“Esta persona se confunde, no era yo, o sería mucho más triste que alguien la esté usando. Acá no se están metiendo solo con una fuerza política, o solo con un candidato: se están metiendo con una persona y con una familia, por lo tanto a partir de este momento quienes van a hablar en mi nombre van a ser mis abogados. Acá se cruzó una línea que no conocía”, decía Yamandú Orsi el pasado 13 de marzo, de camisa celeste, rodeado de micrófonos, en plena conferencia de prensa pedida por él mismo tras ser denunciado por Paula Díaz, una mujer trans, por un delito sexual.
El 5 de mayo, casi un mes y medio después, Paula Díaz, en una entrevista hecha en Santo y seña, declaraba: “Respecto a la denuncia, no fue realmente esa persona, o sea no estoy 100% segura. Es más, creo que no fue esta persona, Orsi, con quien tuve ese problema. Sí tuve ese episodio, sí me pasó eso […], pero no estoy 100% segura de que haya sido Orsi. […] Estoy segura de que no fue él, no fue Orsi. […] Me decidí a dar la cara, a hacer esto, porque no está bueno denunciar a una persona que no tiene nada que ver”.
En el medio, sucedió mucho. Orsi fue acusado por Romina Celeste Papasso de violento y Paula Díaz confirmó a varios medios lo que narraba en la denuncia. Después, la propia Papasso dijo en un video que le había creído a Díaz, una persona consumidora de pasta base, pero que lo que planteaba en la denuncia era falso y que ella no lo sabía. Finalmente Díaz confesó en televisión que no solo había mentido, sino que quien había orquestado la situación era Papasso.
Quizá haya sido el escándalo político más importante vinculado a elecciones en la historia del país. Puso en juego una nueva forma de hacer campaña sucia en Uruguay para flechar la cancha y pudo haber bajado de la precandidatura al favorito del Frente Amplio.
La campaña de Orsi estuvo marcada, evidentemente, por ese evento. Pero también por otros elementos como las encuestas de intención de voto, que lo marcan como ganador de las internas el próximo domingo, el reclamo del presidente Lacalle Pou al precandidato de “cuidar los modales” el diciembre pasado, o su baile folclórico al ritmo de “Gato del perro” de Alfredo Zitarrosa en febrero.
Un bailarín de folclore, un profesor de Historia, un militante de izquierda, un padre de mellizos a los 45 años. Dos veces intendente de Canelones, miembro del MPP dentro del Frente Amplio, apoyado por José Mujica, tardío coordinador de la campaña de Daniel Martínez. A comienzos de marzo de este 2024, se precandidateó por primera vez a la Presidencia de la República por el Frente Amplio.
Los años de campaña
El 13 y el 14 de junio de 1967 fueron los dos días más fríos del siglo, según los registros de temperatura históricos. Adentro, se congelaba el agua de los radiadores y, afuera, se quemaban los limoneros.
Fue en esa helada del 67, el 13 de junio, que nació Yamandú Ramón Antonio Orsi, en la casa de una partera en la ciudad de Canelones. Sus padres ya tenían otra hija, de casi siete años, y vivían en una zona rural entre Santa Rosa y San Antonio y ahí se lo llevaron apenas nació. Su padre plantaba viña y la vendía a las bodegas. Su madre, en cambio, era costurera y pasaba horas detrás de la máquina de coser.
Hay cosas que no sabe de sí mismo: no tiene ni idea de por qué le pusieron Yamandú, quizá porque les gustó a sus dos padres. Pero sí sabe que Ramón se debe a su abuelo materno y que Antonio porque el 12 de julio es el día de San Antonio. Tampoco sabe cuánto mide.
Su madre venía de una familia rural de bajos recursos, según contó Orsi a Montevideo Portal en 2021. Su abuelo materno era peón de campo y los cuentos de su crecimiento entre lo rural y la escasez le darían escalofríos a un Orsi aún niño. El carácter fuerte de su madre, quizá, se deba a eso. Su padre, en cambio, fue mucho más manso.
