Por The New York Times | Tara Parker-Pope and Knvul Sheikh
P: Si yo soy la única persona que usa una mascarilla en un avión o en el vagón del metro, en una tienda o en algún otro sitio cerrado, ¿de verdad tengo protección contra los contagios?
R: Es cierto que el cubrebocas funciona mejor cuando todos a nuestro alrededor llevan puesto alguno. Esto sucede porque cuando alguien que está infectado usa mascarilla, un alto porcentaje de las partículas infecciosas que exhala se queda atrapado en él y eso detiene la propagación del virus desde su origen. Y si hay menos partículas del virus flotando en la habitación, es muy probable que los cubrebocas de las demás personas detengan las partículas que se han escapado.
Pero también hay muchas pruebas que demuestran que las mascarillas protegen a quienes las llevan puestas, incluso cuando las personas a su alrededor no las usan.
El grado de protección depende de la calidad del cubrebocas y de lo bien que se ajusta. Los expertos en salud recomiendan usar el N95, el KN95 o el KF94 para estar protegidos de la subvariante BA.2 de ómicron, que en la actualidad es la versión predominante del coronavirus y es mucho más contagiosa que las anteriores.
El nivel de riesgo también se verá afectado por otras variables, como la cantidad de tiempo que estamos cerca de alguna persona infectada y cuán buena sea la ventilación que tiene el lugar donde estamos.
En la mayor parte de los aviones, por ejemplo, el aire de la cabina es procesado con frecuencia a través de filtros de aire de alta eficiencia (HEPA por su sigla en inglés), los cuales son muy buenos para disminuir el contagio del virus. Sin embargo, esto no elimina el riesgo en su totalidad. En un estudio publicado en diciembre de 2021, los investigadores descubrieron que los pasajeros que estaban sentados en la misma fila o a una fila de distancia de alguien que tenía COVID-19 seguían teniendo un gran riesgo de contagiarse por medio de las gotículas directas de la respiración. El uso del cubrebocas reducía en un 54 por ciento las probabilidades de contagio.
En entornos cerrados, como un avión, puede ser difícil no estar entre grupos mixtos de personas vacunadas y no vacunadas, sintomáticas o asintomáticas, todas las cuales pueden transmitir el coronavirus a diversos niveles. Y es posible que el vuelo ni siquiera sea la parte más riesgosa de un viaje.
Quizás el aire esté circulando con baja intensidad o apagado en su totalidad durante el embarque o el desembarque, por lo que esos periodos, así como el tiempo que pasamos en el aeropuerto, pueden ser los de mayor exposición y nos sería de mucha utilidad usar cubrebocas.
Hay otros entornos que podrían ser incluso más preocupantes.
“Sé que todos dicen que son los aviones, pero yo diría que, en orden de mayor a menor riesgo, los autobuses son quizás los más peligrosos, luego los trenes y por último los aviones”, señaló Linsey Marr, del Instituto Politécnico de Virginia, experta en la transmisión de virus por aire.
“La gente afirma que los aviones cuentan con un sistema estupendo de filtración del aire y es verdad, lo cual ayuda muchísimo a disminuir el riesgo de contagio”, añadió. “Pero no me cabe la menor duda de que el virus está en el aire porque aún se registra gran cantidad de casos”.
También hay datos auténticos que sustentan el efecto protector de los cubrebocas en otros sitios cerrados. Por ejemplo, en una investigación de 2020 relacionada con un brote en un hotel de Suiza, se vio que varios empleados y un huésped que dieron positivo por coronavirus solo estaban usando caretas (y no cubrebocas) y que quienes usaban cubrebocas no se contagiaron.
También en un estudio de Tennessee se descubrió que las comunidades en las que el uso de la mascarilla era obligatorio había tasas menores de hospitalización que en las áreas en las que no se exigía su uso.
Además, en una gran cantidad de estudios de laboratorio se ha documentado que el cubrebocas protege a la persona que lo usa, aunque el nivel de protección puede variar dependiendo del tipo de cubrebocas, el material del que esté hecho, la preparación experimental y del modo en que se midió la exposición a las partículas.
No obstante, la conclusión de todos los estudios es que las mascarillas reducen el riesgo de exposición de la persona que las usa. Estos son algunos de los hallazgos:
— En un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por su sigla en inglés) se descubrió que un cubrebocas normal protegía a quien lo usaba de solo el 7,5 por ciento de las partículas generadas por una tos artificial. Pero si se amarraban los lazos y se plegaban los extremos del cubrebocas reducía la exposición a casi un 65 por ciento. Cubrir la mascarilla quirúrgica con una hecha de tela, una técnica que se conoce como doble cubrebocas, reducía en un 83 por ciento la exposición a las partículas de la tos artificial.
— En un estudio del Instituto Politécnico de Virginia se analizó qué tan bien protegían las mascarillas caseras, los cubrebocas quirúrgicos y las caretas de protección a quienes las usaban según el tamaño de la partícula. En la investigación se demostró que la mayoría de los cubrebocas podían detener partículas muy grandes, como las de un estornudo. Pero cuando los científicos analizaron las partículas más pequeñas de los aerosoles, las cuales son más difíciles de atrapar, el nivel de protección varió de casi cero, con careta, a cerca del 30 por ciento con un cubrebocas quirúrgico. (Los porcentajes del estudio no se pueden comparar de manera directa con el estudio de nudos y pliegues de los CDC porque los métodos de las pruebas fueron diferentes).
— En un estudio de Tokio se hizo la prueba de qué tan bien los diferentes tipos de cubrebocas protegían de partículas reales de coronavirus a quienes los usaban. En esta investigación se demostró que incluso un cubrebocas de algodón les ofrecía cierta protección a quienes lo usaban (del 17 al 27 por ciento), pero dieron mejores resultados de protección los cubrebocas profesionales, entre ellos los quirúrgicos (del 47 al 50 por ciento), los N95 poco ajustados (de 57 a 86 por ciento) y los N95 muy ajustados (de 79 a 90 por ciento).
Aunque todos los estudios de laboratorio demuestran que las mascarillas pueden ofrecer protección a quienes las usan, su eficacia en la vida real depende de muchas variables, como la constancia con que se llevan puestas, si la persona está en situaciones de alto riesgo y la tasa de contagio dentro de la comunidad.
Los estudios de laboratorio demostraron que funciona mejor un cubrebocas de buena calidad, como el N95, el KN95 o el KF94. Aunque las vacunas y el refuerzo ofrecen la mejor protección contra la infección del coronavirus, incluso las personas vacunadas deben cuidarse cuando hay mucha gente a su alrededor o si están con mucha gente en espacios cerrados y no saben si los demás están vacunados.
Marr recomienda que, si no es posible mantener una buena distancia, estar al aire libre o que si nadie a nuestro alrededor lleva puesta una mascarilla, usemos un cubrebocas de la mejor calidad posible; es decir, un N95 o algo equivalente. Cubrebocas de un solo uso, en Los Ángeles, California, el 20 de septiembre de 2021. (Aileen Son/The New York Times)
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