Por The New York Times | Jennifer Steinhauer
Holly Elgison y Len Schillaci son pareja, pero no piensan lo mismo sobre las vacunas. Y no son los únicos.
“Siempre estuve 100 por ciento convencida de vacunarme”, aseguró Elgison, auditora de reclamos médicos en Valrico, Florida.
Su esposo, quien trabaja en seguros de desastres, dijo que no se vacunará. “Para ser honesto, creo que ya pasamos lo peor de la COVID”, comentó Schillaci. “Estoy bien así”.
En tanto que la administración Biden intenta vacunar al 80 por ciento de los adultos estadounidenses para el verano, la continua renuencia de los hombres a vacunarse podría impedirle alcanzar ese objetivo.
La tasa de vacunación de las mujeres es mucho más alta (alrededor de 10 puntos porcentuales) que la de los hombres a pesar de que la división entre hombres y mujeres es casi inexistente a nivel nacional. La tendencia es preocupante para muchos, especialmente porque las tasas de vacunación han bajado un poco recientemente.
Las razones de la brecha de género en Estados Unidos son muchas, y eso refleja diversos aspectos, como el papel de las mujeres en ocupaciones específicas que tuvieron prioridad para vacunarse de manera temprana, las diferencias políticas y culturales y los patrones de larga data de las mujeres de buscar atención preventiva con más frecuencia que los hombres.
Esta brecha existe pese a que la cifra de muertes por COVID-19 de los hombres a nivel mundial ha sido aproximadamente 2,4 veces más alta que la de las mujeres. Esta división muestra el papel desproporcionado de la mujer en el cuidado de los demás en la sociedad estadounidense.
“Podría ser importante para la inmunidad colectiva localizada”, dijo Alison Buttenheim, profesora asociada de enfermería en la Universidad de Pensilvania y experta en las dudas ante las vacunas. “Mientras que la mayoría de los expertos están preocupados por las brechas más grandes por raza, partido político, religión y grupo ocupacional”, señaló, muchas de las cuales se superponen con las disparidades de género, “no he oído hablar de ninguna iniciativa específica dirigida a los hombres”.
En el condado de Los Ángeles, donde el 44 por ciento de las mujeres mayores de 16 años han recibido su primera inyección, en comparación con el 30 por ciento de los hombres, los funcionarios se esfuerzan por descubrir cómo lograr que se vacunen más hombres.
“Estamos muy preocupados por eso y queremos implementar un enfoque dirigido a los hombres”, dijo Paul Simon, director científico del Departamento de Salud Pública del Condado de Los Ángeles, quien explicó que esas disparidades son inquietantes en particular en el caso de los hombres negros y latinos. En el condado de Los Ángeles, solo el 19 por ciento de los hombres negros y el 17 por ciento de los hombres latinos han recibido al menos una dosis de la vacuna, en comparación con el 35 por ciento de los hombres asiáticos y el 32 por ciento de los hombres blancos, según los datos más recientes disponibles de principios de este mes.
“No lo entendemos del todo”, dijo Simon. “Una de nuestras estrategias de comunicación será insistir en que la vacuna no solo es importante para ti, sino que además es una manera de proteger a otros miembros de la familia”.
Las primeras divisiones en las tasas de vacunación por género podrían explicarse, en gran medida, por la demografía. Los estadounidenses mayores de 70 años recibieron las primeras dosis y las mujeres constituyen una proporción mayor de ese grupo de edad. En muchos estados, los trabajadores de la salud y los maestros de escuela también recibieron prioridad en el proceso de vacunación: las mujeres representan tres cuartas partes de los trabajadores de la salud a tiempo completo y más del 75 por ciento del profesorado de escuelas públicas en los Estados Unidos.
Las disparidades muestran los sectores donde las mujeres realizan los trabajos de atención a otros, ya sean remunerados o no. Por ejemplo, fueron mujeres en su mayoría quienes perdieron al inicio trabajos en servicios alimentarios, negocios minoristas, atención médica y puestos gubernamentales. De esas mujeres, las que son madres han realizado la mayor parte del trabajo generado por el cambio a la escolarización remota y el cuidado de los padres y parientes enfermos. . También puede haber conexiones políticas. Las mujeres tienen muchas más probabilidades que los hombres de registrarse como demócratas, y las encuestas demuestran que los republicanos de todo el país han sido mucho menos propensos que los demócratas a aceptar la vacuna.
Entonces, ¿a quién escucharán los hombres? Al parecer, no a sus esposas, amigas o médicas. Para un reciente estudio, Leah Witus y Erik Larson, profesores de Macalester College en Saint Paul, Minnesota, vieron videos con hombres y mujeres que presentaban información idéntica sobre la vacuna. Entre los 1184 estadounidenses que los vieron, la mayoría fue influenciada positivamente por el narrador masculino, mientras que la narradora obtuvo una respuesta mucho más mixta.
“La versión del video narrada por hombres aumentó la intención de vacunarse en los espectadores”, dijo Witus, “pero la narrada por mujeres tuvo asociaciones mixtas con la propensión a la vacuna y, en algunos espectadores que se identificaron como conservadores, en realidad disminuyó la intención de vacunarse”.
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