Por The New York Times | Carl Zimmer
Una investigación reciente sobre una de las pandemias más conocidas de la historia analizó los depósitos antiguos de polen para estudiar qué tan devastadora fue en realidad la plaga.
A mediados de la década de 1300, una especie de bacteria propagada por pulgas y ratas se extendió por Asia y Europa, provocando casos mortales de peste bubónica. La “peste negra” es una de las pandemias más conocidas en la memoria histórica, y muchos expertos calculan que mató a unos 50 millones de europeos, la mayoría de los habitantes del continente.
“Los datos son lo suficientemente amplios y numerosos como para pensar que la peste negra arrasó con alrededor del 60 por ciento de la población europea”, escribió en 2005 Ole Benedictow, historiador noruego y uno de los principales expertos en la peste. Cuando Benedictow publicó The Complete Black Death en 2021, elevó ese cálculo al 65 por ciento.
Pero esas cifras, basadas en documentos históricos de la época, sobrestiman en gran medida el verdadero número de víctimas de la peste, según un estudio publicado el jueves. Al analizar antiguos depósitos de polen como indicadores de la actividad agrícola, los investigadores de Alemania descubrieron que la peste negra causó un patrón de destrucción desigual. En efecto, algunas regiones de Europa sufrieron pérdidas devastadoras, pero otras se mantuvieron estables y algunas incluso prosperaron.
“Ya no podemos decir que mató a media Europa”, dijo Adam Izdebski, historiador del medio ambiente del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana de Jena, Alemania, y uno de los autores del nuevo estudio.
En el siglo XIV, la mayoría de los europeos trabajaban en granjas, lo que requería una labor intensiva para obtener cosechas. Si la mitad de los europeos murieron entre 1347 y 1352, la actividad agrícola habría caído en picada.
“La mitad de la mano de obra desaparece instantáneamente”, dijo Izdebski. “No se puede mantener el mismo nivel de uso de la tierra. En muchos campos no se podría continuar”.
La pérdida de la mitad de la población habría dejado muchas granjas baldías. Sin suficientes pastores para atender al ganado, los pastos habrían crecido en exceso. Los arbustos y los árboles se habrían apoderado de ellos, sustituyéndolos finalmente por bosques maduros.
Izdebski y sus colegas pensaron que si la peste negra provocó ese cambio, deberían poder verlo en las especies de polen que sobrevivieron a la Edad Media. Todos los años, las plantas liberan grandes cantidades de polen en el aire, y parte de él acaba en el fondo de lagos y humedales. Enterrados en el barro, los granos pueden sobrevivir a veces durante siglos.
Para ver qué decía el polen sobre la peste negra, Izdebski y sus colegas seleccionaron 261 lugares de toda Europa —desde Irlanda y España en el oeste hasta Grecia y Lituania en el este— que conservaban granos de alrededor de 1250 a 1450.
En algunas regiones, como Grecia y el centro de Italia, el polen contó una historia de devastación. El polen de cultivos como el trigo disminuyó. Los dientes de león y otras flores de los pastos se desvanecieron. Aparecieron árboles de crecimiento rápido, como el abedul, seguidos de otros de crecimiento lento, como los robles.
Pero esto no fue la norma en toda Europa. De hecho, solo siete de las 21 regiones estudiadas por los investigadores sufrieron un cambio catastrófico. En otros lugares, el polen registró pocos cambios.
De hecho, en regiones como Irlanda, el centro de España y Lituania, el paisaje se transformó en la dirección opuesta. El polen de los bosques maduros se hizo más raro, mientras que el de los pastos y las tierras de cultivo se hizo aún más común. En algunos casos, dos regiones vecinas se desviaron en caminos diferentes: el polen sugiere que una se convirtió en bosque y la otra en granja.
Aunque estos hallazgos sugieren que la peste negra no fue tan catastrófica como muchos historiadores han argumentado, los autores del nuevo estudio no ofrecieron una nueva cifra del número real de víctimas de la pandemia. “No nos sentimos cómodos arriesgando el cuello”, dijo Timothy Newfield, historiador de enfermedades en la Universidad de Georgetown y uno de los colaboradores de Izdebski.
