Por The New York Times | Jason Horowitz
Para los cientos de pasajeros que viajaban de Sudáfrica a Ámsterdam el viernes, el vuelo KL592 tenía todos los filtros para viajes internacionales en la era del COVID.
Llegaron con todos los documentos que comprobaran que eran aptos para viajar y los agentes de documentación revisaron una abrumadora serie de requisitos establecidos de acuerdo con su destino final. Algunos países, como Estados Unidos, requerían que los viajeros vacunados mostraran que sus pruebas habían resultado negativas. Otros no. Los pasajeros afirmaron que, durante ese largo vuelo, solo algunas personas usaban cubrebocas, ya que los sobrecargos con frecuencia no llamaban la atención a quienes se les bajaban los cubrebocas.
Pero mientras el vuelo iba en camino y los pasajeros dormían o miraban sus pantallas, todo estaba cambiando en tierra.
El pánico sobre la nueva variante ómicron que había sido descubierta en el sur de África estaba haciendo que los países cerraran sus fronteras. Las llegadas aterrizaban en una nueva realidad posómicron, y era una realidad infernal, que implicaba horas de respirar aire rancio mientras los aviones permanecían en la pista, hacer frente al agotamiento en las abarrotadas salas de espera y esperar los resultados de los hisopados muy cerca de otros viajeros que resultarían estar contagiados con la nueva variante que tal vez sea más peligrosa.
“Estábamos en el mismo lugar, en la misma habitación”, comentó Jan Mezek, un técnico de laboratorio de 39 años de una empresa que proporciona mantenimiento a las máquinas para las pruebas de hisopados y quien estaba regresando a su casa en Praga de un viaje de trabajo de dos semanas. “Me sentía como cerdo dentro de un corral”, comentó y añadió “estaban dispersando todo el virus a nuestro alrededor”.
Según las autoridades neerlandesas, de las más de 60 personas de ese vuelo y de otro de KLM procedente de Sudáfrica que dieron positivo por el virus, al menos 14 estaban infectadas con ómicron. Las autoridades neerlandesas los han puesto en cuarentena —además de arrestar a una pareja que había intentado escapar y volar a España— y solicitado a los cientos de personas que dieron negativo a las pruebas de PCR administrada en el aeropuerto que se fueran a casa o que abordaran los vuelos de conexión a su destino final.
“Iban a todas partes del mundo, quién sabe a dónde”, comentó Fabrizio Pregliasco, un destacado virólogo italiano de la Universidad de Milán, quien señaló que debieron haber puesto en cuarentena o aislado y vigilado de cerca a todos los pasajeros durante siete o diez días, sobre todo porque habrían podido contraer el virus en el vuelo y dar negativo mientras este se incubaba.
“Si la variante resulta ser muy contagiosa, este vuelo es una bomba de tiempo”, explicó Pregliasco.
Estos vuelos, al igual que los cruceros de inicios de la pandemia, han suscitado el temor de que haya eventos de superpropagación y han provocado la preocupación de que no se haya aprendido la lección. Pero también son representativos —por las pruebas y los criterios de cuarentena tan variables, el uso contradictorio del cubrebocas y la confusión sobre el rastreo de contactos— de la respuesta global a la diseminación y, a menudo, una aplicación laxa de la ley que puede empeorar una fase de la pandemia quizás más contagiosa.
Pese a que la Organización Mundial de la Salud calificó de “muy alto riesgo” a la variante ómicron, aún no se sabe mucho de ella. Tal vez tardemos semanas en saber si se trata de un temor exagerado o de una nueva mutación muy contagiosa con la capacidad de eludir las vacunas y hacer que el mundo regrese a confinamientos, hospitales llenos y funerales sin asistentes.
La seguridad ofrecida por las vacunas y por los sistemas de filtrado de aire de los aviones hicieron que Estados Unidos se abriera a los viajeros de la Unión Europea y otras nacionalidades a principios de este mes, lo que dio lugar a los abrazos, las lágrimas y las reuniones despreocupadas que por mucho tiempo les fueron negados. Pero los países europeos tenían reglas diferentes a las de Estados Unidos —y por lo general también entre ellos— sobre los criterios de las pruebas y el autoaislamiento requeridos para que las personas vacunadas abordaran un vuelo. El resultado fue una mezcolanza de reglamentos, casi siempre cambiante, en cada país.
