Por The New York Times | Jin Yu Young and Victoria Kim
Aunque no se le nota, este ejecutivo musical de 45 años, ataviado con un elegante traje cruzado y un peinado con suficiente gel como para reflejar las luces del techo, confiesa un secreto mientras se frota las sienes: tiene resaca.
Pero no le importa aguantar este dolor de cabeza, pasadas las 2:00 p. m. de un jueves en Seúl. Dice que algunas de sus mejores ideas para componer canciones se le ocurren durante el malestar que experimenta luego de una noche de mucho alcohol.
El hombre que sufre de forma tan creativa es Psy, la antigua sensación mundial de internet, cuyo video musical viral de 2012 y su pegajosa canción “Gangnam Style” se convirtieron en el primer fenómeno de YouTube que superó los mil millones de vistas e hicieron que el mundo galopara con él.
La extravagante pero irresistible canción y el video que la acompaña —en el que Psy realiza el movimiento de baile a caballo característico de la canción en Gangnam, un lujoso barrio de Seúl, y sus alrededores— lograron el éxito mundial que hasta entonces había eludido la mayoría de los artistas de pop coreano, o K-pop.
El video, que ahora tiene unos 4600 millones de visitas, fue tan culturalmente dominante en 2012 que a Barack Obama le preguntaron por él el día de las elecciones. Los astronautas de la NASA grabaron una parodia y un sitio de propaganda estatal norcoreano evocó el movimiento para burlarse de un político surcoreano.
Pero durante varios años, después de toda su fama viral, Psy dijo que el éxito de la canción lo atormentaba. Incluso cuando de la noche a la mañana se vio catapultado a una existencia hollywoodense, siendo perseguido por los paparazzi en Nueva York, firmando con el representante de Justin Bieber y lanzando una canción con Snoop Dogg, internamente sentía la presión de tener que producir otro éxito.
“Hagamos solo uno más”, dice que se decía a sí mismo.
Se mudó a Los Ángeles para intentar comenzar una carrera mundial en serio, a un océano de distancia de su Corea del Sur natal, donde era una estrella fija en las listas de éxitos musicales y una fuente de alivio cómico en tontos programas de variedades de televisión. Pero ninguno de sus intentos se acercó a la fórmula que convirtió a “Gangnam Style” en un éxito mundial.
Psy no fue el único que intentó averiguar cómo reproducir el fenómeno. En Corea del Sur, no solo la industria de la música, sino también los funcionarios de gobierno y los economistas, estudiaban qué tenía la melodía, la letra, el video, el baile o el hombre que había llevado a la canción a unos niveles de ubicuidad tan singulares.
Y en la década transcurrida desde que la canción y el video pusieron por primera vez la música pop de Corea del Sur en el mapa para muchos en todo el mundo, el K-pop se ha convertido en un monstruo cultural, que se ha expandido desde los mercados de Asia oriental y sudoriental hasta impregnar todos los rincones del mundo.
Artistas como BTS y Blackpink cuentan con decenas de millones de devotos fans, y las bandas tienen un impacto económico que rivaliza con el PIB de un país pequeño. El fervor se ha extendido más allá de la música, a la política, la educación e incluso a Broadway.
Algunos dicen que Psy merece gran parte del crédito.
“Psy colocó por sí solo al K-pop en un nivel diferente”, dijo Kim Young-dae, un crítico musical que ha escrito mucho sobre la industria. La canción fue un “punto de inflexión” para el ambiente musical coreano y preparó el camino para la oleada de interés y el éxito comercial que experimentaron las estrellas surcoreanas que vinieron después, dijo Kim.
Ahora, 10 años después de su momento de gloria, Psy, cuyo nombre real es Park Jae-sang, está de vuelta en Corea del Sur, donde ha fundado su propio sello musical y su empresa de representación, e intenta recrear la magia con la próxima generación de talentos del K-pop como uno de los creadores de tendencias de la industria.
“Una de las cosas que más me gustan de este trabajo es que es imprevisible. Entre nosotros decimos que estamos en el ‘negocio de las tapas’, porque no sabes lo que tienes hasta que lo abres”, dijo Psy en una entrevista en las oficinas de su sello musical con sede en —¿dónde va a ser?— el barrio de Gangnam, en Seúl. “No sabes de dónde vendrán los tiros”.
Con 10 artistas bajo su tutela, incluida TNX, una banda de seis chicos recién creada, Psy dice que se siente inmensamente más estimulado para dar forma y dirigir las carreras de otras personas, en comparación a cuando solo era responsable de la suya.
Y aunque puede dar a sus estrellas en ciernes consejos basados en décadas de experiencia en la industria, lo que no puede hacer es ofrecerles instrucciones seguras sobre cómo lograr un éxito.
A pesar de todos los años que lleva pensando y hablando sobre el “Gangnam Style”, sigue tan desconcertado como cualquiera por su éxito.
“Las canciones están escritas por la misma persona, los movimientos de baile son de la misma persona y están interpretados por la misma persona. Todo es igual, pero ¿qué tenía de especial esa canción?”, se preguntó Psy. “Hasta hoy, todavía no lo sé”.
