Por The New York Times | David Pierson and Anton Troianovski
Cuando el máximo dirigente chino, Xi Jinping, y el presidente ruso, Vladimir Putin, declararon hace diez meses una asociación “sin límites”, ambos proyectaron un aura de fuerza con la que desafiaban directamente a Estados Unidos y Occidente.
El viernes, cuando ambos líderes se reunieron de nuevo por video, se encontraron en una posición de debilidad, agobiados por las amenazas geopolíticas y económicas que se ciernen sobre su alianza autoritaria informal. Ambos tienen ahora poco margen de maniobra, lo que hace que la relación sea aún más importante, aunque también mucho más complicada.
Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero, Putin se ha visto aislado y depende en gran medida de China para mantener una apariencia de estabilidad diplomática y financiera. Sus necesidades se han intensificado en los últimos meses, a medida que el Kremlin ha sufrido reveses en el campo de batalla en una guerra en la que han muerto miles de civiles y que ha dejado vulnerable la economía rusa.
Este mes, Xi vio fracasar su tan cacareada estrategia contra la pandemia de coronavirus y estallar los casos de COVID-19, lo que empaña la imagen que quiere presentar al mundo como líder de un sistema político superior. Con la crisis actual, no puede ni apoyar plenamente a Putin y arriesgarse a sanciones, ni abandonarlo y arriesgarse a perder un aliado geopolítico clave junto al cual oponerse a Occidente.
El viernes no se permitieron titubear y en sus declaraciones públicas destacaron el fortalecimiento del comercio bilateral y la creciente cooperación militar. Xi, que pareció reconocer las dificultades de la situación, habló de la “situación internacional complicada y constantemente cambiante”, pero dijo que China estaba dispuesta a mejorar la “colaboración estratégica” con Rusia, según una transcripción de las declaraciones de Xi publicada por los medios estatales.
“Mientras ambos tengan a Estados Unidos como amenaza común, la convergencia de sus intereses superará la divergencia”, afirmó Yun Sun, directora del programa chino del Centro Stimson, un instituto de investigación con sede en Washington.
Putin usó la llamada del viernes para reafirmar los vínculos de Rusia con China, los que describió como “un modelo de cooperación entre grandes potencias en el siglo XXI”, según un comunicado de prensa del Kremlin. Invitó a Xi a visitar Moscú en primavera y sugirió que ambos países podrían superar juntos la “desfavorable situación exterior”.
“Compartimos las mismas posturas sobre las causas, el curso y la lógica de la transformación en curso del panorama geopolítico mundial, ante la presión y las provocaciones sin precedentes de Occidente”, declaró Putin.
Rusia considera a China su aliado más importante en su enfrentamiento existencial con Occidente. Cada palabra de apoyo de Xi se amplifica como prueba de que Putin dista de estar solo a la hora de enfrentarse a Europa y Estados Unidos.
Una columna publicada el jueves por la agencia estatal de noticias rusa RIA Novosti mostraba cómo el Kremlin alababa la asociación al tiempo que intentaba reducir las expectativas sobre el grado de apoyo que proporcionaría China. Sin aportar pruebas, el artículo afirmaba que China estaba trabajando para ayudar a Rusia a eludir las sanciones. Esto estaba ocurriendo ”no con tanta rapidez ni simpleza como Rusia quisiera”, decía el artículo, “pero lo que importa es el proceso en sí mismo”.
En una señal de la creciente dependencia de Moscú, China representó más de una cuarta parte de las importaciones totales de Rusia en los nueve primeros meses de este año, en comparación con menos del 15 por ciento en los nueve primeros meses del año pasado, según Elina Ribakova, economista jefe adjunta del Instituto de Finanzas Internacionales de Washington. De las marcas de coches nuevos que aún se venden en el mercado ruso, las únicas extranjeras (11 en total) son chinas, según informaron este mes los medios estatales rusos
En un momento en que Europa trata de dejar de depender de los combustibles fósiles rusos, China se ha convertido en un cliente clave. Este mes, el gigante energético ruso Gazprom anunció en tres ocasiones que batió su récord de entregas de gas a China en un solo día.
El viernes, los dos líderes prometieron estrechar sus lazos. Xi pidió que China y Rusia “se presten apoyo mutuo en cuestiones que afecten a intereses fundamentales”, mientras que Putin se propuso “reforzar la cooperación entre las fuerzas rusas y chinas”.
“La cooperación militar y técnico-militar ocupa un lugar especial en nuestras relaciones, en nuestros lazos”, declaró Putin. “Facilita la seguridad de los países y apoya la estabilidad en regiones clave”, agregó el mandatario.
Como China está poco dispuesta a violar las sanciones, los funcionarios occidentales afirman que Rusia ha recurrido a otros dos países amigos, Irán y Corea del Norte, para cerrar acuerdos de emergencia con los que ese propone solucionar su escasez de armas y municiones.
Pero la alianza con China es importante por el gran simbolismo que supone que Moscú ayude a liderar un frente antioccidental, un tropo propagandístico clave para Putin, quien a menudo repite la teoría de la conspiración que afirma que los multimillonarios occidentales quieren dominar y explotar al resto de la población mundial.
“El Occidente está tratando de presionar con toda su fuerza a Pekín y al presidente de la República Popular China, exigiéndoles que se aparten de Moscú y de Putin, pero Pekín se mantiene en su postura”, declaró el domingo el principal programa semanal de noticias de la televisión estatal rusa, “Vesti Nedeli”. El respaldo de China se produce a pesar de las complicaciones que supone la invasión para Xi. Pekín había estado fortaleciendo sus lazos económicos con sus aliados occidentales, pero la guerra ha hecho que Europa se alinee más con los esfuerzos de Estados Unidos por debilitar a China. La invasión también ha atraído más atención sobre las amenazas de China de invadir la isla autónoma de Taiwán. Y la afectación que ha supuesto para la economía europea el aumento de los precios de la energía ha perturbado uno de los mayores mercados de exportación de China.
Hay indicios de que el malestar de Xi por la guerra va en aumento. La semana pasada, durante una reunión con Dmitri Medvédev, un aliado cercano de Putin y expresidente ruso, manifestó su esperanza de que “todas las partes implicadas actúen con moderación racional”. Putin también aludió al malestar de Xi cuando reconoció las “preguntas” y “preocupaciones” del líder chino en una cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái celebrada en Uzbekistán en septiembre, que fue la reunión previa a esta.
Los líderes occidentales exhortaron a Xi a hacer más para convencer a Putin de que detenga la guerra. Pero el líder chino ha dicho a los funcionarios europeos que sobrestiman el papel que puede desempeñar como mediador, según dos funcionarios con conocimiento de las conversaciones. Los funcionarios añadieron que los líderes chino y ruso comparten una fuerte relación personal, y Xi dijo que confiaba en Putin.
Por muy cierto que sea, los analistas opinan que Xi no puede permitirse el lujo de abandonar a Putin ni ver cómo se vienen abajo las ambiciones del líder ruso en Ucrania. Hacerlo debilitaría seriamente a un aliado geopolítico clave y obligaría a China a competir sola con Estados Unidos en un momento en que el líder chino se enfrenta a crecientes desafíos internos y externos.