Lograr la inmortalidad, o prolongar la vida al máximo, ha sido desde siempre uno de los grandes sueños de la humanidad. Y si bien la inmortalidad no parece al alcance de la mano, el incremento de vida se ha convertido en una progresiva realidad desde la Revolución Industrial en adelante.
En la actualidad, y en cualquier sociedad desarrollada, superar los 70 años es algo perfectamente normal. Sin embargo, en épocas históricamente recientes como los albores del siglo XX, semejante cifra estaba muy por encima de la expectativa de vida.
En cuanto la posibilidad de “estirar” la existencia humana, el portugués João Pedro de Magalhães es especialmente optimista. Y si se tiene en cuenta que se trata de un científico graduado en la Facultad de Medicina de Harvard y catedrático de Biogerontología Molecular en la Universidad de Birmingham, no queda más remedio que admitir que su optimismo merece crédito y atención.
Entrevistado por el periódico español El Independiente, el experto analiza “de qué está hecha” la hiperlongevidad.
“Los estudios en gemelos muestran que la longevidad es hereditaria en aproximadamente un 25% (es decir, genética), lo cual no es mucho. En comparación, la altura es hereditaria en aproximadamente un 50%. Sin embargo, el componente genético de la longevidad aumenta con la edad. Lo que esto significa es que, si quieres tener 70 u 80 años de edad saludable, todo depende principalmente de tu estilo de vida”, señala. “Pero si quieres ser centenario o supercentenario, todo depende principalmente de elegir bien a tus padres y abuelos”, añade con humor.
En cuanto a lo que cada uno puede hacer por su cuenta para gozar de una vida más larga, Magalhães asegura que no hay nada nuevo bajo el sol, más allá de además de “seguir el consejo de nuestra madre. Es decir, estilo de vida saludable, dieta, no fumar, hacer ejercicio, no beber demasiado, etcétera”.
Sin embargo, “dado que podemos manipular genética y farmacológicamente el envejecimiento en sistemas modelo, soy optimista en cuanto a que seremos capaces de desarrollar medicamentos y terapias para la longevidad que retrasen el proceso de envejecimiento humano”. Y en este punto estaría buena parte de la clave para vivir siglos o milenios. Sin embargo, advierte que las cifras de 20.000 años a las que hace alusión deben tomarse con reservas.
“Este es un cálculo altamente especulativo basado en lo que podría suceder si curamos el envejecimiento. En otras palabras, si elimináramos todas las formas de degeneración y enfermedades relacionadas con la edad, y si nuestra supervivencia/mortalidad se mantuviera al nivel de los individuos jóvenes. En ese caso nuestra esperanza de vida sería de más de 1.000 años, pero la longevidad máxima podría ser de 10.000 o incluso 20.000 años. La diferencia es que 1.000 años se refiere a la esperanza de vida media y 20.000 años se refiere a la esperanza de vida máxima”, detalla.
Por otra parte, el objetivo último no es prolongar la vida per se, si eso implica el “regalo envenado” de una juventud breve y una interminable ancianidad.
“Nuestro objetivo absoluto es prolongar la juventud y hacer que las personas estén más sanas durante más tiempo. Y, por supuesto, si las personas están sanas y no desarrollan enfermedades, vivirán más tiempo, por lo que el objetivo es convertir a una persona de 70 años en una de 50, algo que sabemos que es posible hacer en los animales. Queremos que las personas vivan vidas más largas y saludables”, sostiene.
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