Por The New York Times | Pam Belluck
¿Qué pasaría si algo en la sangre de un atleta pudiera potenciar la capacidad intelectual de alguien que no hace o no puede hacer ejercicio? ¿Podría una proteína que se amplifica cuando las personas hacen ejercicio ayudar a prevenir los síntomas del alzhéimer y otros trastornos de la memoria?
Esa es la perspectiva prometedora planteada por un nuevo estudio en el que los investigadores les inyectaron a ratones sedentarios sangre de ratones que corrían kilómetros en ruedas de ejercicio, y descubrieron que poco después los ratones sedentarios obtuvieron mejores resultados en las pruebas de aprendizaje y memoria.
El estudio, publicado el miércoles en la revista Nature, también reveló que el tipo de inflamación cerebral relacionada con el alzhéimer y otros trastornos neurológicos se redujo en los ratones sedentarios tras recibir la sangre de sus contrapartes atléticas.
Los resultados científicos con ratones no necesariamente son aplicables en los humanos. Sin embargo, los expertos dijeron que el estudio respalda un creciente conjunto de investigaciones.
“Estamos viendo un número cada vez mayor de estudios en los que las proteínas ubicadas fuera del cerebro que se producen cuando se hace ejercicio ingresan al cerebro y son útiles para mejorar la salud cerebral, o incluso mejorar la cognición y las enfermedades”, dijo Rudolph Tanzi, profesor de neurología en el Hospital General de Massachusetts y la Escuela de Medicina de Harvard. En 2018, dirigió un estudio que reveló que el ejercicio ayudaba a los cerebros de ratones diseñados para tener una versión de alzhéimer.
El resultado más prometedor de todo esto se produciría si las proteínas generadas por el ejercicio logran convertirse en la base de algunos tratamientos, dijeron los expertos.
“La demostración de que existen factores transferibles en la sangre que al parecer transmiten efectos beneficiosos en el cerebro que mejoran el aprendizaje y la memoria es, por mucho, el aspecto más interesante del trabajo”, dijo Madhav Thambisetty, neurólogo e investigador sénior del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, quien no estuvo involucrado en la nueva investigación.
El estudio, dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de Stanford, reveló que una proteína —la clusterina, producida en el hígado y en las células del músculo cardíaco— parecía ser responsable de la mayoría de los efectos antiinflamatorios. Sin embargo, varios expertos señalaron que estudios recientes han encontrado beneficios de otras proteínas. También afirmaron que se necesita aprender más sobre la clusterina, que juega un rol en muchas enfermedades, incluido el cáncer, y puede tener efectos negativos en las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer antes de que la inflamación cerebral se vuelva dominante.
“Es demasiado prematuro concluir que niveles más altos o más bajos de clusterina podrían o no ser beneficiosos”, dijo Thambisetty, quien ha estudiado la clusterina. “No creo que estemos todavía en la etapa en la que las personas puedan cambiar sus máquinas caminadoras o cancelar su membresía en el gimnasio por una píldora o inyección de clusterina”.
El estudio fue dirigido por Tony Wyss-Coray, profesor de neurología y ciencia neurológica en Stanford, quien previamente había realizado una investigación que reveló que la sangre de ratones jóvenes podía revertir el deterioro cognitivo relacionado con la edad en ratones viejos. Wyss-Coray dijo que quería ver “si el ejercicio producía factores que también se acumularan en la sangre y que luego pudieras transferir”.
El estudio involucró a ratones que tenían aproximadamente 3 meses de edad, el equivalente cercano a humanos de 25 a 30 años. A algunos de los ratones, que son animales nocturnos a los que les encanta correr, se les permitió usar con libertad las ruedas de ejercicio en sus jaulas, en las cuales registraron entre 6 y 10 kilómetros cada noche. Las ruedas no estaban permitidas para otros ratones que podían moverse alrededor de sus jaulas pero no podían realizar un entrenamiento cardiovascular prolongado.
Después de 28 días, los investigadores tomaron un tercer grupo de ratones que tampoco se había ejercitado y les inyectaron plasma sanguíneo, el líquido que cubre las células de la sangre, tanto de los ratones corredores como de los no corredores. Los ratones que recibieron sangre de los corredores obtuvieron mejores resultados en dos pruebas de aprendizaje y memoria que los que recibieron sangre de ratones no corredores.
En una de las pruebas, que mide cuánto tiempo se paraliza de miedo un ratón cuando es devuelto a una jaula donde previamente había recibido una descarga eléctrica en el pie, los ratones con sangre de corredor se petrificaron durante 25 por ciento más tiempo, lo que indica que tenían mejor memoria del evento estresante, dijo Wyss-Coray. En la otra prueba, los ratones con sangre de corredor fueron dos veces más rápidos en encontrar una plataforma sumergida en agua opaca, dijo.
El equipo también descubrió que los cerebros de los ratones con sangre de corredor producían mayor cantidad de varios tipos de células cerebrales, incluidas las que generan nuevas neuronas en el hipocampo, una región relacionada con la memoria y el aprendizaje espacial.
Un análisis genético mostró que alrededor de 1950 genes habían cambiado en respuesta a la infusión de sangre de corredor: algunos se activaron más, otros menos. La mayoría de los 250 genes con los mayores cambios de activación estaban involucrados en la inflamación y sus cambios sugieren que la inflamación cerebral se redujo.
El equipo hizo la prueba de si tendría algún impacto eliminar alguna de las cuatro proteínas más importantes de la sangre del corredor, y descubrió que si se eliminaba la clusterina, los efectos antiinflamatorios desaparecían. Y cuando a los ratones diseñados para tener un tipo de inflamación cerebral o una versión de la enfermedad de Alzheimer se les inyectó clusterina, se redujo la inflamación cerebral. En estudios recientes se ha demostrado que otras proteínas relacionadas con el ejercicio físico mejoran la cognición en los ratones. Se reveló que la irisina, liberada por los músculos, reduce la neuroinflamación y ayuda a los ratones a tener mejores desempeños en las pruebas de memoria y aprendizaje. También se demostró que la GPLD1, una enzima producida en el hígado, aumenta después del ejercicio y se correlaciona con una mejor función cognitiva en ratones ancianos.
Cualesquiera que sean las proteínas que resulten prometedoras, será más seguro desarrollar un medicamento que intentar transfusiones de sangre, que contienen otras cosas además de las proteínas, dijo Tanzi, quien no participó en el nuevo estudio. “La gran pregunta”, agregó, “es ¿cuáles proteínas son las ganadoras y cómo las aprovechamos para ofrecer terapias nuevas?” En un estudio, los investigadores les inyectaron a ratones sedentarios sangre de ratones que corrían kilómetros en ruedas de ejercicio, y descubrieron que poco después los ratones sedentarios obtuvieron mejores resultados en las pruebas de aprendizaje y memoria. (Jian Luo/Palo Alto Veterans Institute for Research vía The New York Times)