Mientras vivían “allá, por la ruta”, Yamandú no fue al jardín. Por eso, jugaba solo o con María del Luján, su hermana. Ella era la maestra, que agarraba cuadernos viejos y hacía libretitas, y Yamandú el alumno que aprendía a leer y a escribir.
En aquella casa en campaña no había luz y, mucho menos, había cámara de fotos. Entonces, la infancia de Yamandú se construye con cuentos de otros y con recuerdos que no sabe bien si son los suyos. Los regalos de los Reyes Magos, los temporales que miraban con Luján por la ventana, la máquina de coser de su madre, el molino de viento que les daba energía eléctrica, el gallinero, la noche que las comadrejas lograron entrar, el camino en bicicleta que hacía su hermana para llegar a la parada del ómnibus, los dos kilómetros y medio de la ruta a la casa.
En lo de su tía, a unos metros, había una televisión chiquita a batería. Como era la única casa que tenía televisión, cada tanto, se juntaba todo el poblado a mirar una pantalla con antena.
Criado en la ciudad
Fue la enfermedad de columna de su padre, una hernia de disco, la que obligó a la familia Orsi a mudarse a la ciudad de Canelones. Como no podía dedicarse más al campo, abrieron un almacén y le pusieron “Luya”, aunque nadie lo conocía así. Era, en realidad, el almacén “del Bebe”. Así le decían a su padre y, a su madre, “la Beba”. Quedaba en la calle Treinta y Tres, casi María Stagnero de Munar. O a una cuadra de la comisaría y a tres del hospital.
Cuando se mudaron al asfalto, Orsi contaba las distancias así, en cuadras, como cuentan los niños. El cambio de paisaje fue dos días después de que Yamandú cumpliera cinco años.
Cuando los Orsi alquilaron la esquina en la que pusieron el almacén, vivían ahí mismo, en la parte que después se transformaría en el depósito. Separaban los dormitorios con una cortina de baño, con placares, y había un duchero de campaña. Así convivieron durante, más o menos, tres años.
Cuando Orsi tuvo siete, sus padres pudieron comprar una casa: común, chiquita, a dos cuadras del almacén. Él y su hermana ayudaban. Era lo normal y lo natural que los hijos dieran una mano en el negocio familiar. ¿Por qué lo hacían? Porque había que hacerlo. Sacaban envases, iban a buscar kerosén al fondo y, en la noche, ayudaban a guardar la fruta y la verdura en la heladera.
Según el propio Orsi, la única pelea que tuvo con Luján durante la infancia fue a los seis años, cuando le tiró una piedra que le dio en los dientes. Esa noche, la penitencia de su madre fue irse a dormir solo, con un vaso de leche.
Los sábados de tarde eran cuando más los precisaban. Eran épocas en que solo se tomaba Coca Cola los domingos al mediodía, en que el almacén se pagaba en el mostrador o se anotaba en la libreta. Ese almacén le dio, además del contacto con la gente, el ejercitar las matemáticas. Entonces, cuando iba a la escuela número 110, la Tres Esquinas, para él era más fácil porque era algo que ya aplicaba.
Tenía alguna dificultad, pero no académica, sino por inquieto. A veces escondía las “cartitas de conducta” de la escuela que iban para su madre. En segundo año, hablaba mucho y la maestra las mandaba seguido, recordó Orsi en 2021.
Fue en la escuela donde aprendió a pelear. Iban atrás del gimnasio a hacerlo e, incluso, cuando las maestras iban para allá era porque se sabía que iba a haber problema. En esa escuela también se acostumbró a la lectura porque había una biblioteca de la cual se llevaba libros para su casa. Aunque le gustaba leer lo que fuera, en algún momento se le dio por leer una revista de aventura. La conseguía en un lugar donde se cambiaban revistas. Dejabas una y te llevabas otra. Eso costaba 2 pesos.
Sus amigos eran, más bien, los del barrio. Era con los que jugaba al fútbol hasta que le gritaban de su casa que entrara, o desde el almacén que fuera a ayudar. Jugaban en una esquina, a una cuadra del hospital, y no pasaba nada. Aparecía un auto cada tanto. Después, se iban para la canchita de la zona.
