Al padre de Enrique Villalobos tardaron nueve meses en operarle de la próstata en Madrid. Durante la espera estuvo "a punto de morir", según denuncia su hijo sobre la crisis del sistema público de salud en la capital española.
El domingo, una "marea blanca" de cientos de miles de manifestantes, personal sanitario y usuarios, salieron a las calles de Madrid para denunciar un sistema al borde del colapso, con centros de proximidad sobrecargados y hospitales desbordados por un aluvión de pacientes que no deberían haber terminado allí.
Entre la multitud marcharon personalidades como el famoso director de cine Pedro Almodóvar, que llevaba una camiseta con la inscripción "Sanidad Pública" dentro de un corazón verde.
"Esto no es una manifestación política, esto nos afecta a todos y esto afecta más a las clases más vulnerables. La sanidad pública es un derecho fundacional que tenemos los españoles, y que lo dice la Constitución", aseguró.
En España, un país muy descentralizado, las regiones tienen las competencias en materia de salud y el personal sanitario es asalariado de la administración.
En Madrid -la comunidad más rica y poblada del país, gobernada por la derecha- la inversión en sanidad pública es sin embargo de 1.491 euros (1.545 dólares) por año y habitante, lo que la sitúa como la penúltima de las 17 regiones españolas, según el último informe del Ministerio de Sanidad, de 2020.
"Es la comunidad autónoma con menos médicos y enfermeras por habitante", reprochó Félix Bolaños, ministro de la Presidencia del gobierno central de izquierdas español.
Esperas
"La degradación progresiva de la sanidad pública ha hecho que la gente vaya tomando conciencia", explica Enrique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), una de las impulsoras de la movilización que reunió el domingo a 200.000 personas, según las autoridades, y a 670.000 de acuerdo a los organizadores.
Villalobos explica que los centros de salud de los barrios, donde ejercen los médicos generalistas, están sobrecargados, con "mamografías anuladas" y listas de espera interminables, además de los problemas generados por las videoconsultas impulsadas por las autoridades regionales.
"¿Cómo se diagnostica por videoconferencia una peritonitis?", cuestiona este formador de 53 años, denunciando que "quieren implantar un modelo estadounidense en Madrid".
Pero la presidenta regional, la derechista Isabel Díaz Ayuso, refuta estas acusaciones y señala al movimiento de tener motivaciones políticas.
Su iniciativa de reabrir unos centros de urgencias para casos menos graves sin el personal suficiente fue la chispa que hizo explotar el conflicto con unos médicos que ya venían agotados de la pandemia.
Aunque autoridades y facultativos alcanzaron finalmente un acuerdo sobre este tema entrada la noche del jueves, la huelga indefinida de médicos generales y pediatras se mantiene prevista a partir del lunes.
Profesor de informática de 48 años, Iván Sáez cuenta que ya no hay médico de referencia en el centro de salud de su barrio. Ahora no sabe quién le visitará en cada consulta.
"Puede ser una persona que está atendiendo a otros 50 pacientes y en un hueco te pueda llamar a ti", indica. "Pero no es el médico que atiende desde hace muchos años, que me conoce a mí, que conoce toda mi historia médica", agrega.
"En el momento que tenga algo importante me pasará como hace la gente, tendrás que ir a urgencias de un hospital, aunque sea algo pequeño, no porque es algo vital, sino porque no hay otra cosa", asegura Iván, que acudió a la manifestación del domingo.
Burn-out
Para un médico generalista del sector público, una jornada puede "empezar a lo mejor con 40 pacientes citados", pero "terminar con 60 o 70", explica Isabel Vázquez Burgos, una doctora de 62 años que ejercía en el popular barrio de Vallecas de Madrid hasta su reciente designación como representante del sindicato Amyts.
Con 65 años, 40 de ellos como médico general en el sector público, José Manuel Zapatero acaba de jubilarse, agotado por las cinco o seis horas extra diarias que hacía sin cobrar para poder visitar a unos 60 pacientes de media. Sin esas condiciones, nefastas para su salud, "hubiera seguido trabajando", asegura.
En ese contexto, los médicos "se deprimen, tienen crisis de ansiedad y enferman también, [padecen] 'burn-out'", analiza.
Otros deciden irse a trabajar al extranjero o a otras regiones, con mayor inversión en sanidad.
La situación es, sin embargo, complicada en casi todo el país. Los médicos de Cataluña (noreste), otra gran región española, están al borde de la huelga, mientras que los sindicatos nacionales alertaron esta semana sobre la situación "explosiva" en la que está la medicina de proximidad en todo el país.
AFP
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