Los departamentos de verificación de información no son una novedad. Surgieron en el pasado siglo, cuando algunos medios de prensa resolvieron destinar recursos humanos de manera específica a verificar o desmentir rumores o falsedades. Sin embargo, el rol de estos equipos cobró apremiante necesidad en el siglo XXI, y con mayor demanda a partir del advenimiento de las redes sociales, espacios que pronto se revelaron como autopistas ideales para todo tipo de embustes.
Fue entonces que nacieron los servicios independientes de verificación o fact checking, dedicados exclusivamente a la tarea de analizar los ecosistemas virtuales y separar el grano de la paja, labor ardua e interminable debido a la enormidad y variedad de la desinformación circulante.
Cuando en 2020 llegó la pandemia por el “nuevo coronavirus”, el ruedo digital no estaba tan indefenso como antes. Había equipos preparados para afrontar la ola de engaños, bulos y disparates que el virus trajo consigo.
Ahora, a tres años de la declaración de la emergencia sanitaria, Montevideo Portal dialogó vía telemática con Tomás Rudich, coordinador de verificación de Newtral, una plataforma fundada en España en 2018, y una de las más importantes en el ámbito hispanohablante.
“En Newtral hay dos grandes equipos. Uno dedicado a la política local y otro más bien a bulos en general, falsas informaciones que circulan sobre la pandemia, la guerra e Ucrania, migrantes, las vacunas, todo tipo de temas en general, eso a lo que se llama fake news”, cuenta.
Con el inicio de la pandemia, “la mayor parte del equipo se volcó a verificar una masa ingente de desinformaciones que se produjo”, explica el comunicador. “Marzo de 2020 fue tremendo; todo el equipo que verificaba fakes, bulos, fue reforzado para eso. Tenemos un servicio de WhatsApp donde nos llegan consultas de la gente sobre posibles desinformaciones, y en ese entonces entraban cientos de preguntas a diario”, narra.
Y si bien asegura que los meses más duros en ese sentido fueron los primeros de pandemia, “la desinformación sobre el tema continuó a lo largo de años y persiste hoy en día, aunque en menor medida”.
Una inyección de mentiras
A fines de 2020, el caudal de embustes y manipulaciones que circulaban acerca del covid-19 recibió aguas de un nuevo afluente: las flamantes vacunas para combatir la enfermedad.
“Entonces comenzaron a circular muchas desinformaciones sobre las vacunas, sobre los efectos adversos que generaban, sobre si tenían chips, lo mismo que ustedes deben haber visto allí [en Uruguay], porque también circuló esto mismo en toda Latinoamérica”, señala.
En cuanto a las falsedades más persistentes, Rudich recuerda algunas un tanto complejas y otras descabelladas.
“A veces te encuentras ciertos bulos y te preguntas cómo es posible que alguien se crea eso, pero cuando vas a analizarlo compruebas que está muy viralizado y hay gente que quizá no lo cree del todo, pero al menos lo considera, lo pone en duda. Y a veces el objetivo de las desinformaciones es hacer dudar acerca de temas que consideramos como de ciencia básica”, refiere.
“Los bulos que más recuerdo son sobre las vacunas; aquellas personas a las que se les pegaban cucharas y tenedores en los brazos, o que decían que las vacunas tenían componentes como el grafeno; sobre efectos adversos, que a veces existían, pero hubo muchísima desinformación sobre eso”, enumera. “Bulos locos hubo varios, pero el de los imanes fue uno de los mayores”, comenta.
Rudich también recuerda otras paparruchas persistentes en la pandemia. “Una desinformación recurrente y quizá más técnica era una que decía que el SARS-CoV-2 no había sido aislado. Volvía una y otra vez, acompañada de documentos sacados de contexto. Eso me sorprendió mucho, porque negaban la existencia del virus diciendo que nunca se lo había podido aislar, e invocaban como fuente supuestos documentos del Ministerio de Sanidad de España”, rememora.
Además, recuerda otras desinformaciones “pegajosas” que regresaban una y otra vez a pesar de ser irrefutablemente desmentidas. Algunas de ellas tenían que ver con las mascarillas a las que atribuían muertes de niños por casos de hipoxia o pleuresía”, así como la recurrente controversia acerca de las pruebas PCR que —aseguraban algunos— no servían para detectar la presencia del virus o arrojaban falsos positivos.
También se sumó al menú un engaño preexistente. “El uso del dióxido de cloro como supuesta cura para la covid fue muy viral en España y en Latinoamérica, con publicaciones que también le atribuían propiedades curativas contra otras enfermedades, como el cáncer”, apunta.
Veraz que todo es mentira: una batalla desigual
“Una mentira galopará por medio mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse los pantalones”. La frase es atribuida a Winston Churchill, y aunque el histórico líder británico jamás pronunció tales palabras, su contenido es dolorosamente cierto, tal como lo demuestra la falsa atribución.
Rudich tiene claro que hay embustes “artesanales” cuyo desmentido podría resultar sencillo, y otros más arteros y peliagudos, que mezclan verdades con mentiras y están mejor construidos. Sin embargo, todos requieren trabajo y esfuerzo.
“Incluso en los más fáciles de verificar, hay que probar su falsedad. No puedes decir simplemente ‘eso es una locura’, tienes que hablar con especialistas, y a veces es una carrera desigual. Porque el que se inventa las cosas las suelta con total alegría e impunidad en un segundo, y para verificarlo igual hablas con tres bioquímicos, dos virólogos, y te tomas varios días. Es realmente una carrera desigual”, insiste.