A diferencia de los del barrio, Yamandú no tenía amigos del verano porque sus padres no se tomaban vacaciones. De hecho, su padre no se tomó licencia ni una sola vez en su vida. Algunos domingos se iban por el día a Atlántida o al río Santa Lucía, y más nada.
Con una madre muy católica, Yamandú fue bautizado y tomó la primera comunión. Mientras hacía la catequesis necesaria, empezó a hacer de monaguillo algunos domingos en la Capilla de Fátima, la capilla del barrio.
Comulgando fue la primera vez que probó el vino y probó el de misa, que era medio dulzón. Orsi recordó que el Negro, el cura de la parroquia, lo molestaba un poco, en chiste, y lo pisaba durante la misa, cuando no podía decir nada, o le daba la ostia de tal manera que le costara comerla.
Con la cultura, la militancia
Terminada la primaria, pasó al liceo Tomás Berreta y, hasta cuarto, siguió siendo un Yamandú que daba poco problema y pocos disgustos. Aunque la dictadura cívico-militar atravesó gran parte de su niñez y toda su adolescencia, no fue hasta los 16 o 17 años que sus compañeros de liceo le dieron casetes clandestinos y empezó a escuchar a Alfredo Zitarrosa, a Daniel Viglietti, a Los Olimareños. Aquello rompió, en su cabeza, el silencio de una casa en la que no se hablaba de política. Votaban a quien fuera, no preferían a ningún partido. De hecho, no les gustaba nada la política, ni que su hijo estuviera metiendo cuchara. Para sus padres, los políticos nunca les habían dado nada.
De la mano de esas escuchas llegaron las lecturas de Carlos Quijano en Marcha o a Carlos Machado con “Historia de los Orientales”. De a poco, Orsi se fue convirtiendo en una olla a presión. La cultura y, sobre todo, el folclore fueron los que tendieron puentes hacia la política. Y, ha dicho, cree que de ahí viene su formación nacionalista, dentro de la izquierda.
Empezó a leer y a preguntar sobre lo que estaba pasando a nivel político y, recién ahí, fue que se le corrió la cortina: Uruguay estaba bajo un gobierno de dictadura militar y había gente presa, había muertos y había desaparecidos.
Desde ese entonces, empezaron a dolerle otras cosas.
En el liceo ya habían aparecido los partidos políticos. Estaban los wilsonistas, los batllistas y los de izquierda. Todos tenían una bandera de la cual agarrarse. En sus cuadernolas de liceo, dibujaba el puño de la mano derecha, símbolo del Partido Socialista. También dibujaba al Che Guevara y le salía perfecto. Así fue como entró en su primera red de personas de izquierda.
Pero, además de lo partidario, esos años fueron el comienzo de una corta carrera con la danza folclórica y con el malambo. Empezó siendo una materia extracurricular en el liceo, que terminó cursando todos los años. Había varones que no querían, porque les daba vergüenza, pero él participaba siempre de todos los actos con bailes, relató Orsi.
Su primera actuación fue en Sauce, en una escuela. Iba vestido de chiripá y con bombacha de campo. Desde ese momento, se transformó en un gauchito de asfalto. Mientras todos sus amigos escuchaban rock argentino, él prefería a Los Zucará, a Zitarrosa y a Santiago Chalar. Cuando todos iban a los bailes, él iba a las actuaciones de danza folclórica.
Cuando tenía 15, hubo un llamado a concurso para un Elenco Municipal en la Intendencia de Canelones, el de Ballet Folclórico. Se presentó y quedó. Participaría durante 11 años, aunque nunca pensó en dedicarse profesionalmente.
No le pagaban, pero para él era un orgullo. También ligaba algún viajecito y llegó a ir a Bolivia, Brasil y Argentina. Llegó a participar tres veces en los famosos concursos de malambo que se hacían en Laborde, en la provincia argentina de Córdoba. Hasta que un día decidió que no le gustaba más. Pero eso sería ya más grande, a los 26.
Cuando llegó a quinto de liceo, empezaron los problemas en su casa. Problemas fundamentalmente políticos. En las cenas o en los almuerzos, Orsi empezaba a opinar y su madre le decía que no se metiera en aquellas cosas. Lo mismo su padre. Los dos asociaban la izquierda con los extremos, con los tupamaros o con el comunismo.
