Por The New York Times | Muyi Xiao, Isabelle Qian, Tracy Wen Liu and Chris Buckley
A principios de 2020, en la ciudad china de Wuhan, Li Wenliang yacía en una cama de hospital con fiebre debilitante. No era un paciente común, e incluso entonces, antes de que el COVID-19 tuviera este nombre, él temía que esta no fuese una dolencia común.
En China, a Li se le consideró comúnmente como alguien heroico que dijo la verdad. Las autoridades lo habían castigado por tratar de advertir a otros sobre el virus y luego, en un giro terrible de los acontecimientos, se enfermó gravemente. Semanas más tarde, se convertiría en la víctima mortal más famosa de China en la emergente pandemia. Tenía 34 años.
Su muerte desencadenó una oleada de dolor e ira en una escala e intensidad pocas veces vistas en China. Más de dos años después, Li sigue siendo una figura inspiradora, un símbolo de frustración con la represión gubernamental de las voces independientes. Su perfil en el sitio de redes sociales chino, Weibo, recibe con regularidad cientos de comentarios a la semana y se ha convertido en un lugar donde la gente rinde homenaje y comparte sus historias personales.
Una investigación del gobierno sobre las circunstancias en torno a la muerte de Li concluyó en un informe que asegura que el Hospital Central de Wuhan no escatimó esfuerzos para tratar de salvarlo. Pero una imagen más completa de su atención médica y su tratamiento por parte de las autoridades sigue siendo difícil de precisar.
Ahora el equipo de Investigaciones Visuales de The New York Times ha logrado armar parte del rompecabezas con una entrevista exclusiva con uno de sus colegas, quien proporcionó un relato de primera mano de las últimas horas de Li, incluso las medidas de resucitación que se usaron y discutieron. Solo se le conoce como Dr. B porque teme a las represalias del gobierno chino. El Times habló con el Dr. B por videollamada y verificó su identidad con información pública. Una enfermedad grave
A principios de 2020, el virus se estaba propagando con rapidez en Wuhan, donde la pandemia se arraigó por primera vez. Li ingresó al hospital el 12 de enero con fiebre, una infección pulmonar y otros síntomas. Según varios de los médicos que revisaron sus registros médicos para el Times, al tercer día, Li estaba gravemente enfermo y requería asistencia de oxígeno para respirar.
“Estaba infectado con una variante primitiva del virus, por lo que la enfermedad comenzó de manera aguda, su curso fue potencialmente mortal y se desarrolló muy rápido”, dijo Wu Yuanfei, experta en virus de la Escuela de Medicina Chan de la Universidad de Massachusetts, en Worcester.
Los expertos dijeron que, con base en los registros, el tratamiento que Li recibió, en general, siguió las normas de aquel momento para el manejo de los pacientes con síntomas de coronavirus.
Poco más de una semana después de la entrada de Li al hospital, sus médicos escribieron que estaba luchando mentalmente y le diagnosticaron un estado depresivo, un detalle que no se había reportado. El registro no atribuyó su condición emocional a ningún factor específico, pero señaló que Li había perdido el apetito y no podía dormir por la noche.
A Li lo mantuvieron en una sala de aislamiento, se le permitió comunicarse con su familia solo a través de videollamadas. Solo unas semanas antes, la policía lo había disciplinado porque advirtió a sus amigos en un grupo privado en WeChat, un servicio de redes sociales chino, sobre el nuevo virus que se estaba propagando por la ciudad. Su empleador, el Hospital Central de Wuhan, donde trabajaba como oftalmólogo, le había hecho escribir una carta de disculpa, cuyo contenido obtuvo el Times.
A pesar de las advertencias oficiales, el 27 de enero de 2020, Li concedió una entrevista anónima a un destacado periódico chino y describió cómo había sido reprendido por intentar dar la alarma. Eventualmente, reveló su identidad en las redes sociales y de inmediato se convirtió en un héroe aclamado. Desde su cama de hospital, ofreció más entrevistas y dijo que esperaba recuperarse pronto para unirse a los trabajadores médicos que luchaban contra el brote.
Deterioro
Pero el 5 de febrero, la condición de Li se deterioró considerablemente: su neumonía empeoró y su respiración se volvió extremadamente dificultosa.
