Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
En el año 1972, cuando Pablo Vierci tenía 22 años, ocurrieron dos hechos que lo marcaron de por vida: el vil crimen del peón rural Pascasio Báez a mano de los tupamaros, por haber descubierto una tatucera -lo conmovió-, y la tragedia de los Andes, en la que fallecieron algunos de sus amigos (y sobrevivieron otros) en un trágico y tristemente célebre viaje trunco de un grupo de rugbistas a Chile. Dos años después, Pablo, el “escribidor”, comenzó a escribir su primera novela. Le fue bien: en 1979 la tradujo al inglés y al portugués, y paseando por Estados Unidos vio cómo su libro se vendía en kioscos neoyorkinos. “Esto es un bollo”, pensó. En realidad, había tenido la suerte del principiante, y un buen ojo para elegir un tema taquillero.
Siguieron otros libros, aprendió a escribir guiones, y así entrenó la gimnasia de escribir imaginándose sus historias en formatos audiovisuales. Por eso, 99% asesinado o Artigas, la Redota tuvieron la génesis en su computadora, y terminaron en la pantalla grande. Antes de eso, tuvo su pico de popularidad con Debate abierto, un talk show de debate (elemental, Watson) en el que solía tener un buen contrapunto con el periodista Julio Toyos. El rol de polemista lo estresó, al punto tal que nunca más volvió a aceptar trabajar en TV. Dice hoy que lo increpaban por sus opiniones en la calle, y mucha gente no entendió la dinámica de su papel en el programa.
En 2008 Vierci publicó La sociedad de la nieve, un libro en donde por primera vez hablaban en primera persona los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, muchos de ellos, sus amigos de la adolescencia. El libro fue boom editorial, fue traducido a varios idiomas, y al día de hoy sigue reportándole beneficios, que no puede revelar todavía por una cláusula de confidencialidad en su contrato.
Semanas antes de viajar a España, Vierci lanzó La redención de Pascasio Báez (Penguin Random House), y en 10 días se agotó la primera edición. Entiende que el éxito se debe a que Pascasio había quedado en el imaginario colectivo de los uruguayos. “Pascasio es la condición humana más pura en el sentido de héroe, épico, violentada por una idea mesiánica”, dice el escritor. O “es un símbolo humanista”, o que representa “el desiderátum de la locura”.
“Ya estábamos en un período de locura, y la cúspide de esa locura es asesinar a un peón rural porque descubrió una tatucera. No entiendo cómo nadie tomó el tema antes. Me plantee hablar de un período de locura que alfombró el camino de la dictadura, como una de tantas causas”, dijo en una charla en su casa.
"Fue una época fermental, de crecimiento personal y de tragedia, de dolor. A mí esos años duros, pero todavía en democracia (69 al 72) me hacen acordar a la pandemia: yo tenía la sensación de que la vida se terminaba, no veía la luz al final del túnel"
-¿Cuál fue tu primera vocación?
-Parece un cliché, pero escribí siempre. Cuando estaba en el colegio o en el liceo era el escribidor de la clase. En el 68 empecé a estudiar Derecho, después me pasé a Licenciatura en Psicología y Filosofía, que cerró con el golpe de Estado. Pero en rigor, siempre escribí. Mi primera novela la empecé a escribir a los 24 años, y se publicó cinco años después. Así que diría que mi vocación siempre fue: escribidor.
-A los 29 años escribiste Los Tramoyistas (1979), tu primera novela, que fuera traducida al inglés y al portugués. ¿Ya te sentiste oficialmente escritor?
-No sé si oficialmente, lo que sí sentí es que yo iba a poder vivir de eso, porque tuve la suerte de que se publicó en inglés, por una editorial inmensa, los más grandes de la época, y se vendía en los kioscos en Estados Unidos. Entonces pensé: “Esto es un bollo, le puse manija a la pelota”. Pensé que iba a ser muy fácil, porque vendí mi primer libro en inglés y en portugués, porque era una novela en la Amazonia, entonces tenía el carácter exótico. Después fui aprendiendo que no, que no todo lo que escribieras les interesa a los norteamericanos.