Él se había enamorado del ejemplo de algunos personajes históricos, de sus actitudes heroicas con un sentimiento de patria que le llegaba al corazón. Se volvió muy artiguista, pero también se volvió fanático de los movimientos de liberación en América Latina y en África. El Che Guevara era el personaje perfecto para idolatrar.
Los discursos internacionalistas de aquella época no lo prendían. Ni la Unión Soviética, ni Cuba: él era nacionalista. Todo empezó a confundírsele: se le empezó a juntar lo espiritual, la devoción, los fanatismos, los caminos.
Recuerda perfectamente la salida de la dictadura, hacia la democracia, cuando él cumplía 18. Que pudiera escribir o decir lo que pensara le resultaba increíble. Ver a un político discutiendo con otro a nivel público, aún más.
Yamandú empezó a militar a través de los comités de base. Empezó en la Vertiente Artiguista, una agrupación frenteamplista, hasta que, en 1990, se metió con el Movimiento de Participación Popular (MPP), que había surgido hacía un año atrás.
A los comités llegó por sus compañeros de liceo. Él dice que fue todo muy natural, de casualidad. Su primer acto de militancia fue la junta de firmas del plebiscito del voto Verde en 1987, por la ley de impunidad. Desde entonces, no dejaría de militar.
El descarte que se volvió un amor
Orsi sabía que le encantaba la Historia. Por eso, en 1986, empezó Facultad de Derecho en Montevideo para hacer Relaciones Internacionales. Duró un mes y no aguantó a sus compañeros que, de paso, eran alrededor de 200.
También se había anotado en el Instituto de Profesores Artigas (IPA). Entró a estudiar para ser profesor de Historia por descarte. No sabía bien si le gustaba la docencia, pero lo averiguó estando ahí.
Hacía una hora de viaje todos los días, hasta la calle Agraciada en Montevideo, y volvía a Canelones. En el 86, el IPA era una caldera hirviendo de revolución. En más de una entrevista, Orsi lo llamaría “San Petesburgo”. Él no se metía mucho porque tenía que volverse a Canelones, pero recuerda que había ocupaciones y que la Policía se paraba en la esquina para tomar el edificio.
Luján dijo en 2021 a Montevideo Portal que se acuerda de que cuando su hermano tenía que estudiar para algún examen, almorzaba y enseguida se iba para el cuarto con termo y mate. Ella le reclamaba eso de tomar mate enseguida después del almuerzo y él le contestaba que no pasaba nada porque el estómago no tiene estantes. Fue una época muy fermental.
Simultáneamente, seguía militando para el MPP en Canelones y trabajando para el almacén. A medida que iba creciendo, más tenía que trabajar ahí, dando una mano. Su padre se enfermó del corazón en el 90 y tuvo que dejar de trabajar, por lo que su responsabilidad en el almacén creció todavía más.
En su tercer año de estudios, Orsi empezó a agarrar horas de clase. Así que, además de estudiar, militar y trabajar en el almacén, era profesor en Canelones y en Florida. Dio clase en Santa Lucía, en 25 de Agosto, en 25 de Mayo y en Santa Rosa, además de la ciudad de Canelones. Terminó de dar sus últimos exámenes en el IPA en 1991.
En 1994 fue profesor en cuarto de liceo de Francisco Legnani (quien hoy es Secretario General de la Intendencia de Canelones). Si él tenía 15 años, Yamandú tenía 26 y se destacaba por ser joven entre profesores que trabajaban hacía años en el liceo Tomás Berreta, el mismo al que había ido él.
En el salón donde daba clase había una tarima, donde estaba el escritorio del profesor, que lo dejaba a unos centímetros más arriba que los alumnos. Él sacaba la silla de atrás del escritorio, la bajaba al piso y hacía que los alumnos se sentaran en ronda. Legnani recordó, en 2021, que esa situación hacía que él y sus compañeros de clase sintieran que hablaban, más bien, con un par.
