Por Valentina Temesio
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La aplicación TikTok es cada vez más popular. Los usuarios la utilizan para matar el ocio, influencers para ser aún más famosos, marcas para vender sus productos, actores para hacer reír, personas para hacerse conocer. TikTok es parte de la conversación cotidiana en muchas partes del globo. Sin embargo, son varios los países en los que la app está prohibida.
Primero fue India. En 2020, el gobierno de ese país alentó a los usuarios a cambiarse para su competencia, Instagram. ¿La razón? Su origen. India no quería, por seguridad, que los ciudadanos le dieran datos a la aplicación china. Le siguieron Pakistán, Bangladesh y Azerbaiyán. Además, en Occidente, la aplicación está prohibida en 20 estados de Estados Unidos, casi la mitad del país. A esta lista, según la prensa internacional, podrían añadirse 27 países de la Unión Europea (UE). Si bien la razón principal de muchos es cuidar la seguridad de los datos y no proporcionarle a China información, la UE, además, trajo otra problemática: la salud mental, sobre todo, en niños y adolescentes.
Los expertos plantean que la aplicación promueve contenidos nocivos. Algunos refieren a cumplir con los cánones de belleza establecidos, que pueden derivar en depresión y trastornos alimenticios; en el pertenecer, por ejemplo, a la hora de sumarse a retos virales que han derivado en la muerte, la adicción, la soledad, la depresión.
Pero, ¿qué puede causar en sus usuarios una aplicación que comparte y crea piezas audiovisuales cortas? ¿Cómo, entonces, podría afectar la salud mental de una persona que consume contenidos de esta plataforma digital? ¿Es TikTok un peligro para las infancias? Montevideo Portal dialogó con Roberto Balaguer, psicólogo especializado en psicoanálisis de niños, adolescentes y adultos, para explorar estas dudas desde una mirada experta.
“Hay una tendencia a poner toda la responsabilidad en las redes sociales y eso es parcialmente cierto”, dice Balaguer. Las distintas tecnologías, explica, evolucionaron y lograron fortalecer sus capacidades de generar, sobre todo, adicción. Encontraron más información, a través de horas de investigación, sobre el comportamiento humano. Entonces, consiguieron “un sinnúmero de elementos que permiten hacer a estas plataformas, a estas aplicaciones, cada vez más adictivas”, señala.
Para Balaguer, las plataformas digitales, de alguna forma, lograron “hackear” el cerebro humano, así como también vulnerabilidades cognitivas y emocionales. De esta manera, las aplicaciones logran que las personas queden “atadas” y “atentas” a esos productos. Si la razón para “prohibir, regular o ejercer cierta presión” es alguna de estas, al psicoanalista no le parece “inadecuado” prohibirlas. Pero, aclara, su opinión es parcial.
Por otro lado, el psicólogo plantea que este tipo de medidas involucran a niños o adolescentes en etapa de construcción de su identidad y distintas habilidades que están más vulnerables como para caer en este tipo de redes sociales. Porque, además, tocan otros aspectos como lo social que, según el experto, en etapas vitales es clave.
La adicción que genera TikTok es un problema, aunque puede regularse: según la edad de los niños, la cantidad de tiempo que la utilizan, a quién siguen, qué cosas aparecen en su feed. Si se toman en cuenta este tipo de prevenciones, “no necesariamente [TikTok] puede ser peligrosa”, sostiene.
Sin embargo, agrega, la aplicación es riesgosa porque, a veces, pueden encontrarse contenidos que promueven ideas que “no son buenas”.
TikTok brinda a sus usuarios la opción de consumir contenidos de la aplicación “sin pensar”. Ha logrado “entender la mente juvenil”: tanto con ideas buenas como nocivas.
Balaguer argumenta que una de las cosas que hace que los niños y adolescentes puedan ser más vulnerables a “engancharse” con “cosas que no están buenas” es la orfandad. Es decir, adultos que no se involucran en la vida de los jóvenes, que creen que no tienen voz ni voto, que sus hijos no los escuchan. “Los hijos, a veces, están esperando que los adultos demos pelea, en el buen sentido, de decir que no”, afirma. “Lo peor es cuando no hay nadie que te diga 'no'. Eso es lo peor, porque ahí se sienten muy solos”, asegura.
Los peligros
El peligro que “más conmueve” a los padres es el hecho de que los niños y adolescentes, a la hora de usar la aplicación, estén en contacto con adultos desconocidos por “todas las posibilidades y riesgos que puede conllevar”. Si bien, señala Balaguer, la incidencia es baja, cuando sucede son situaciones para lamentar.