Como arranqué con el pie derecho, pensé que era así, que iba a ser un bollo. Después te das cuenta que nada que ver, que el camino es completamente diferente. Que lo exótico latinoamericano y en los ‘70 tiene un público que no lo tienen otros temas. Entonces empecé a hacer periodismo, que es la manera de sobrevivir. Como dice Hemingway: “El periodismo es espectacular, siempre que lo sepas dejar a tiempo”. A vos y a mí nos gustan las dos cosas: hacer periodismo y escribir. Yo ya dejé el periodismo porque la energía que te consume es absoluta.
-“Periodismo es literatura bajo presión”, dijo Juan Villoro…
-¡Exactamente! Cuando yo dejé de ir a las redacciones (además coordinaba suplementos y revistas), me di cuenta que los más veteranos se morían jóvenes y pobres. Y por la vida nocturna de la época, cerrabas en la redacción y de ahí al bar. Yo cerraba el diario El Día y llegaba a mi casa a las 3 de la mañana, era un delirio.
-Dos de tus libros fueron llevados al cine: 99% asesinado (2004), sobre el Caso Berríos, y Artigas, La Redota (2011), película de la cual también fuiste guionista. ¿Adquiriste la gimnasia de pensar en libros que después puedan ser adaptados a lo audiovisual? ¿O se dio, sin buscarlo, que escribiste las novelas y después generaron interés en llevar esas historias a la pantalla grande?
-En los dos casos, y en las novelas hago lo mismo, el libro va acompañando, va junto. El libro es la exploración de todas las aristas imaginables de un tema. Cuando yo escribo algo, ya me imagino que puede llegar a verse en una pantalla la historia que estoy escribiendo. Un guion son 90 páginas y en formato guion y un libro tiene 350. Cuando uno escribe una novela histórica, como en este caso, vos te exprimís el cerebro. Entonces tenés varias vertientes para escribir un guion, independientemente de que uno en Uruguay tiene mucho menos entrenamiento para escribir un guion, que en el extranjero. Sí tenemos el entrenamiento para escribir novelas, para eso sólo precisás un papel y una lapicera, o una computadora. Para película es más complejo, aunque ahora está cambiando eso, porque la demanda de audiovisuales cada vez es mayor y no hay contenido.
Entonces, cuando yo hago un libro, como es tanto el trabajo y la gratificación, te exprimís el cerebro de tal manera, que mirás todos los ángulos posibles, un buen guion puede ser una salida comercial. A los productores les encanta tener un libro atrás de un guion, y si ves las grandes películas, casi todas están basadas en libros.
-A propósito de 99% asesinado, el periodista Alfonso Lessa acaba de publicar Conspiración, un libro que entre otras cosas, recuerda el caso Berríos en los 90 (fue el pasado entrevistado de Seré Curioso). ¿Lo leíste? ¿Te interesa la trama de espionaje, amenaza y muerte en democracia?
-99% asesinado está inspirado en el hecho histórico (del científico chileno Eugenio Berríos), aunque no lo nombro. Sí me interesa el libro de Alfonso, lo tengo en carpeta, lo voy a leer. Y la temática me parece fascinante.
La temática mía de Pascasio Báez es pre-dictadura, es en democracia. Yo trato de hablar de los malentendidos previos que alfombraron el camino para que viniera la dictadura, la guerrilla, la locura, la Guerra Fría, el fogonazo cubano, una generación deslumbrada por lo que parecía “el hombre nuevo” del Che Guevara, el propio Che que vino a Montevideo para decir que no había que hacer eso y teníamos que cuidar la democracia, y no le hicieron caso… Fue una época fermental y loca, de crecimiento personal y de tragedia, de dolor. A mí esos años duros, pero todavía en democracia (69, 70, 71, 72) me hacen acordar a la pandemia: yo tenía la sensación de que la vida se terminaba, yo no veía la luz al final del túnel. No había destino… No veía una salida. Y me volvió a pasar lo mismo con la pandemia. El 2020, el primer año de la pandemia, no veías una salida, incertidumbre profunda, no había luz al final del túnel.
"A mí me parecía imprescindible dejar pasar el tiempo. Y yo quería que hablaran todos (los sobrevivientes de los Andes). Pedro Algorta nunca había hablado. Lo conozco de la infancia. Me costó convencerlo, pero al final lo logré, y ahí salió el libro"
-En los años 90, cuando yo era un joven que estudiaba periodismo, recuerdo verte discutir semana a semana con Julio Toyos en Debate Abierto (canal 10), programa que conducía Gerardo Sotelo a fines de los 90. ¿Cómo recordás esa experiencia televisiva?