Cuando terminaba la hora de Historia, los alumnos volvían a poner sus bancos en filas rectas y la siguiente clase volvían a la dicotomía profesor-alumno tradicional. A Orsi le gustó mucho más la adscripción que ser profesor. Terminó haciendo más horas de adscripto que de profesor de Historia en los liceos.
Su primera experiencia como adscripto fue en La Paz. De la docencia, lo que no le gustaba era todo lo burocrático, las libretas y la inspección, dijo por 2021.
Cuando iba a dar clase en Florida, iba a 25 de Agosto y después a 25 de Mayo. Iba de pueblo en pueblo en ómnibus y eran esos años en los que los choferes se bajaba a tomar algo en un bar y había que esperarlos. Cuando llegaba a Canelones, volvía a su casa, se dormía sentado sobre la mesa y encaraba el almacén.
En el 2000, se fue a Maldonado a dar clase en Piriápolis y en Punta del Este.
Iba en bicicleta. Si llovía se ponía el piló y, después, se tomaba la COT en Piriápolis. A la vuelta, eran varias las veces que coincidía con la mujer de Enrique Antía, exintendente de Maldonado, que era profesora de Idioma Español y lo levantaba en auto.
Sus últimos cuatro años como profesor fueron ahí, en Maldonado. En ese departamento conoció a Laura, quien sería su segundo matrimonio y la madre de sus dos hijos mellizos. En el interín no abandonó la militancia, sino que siguió haciéndolo desde Maldonado, yendo a la mesa política. Integró el Regional Interior del MPP, pero seguía vinculado a Canelones.
Un día del año 2004, lo sorprendieron. Hacía cuatro años que vivía en otro departamento, trabajando de profesor de Historia y, aunque militaba, estaba muy alejado de la vida de la política departamental y su dinámica. Mientras caminaba por el corredor del liceo, lo llamaron por teléfono y le preguntaron si podían ponerlo sexto en la Lista 609, la del MPP en Canelones.
En las elecciones de ese 2004, el Frente Amplio consiguió 52 bancas en la Cámara de Diputados. De esas, tres se le adjudicaron al MPP. En la lista de la 609 de Canelones figuraban José Mujica y Ernesto Agazzi, que fueron electos senadores, Esteban Pérez, Juan Souza, Víctor Semproni y, sexto, Yamandú Orsi. Y, porque los primeros dos de la lista se fueron al senado, Orsi pasó a ser primer suplente de los siguientes tres.
Tuvo que irse para Montevideo o para Canelones, algún lugar más cerca de la Cámara de Diputados. Así que alquiló, con Laura, un apartamento frente a la rambla de Montevideo. Ya instalado, a comienzos del 2005, el entonces edil del MPP Juan Carlos Souza lo llamó para ofrecerle ser suplente de Marcos Carámbula, el intendente electo de Canelones.
Eso quería decir que, además de ser suplente del intendente, le estaban ofreciendo el puesto de Secretario General de la Intendencia de Canelones.
Por la cantidad de votos, era lógico que pusieran al primer suplente del MPP. Además, había internas en el MPP y Orsi, que estaba por fuera, era un articulador ideal.
Yamandú no conocía a Carámbula, solo de vista. Cuando estaba en el IPA, hizo la práctica docente con su esposa, pero no tenían vínculo. A su vez, Yamandú integraba aquel grupo de danza folclórica y su profesor vivía muy cerca de la casa de Carámbula.
Ahí empezaron a jugar las casualidades, o la suerte: que Carámbula lo tuviera en la mira, que saliera suplente de diputado y no diputado, la cantidad de votos del MPP y que lo llamaran para tomar el cargo de secretario general de la Intendencia de Canelones.
Entonces, entre 2005 y 2015, se desempeñó en ese puesto.
La Intendencia de Canelones, una plataforma
En el 2005, el MPP consistía en un liderazgo muy potente de Pepe Mujica y Lucía Topolansky. En Canelones se contaba con cuadros de dirigentes políticos importantes, como Juan Carlos Souza, el mismo que había llamado a Yamandú para ofrecerle el cargo, y Esteban Pérez.
