Por The New York Times | Gretchen Reynolds
El ejercicio puede refrescar y renovar la materia blanca de nuestro cerebro, lo que podría mejorar nuestra capacidad de pensar y recordar a medida que envejecemos, según un nuevo estudio sobre caminar, bailar y la salud cerebral. El estudio demuestra que la materia blanca, que conecta y sostiene las células de nuestro cerebro, se remodela cuando las personas se vuelven más activas físicamente. En cambio, en quienes permanecen sedentarios, la materia blanca tiende a deshacerse y encogerse.
Los resultados subrayan el dinamismo de nuestros cerebros y cómo se transforman constantemente —para bien y para mal— en respuesta a la manera en que vivimos y nos movemos.
La idea de que los cerebros adultos pueden ser maleables es un hallazgo bastante reciente en términos científicos. Hasta finales de la década de 1990, la mayoría de los investigadores creían que los cerebros humanos eran físicamente fijos e inflexibles después de la primera infancia. Se pensaba que nacíamos con la mayoría de las células cerebrales que tendríamos y que no podíamos crear más. Según esta teoría, la estructura y la función de nuestros cerebros solo disminuirían con la edad.
Sin embargo, la ciencia avanzó, afortunadamente, y reconsideró ese sombrío pronóstico. Complejos estudios en los que se utilizaron tintes especializados para identificar las células recién nacidas indicaron que algunas partes de nuestro cerebro crean neuronas hasta la edad adulta, un proceso conocido como neurogénesis. Estudios posteriores establecieron que el ejercicio aumenta la neurogénesis. Cuando los roedores corren, por ejemplo, producen tres o cuatro veces más células cerebrales nuevas que los animales inactivos, mientras que, en las personas, el inicio de un programa de ejercicio regular conduce a un mayor volumen cerebral. Básicamente, esta investigación demuestra que nuestros cerebros conservan la plasticidad de por vida, cambiando con nosotros, incluso en respuesta a la manera en que hacemos ejercicio.
Sin embargo, esos estudios previos sobre la plasticidad del cerebro se enfocaron generalmente en la materia gris, que contiene las pequeñas y célebres células grises, o neuronas, que permiten y crean pensamientos y recuerdos. Se ha investigado menos la materia blanca, el cableado del cerebro. Compuesta principalmente por fibras nerviosas envueltas en grasa, conocidas como axones, la materia blanca conecta las neuronas y es esencial para la salud cerebral. No obstante, puede ser frágil, adelgazar y desarrollar pequeñas lesiones a medida que envejecemos, desgastes que pueden ser precursores del deterioro cognitivo. Además, se considera que es relativamente estática, con poca plasticidad o capacidad para adaptarse a los cambios de la vida.
Sin embargo, Agnieszka Burzynska, profesora de Neurociencia y Desarrollo Humano de la Universidad Estatal de Colorado en Fort Collins, sospechaba que la ciencia estaba subestimando la materia blanca. “Ha sido como la hermanastra fea y descuidada” de la materia gris, dice, ignorada y evaluada erróneamente. Ella consideraba probable que la materia blanca poseyera tanta plasticidad como su homóloga gris y pudiera remodelarse, sobre todo si la gente empezaba a moverse.
Así que, para el nuevo estudio, publicado en junio en la revista NeuroImage, ella, su estudiante de posgrado Andrea Méndez Colmenares y otros colegas se propusieron revisar la materia blanca de las personas. Comenzaron reuniendo a casi 250 hombres y mujeres de edad avanzada que eran sedentarios pero que, por lo demás, estaban sanos. En el laboratorio, probaron la aptitud aeróbica y las habilidades cognitivas de estos voluntarios y también midieron la salud y la función de su materia blanca, utilizando una forma sofisticada de escáner cerebral por resonancia magnética.
A continuación, dividieron a los voluntarios en grupos, uno de los cuales comenzó un programa supervisado de estiramientos y entrenamiento del equilibrio tres veces a la semana, para servir de control activo. Otro empezó sesiones de caminatas en grupo tres veces por semana, a paso ligero, durante casi 40 minutos. Y el último grupo empezó a bailar, reuniéndose tres veces por semana para aprender y practicar bailes en línea y coreografías de grupo. Todos los grupos se entrenaron durante seis meses y luego volvieron al laboratorio para repetir las pruebas desde el inicio del estudio.
En el caso de muchos, sus cuerpos y cerebros habían cambiado, según descubrieron los científicos. Los caminantes y los bailarines estaban en mejor forma aeróbica, como era de esperar. Y lo que es más importante, su materia blanca parecía renovada. En los nuevos escaneos, las fibras nerviosas de ciertas partes de sus cerebros parecían más grandes, y cualquier lesión de tejido se había reducido. Estas deseables alteraciones eran más prevalentes entre los caminantes, que ahora también rendían mejor en las pruebas de memoria. Los bailarines, en general, no lo hicieron.
Mientras tanto, los miembros del grupo de control, que no se habían realizado ejercicios aeróbicos, mostraron un deterioro de la salud de la materia blanca después de los seis meses, con un mayor adelgazamiento y desgarro de sus axones y una caída de las puntuaciones cognitivas.
Para los deportistas, estos resultados “son muy prometedores”, afirma Burzynska. Nos dicen que la materia blanca sigue siendo plástica y activa, sea cual sea nuestra edad, y que unos cuantos paseos rápidos a la semana podrían ser suficientes, dice, para pulir el tejido y ralentizar o evitar el deterioro de la memoria.
Desde luego, los cambios cerebrales fueron sutiles y algo inconsistentes. Burzynska y sus colegas esperaban, por ejemplo, que el baile produjera mayores mejoras cognitivas y en la sustancia blanca que el caminar, dice, ya que el baile implica más aprendizaje y práctica. Pero caminar fue más potente, lo que sugiere que el ejercicio aeróbico, por sí mismo, es más importante para la salud de la materia blanca. “Los bailarines pasaban parte de su tiempo en cada sesión observando a los instructores sin moverse mucho”, dice Burzynska. “Eso tal vez afectó sus resultados”.
Además, los participantes del estudio tenían más de 60 años, eran inactivos y se ejercitaron solo durante seis meses. No está claro si los cerebros de personas más jóvenes y en mejor forma física también se beneficiarían o si el ejercicio aeróbico a largo plazo podría provocar mayores mejoras en la memoria y el pensamiento. Sin embargo, por el momento, según Burzynska, los resultados ofrecen “un sólido argumento para levantarse y moverse” por el bien de nuestra materia blanca.