Algunos historiadores independientes afirmaron que el nuevo estudio sobre todo el continente coincidía con sus propias investigaciones sobre determinados lugares de Europa. Por ejemplo, Sharon DeWitte, antropóloga biológica de la Universidad de Carolina del Sur, descubrió que los restos óseos de Londres durante ese periodo mostraban evidencias de un modesto número de víctimas de la pandemia. Eso la llevó a preguntarse si ocurría lo mismo en otras partes de Europa.
“Una cosa es tener una sospecha razonable y otra muy distinta presentar pruebas, como hacen estos autores”, dijo DeWitte. “Es realmente emocionante”.
Joris Roosen, jefe de investigación del Centro de Historia Social de Limburgo, en los Países Bajos, dijo que la peste negra no destacó en su investigación histórica de Bélgica. Roosen midió el número de víctimas de la peste negra al examinar el impuesto de sucesiones que se pagaba en una provincia llamada Hainaut. Las muertes causadas por la peste bubónica provocaron, en efecto, un aumento de los impuestos de sucesiones, pero Roosen descubrió que otros brotes en años posteriores crearon picos igual de grandes o incluso mayores.
“Se puede seguir eso durante trescientos años”, dijo. “Cada generación, en esencia, sufre un brote de peste”.
Pero a otros expertos no les convencen las conclusiones del nuevo estudio. John Aberth, autor de The Black Death: A New History of the Great Mortality, dijo que el estudio no cambiaba su opinión de que cerca de la mitad de los europeos de todo el continente murieron.
Aberth dijo que dudaba que la peste pudiera perdonar regiones enteras de Europa mientras asolaba las vecinas.
“Estaban muy interconectadas, incluso durante la Edad Media, por los intercambios, los viajes, el comercio y la migración”, dijo Aberth. “Por eso soy escéptico de que regiones enteras pudieran escapar”.
Aberth también puso en duda que el cambio de una región hacia el polen de los cultivos significara necesariamente que la población de la misma estuviera en auge. Especuló con la posibilidad de que la población haya sido aniquilada por la peste negra, para ser sustituida por inmigrantes que ocuparan las tierras vacías.
“La inmigración de los recién llegados a una zona podría haber compensado las pérdidas demográficas”, dijo Aberth.
Izdebski reconoció que en la época de la peste bubónica había personas que inmigraban por toda Europa. Pero argumentó que su número documentado era demasiado pequeño para sustituir a la mitad de la población.
Y también señaló que las enormes oleadas de inmigrantes tendrían que haber venido de otras partes de Europa que supuestamente también fueron aniquiladas por la peste negra.
“Si necesitas que vengan cientos de miles de personas, ¿de dónde saldrían si en todas partes murió la mitad de la población?”, preguntó.
Monica Green, historiadora independiente con sede en Phoenix, especuló que la peste negra podría haber sido causada por dos cepas de la bacteria Yersinia pestis, que podrían haber causado diferentes niveles de devastación. El ADN de Yersinia recogido en esqueletos medievales apunta a esta posibilidad, dijo.
En su estudio, Izdebski y sus colegas no examinaron esa posibilidad, pero sí tuvieron en cuenta otros factores, como el clima y la densidad de población en distintas partes de Europa. Pero ninguno explicaba el patrón que encontraron.
“No hay una explicación sencilla detrás de esto, ni siquiera una combinación de explicaciones sencillas”, dijo Izdebski.
Es posible que la ecología de las ratas y las pulgas que propagaron la bacteria fuera diferente de un país a otro. Los barcos que llevaron la Yersinia a Europa pueden haber llegado a algunos puertos en una mala época del año para la propagación de la peste, y a otros en un mejor momento.
Al trabajar en el estudio durante la propagación de una pandemia diferente que se desarrolla en varios continentes, Izdebski dijo que había lecciones que sacar de la peste negra en la era del coronavirus.
“Lo que mostramos es que hay una serie de factores, y no es fácil predecir desde el principio qué factores van a importar”, dijo, refiriéndose a cómo pueden propagarse los virus. “No se puede asumir que un mecanismo funcione en todas partes de la misma manera”.
Carl Zimmer es el autor de la columna Matter. Ha publicado 14 libros, entre ellos Life’s Edge: The Search For What It Means To Be Alive. @carlzimmer • Facebook Plague Deaths (Fatalities) History (Academic Subject) Bubonic Plague Europe
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