Y la intendencia que estaban heredando era, según Carámbula le dijo a Montevideo Portal en 2021, una intendencia “con un vacío muy importante, con pérdida de confianza de la ciudadanía en la institución”. Con el logo nuevo y la identidad de Comuna Canaria, Carámbula declaró que “los primeros cinco años abordamos con muy pocos recursos, tanto económicos como de crédito”.
Durante esa primera gestión, en la que Yamandú acompañó a Carámbula como secretario de la Intendencia de Canelones, trasladaron una consigna de 24 horas por 24 horas. Durante el día hacían gestión y, en las tardes, recorrían los pueblos dentro de cada municipio.
Los primeros años elegía horas de profesor y las dejaba en suplencia. Se había planteado seguir siendo profesor, pero se dio cuenta de que no podía hacerlo a medias. No podía faltar a clase y no podía no corregir los escritos.
A esa altura, Orsi no era desconocido para el frentista militante, porque había sido integrante del Plenario Nacional del Frente Amplio durante años y por su militancia en comités de base, pero no pasó por cargos previos antes de llegar a la secretaría. Nunca fue, por ejemplo, edil. Además de ser secretario general de la Intendencia de Canelones, también fue integrante del ejecutivo departamental del Frente Amplio desde julio de 2005.
Según Orsi, en su primer día como secretario general, el propio Carámbula le dijo que tenía que empezar a prepararse para ser intendente dentro de 10 años. Y, declara, no solo se lo dijo, sino que de a poco lo fue largando, mandándolo a reuniones, dándole voz, abriéndole cancha.
Acompañó los dos períodos de Carámbula, en 2005 y en 2010. Durante 10 años se formó, se posicionó y se preparó para ser, algún día, el intendente de Canelones. Incluso, llegó a serlo durante varias suplencias que le cubrió a Carámbula, tanto por su postulación a la interna del Frente Amplio, como por problemas de salud en su segundo período.
Yamandú empezó a viajar desde Montevideo a Canelones durante dos años, hasta que convenció a Laura de irse a vivir a Salinas, cerca del mar. Se casaron en 2008 y, en 2012, cuando Orsi cumplió 45 años, tuvieron mellizos. Nacieron en noviembre y les pusieron Victorio y Lucía.
“Los mellizos vinieron a cambiar la vida de todo el mundo”, dijo Luján a Montevideo Portal en 2021, sobre el nacimiento de sus sobrinos. Agregó, también, que fueron niños que enseguida salieron a escenarios, a tablados y a actos políticos. Que iban de arriba para abajo.
Durante los primeros cinco años como Secretario de la Intendencia de Canelones, Orsi aprendió. Aprendió a acercarse, a escuchar, pero también aprendió sobre los problemas del departamento, sobre la gestión y cómo encontrar respuestas.
En la reelección de Marcos Carámbula como intendente de Canelones, en 2010, la candidatura obtuvo un respaldo de más del 60%. Después del acto oficial en el que Carámbula asumió por segunda vez la Intendencia de Canelones, en el Teatro Politeama, Orsi recuerda acompañarlo a la residencia municipal. Allí, dijo, conversaron sobre los siguientes cinco años y fue ahí donde Carámbula le confesó su convicción de que él iba a ser candidato a intendente las siguientes elecciones departamentales. Por eso, empezaría a asumir todavía más responsabilidades.
Fue durante el segundo mandato que el MPP, con Lucía Topolansky a la cabeza, fue a visitar a Carámbula. Entonces, les dijo, “Yamandú está llamado a ser un enorme referente de nuestra izquierda, acá en Canelones. Va a estar al lado mío lo que quedan de estos cinco años y, seguramente, sea el próximo candidato a intendente”. Así lo entendieron y así fue, dijo Carámbula.
Por la entrada del frente
A seis meses de terminar su trabajo como secretario, en 2015, renunció. Orsi iba a empezar su campaña y postularse a intendente de Canelones por primera vez.
Llevaba con él el respaldo del MPP, el Partido Comunista, las listas 711, 5005, 890 y 1303, la Vertiente Artiguista, Casa Grande, la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad, el M764 Frente en Movimiento, el Frente Izquierda de Liberación, Partido por la Victoria del Pueblo, el Partido Obrero Revolucionario y el Movimiento Alternativa Socialista.