-Yo no soy bueno hablando, soy ansioso, soy atropellado con las palabras. No tengo ningún don para la oratoria. Pero acepté la invitación porque yo era parte de la producción, y cuando elegíamos un tema, yo era el que polemizaba. Yo era la manzana de la discordia, siempre. Cuando arrancamos dijimos que le íbamos a hacer honor a Conozca su derecho, un programa de debates que marcó época y era muy interesante. Entonces decidimos que yo iba a participar e iba a actuar de acuerdo con la producción. Lo asumí como un compromiso, fue muy desgastante, porque era un ejercicio de retórica. La gente nunca entendió que si yo hablo contra el café no era porque no me gustara el café, sino porque el resto estaba a favor del café. Mucha gente no entendía el carácter de entretenimiento y de show que tenía el programa.
-¿Cuál era el secreto de la química de antagonistas con Toyos? ¿Estaba todo guionado?
-¡Ese era el juego! A mi me mandaban a decir lo contrario a él. Yo me llevo muy bien con él. Estaba guionado de mi lado, Toyos hacía lo que quería, y yo era el antagonista de Toyos, ese era mi rol. Yo me presté a hacer ese juego. Él lo hacía más naturalmente que yo, se expresa mejor, es un tipo de radio. A él no le cobraban nada, él era lo que era él y yo defendía lo contrario a él. Fue un programa sacrificado, al punto que nunca más acepté trabajar en televisión.
-Hablando de guiones, además de escritor, sos guionista. Fuiste guionista de las películas Aqueles dois (1985), El Viñedo (1999). Matar a todos (2007) y la mencionada Artigas, La Redota (2011) con Jorge Esmoris en la piel del prócer, así como de la serie Contámela en colores (2012). ¿Qué te atrae de escribir guiones? Es una mecánica de trabajo muy distinta a escribir narrativa...
-No me atrae particularmente escribir guiones. Lo que pasa que me fascina lo audiovisual, me fascinan las películas y ahora las series bien hechas. No me atrae especialmente como técnica, no lo disfruto, pero me fascina el resultado. Me imagino el resultado, me emociona. Es una herramienta.
-En 2008 La Sociedad de la Nieve fue un boom editorial. Considerando todo lo que se había escrito hasta ese momento sobre la tragedia de los Andes, empezando por ¡Viven!, de Piers Paul Read, ¿a qué atribuís el éxito comercial de ese libro?
-Se acaba de vender a Inglaterra, hace un par de meses, y sale una nueva edición en España. Me parece que lo que pasó fue una cosa obvia: por primera vez ellos mismos cuentan lo que “nos pasó” y no es un tercero, de afuera, contando “lo que pasó”. Son ellos narrando en primera persona, y con cada uno estuve muchísimas horas. Tengo 200 páginas de cada uno, hubo mucho trabajo de edición. Y lo otro: por primera vez hablaron los 16 sobrevivientes. Yo había intentado hacer esto en el 73. Nando Parrado, que era mi compañero de clase y amigo, como yo era el escribidor de la clase, él me dijo: “Ayudame a contar lo que me pasó”. El resto, y sobre todo los padres y el presidente del Old Christian, me pidieron que me abriera porque había que hacer una obra muy grande desde afuera, para que pararan todas las locuras que se estaban diciendo. Se decían infundios, mentiras, no sé… que el alud nunca había ocurrido. Entonces apareció un libro grande, y en inglés, que fue ¡Viven! Fue en el 73. Read hizo sus entrevistas en febrero del 73, y ellos habían llegado en diciembre del 72. Los agarró cuando estaban empezando a salir de la circunstancia.
A mí me parecía imprescindible dejar pasar el tiempo, que ellos pudieran procesar lo que había ocurrido. Y yo quería que hablaran todos (los sobrevivientes), ahí el más complicado fue hacer hablar a Pedro Algorta, que nunca había hablado. Lo conozco de la infancia. Me costó convencerlo, pero al final lo logré, y ahí salió el libro.
