Ocurrió en Australia. La víctima dijo que el sufrimiento del parto “no estuvo ni cerca” del causado por la planta. “Superé el umbral del dolor y empecé a vomitar”, recordó.
En junio pasado, la australiana Naomi Lewis sufrió un pequeño accidente de bicicleta. Nunca imaginó que una caída insignificante sería el comienzo de un auténtica temporada en el infierno.
Lewis pedaleaba cerca de su casa en Cairns, Queensland, cuando se salió del camino y acabó por caer encima de una planta. Ella no sabía que el vegetal en cuestión era un ejemplar de Gympie-Gympie, uno de los árboles más tóxicos y urticantes del planeta.
La ciclista, de 42 años, dijo que el dolor que cubrió de inmediato su piernas hasta el sitio donde comenzaban sus pantalones cortos fue sin lugar a dudas el peor de su vida, y lo describió de manera harto gráfica: “era como si me hubieran prendido fuego”.
“Fue horrible, absolutamente horrible”, dijo en declaraciones recogidas por el medio australiano ABC News.
“Tuve cuatro hijos, tres por cesárea y uno por parto natural. El dolor de ningún de ellos estuvo ni cerca” de lo experimentado tras el contacto con la planta, sostuvo.
Richard, esposo de Naomi, la subió en su auto y la llevó hasta una farmacia cercana, donde compraron cera de depilar para retirar los delgados filamentos que se habían incrustado en la piel de la mujer y que —según relata— le inoculaban veneno como si fueran pequeñas jeringas hipodérmicas.
La mujer contó que pusieron la cera sobre el capó del coche encendido para derretirla.
“Todos estaban alrededor tratando de ‘depilarme’ las piernas, de quitarme esos hilos punzantes, mientras esperaba una ambulancia. Recuerdo que mientras esperaba a que llegara le dije a mi marido ‘no puedo lidiar con esto’”, refirió.
Naomi fue trasladada al departamento de emergencias del Hospital Cairns, donde los médicos le expusieron una situación poco alentadora. Poco podían hacer por ella más allá de darle sedantes y cubrir sus piernas con mantas calientes, a la espera de que la intoxicación remitiera.
Lewis contó que al recibir la primera manta caliente sintió una leve relajación que la hizo albergar esperanzas de un rápido alivio. “Luego siguieron poniendo mantas calientes una tras otra”, y la situación no mejoraba gran cosa.
La mujer pasó una semana internada en esa situación, y luego regresó a su casa. “Viví mucho tiempo con compresas calientes atadas a las piernas”, contó, y añadió que recién a mediados de diciembre pudo dejar de tomar los fuertes calmantes que le prescribieron.
Actualmente, a nueve meses del incidente, las secuelas persisten. Naomi asegura que, más allá de que el padecimiento general terminó, todavía siente un dolor “como si me pegaran una cinta adhesiva y la arrancaran” cuando la piel de algunas partes de sus piernas está expuesta al aire acondicionado.
Un estudio reciente, publicado en Emergency Medicine Australasia, analizó los casos de 48 personas que acudieron al departamento de emergencias del Hospital de Cairns después del contacto con un árbol punzante, del género Dendrocnide, en los últimos tres años.
Más de la mitad de los casos reportados fueron de personas que estaban de visita en la zona, y hubo un punto que se llevó el récord. Las Cascadas de Cristal, el lugar de natación más atractivo de la zona, parece ser también el lugar favorito del Gympie-Gympie, ya que allí se produjo el 42% de los dolorosos episodios.
El estudio describió estos encuentros no deseados en términos muy similares a los usados por Lewis: dolor inmediato y severo.
En todos los casos no hubo tratamiento definitivo ni primeros auxilios específicos. Se constató que los pacientes habían probado una variedad de terapias prehospitalarias antes de acudir al servicio de urgencias, incluida la depilación con cera, la aplicación de lodo, orina, hielo, bicarbonato, agua fría o caliente en la picadura, la toma de paracetamol, el uso de un torniquete en la extremidad afectada y el consumo de alcohol.
La toxicóloga del Hospital de Cairns, Ruth Young, autora principal del estudio, dijo que la exposición a los árboles urticantes, que crecen en las selvas tropicales a lo largo de la costa este de Australia entre el Cabo York y el sur de Nueva Gales del Sur, significa “una carga significativa cada año”.
La profesional detalló que los informes recabados hasta ahora indican que el mejor método para tratar estos casos consiste en el uso de ácido clorhídrico muy diluido en las partes afectadas de la piel, algo que mostró “diversos grados de éxito”.
Sin embargo, Young declaró que ese tipo de tratamiento es riesgoso de llevar a cabo sin supervisión médica, de modo que la mejor opción es ir de inmediato a un centro de salud.
La doctora añadió que en las zonas donde crecen esos árboles suele haber letreros en los que se advierte del peligro de tocarlos, y que incluyen fotografías que permiten reconocerlos. Sin embargo, estos letreros tienen un éxito limitado, ya que muchos turistas parecen ignorarlos.
Con carteles o sin ellos, Lewis no quiere saber más nada con los Gympie-Gympie, y su mensaje es muy claro. “No los toques, ni siquiera te acerques a ellos. Son muy peligrosos”.
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