El psicólogo y escritor también trae sobre la mesa otro tipo de consecuencias, que tienen que ver con cómo se transcurre el tiempo: cómo se gasta o se pierde. Según dice el experto, está asociado a la actividad física, la actividad social cara a cara, el estudio, el sedentarismo y todas las complicaciones que puede traer en lo físico el hecho de estar horas frente a una computadora o un celular.
En la aplicación, además, existen retos virales. Algunos reinan por su inocencia: bailes, juegos, desafíos. Otros son más peligrosos, como por ejemplo niños que consumen clonazepam y se intoxican; el “blackout challenge” —el apagón—, en el que se debe aguantar la respiración el mayor tiempo posible hasta perder la consciencia y, después, contar la experiencia en la red social. Este último conmovió al Río de la Plata, cuando murió una adolescente argentina de 12 años, oriunda de Santa Fe. Pero no son los únicos.
“Desafíos hay permanentemente; cuanta más angustia, más ansiedad y vulnerabilidad, más propensión a tomar riesgos y desafíos como una manera de conjurar los miedos y los males. La vulnerabilidad es un motor importante para tomar esos riesgos y meterse en ese tipo de desafíos. Es decir, no cualquiera y no todos —y esto sí hay que subrayarlo— se vuelven partícipes o participantes de un reto viral”, afirma el experto.
El tiempo y la adicción
A los padres, madres o personas a cargo de niños pequeños, Balaguer sugiere regular el tiempo que pasan navegando en la aplicación. Que haya límites, pero, al mismo tiempo, fomentar la autorregulación.
“Todos venimos pertrechados con diferentes cantidades de autorregulación: algunos venimos bien, otros más o menos, y otros jorobados. A estos últimos, el ambiente tiene que tratar de regular. Pero, aún así, no es fácil regular esas actividades porque estas plataformas han desarrollado habilidades para, justamente, hacerlas atractivas y que los chiquilines, aunque no estén jugando, queden pensando en eso y esperen el momento para volver a jugar y que llegue esa hora”, explica.
Este tipo de problema siempre existió. Y, a pesar de que opina que este tipo de consideración es “riesgosa”, el experto compara a TikTok con una sustancia, con un objeto de adicción, porque tiene un alto poder adictivo. Hay algunas sustancias que son adictivas, “que están ahí” y la gente no las consume. Pero, si una persona “más vulnerable” comienza a consumirlas, será “más difícil” que pueda alejarse de ese consumo. “Hay una parte del sujeto que consume y otra de este objeto que se ha vuelto más adictivo y adrede; no por azar, no es inocente, sino que está pensado y diseñado para eso”, dice el psicoanalista sobre TikTok.
Adolescente no es un bicho diferente
Los adultos a cargo de niños y adolescentes ocupan un rol muy importante a la hora de controlar la adicción a las redes sociales. “Aunque, a veces, crean que no, que los chiquilines no les dan pelota”, aclara Balaguer. En tanto, sostiene que sí, que los adolescentes prestan atención y que, muchas veces, están esperando que las personas mayores participen, se animen y hagan cosas. “A veces los padres pensamos que los chiquilines a determinada edad no dan bola, que ya no tienen de qué hablar: eso es parcialmente cierto”, dice.
“A veces lo dicen, pero no necesariamente es lo que quieren”, explica. A esa edad, afirma, los adolescentes necesitan que los padres participen en su vida, que se los oriente, que pongan límites, porque si no “hay orfandad”.
La soledad desespera
A pesar de que el foco de los problemas de aplicaciones como TiKTok la mayoría de las veces se centra en niños y adolescentes, Balaguer explica que existen otras poblaciones vulnerables a las plataformas digitales. Lejos de TikTok, los adultos mayores pueden volverse adictos a juegos como Candy Crush o el solitario.
De este modo, explica, la adicción podría estar vinculada con la soledad. Este tipo de aplicaciones hacen olvidar, al menos por un rato, distintos tipos de cuestiones y que generan “un alivio”. “Esas ganas de seguir enganchados”, muchas veces, se dan “porque es mejor eso que estar haciendo nada, no tener con quién hablar o no tener una buena comunicación con los padres”, en el caso de los niños.
“No corre el hecho de haber sido baby boomer o ser generación alfa, porque pasa por otros carriles”, señala el experto. “Pasa más por lo cognitivo y lo emocional”.
Por Valentina Temesio
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