Entre un 4 y 20% de las mujeres en edad reproductiva padecen de esta condición hormonal que afecta el funcionamiento normal de los ovarios y desencadena una gran variedad de síntomas.

Para Laura María Arias, una bogotana de 23 años, era un día como cualquier otro viviendo con su condición. Esa era una mañana en la que quería dormir un poco más de lo usual e incluso ignorar la alarma, pero el dolor abdominal simplemente no le permitía cumplir su deseo. Aun con mucho frío en el ambiente, ella estaba sudando, postrada en su cama y, al final, terminó madrugando de forma involuntaria con dolores que ni un ibuprofeno 800 le calmaban.

Después de sufrir de cólicos insoportables en diferentes momentos de su ciclo menstrual y otros síntomas incómodos, como acné hormonal, migrañas constantes y fatiga todo el tiempo, Laura decidió visitar al ginecólogo. Al practicarle una ecografía ginecológica pudieron notar la presencia de algunos quistes y esto, junto a sus increíblemente dolorosas menstruaciones, fue el indicador de que sufría de síndrome de ovario poliquístico (SOP).

Para los desconocedores, esta afección es un desequilibrio hormonal que sucede cuando los ovarios producen un exceso de hormonas, específicamente de andrógenos, que son aquellas encargadas de desarrollar las características masculinas. De esto se desenlazan sintomatologías que varían de mujer en mujer.

Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 116 millones de mujeres sufren de este síndrome en el mundo.

Caída del cabello, ausencia del período menstrual, acné hormonal, diabetes y depresión son algunos de los síntomas que puede vivenciar una mujer que sufra de SOP.

“La parte física que afecta el síndrome de ovario poliquístico también se debe valorar en los laboratorios. Estas personas tienen alteraciones en sus niveles hormonales; se aumenta su colesterol, sus triglicéridos y su riesgo cardiovascular; tienen insulina alterada, también la tiroides y la prolactina. Dependiendo del target de las hormonas que se estén afectando también habrá síntomas asociados”, afirma la doctora Viviana Russi, ginecóloga y obstetra, especialista en endocrinología ginecológica y ecografías.

A los 14 años, Camila Cobos, estudiante de Medicina de la Universidad de La Sabana, empezó a tener ciclos menstruales notoriamente irregulares, podía pasar unos seis meses con amenorrea, es decir, la ausencia de la menstruación. Luego le pasaba el caso contrario, unas tres menstruaciones en el lapso de tan solo un mes. Esto le causaba malestar general, pues perdía cantidades altas de sangre en poco tiempo. Además, tuvo una subida de peso súbita y, al consumir azúcares, sufría de mareos, trastorno que no le pasaba antes. “Fui a la ginecóloga y me mandó una ecografía pélvica y unas pruebas de azúcar. En los resultados salió que tenía un ovario lleno de folículos y también nos dimos cuenta de que tenía una resistencia muy clara a la insulina”, comenta Cobos. Ahí fue cuando a Camila le confirmaron su diagnóstico.

A pesar de ser una de las condiciones hormonales más comunes entre las mujeres, sus causas no son claras, pero se cree que factores genéticos y ambientales pueden cumplir un papel en la predisposición a sufrirlo, y también el estilo de vida.

Patricia Barrera, nutricionista y dietista, quien hace 15 años está en la Asociación Colombiana de Diabetes, asegura que un 50% de esta afección es de origen genético y está latente, pero puede aflorarse cuando la persona sube de peso, come muchos azúcares, no hace ejercicio y no toma suficiente agua.

“La idea es llegar a un acuerdo con el paciente y utilizar un anticonceptivo que no le suba de peso, que funcione bien, que le lleguen sus ciclos menstruales y que le disminuyan los dolores y molestias. En adición, si es necesario, debe adelgazar y, cuando llega a su meta adecuada, progresivamente se le puede quitar el anticonceptivo y es probable que se regulen sus ciclos”, asegura la Dra. Barrera. Este objetivo se logra con un plan de alimentación en el que se consuman cantidades apropiadas de frutas y verduras, de fibra y de agua para mantener los órganos lubricados, comer a horas precisas y hacer una buena dosis de ejercicio.

El hirsutismo es una afección que presentan muchas mujeres con SOP y les puede generar problemas de autoestima. Este genera exceso de crecimiento de vello negro y grueso, similar al de los hombres; puede ser en varias partes del cuerpo como la espalda y la entrepierna, pero también es muy común que se desarrolle en el rostro.

Sara Pineda, quien actualmente tiene 24 años, desde su infancia notó la presencia de hirsutismo. A medida que su cuerpo comenzó a desarrollarse y llegar a la adolescencia, le salió mucho vello facial. Este no era como el de una mujer promedio, que suele ser delgado, y esto le causó intriga por lo que decidió ir al médico y se enteró de su condición. “Siempre me dijeron que debía cuidar mucho de mi peso porque en el momento en que yo empiezo a aumentar de peso se alborota inmediatamente el crecimiento del vello. Había momentos en los que yo me rasuraba en la mañana, y ya en la noche tenía vello y me daba pena con mis compañeros”, mencionó Pineda.

“Desde el momento en el que me lo diagnosticaron yo empecé a tomar anticonceptivos orales, pues la carga estrogénica (de las hormonas femeninas) me ayudaba mucho a regular mi período, mi piel y el hirsutismo”, confirma Sara, quien en la actualidad ya no sigue este tratamiento.

Por lo general, las mujeres que sufren ese trastorno tienen altos niveles de hormonas masculinas, como la testosterona, circulando por el torrente sanguíneo, o sus folículos pilosos son hipersensibles a los andrógenos. Esto hace que su cuerpo se llene de pelos gruesos, pigmentados y largos, tal como ocurriría en un hombre al culminar su pubertad.

Importancia de un buen diagnóstico

No debe creerse que por no presentar síntomas desde el inicio del desarrollo o aquellos considerados “comunes”, no se tiene el síndrome. Es importante estar al tanto de la salud reproductiva. “Yo me desarrollé a los 13 años, nunca tuve ningún problema hormonal, de acné o sobrepeso. Siempre tuve un ciclo regular y cólicos normales”, ratifica Juliana Escarraga, a quien le diagnosticaron SOP a la edad de 19 años, cuando de repente comenzó a sentir unos cólicos que le impedían moverse, comer e inclusive le daban náuseas. Le recetaron unos anticonceptivos que manejaban muy bien sus dolores, pero aproximadamente hace un año no los consigue, desde que el Ministerio de Salud de su país, Colombia, reguló los precios de estos medicamentos.

Edmundo Mora, ginecólogo oncólogo, jefe de Ginecología Oncológica del Hospital San José y de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud y miembro fundador de la Sociedad de Ginecólogos Oncólogos de Colombia, distingue que “hay enfermedades que se pueden confundir con el síndrome de ovario poliquístico, sobre todo aquellas endocrinológicas de las glándulas suprarrenales o tumores centrales del cerebro que también pueden producir estos signos o síntomas”. Por esto, el Dr. Mora enfatiza en que un diagnóstico exacto es vital para evitar consecuencias negativas; es necesario un examen físico, una buena historia clínica con información sobre las menstruaciones y presencia de anormalidades.

Algunos médicos pueden llegar a minimizar esta afección. La diagnostican con una ecografía y le dicen: tómese estas pastillas anticonceptivas por un tiempo y cuando quiera quedar embarazada le dan otro tratamiento. Es mejor profundizar con estas pacientes: hacer diagnósticos diferenciales, pruebas de función ovárica, pruebas de testosterona.

Vilma Rosa Bustos Acuña / Universidad de La Sabana / Europa Press