"En 2018 llega la película de Kusturica sobre Mujica. ¿Por qué hacer guiñadas y decir que la toma de Pando fue algo 'heroico'? ¿O decir que lo más lindo es 'entrar a un banco con una 45'? Es hacerle guiñadas a ese pasado del MLN, es falso que sean Robin Hood"
-Acabás de publicar La redención de Pascasio Báez, con Penguin Random House, una novela que toma un episodio trágico a manos del MLN, a la que le añadís personajes y diálogos ficticios. ¿La idea fue redimir a Pascasio Báez? ¿Honrar su memoria y cuestionar el accionar de los tupamaros en los 60 y comienzos de los 70?
-Sí, redimir a Pascasio Báez es un tema que me acompaña desde que lo viví, es del mismo año que sucedió la tragedia de los Andes: 1972. Es un año tremendo. Me hizo un clic escuchar la entrevista que le hizo Néber Araújo a Líber Seregni en el año 2000 (en Agenda confidencial, canal 12), aquella autocrítica gigantesca, y salió en todos los diarios. Seregni dijo dos cosas: “Me arrepiento hasta hoy no haber sido suficientemente enfático para denunciar la violación a los derechos humanos de los tupamaros en democracia”, y ahí puso el ejemplo del asesinato a los cuatro soldados en el jeep que eran custodia del general Gravina, de mayo del 72, cuando los asesinan a mansalva. Y después dijo una frase que levantó polvareda. Dijo que “la violación a los derechos humanos de los tupamaros en democracia con los secuestrados en la cárcel del pueblo (Ulysses Pereira Reverbel, Frick Davies, o el embajador británico Geoffrey Jackson) fue equivalente a la violación de los derechos humanos que hizo la dictadura con los rehenes en los cuarteles”. Todo el FA le pegó, algunos hasta en lo personal, de todo le dijeron. No lo defendió nadie de su partido. Los que fueron más suaves dijeron que no se podía comparar el terrorismo de Estado con una guerrilla.
Yo había entrevistado a Pereira Reverbel en el 98, y en el 2000, cuando Seregni dice eso, yo paré mi libro. Yo ya tenía a Pascasio como meta, porque me parecía que era el talón de Aquiles. Era la demostración absoluta e irrebatible de que la leyenda de Robin Hood era mentira. Si vos matás a un peón rural que pasa de casualidad porque descubrió una tatucera, un búnker de hormigón, y si el búnker, más la estancia, más el tractor, más un generador Honda valen más que una vida, ta, Robin Hood no existe. Ya había muestras de que no existía, pero eso fue demasiado rotundo, demasiado contundente. Pero el tema se apagó, se enterró. Lo que hice yo fue desenterrarlo.
Pero, te decía, cuando Seregni dijo eso, yo quizás por temor -y tras mi experiencia en Debate abierto, donde gente en la calle me quería pegar-, frené el libro. Yo pensé: “Si le pegan a él, que fue presidente del Frente, a mí me van a matar”. Lo dejé en stand by. Hasta que vino la película de Kusturica sobre Mujica (Pepe, una vida suprema, 2018). Todos los años reivindicaban (la toma de) Pando, decían que la película Estado de sitio era sobre Uruguay, y no, era una película de Costa-Gavras (de 1972) que era ficción pura. Lo dijo él, el guionista, que no era sobre el asesinato de Dan Mitrione. Y en 2018 llega la película de Kusturica, y ojo, que Mujica tiene un montón de cosas encantadoras: el hombre que se redime y se torna pacífico, o la austeridad en la que vive. Pero, ¿por qué hacer guiñadas y decir que la toma de Pando fue algo “heroico” y que “salimos a festejar”? ¿O decir que lo más lindo es “entrar a un banco con una 45”? Es hacerle guiñadas a ese pasado del MLN que es falso que sean Robin Hood.
-En el libro sos muy crítico del MLN, luego de su etapa Robin Hood: el robo a la financiera Monty, el asalto al hotel San Rafael, y alguna más.
-No es que yo sea crítico, yo planteo hechos. Los hechos son críticos. Lo otro que me hizo retomar el libro y terminarlo fue la pandemia (en el 2020). Me parece que lo que produjo en nosotros es movernos a un sinceramiento, nos cambió la vida, le vimos la cara a la muerte. Los temas pendientes, los paños tibios, esa cosa de lo políticamente correcto por no ofender gente, eso desapareció. Entonces la pandemia influyó como una necesidad de sinceramiento: basta de paciencia. Yo veía que había un gigantesco malentendido con el pasado, que nos afecta en el futuro, porque hay gente que sigue haciéndole guiñadas, hay gente que sigue festejando la toma de Pando, y que rasguñan las instituciones, cómo se forja una república. Entonces había que contar aquel período del que nadie habla, en el que Pascasio es el símbolo. Pascasio es como si fuera el desiderátum de la locura. Ya estábamos en un período de locura, y la cúspide de esa locura es asesinar a un peón rural porque descubrió una tatucera. No entiendo cómo nadie tomó el tema antes. Me plantee hablar de un período de locura que alfombró el camino de la dictadura, como una de tantas causas.
