Por The New York Times | Pam Belluck
Los reportes sobre el misterioso síndrome inflamatorio relacionado con la COVID que aqueja a algunos niños y adolescentes se han centrado principalmente en los síntomas físicos: comezón, dolor abdominal, ojos rojos y, en casos de mayor gravedad, problemas del corazón como baja presión sanguínea, choques cardíacos y dificultad para bombear sangre.
Ahora, un nuevo trabajo de investigación muestra que una cantidad significativa de gente joven que padece el síndrome también desarrolla síntomas neurológicos, entre ellos alucinaciones, confusión, dificultades para hablar y problemas con el equilibrio y la coordinación. El estudio realizado con 46 niños que eran atendidos en un hospital de Londres reveló que poco más de la mitad (24) experimentó esos síntomas neurológicos, los cuales nunca habían tenido antes.
En comparación con los pacientes sin síntomas neurológicos, quienes los presentaron necesitaron respiradores en una proporción aproximada de dos a uno porque estaban “muy enfermos con un choque sistémico como parte de su estado hiperinflamatorio”, comentó uno de los autores del estudio, Omar Abdel-Mannan, investigador clínico del Instituto de Neurología de University College de Londres. Los pacientes con síntomas neurológicos requirieron medicinas para mejorar la capacidad de contracción del corazón más o menos en la misma proporción, según señalaron los expertos.
La enfermedad, llamada síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C, por su sigla en inglés), suele aparecer de dos a seis semanas después de una infección de COVID, pero una que a menudo solo produce síntomas leves o ninguno. El síndrome es poco común, pero puede ser muy grave. Según los últimos datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, se han presentado 3165 casos en 48 estados, Puerto Rico y el Distrito de Columbia, entre ellos 36 muertes.
Los nuevos hallazgos respaldan la teoría de que el síndrome está relacionado con un aumento repentino de la inflamación a causa de una respuesta inmunitaria al virus, comentó Abdel-Mannan. Para los niños incluidos en la investigación, los síntomas neurológicos se solucionaron en su mayor parte cuando los síntomas físicos fueron tratados.
Hace poco, algunos doctores de Estados Unidos también reportaron síntomas neurológicos en niños con MIS-C. En un estudio publicado el mes pasado en JAMA Neurology, de 616 personas jóvenes que fueron internados con el síndrome el año pasado en 61 hospitales, 126 tuvieron problemas neurológicos, y entre ellos hubo 20 que desarrollaron lo que los investigadores describieron como problemas “posiblemente fatales” como convulsiones o “encefalopatía grave”.
Este nuevo reporte, presentado el martes como una investigación preliminar en el marco de un congreso anual de la Academia Estadounidense de Neurología, evaluó a menores de 18 años con el síndrome (tiene un nombre y acrónimo diferentes en el Reino Unido, PIMS-TS) que fueron internados entre abril y septiembre del año pasado en el Hospital Great Ormond Street (GOSH, por su sigla en inglés). Los datos también están incluidos en una prepublicación de un estudio más grande que aún no ha sido arbitrado.
Como en el caso de otros estudios sobre el síndrome, entre ellos los realizados en Estados Unidos, los investigadores mencionaron que la mayoría de las personas que padecían esa afección eran “no blancas”, un patrón que, según los expertos en salud pública, refleja la desproporción en la que la pandemia ha afectado a las comunidades de color. Casi dos terceras partes de los pacientes fueron hombres y la edad promedio fue de 10 años.
Los 24 pacientes con síntomas neurológicos tuvieron dolores de cabeza y 14 sufrieron de encefalopatía, un término general que puede incluir confusión, problemas de memoria o atención, y otros tipos de funciones mentales alteradas. Seis de los niños experimentaron alucinaciones, como “describir gente en la habitación que no se encontraba ahí o ver caricaturas o animales que se movían en los muros”, comentó Abdel-Mannan, quien agregó que algunos experimentaron alucinaciones auditivas en las que “escuchaban voces de gente que no estaba presente”.
Seis de los niños sufrieron debilidad o dificultad para controlar los músculos que se usan al hablar. Cuatro tuvieron problemas de equilibrio o coordinación. Un niño sufrió convulsiones y tres niños padecieron anormalidades en el nervio periférico, entre ellas debilidad en los músculos del rostro y los hombros. El daño en el nervio periférico en un paciente produjo un problema de pie caído para lo cual necesitó muletas y una recomendación de trasplante del nervio, mencionó Abdel-Mannan, quien también está en su último año de residencia en neurología pediátrica en el GOSH.
Algunos pacientes se sometieron a escanografías cerebrales, estudios de conducción nerviosa o electroencefalogramas (EEG), entre ellos catorce que mostraron una menor actividad eléctrica en sus cerebros, de acuerdo con el estudio.
Trece de los 24 pacientes con síntomas neurológicos tuvieron que conectarse a un respirador y quince necesitaron medicinas para mejorar sus contracciones cardiacas, señaló Abdel-Mannan. En contraste, tan solo 3 de los 22 niños sin problemas neurológicos requirieron respiradores y 7 necesitaron ese medicamento para el corazón, mencionó. Ninguno de los niños con alucinaciones necesitó medicación psicotrópica.
Tres niños tuvieron que ser hospitalizados de nuevo después de su estancia inicial, uno por otro episodio de encefalopatía y dos por complicaciones infecciosas, comentó Abdel-Mannan, pero agregó que no hubo muertes y “casi todos los niños tuvieron una recuperación funcional completa”.
Abdel-Mannan dijo que un equipo liderado por la autora principal del estudio, Yael Hacohen , les dará seguimiento a los pacientes que hayan tenido el síndrome, tanto a los que hayan desarrollado síntomas neurológicos como a los que no. Realizarán escanografías cerebrales y evaluaciones cognitivas para ver si los niños experimentan algún efecto psicológico o cognitivo a largo plazo.