Por lo general, el país del destino final de la persona que viaja es el que determina las reglas para los pasajeros de cualquier vuelo, explicó Karen Grépin, profesora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, quien ha estado estudiando las reglas relacionadas con los viajes durante la pandemia. Los países, y con frecuencia las aerolíneas, tienen sus propios requisitos de pruebas y, en ocasiones, la transferencia de pasajeros tiene que satisfacer todavía otros criterios. No obstante, es posible que pronto toda esa confusión y ansiedad se consideren los buenos tiempos, cuando al menos era posible viajar, aunque fuera muy confuso.
Luego de la aparición de la variante ómicron en África la semana pasada, Estados Unidos, la Unión Europea y otros países cerraron la entrada a los vuelos procedentes del sur de África. Israel y Marruecos cerraron sus puertas al mundo. Australia, Japón y otros países pospusieron su apertura y siguieron el ejemplo de China, la cual ha adoptado una actitud de levantar murallas mientras busca derrotar de una vez por todas al virus dentro del país.
Pese a toda esta atención a los vuelos de los Países Bajos, los casos positivos de ómicron ya han aparecido en varios países y los especialistas en salud pública creen que es inevitable su presencia en todas partes.
Una persona italiana vacunada, que no se ha identificado de manera pública, regresó de un viaje de negocios en Mozambique a principios de noviembre al pueblo sureño de Caserta. En la radio italiana mencionó que el 11 de noviembre había dado negativo antes de abordar el vuelo, como lo solicitaba Italia. Puesto que viajaba en plan de trabajo, no tuvo que autoaislarse a su regreso, según las reglas italianas.
Durante una revisión médica en Milán, donde también se realizó una prueba de COVID para poder regresar a Mozambique, dio positivo por el coronavirus y, luego, por ómicron, en medio de la creciente atención a la nueva variante. Ahora están aislados él, su esposa y sus hijos, quienes también dieron positivo por el virus, pero, hasta ahora, presentan síntomas leves.
El martes, KLM, la aerolínea operadora de los dos vuelos procedentes de Sudáfrica el viernes, ofreció disculpas a los pasajeros. Pero Marjan Rozemeijer, una vocera de la empresa, señaló que la variante solo los había tomado por sorpresa, como a todos los demás.
Rozemeijer explicó que después del aterrizaje de los vuelos en el Aeropuerto Schiphol, “el gobierno neerlandés le solicitó a la empresa que estacionara los aviones en un sitio designado para que les realizaran pruebas a todos los pasajeros”, y añadió que el aeropuerto y las autoridades de salud pública neerlandesas habían organizado y realizado las pruebas.
En cambio, un vocero del servicio de salud pública de los Países Bajos comentó que habían tomado todas las precauciones y no consideraron que estuviera mal dejar que los pasajeros que habían dado negativo siguieran su trayecto. Mezek, quien está vacunado y dio negativo, señaló que el sábado había recibido una llamada del servicio de salud pública neerlandés y luego un correo electrónico en el que le suplicaban que se quedara en casa y les diera los detalles de su trayecto después de salir de los Países Bajos. “Es importante que sepamos su paradero para que los departamentos de salud de los diversos países puedan comunicarse con los pasajeros en tránsito y evitar una mayor propagación” de la variante ómicron, según un correo electrónico que mostraron a The New York Times y que ratificó el organismo de salud.
Añadía que debía volverse a hacer la prueba de COVID cinco días después de la llegada del vuelo Sudáfrica-Ámsterdam. “Pese a que tal vez en este momento no presente ningún síntoma, ya podría estar contagiado”.
Mezek comentó que estaba en aislamiento y que el lunes había recibido una llamada de las autoridades checas para asegurarse de que estuviera en el mismo lugar y que no estuviera enfermo. Pero señaló que, si hubiera hecho su conexión original y aterrizado el día previo, antes de que la República Checa endureciera las reglas, estaría en el trabajo y en casa con sus hijos y su esposa, quien es maestra.
“No habría estado en aislamiento”, comentó. Los vuelos con destino a diversos países fueron cancelados en el Aeropuerto Internacional O. R. Tambo de Johannesburgo, el 27 de noviembre de 2021. (Joao Silva/The New York Times)
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