-Ya va por la segunda edición, en 10 días se agotó la primera. ¿Cuál es la explicación del éxito de este libro?
-Yo creo que no tengo mérito en eso. La conclusión que saqué yo es que Pascasio Báez estaba en el inconsciente colectivo. Fijate que hace unos días fui al peluquero, y él, Marcelo, de 43 años, me empezó a decir que era impresionante la historia de mi libro, lo de Pascasio. Le pregunté qué sabía y me dijo: “Me lo contó mi padre, y yo se lo estoy contando a mi hijo ahora”. Estaba ahí, pero nadie le había puesto el lente de aumento. Los símbolos tan truculentos, tan rotundos -es un crimen rotundo, que se torna simbólico- que vos le ves la cara a Pascasio y te acordás de un montón de cosas. Es como verle la cara a Ana Frank: si tú le ves la cara a Ana Frank, y si leíste el libro o leíste por ahí algún fragmento del libro (El diario de Ana Frank, 1947), sólo la carita de esa niña es mucho más que una niña alemana de 15 años que está escondida en Holanda y la matan en un campo de concentración nazi.
Lo de Pascasio es igual: se torna en un símbolo, es un símbolo humanista. Es la condición humana más pura en el sentido de héroe, épico, violentada por una idea mesiánica, de gente que tenía una soberbia que se sentía tan superior moralmente que era capaz de destruir tu moral, tu físico, tu familia, todo.
-¿Entendés que los principales dirigentes del MPP no han sido lo suficientemente autocríticos con su desempeño como guerrilleros?
-Así como te digo que hubo momentos de los principales dirigentes del MPP (ex MLN) que me parecieron fascinantes, como uruguayos y por la posición de Uruguay en el mundo, y esa austeridad republicana tan característica de nosotros, me parece que sin dudas no fueron lo suficientemente autocríticos. O al menos callaron, y ambientaron que se generara una leyenda falsa. Nadie salió a desenmascarar la leyenda falsa. Vino Amodio y la desenmascaró, pero está tan envuelto en otras cosas, que le pegaron a él.
Creo que no han sido lo suficientemente autocríticos, pero tampoco creo que el objetivo es que pidan perdón. No, autocrítica significa reconocer los hechos: lo que hizo Seregni en el año 2000. Reconocer los hechos: el secuestro de Pereira, el asesinato de Dan Mitrione, ¡20 secuestros! Yo soy amigo y compañero de clase del hermano menor de Jorge Berenbau, un empresario que estuvo cinco meses preso en la “cárcel del pueblo”. Yo estuve ahí, y esa una locura, es algo de 1,80 x 1,20. Y el hecho más rotundo es Pascasio Báez.
"Creo que no han sido lo suficientemente autocríticos en el MLN y MPP. Autocrítica significa reconocer los hechos: lo que hizo Seregni en el año 2000. Reconocer los hechos: el secuestro de Pereira, el asesinato de Dan Mitrione, ¡20 secuestros!"
-¿Cómo fue tu metodología de trabajo para interrelacionar fechas y datos reales, con rigor periodístico, y sumarle personajes como Leopoldo y Miguel, con diálogos inventados? ¿Tuviste algún dilema al añadirle ficción a algo que tristemente sucedió?
-Siempre que tuve que optar entre lo real, lo histórico, y la ficción, preferí lo histórico. ¿Sabés por qué no tuve un dilema? Mi objetivo es tener impacto. ¿Por qué? Por lo que te decía recién: es hora de sincerarnos, no podemos discutir con una historia que está mal contada. La novela histórica es una herramienta sublime, como lo demuestra Truman Capote con A sangre fría, (Mario) Vargas Llosa con La fiesta del chivo, o Tolstoi con La guerra y la paz, porque golpea lo racional, y sacude lo emocional. Es transformador. Si te apasiona el tema que elegiste para escribir podés hacerlo con vértigo, con emoción, le podés dar todos los elementos que requiere una narración. Principio, desarrollo y desenlace, pero a 150 km/h. Lo podés hacer en tanto mezcles muy bien la ficción con el anclaje histórico.
