Por The New York Times | Gretchen Reynolds
Parece que muchos gimnasios y clubes de salud se están llenando otra vez con gente ansiosa por regresar a sus viejas rutinas y comunidades o por ponerse en forma para el verano, al mismo tiempo que subvariantes nuevas de ómicron están haciendo que aumenten las infecciones por COVID. Entonces, ¿qué tan seguro es regresar al gimnasio?
En otras palabras, ¿cuántas partículas microscópicas de aerosoles están expirando al ambiente los otros ciclistas en tu clase de “spinning”? ¿Y cuántas escupe el corredor en la caminadora de al lado? Un estudio pequeño sobre respiración y ejercicio que se publicó el lunes en Proceedings of the National Academy of Sciences proporciona algunas respuestas que podrían ser un tanto sorprendentes.
El estudio se centró en el número de partículas de aerosoles que 16 personas exhalaron en reposo y durante las rutinas. Esos pedacitos de materia aerotransportada —las cuales miden apenas unos cientos de micrómetros de diámetro, o la anchura de un cabello, y que se suspende como neblina desde nuestros pulmones— pueden transmitir el coronavirus si alguien está infectando, llevando el virus por el aire de un par de pulmones a otro.
El estudio encontró que, en reposo, los hombres y mujeres expiraban unas 500 partículas por minuto. Pero cuando se ejercitaban, el total aumentaba 132 veces, llegando a 76.000 partículas por minuto, en promedio, durante los ejercicios más vigorosos.
Estos hallazgos ayudan a explicar por qué diversos eventos desde 2020 que se consideran como superpropagadores se dieron en clases de alguna gimnasio en interiores. También podrían renovar las preocupaciones de algunas personas sobre los programas en gimnasios cerrados conforme los casos de COVID-19 van aumentando otra vez en muchas partes de Estados Unidos, además de suscitar preguntas sobre cómo reducir el riesgo a la exposición mientras nos ejercitamos.
En términos generales, llenar cuerpos que respiran con ahínco en lugares cerrados es una mala manera de evitar la transmisión de COVID-19 o cualquier otra enfermedad respiratoria. En 2020, 54 surcoreanos dieron positivo al COVID tras acudir a clases de Zumba con instructores infectados y luego, transmitieron el virus a familiares y conocidos. Más adelante, ese mismo año, los 10 miembros de una clase de “spinning” en Hawái donde el instructor estaba infectado también se contagiaron, así como otras 11 personas que estuvieron en contacto cercano con uno de los asistentes a la clase, un entrenador personal y un instructor de kickbox.
Los científicos que investigan brotes como este especularon que una ventilación inadecuada y un ritmo de respiración acelerada entre las personas que se ejercitan contribuyeron a la propagación del COVID en dichos gimnasios, casi como un incendio que se propaga en el bosque. Pero los científicos no podían más que adivinar sobre cuánto el ejercicio había aumentado los niveles de partículas de aerosol en las áreas en cuestión. No es una tarea fácil medir cuánto aumentan las partículas flotantes durante el ejercicio.
Así que, para el estudio nuevo, un grupo de científicos del ejercicio e investigadores de dinámica de fluidos en Alemania desarrolló un método innovador para medir la emisión de aerosoles: una sola bicicleta estacionaria y ciclista dentro de una tienda de campaña cerrada. Los ciclistas usaron cubrebocas de silicón que atrapaban su aliento expirado y, por medio de tubos, mandaba el aire a una máquina que contaba cada partícula que iba llegando.
Los investigadores primero midieron la producción de partículas de los individuos mientras estos estaban sentados sin moverse y luego, mientras pedaleaban a un ritmo cada vez más exigente hasta que finalmente estaban demasiado exhaustos para continuar. Las partículas se estaban contando todo el tiempo.
Los científicos esperaban que la producción de aerosoles de los deportistas aumentara a medida que la intensidad fuera mayor. Todos respiramos más profundo y rápido cuando intensificamos el ejercicio. Pero la proporción del aumento “nos sorprendió”, dijo Henning Wackerhage, profesor de Biología del Ejercicio en la Universidad Técnica de Múnich y autor principal del nuevo estudio.
El aumento de las emisiones de aerosoles comenzó siendo moderado según los ciclistas entraban en calor y empezaban a pedalear más fuerte. Pero cuando alcanzaron un umbral en el que el ejercicio se volvió notablemente más extenuante —más o menos cuando un trote se convierte en una carrera o una clase de “spinning” cambia a intervalos— el aumento de las emisiones fue exponencial. Los ciclistas empezaron a expulsar unas 10 veces más aire por minuto que en reposo, mientras que el número de partículas por minuto se multiplicó por más de 100 a medida que los ciclistas se acercaban al agotamiento (lo que variaba considerablemente de una persona a otra).
En una sala llena de ciclistas de “spinning”, corredores en caminadoras o practicantes de deportes de resistencia, “la concentración de partículas de aerosol aumentará mucho”, afirma Benedikt Mutsch, estudiante de posgrado del Instituto de Mecánica de Fluidos y Aerodinámica de la Universidad de las Fuerzas Armadas Alemanas de Múnich y coautor del estudio. A mayor número de partículas, mayor posibilidad de contagio de COVID-19 si alguno de los ejercitantes está infectado.
“El estudio aporta datos mecánicos que respaldan la hipótesis de que hacer ejercicio en interiores es una actividad de mayor riesgo en lo que respecta a la transmisión del COVID-19” que hacer ejercicio en el exterior, declaró Linsey Marr, profesora de Ingeniería Civil y Medioambiental en Virginia Tech y experta en la transmisión aérea de virus.
Pero estos riesgos pueden mitigarse. “Una buena ventilación y el recambio de aire son una excelente manera de reducir el riesgo de transmisión”, dijo Chris Cappa, profesor de Ingeniería Civil y Medioambiental de la Universidad de California, Davis, y experto en dinámica del flujo de aire. También, mantente bien alejado de otros deportistas. “La distancia social de 2 metros o más siempre es importante”, afirmó Mutsch. Pero tal vez no sea suficiente durante las clases de ejercicio extenuante en interiores. El nuevo estudio no rastreó hacia dónde fluyen las partículas de aerosol de los ciclistas, pero es probable que fluyan mucho más allá de los 2 metros, dijo. Así que hay que mantener una distancia de al menos 2,5 metros durante los entrenamientos extenuantes, lo que requiere salas grandes y clases pequeñas.
Las clases en sí deben estar igualmente bien espaciadas. “Si hay clases de ejercicios seguidas, parte del aire de la primera clase se trasladará a la segunda” señaló Cappa. Asegúrate de que hay descansos de al menos 15 y preferiblemente 30 minutos entre las sesiones para permitir que el aire se descongestione.
También hay que ponerse un cubrebocas. “Los cubrebocas reducen las emisiones de aerosoles”, afirma Wackerhage. Una clase de “spinning” en el barrio neoyorquino de Brooklyn, el 24 de abril de 2018. (George Etheredge/The New York Times)