que experimentan pensamientos e impulsos suicidas a menudo caen en las grietas de un sistema de atención médica que suele estar fragmentado y distraído.
“Es importante que todos los prestadores de salud —de cualquier área de la salud— se sientan confiados, estén capacitados y tengan conocimientos y habilidades como para reconocer a personas que están en riesgo de suicidio y que, a su vez, puedan referirlos a tratamientos adecuados o el tipo de apoyo adecuado que necesita esa persona”, indica.
La asociación organiza capacitaciones para los proveedores de salud; “no importa en qué área o por qué afección se quiera tratar”, se apunta a que “se haga una evaluación de detección de riesgo de suicidio para ese adolescente”.
A nivel nacional
Uruguay cuenta con una Estrategia Nacional de Prevención al Suicidio y está trabajando en conjunto con Unicef en una Estrategia Nacional de Salud Mental.
La idea es que estos dos planes funcionen de forma coordinada, estén alineados el uno con el otro, y parte muy importante de esto es analizar las necesidades, encontrar cuáles son las poblaciones vulnerables e invertir allí, señala la experta. En este marco, Goldstein asistió al Seminario internacional Salud Mental Adolescente realizado por el Ministerio de Desarrollo Social, que contó con la presencia de más expertos internacionales, así como también de autoridades de la cartera.
La especialista sugirió que el camino a seguir procure “hacer intervenciones que estén basadas en evidencia con esas poblaciones, medir los resultados y usarlos para retroalimentar las estrategias, haciendo los cambios que sean necesarios y a lo largo de todo el proceso ir informando al público de las evidencias que se encuentran, de las medidas que se toman y de las evaluaciones de los resultados que se alcancen”.
Redes sociales: amigas y enemigas
Frente a las innegables ventajas de los avances tecnológicos, también es importante reparar en los riesgos de que jóvenes y adolescentes estén expuestos a todo tipo de páginas webs o aplicaciones. Al respecto, Goldstein apunta, una vez más, en la importancia del diálogo franco.
“Hay que tener esta conversación con los jóvenes y quizás hacerlo de forma muy sutil para no abrumarlos. Plantear: ¿tú lo viste?, ¿qué harías si lo vieras?, ¿por qué te parece que es interesante? Si supieras que alguno de tus compañeros o amigos lo está usando y está haciendo estas cosas, ¿qué harías?”, ejemplifica.
Y agrega: “Quizás todo esto es mucho y es necesario dividirlo en pequeñas grageas, ir sembrando de a poquito... más que nada para hacerlos conscientes de que existe eso, de que existe el peligro, de que es un riesgo”.
Asimismo, cuenta que en la escuela a la que asisten sus hijas recientemente experimentó una situación de este tipo con un challenge de TikTok que comenzó a circular entre los jóvenes.
“La escuela inmediatamente envía un correo a todos los padres avisándoles que existe esto y que tienen que estar conscientes y hablar con los hijos sobre lo peligroso que es”, relata.
Por otra parte, menciona que en redes como Facebook —“es verdad que los jóvenes no usan Facebook”, dice, entre risas— las autoridades están interesadas en la prevención de suicidios.
“Los grupos de profesionales o salud pública pueden conectarse con Facebook y Facebook puede enviar mensajes positivos, de esperanza o, incluso, contrarrestar cosas negativas que aparezcan en redes”, menciona.
“Uno puede hacer click en el centro de ayuda de la red y poner el nombre de una persona que uno considere que necesita ayuda”, a partir de ahí “comenzará a recibir mensajes con información”.
Por último, señala que quedó “muy impresionada” tras la visita a Uruguay. “Han sido dos días en los que pude comprobar la profundidad de los conocimientos que existen aquí y la pasión que existe para sacar adelante a los jóvenes y abordar todos los problemas de salud mental”, dice, y reconoce que hay voluntad política para abordar esta problemática.
Y valora como positivo que existan muchos programas y estén “bien establecidos”. “En muchos casos, son programas paralelos”, acota, y subraya que “se necesita unir todos los esfuerzos a un nivel nacional”.