Hasta ahora, no ha habido una sola persona que me recriminara: “Mirá, tal cosa no ocurrió”, porque si lo googleás, lo va a encontrar. Quizás hay un cambio de nombre, a los efectos de la narración, porque en última instancia en una novela histórica mi prioridad es llegar al final de una manera persuasiva. Como dice Vargas Llosa, ser persuasivo, tener al lector como cómplice, que sepa qué ocurrió y qué no ocurrió, pero que eso sea verosímil. Hay que ser persuasivo, tener intención de verdad. No es una compilación de documentos, no es mi objetivo. Pero si tenés intención de verdad y sos persuasivo, el efecto que podés provocar es muy grande.
-"Tuve claro desde el principio que el asesino de Pascasio era el hilo conductor", me contaste en la entrevista de 970 Noticias. Pero también buscaste la redención de ese victimario, me decías...
-Mis fuentes principales en este libro fueron ex tupamaros, que son mi de generación, año más, año menos. Me refiero a ex MLN que se distanciaron, que ya no siguen en la trinchera. Muchos de ellos, me decían, sintieron algo que fue la alucinación colectiva, estar encandilados por un foco de luz muy fuerte. Y después se desencantaron, llegó la desilusión. Pero ese encandilamiento puede ser de buena fe, me consta. Cuando estás en una espiral de violencia, a veces no es fácil salir. Y no tenés la menor idea de cuáles serían las consecuencias de tu alejamiento. La espiral tiene su propia dinámica, y puede agarrar un ritmo y un rumbo insospechado. Y no es tan fácil licenciarse o pedir el cese, después que estás adentro.
Te cuento algo: la única persona que me llamó para señalarme discrepancias o cosas que no le gustaron es un militar. Porque el libro termina cuando están asomando los duros del Ejército, el fascismo en el Ejército. Los comunicados 4 y 7, y todo el período ese de final del 72 y comienzos del 73, los autoritarios del MLN con los autoritarios de las Fuerzas Armadas estaban en pleno romance. Entonces, supongo que esa persona que me escribió es uno de esos.
-Me dijiste en 970 Universal que se ha contado una "historia renga", y que hay que ponerle las dos piernas a esta historia. Pero trascartón, te fuiste a que el MPP le suelte la mano a Nicolás Maduro, porque está loco... ¿Cómo es eso?
-Hacé este ejercicio: si tú estás atado a tu propia retórica, a tus propias arengas de un pasado épico –“mi juventud en los años 60 y comienzos de los 70 fue épico, fue Robin Hood, fue glorioso; yo era un idealista que luchaba por causas buenas y todo lo que hice estuvo bien: la fuga de Punta Carretas, los secuestros, las bombas”-, si yo quedo atado a eso como que todo eso estuvo bien, tal vez yo siga atado a algo que no es real. Entonces, por estar atado a aquello, yo tengo que seguir atado a la revolución cubana, y todos los satélites que están alrededor, porque si no, me contradigo. En cambio, si yo rompo el lazo, si yo digo “aquello fue un período equivocado” o “innecesario” como dice otro ex MLN, Luis Nieto, en su libro La guerrilla innecesaria (¡en el título lo puso!”), bueno, ya rompo cadenas con otras cosas, dejo de estar atado.
Luis Nieto reconoce que fue innecesario y dice “todos sufrimos”. Hubo 71 muertes del MLN y 66 del otro lado. Es una tragedia para un país pequeño como Uruguay. Si lo comparás con los 50 años de la ETA es muchísima gente: muertos y familias destrozadas. Y yo a aquello no le pongo un signo de épica, de epopeya, sino que digo que, como decía Seregni, hubo violación a los derechos humanos y fueron tremendas, me libero de una cadena que me ata a algo que está mal. Y si estoy liberado, capaz que me doy cuenta de que Maduro está loco. Ahora, si yo sigo atado a la revolución cubana como si fuera una divinidad, voy a seguir indefectiblemente atado a (Miguel) Díaz-Canel, a (Daniel) Ortega, a todos lo que tengan que ver con ese mundo. ¡Rompé cadenas tóxicas, y te vas a liberar de estar atado a personajes tóxicos!