En todo el mundo, Psy y su “Gangnam Style” son el epítome de una estrella fugaz. Pero en Corea del Sur, ya era conocido como rapero y músico desde hacía una década, y se había labrado un camino diferente al de muchos de sus compañeros porque no contaba con el impulso de su aspecto físico ni evitaba la controversia.
Nunca tuvo el aspecto cincelado que se buscaba en la industria de la música pop de Corea del Sur, y desde el lanzamiento de su primer álbum en 2001, se hizo famoso por sus letras contundentes, profanas y, a veces, soeces. “I Love Sex” era uno de los temas de su álbum de debut, Psy from the Psycho World!, que fue objeto de una prohibición de venta a menores a instancias del Movimiento de Ética Cristiana del país.
A pesar de su carácter iconoclasta y sin complejos —o tal vez debido a él— durante las dos últimas décadas en su país, Corea del Sur, este hombre que no terminó la universidad no ha dejado de cosechar éxitos en las listas de más escuchados, álbumes con ventas masivas y conciertos con entradas agotadas.
“Es un poco irónico que se haya convertido en un icono: pasó de ser ocasionalmente censurado a ser ampliamente celebrado”, dice Bernie Cho, presidente de DFSB Kollective, una agencia de servicios creativos con sede en Seúl que ofrece soluciones de mercadeo y distribución a artistas musicales coreanos y sus sellos. “De forma irreverente, de un pestañeo pasó de ser el chico malo del K-pop al chico de oro del K-pop”.
Para ser una canción pop, “Gangnam Style” también desencadenó una avalancha de profundas reflexiones y análisis sobre los diversos aspectos de Corea del Sur y Seúl que, según se decía, se estaban satirizando: la hipocresía de los nuevos ricos, la superficialidad de sus normas sociales y la desigualdad ejemplificada por el opulento barrio de Gangnam.
Psy insiste en que la canción nunca pretendió hacer ningún comentario social profundo, sino que solo buscaba ofrecer a la gente unos minutos de diversión sin sentido y un respiro de la realidad.
En todo caso, dijo, se estaba burlando de sí mismo, porque no encaja estéticamente en el perfil de un elegante habitante de Gangnam.
“Es curioso porque alguien que no tiene pinta de ser ‘Gangnam style’ dice que lo es”, dijo.
Gangnam, que en un principio fue objeto de desarrollo en la década de 1970 para ampliar Seúl al sur del río Han, se ha convertido en una codiciada ubicación donde se reúnen muchos de los ricos de la capital y se concentran las mejores escuelas, una disparidad educativa que probablemente garantice que las desigualdades simbolizadas por el barrio continúen durante la próxima generación.
En los años transcurridos desde que Psy convirtió a Gangnam en un nombre propio mundialmente reconocido, aunque a menudo mal pronunciado (“Gang” suena más parecido a la segunda mitad de Hong Kong; “nam” como Vietnam), el barrio se ha vuelto cada vez más inalcanzable para el surcoreano promedio. En ningún lugar los precios inmobiliarios fuera de control han subido tanto como en la zona de Gangnam.
“Si dices que vives en Gangnam, la gente te mira de otra manera”, afirma Jin Hee-seon, ex vicealcalde de Seúl y profesor de planificación urbana en la Universidad de Yonsei. “Es un objeto de deseo y envidia”.
Psy, criado en la zona de Gangnam en el seno de una familia que dirigía un negocio de semiconductores, vive ahora al norte del río con su esposa y sus hijas gemelas y dice que pasa poco tiempo pensando en el lugar.
A lo que ha vuelto recientemente es a sus características actuaciones en vivo.
Sus conciertos son legendarios en Corea del Sur por ser muy estridentes y divertidos. Su música —ruidosa y enérgica— suele ir acompañada de movimientos de baile igualmente escandalosos, que lo obligan a saltar, dar patadas y agitar los brazos salvajemente en el aire. Durante su gira de seis ciudades de este año, la primera desde la pandemia, dijo que se sorprendió al ver que, a pesar de su edad, sus articulaciones y extremidades siguen siendo tan ágiles como siempre.
En su último álbum publicado este abril, el noveno, colaboró con el rapero Suga de BTS en un sencillo titulado “That That”. En el video musical, Suga se bate en duelo cómico —y mata— al Psy de esmoquin azul del video de 2012. (Ese video ha acumulado 369 millones de visitas).
En cuanto a la persecución de la fama mundial que una vez casi lo enloqueció, dice que ha hecho las paces con su ausencia.
“Si llega otra buena canción y si eso vuelve a suceder, genial. Si no, que así sea”, dijo. “Por ahora, haré lo que me gusta en el lugar que me corresponde”.
Jin Yu Young informa sobre Corea del Sur y otros países de Asia desde la redacción de Seúl. Se incorporó al Times en 2021. @Jin_charli
Victoria Kim es corresponsal en Seúl, y se centra en la cobertura de noticias en directo. Se unió al Times en 2022. @vicjkim
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