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Pantallazo
Por The New York Times

La política de cómo se viste Rihanna durante su embarazo

Desde que Rihanna anunció su embarazo a finales de enero a través de Instagram y de una foto de paparazzi ingeniosamente escenificada de ella y su pareja ASAP Rocky, mientras paseaban bajo el viaducto de Riverside Drive, su estilo de maternidad ha estado caracterizado más por la ropa que no se ha puesto que por la que sí.

09.04.2022 08:58

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2022-04-09T08:58:00-03:00
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Por The New York Times | Vanessa Friedman

No se ha puesto vestidos holgados. No se ha puesto pantalones de mezclilla para embarazadas. De hecho, casi no se ha puesto ropa.

En cambio, ha mostrado su vientre desnudo en todo momento: con flecos verdes drapeados y pantalones con degradado durante un evento de belleza de Fenty; con un sujetador, una blusa azul transparente desabrochada sobre su barriga y unos pantalones de mezclilla grises de talle bajo en el Súper Tazón; con pantalones negros adornados con dragones, un top de vinilo y un tocado de cristal en un desfile de Gucci; con un vestido tipo “baby-doll” transparente sobre un sujetador de encaje y calzoncillos de Dior; y, más recientemente, con un cuello alto de organza de Valentino sobre una falda de lentejuelas y un top en la fiesta que organizó Jay-Z después de los premios Oscar.

De los embarazos de personalidades famosas, nunca ha habido una exhibición como esta.

No es de extrañar que la reacción general entre los sitios de seguimiento de las celebridades haya sido un impacto sin igual. “Rihanna sigue poniéndose los atuendos de maternidad más atractivos de todos los tiempos”, decía HighSnobiety. “Rihanna está reinventando por sí sola el ‘estilo de maternidad’”, rezaba Glamour U.K.

Tienen razón, por supuesto. Sin embargo, en realidad, las elecciones de estilo son solo el principio. Al vestirse para enfrentarse al mundo con la realidad física de su embarazo de forma tan consistente, Rihanna ha ido más allá de hacer una simple declaración de moda. Está haciendo una “declaración totalmente transgresora y muy política”, afirmó Liza Tsaliki, profesora de Estudios de Medios de Comunicación y Cultura Popular en la Universidad Nacional y Kapodistriana de Atenas, Grecia.

Solo que todo se enmarca en el conocido tema recurrente de “la panza de la celebridad embarazada”. Es algo astuto, ¿no?

El resultado es un vertiginoso remolino de fenómenos contemporáneos, entre los que se encuentran: (1) la cultura de las celebridades, de la que tomamos cada vez más ejemplos de los famosos para nuestro consumo y comportamiento; (2) lo que Tsaliki llama “la estetización del cuerpo y la vigilancia de la cintura de las mujeres”; y (3) la política moderna.

Todo eso hace que esta historia de la ropa de embarazada vaya mucho más allá de un mero modelo a seguir para “vestirse igual”. (También explican por qué este particular modelo de rol ha sido tan emocionante de manera desproporcionada para tantas personas).

Al fin y al cabo, dice Renée Ann Cramer, vicerrectora de la Universidad de Drake y autora del libro “Pregnant With the Stars: Watching and Wanting the Celebrity Baby Bump”, se trata de una época en la que “muchas personas de la extrema derecha e incluso de la derecha convencional promueven políticas que ponen en tela de juicio la autonomía permanente que tienen las personas con identidad femenina sobre sus cuerpos, sus vidas y su capacidad de decisión”.

Al vestirse para mostrar su barriga de embarazada, y de una forma que no tiene nada que ver con la ropa de maternidad tradicional, Rihanna está modelando una realidad totalmente opuesta. “Está diciendo: ‘Sigo siendo una persona, y soy mi propia persona’”, explicó Cramer. Rihanna puede ser “autónoma, poderosa y ella misma, incluso gestando una vida”, añadió. Está relacionando el derecho a vestirse como uno quiera con todo tipo de derechos más constitucionales.

Es una jugada bastante radical.

Al fin y al cabo, el cuerpo embarazado ha sido celebrado, vigilado, ocultado y considerado problemático durante siglos.

En la antigüedad, el embarazo era venerado y exhibido, visto como una encarnación física de la conexión de la mujer con la Madre Tierra, pero en la Edad Media y la cristiandad medieval, aseguró Tsaliki, se había transformado en un estado vergonzoso, conectado no tanto con lo sagrado como con lo profano.

Se había convertido en un símbolo de nuestros bajos deseos y en un signo de inestabilidad y falta de control de la mujer y, por tanto, en algo que era mejor mantener a puerta cerrada y (literalmente) en secreto. Al menos, hasta que nacía el niño y la mujer se transformaba en un dechado de pura abnegación maternal.

Fue una evolución revelada en “Portraying Pregnancy”, una exposición de 2020 en el Foundling Museum de Londres que demostró cómo, desde el siglo XVI, “cambió la respuesta al inquietante recordatorio físico de la mortalidad y la sexualidad que engendran los cuerpos embarazados”. O al menos eso escribió Helen Charman en una reseña de la muestra en la revista internacional de arte Apollo. A medida que el cuerpo embarazado se valoraba por su potencial de dar vida, se convertía cada vez más en “un lugar de transgresión adecuada”, agregó Cramer. Y eso significó que “es uno de los pocos momentos en que las personas que se identifican como mujeres pueden alterar algunas normas con seguridad”.

Sin embargo, por muy progresistas que parezcan, como escribió Charman en Apolo sobre ese tipo de imágenes, estas “se ajustan a las convenciones de la moda”.

Ese no es el caso de Rihanna. Ella ha hecho de la confrontación con su embarazo parte de su cotidianeidad. O, más bien, de la nuestra. “Esperaba el anuncio”, dijo Cramer, y quizás incluso algunas otras apariciones cuidadosamente calculadas. “Pero no se ha vuelto a cubrir”.



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