Sin embargo, esa vuelta la campaña fue de a dos. José Carlos Mahía, de Asamblea Uruguay, también había decidido postularse. Ambos entendían que era lo que tenían que hacer. Competían entre ellos, pero a su vez tenían que dar una batalla fundamental contra el resto de los partidos.
Hasta ese momento, siempre había acompañado campañas de otros. Esa era la primera vez que veía su nombre al frente. En las elecciones departamentales de 2015, el Frente Amplio obtuvo en Canelones el triunfo con el 57,77% de los votos válidos con relación a otros partidos. En la interna, Yamandú tuvo un fuerte respaldo al lograr el 37% de los votos con relación a Mahía, que obtuvo el 20,77%.
Durante los siguientes cinco años, estuvo al frente de la Comuna Canaria, continuando con proyectos que se habían gestado con Carámbula y generando otros nuevos. Se metió con temas de alumbrado, de residuos, de sustentabilidad del campo, de las mujeres rurales y de la producción rural porque, en realidad, Canelones es un departamento muy variado en cuanto a los tipos de productos elaborados en sus campos.
En el 2018 se convirtió en integrante del MPP y de su Dirección Nacional. La fuerza política de Orsi dentro del MPP y dentro del Frente Amplio fue creciendo.
Coqueteos con las nacionales
En 2019 fue la primera vez que sufrió la muerte de un familiar directo. El mismo año que vivió el día más triste de su vida, la muerte de su padre, Orsi dijo que tenía una aprobación de su gestión del 70% en Canelones. Eso quería decir que lo aprobaban no solo los del Frente, sino también los otros partidos.
De cara a la segunda vuelta de las elecciones de 2019, Orsi fue nombrado jefe de campaña de Daniel Martínez por valorarse su capacidad de diálogo con otros sectores políticos no frenteamplistas.
Sin embargo, Orsi admitió que cumplió, más que nada, el rol de vocero. No quedó satisfecho con su rol de coordinador, pero sí con su papel de comunicador. Siente que, en algún aspecto, le falló a Martínez. En la segunda vuelta, ganó el Partido Nacional, llevando a Luis Lacalle Pou a la Presidencia de la República. Orsi dijo, entonces, que se hace cargo de esa derrota.
En el 2020 apareció su segunda candidatura a la Intendencia de Canelones. Esta fue más desafiante porque era solamente su nombre para el Frente Amplio, no como aquella primera vez. Y era un Frente Amplio, todo un conglomerado, que había perdido las elecciones nacionales frente a una Coalición Multicolor de derecha, pero sobre todo frente al Partido Nacional.
Ganó las elecciones con un 51,46% de los votos del departamento. Tomaría, entonces, una intendencia que ya conocía hacía 15 años y un departamento que debería enfrentarse a una pandemia mundial.
A comienzos de 2024 apareció, finalmente, su precandidatura a la Presidencia de la República por el Frente Amplio y, desde entonces, las encuestas de intención de voto lo han posicionado como el favorito dentro de su partido, frente a otros precandidatos como Carolina Cosse (exintendenta de Montevideo) y Andrés Lima (exintendente de Salto).
Sin programa formal y con el apoyo del senador Mario Bergara (que supo ser precandidato en este 2024), su candidatura responde, sobre todo, a las bases programáticas aprobada por las coaliciones de izquierda. Pero, a grandes rasgos, Orsi se trata de esto: políticas de Estado prioritarias como la seguridad, la educación, el manejo de la pobreza. Estrategias macroeconómicas que apunten al desarrollo social y a la sostenibilidad ambiental. El combate contra la corrupción. Modificar la ley de transacciones en efectivo por hasta 100.000 dólares. Promover infraestructura y servicios, la creación de barrios privados y el empleo. Crear un Ministerio de Justicia para mejorar el INR (Instituto Nacional de Rehabilitación), revisar la reforma educativa impulsada por Robert Silva en ANEP, no aprobar los allanamientos nocturnos ni volar las AFAP como forma de ahorro para la jubilación.
Y, obviamente, un Frente Amplio nuevamente al frente del gobierno.