Según muestra su historial médico, esa tarde, los doctores de Li ordenaron varios exámenes de sus pulmones y corazón. Según Yuan Jin, médico de cuidados intensivos y pulmonares en el Centro Médico Good Samaritan en Brockton, Massachusetts, estos exámenes sugieren que su equipo médico respondía a un empeoramiento de la condición.
En la mañana del 6 de febrero, los médicos escribieron en las notas de progreso que Li corría el riesgo de que varios de sus órganos dejaran de funcionar. Varios médicos con los que hablamos dijeron que su condición era tan grave que su equipo médico debería haber considerado en este momento, o antes, intubarlo y colocarlo en un respirador, un nivel más alto de asistencia de oxígeno.
Los registros indican que Li había recibido oxígeno anteriormente a través de un tubo nasal y luego una máscara de oxígeno adicional. El 19 de enero su equipo médico también intentó usar un respirador no invasivo, pero escribió que “el paciente no podía tolerarlo”.
No está claro por qué Li no fue intubado. Algunos médicos son más reacios a intubar a pacientes jóvenes; a veces los pacientes mismos no quieren. Hasta el día de hoy, no hay consenso sobre cuándo se deben usar respiradores invasivos en pacientes con COVID-19.
El 6 de febrero, Li sufrió un paro cardíaco alrededor de las 7:20 de la noche. Aunque su nota de progreso diario no decía explícitamente que su corazón se había detenido, se registró que el equipo médico comenzó a realizar reanimación cardiopulmonar, un procedimiento que se aplica en una emergencia de este tipo. En ese punto lo intubaron, una práctica común durante la reanimación. La nota decía que sus pupilas no respondían a la luz.
Según los registros, los médicos trataron de revivir a Li durante más de siete horas y media, pero su corazón nunca respondió.
La investigación del gobierno dijo que los médicos colocaron a Li en oxigenación por membrana extracorpórea. También conocido como ECMO, por su sigla en inglés, es un tratamiento invasivo de último recurso que involucra una máquina que extrae sangre del paciente, la pasa por un oxigenador y la bombea de regreso al cuerpo.
Según el Dr. B, que llegó alrededor de las 9 de la noche a la sala de cuidados intensivos donde estaba Li, unas dos horas después de que este último sufriera un paro cardíaco, el liderazgo del hospital presionó al equipo médico para que usara la ECMO porque quería mostrarle al público que no se habían escatimado esfuerzos.
Pero varios médicos en la sala argumentaron que en ese momento ya era demasiado tarde para que esto hubiera sido útil, una evaluación con la que coincidieron seis médicos con los que hablamos. El Dr. B también dijo que poner a Li en ECMO, dada su naturaleza invasiva, habría sido un “insulto a su cuerpo”.
El Dr. B salió de la habitación alrededor de la medianoche. Dijo que la ECMO no se había utilizado porque no se disponía de un instrumento para realizar ese procedimiento. No está claro si esta finalmente se usó después de que el Dr. B se fue.
Tampoco hay indicios en las órdenes dictadas por los médicos esa noche de que alguna vez se administró el procedimiento.
Pero por alguna razón, las notas de progreso diarias dicen que se usó ECMO. Fue la única discrepancia de este tipo encontrada en los registros médicos.
La muerte de Li
Esa noche, los mensajes contradictorios sobre la condición de Li, algunos publicados por los medios de comunicación estatales y luego eliminados, generaron confusión. A las 10:40 de la noche, una publicación estatal, Life Times, dijo que había muerto a las 9:30 de la noche.
Eran casi las cuatro de la mañana del día siguiente, 7 de febrero, cuando el hospital finalmente anunció la muerte de Li. Dijo que había muerto en la madrugada, a las 2:58 a. m. La investigación del gobierno citó un electrocardiograma realizado en ese momento que mostró que había fallecido.
La investigación del Times encontró que entre los registros había un informe de ecocardiograma del día anterior, realizado alrededor de las 9:10 de la noche, que demostró que su corazón había dejado de latir.
“Creo que Li Wenliang ya había muerto cuando lo vi alrededor de las 9 de la noche del 6 de febrero”, dijo el Dr. B. “El proceso normal en este punto habría sido declararlo muerto”, agregó.
“Se demoraron tanto con el anuncio. Es como si el hospital realmente no nos tratara como seres humanos”, dijo. Para el Dr. B, al hacer pública su versión de los hechos tenía la intención de difundir su historia y honrar el legado de Li.