Creyentes y especuladores
Muchos de quienes en 2020 se dedicaron con ahínco a difundir embustes acerca de la pandemia ya eran veteranos de la “conspiranoia”. Para algunos de ellos, esa “falsa crisis sanitaria” era en realidad un nuevo intento de “las élites dominantes” para someter a la humanidad, crear un “nuevo orden mundial” e imponer la “agenda 2030”. Por esa razón, no era raro que las desinformaciones sobre la pandemia aparecieran revueltas en ensalada con contenidos sobre aborto, “ideología de género”, comunismo, religión, tecnología 5G, y un largo etcétera. Porque “todo tiene que ver con todo”.
“Hay gente con una estructura mental ya más predispuesta a recibir estas cosas. Son los que podemos llamar negacionistas de todo. En un momento negaban la pandemia y luego la guerra en Ucrania. Llegan a negar hasta que nieva”, explica Rudich, en alusión a un asombroso episodio ocurrido en enero de 2021, cuando la borrasca Filomena cubrió de nieve buena parte de España. Aparecieron entonces videos en los cuales algunas personas aseguraban que la nieve era falsa.
“Luego de que la pandemia amainara, muchos de los desinformadores se reciclaron, por así decirlo, y ahora difunden desinformación sobre el cambio climático, la guerra en Ucrania y otros temas”, refiere el comunicador.
“Hay gente que se dedica a desinformar sobre un tema y luego sobre otro. Algunos lo harán por dinero, tendrán sus productos, otros verán la manera de monetizar [sus publicaciones]; hay de todo. Pero hay gente que tal vez ya de antes tenía una mirada conspirativa, y la pandemia le vino como anillo al dedo”, considera.
Periodismo bajo amenaza
Si bien —como se lee líneas arriba— las mentiras corren a mayor velocidad que la verdad, cuando esta finalmente arriba suele hacerlo con contundencia. Y ante réplicas que contienen evidencia científica e información consolidada, algunos desinformadores recurren a mecanismos como la falacia ad hominem, y otros no vacilan en recurrir a la amenaza.
En nuestro país, el servicio de verificación AFP Factual, de la agencia noticiosa francesa AFP, recibió en 2021 la visita —inesperada y no grata— de dos ciudadanos, quienes compararon el trabajo de la agencia con la censura implementada durante la dictadura militar. Uno de los visitantes narró el episodio en un artículo publicado en Argentina.
Rudich dice no haber sido testigo ni protagonista de una situación similar, pero detalla que buena parte de la presión exterior recae sobre los hombros de la periodista Ana Pastor, fundadora y propietaria de Newtral.
“Sí hubo permanente hostilidad en redes sociales, por nuestro WhatsApp, gente insultando, diciendo que nos llegaría el juicio final, y amenazas que, por suerte, no se materializaron”, relata.
“Lo que pasa en Newtral es que su dueña, Ana Pastor, es una figura muy conocida en España, tiene su trayectoria en medios, su programa de televisión, y era ella quien concentraba esos mensajes de odio, y hasta amenazas”. De hecho, Pastor lleva adelante un sonado caso judicial contra un influencer y exasesor político, por acusaciones que este hizo contra ella. En enero último, un fallo de la Audiencia de Madrid dio la razón a Pastor en su demanda, pero el dictamen es todavía apelable.
“En Newtral no nos escondemos, firmamos las notas y en la web están nuestras fotos y resúmenes biográficos”, destaca el periodista. Esto contrasta con la postura de otros servicios de verificación, que “quizá por seguridad prefieren no hacerlo”.
Debido a esta exposición, “algunas veces estas páginas web negacionistas han tomado nuestras fotos y han hecho videos”, situación que reconoce como “algo estresante” pero que “no ha ido más allá”.
Sin embargo, no todo es ominoso en la vida del verificador. “También hay mucha gente que aprecia y valora nuestro trabajo, pero quizá no es tan ruidosa como la que insulta”, dice.
Mentir tiene su precio
Rudich lleva casi tres años trabajando en la jungla de las fake news, y ello significó todo un aprendizaje.
“La tarea de verificación es una experiencia interesante, y la veo como un trabajo muy necesario, porque la cantidad de desinformación que circula es ingente, y hace falta oponerle un discurso más sensato, razonado, basado en evidencia”, expresa, para destacar luego “el aprendizaje constante” que fue el trabajo durante la pandemia.
“Todos hemos aprendido un montón sobre temas de virus, de salud, de vacunas”, porque si bien se remitían todo el tiempo a especialistas, debieron documentarse sin cesar. “Aprendimos a la fuerza”, comenta con humor.
Ese aprendizaje es cada vez más importante para afrontar los retos venideros, con desinformaciones cada vez más complejas, estructuradas y difíciles de desentrañar. Además, siempre es una competencia en la que, en términos de alcance, se “corre de atrás”, y una mentira escandalosa consigue un alcance mucho mayor al de una verdad expresada sin estridencias.
“Tratamos de tener el mayor alcance posible; contamos con muchos canales de difusión, en redes sociales, en todas las plataforma y formatos posibles. Y no estamos solos, la red internacional de verificadores cuenta con más de 100 servicios”, detalla.
De todos modos, la estrategia de los verificadores no es ganarle en velocidad a la “supersónica” falsedad, sino golpearla donde duele.
“El objetivo quizá no es tanto conseguir el mismo alcance [que las desinformaciones], sino elevar el ‘costo de la mentira’, lograr que el que la está difundiendo vea que hay gente pendiente de eso y le contrapone un discurso basado en datos y que lo desmiente. Que sepa que la próxima vez que lo intente no le resultará tan sencillo ni barato”, concluye.