-Tuviste oportunidad de conocer a la hermana y a dos nietos de Pascasio, fuiste hasta donde viven, cerca de Pan de Azúcar. ¿Cómo lo recuerda su familia? ¿Qué pretende la familia? ¿Busca algún tipo de justicia, 50 años después?
-La familia no busca nada, no quiere nada. Era un hombre bueno, todos los que lo conocían lo querían, le gustaba cantar, era el puntal del padre, Tito Dagoberto, que vivía a una cuadra de su casa, en ranchos de ladrillos asentado en barro. Y él había nacido en un rancho de paja y terrón, ahí en Guardia Vieja. Era un hombre bueno, bondadoso y de trabajo, ni siquiera tenía trabajo fijo. Pero era una persona a la que no le gustaba que le faltaran el respeto. Por eso la hermana, Esther, infiere que no le debe haber gustado nada lo que le sucedió en esos 10 días (de secuestro) y por eso Julio Marenales cuenta en su libro que Pascasio en esos días sufrió claustrofobia y hubo que doparlo durante 10 días, hasta matarlo. Pero es que a un hombre libre, amante de los pájaros, lo metés adentro de un pozo durante 10 días y no tenés la más remota noción de por qué, claustrofobia es cómo él le llamó, pero ¡es desesperación!
Respecto a qué busca la familia, un nieto me dijo que tal vez, en vez de que su nombre lo lleve una callecita chiquita en Lezica, o un monte por donde no circula gente en Pan de Azúcar, tal vez que una calle más importante lleve su nombre… porque él es un símbolo, Checho. La ventaja de un símbolo es que cuando vos lo ves, o ves un busto, una calle, te traiga a la memoria todo esto: “Ojo, que el ser humano no entre de nuevo es una espiral de violencia que nos lleve a la barbarie”.
"Hubo 71 muertes del MLN y 66 del otro lado. Es una tragedia para un país pequeño como Uruguay. Si lo comparás con los 50 años de la ETA es muchísima gente: muertos y familias destrozadas"
-Tus fuentes para el libro son "ex MLN", no procuraste tener ningún acercamiento con Mujica, Lucía Topolansky, Jorge Zabalza, o hace unos años, con Fernández Huidobro. ¿Por qué no?
-Para no atarme con sus testimonios, porque en vez de darme libertad, me la hubiera quitado. Han escrito una montaña de libros sobre ellos, ellos mismos han publicado la historia vista por ellos (los leí todos, claro está), y el más drástico fue Jorge Zabalza, que dijo que lo de Pascasio fue un delito de lesa humanidad. ¡Hace 50 años que pasó esto! Ya hablaron, a mí me interesan otros testigos. Y acá lo fundamental es que la novela atrape, que la novela tenga impacto, que sea persuasiva, que seduzca, con un anclaje histórico que es básico. La intención de verdad la tengo grabada en la frente.
-Sí tuviste algunas entrevistas con Ulysses Pereira Reverbel, el ex presidente de UTE que fue dos veces secuestrado, y con él fuiste hasta "la cárcel del pueblo" de la calle Juan Paullier...
-Para mí era simbólico entrevistar a Pereira Reverbel, que fue el primer secuestrado de los tupamaros. Estuvo un año y dos meses secuestrado, en plena democracia, el 68. Era muy amigo del presidente (Jorge) Pacheco Areco, a quien no le tengo simpatía, pero el propio Pacheco no transó, incluso dijo que aunque le secuestraran a su propio hijo, no iba a negociar con los tupamaros. Estuve como 10 días con Pereira, fue en el año 98, lo tengo filmado. Me metí adentro de la jaula donde estuvo preso (de 1,80 x 1,20), en la “cárcel del pueblo” (en la calle Juan Paullier). Recuerdo que Pereira, un hombre con el cráneo hundido por los golpes, no tenía rencor alguno. Recuerdo una frase que me dijo: “Si yo guardo rencor, quedo atado al odio”.
-Mañana (el sábado 6) viajás a España, por un proyecto en camino, que tiene vinculación con La sociedad de la nieve. ¿Qué me podés contar?
-No puedo contar nada, por una cláusula de confidencialidad. Si la violo, me cae un abogado.
-¿Sos feliz?
-(Piensa) Ehh… sí, sí, sin dudas… Esa pregunta está buena.