Mientras los países de América del Sur sufrían golpes de Estado militares de forma sistemática en la década de 1970, Venezuela había logrado consolidarse como una de las poquísimas excepciones democráticas basada en un régimen bipartidista estable que supo alternarse en el poder desde 1958 hasta 1999.
Incluso, el país caribeño, que desde hace más de un siglo sostiene su economía casi de forma exclusiva con la renta petrolera, supo ser receptor durante esos años oscuros en el continente de miles y miles de perseguidos políticos por los gobiernos de facto de Sudamérica, incluidos muchos uruguayos.
En julio de 1976, Venezuela rompió relaciones con Uruguay, cuando la maestra Elena Quinteros ingresó pidiendo asilo a la embajada venezolana en territorio nacional, pero los militares entraron por la fuerza a la sede diplomática y tomaron de rehén a la militante anarquista actualmente considerada una de las personas desaparecidas durante el régimen cívico-militar (1973-1985) uruguayo.
No obstante, esa estabilidad política que había logrado Venezuela desde 1958, tras el derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez, tuvo su punto de inflexión en el famoso Caracazo, ocurrido en 1989. Durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, una serie de saqueos, protestas y disturbios que comenzaron el 27 de febrero de ese año terminaron una semana después con un final trágico: casi 300 muertos (cifras oficiales), miles de heridos, desabastecimiento, represión a personas que bajaban desde los morros a saquear y la suspensión de las garantías constitucionales al decretar toque de queda.
Como había ocurrido en esos años en muchos de los paises de América Latina, incluido Venezuela, los niveles de deuda soberana habían alcanzado en la década de 1980 cifras exorbitantes, impagables. Esta situación obligó a Pérez (que posteriormente fue destituido en mayo de 1993 al ser acusado por el delito de malversión de fondos públicos) a tomar duras medidas de ajuste económico, con privatizaciones de empresas públicas sumados a escándalos de corrupción, que desembocaron finalmente en el estallido social de 1989 (Caracazo).
Así fue como, el sistema de partidos instalado cuatro décadas antes, se fue deteriorando y colapsó producto de un país que presentaba altos niveles de desigualdad, corrupción, crisis social y pobreza (era del 50% en 1999).
Casi diez años después y tras un intento fallido de golpe de Estado en 1992, llegó a la presidencia del país caribeño el comandante Hugo Chávez Fridas. Desde ese momento y hasta la actualidad, pese a la muerte del carismático líder político en 2013, el chavismo gobierna la nación petrolera de forma ininterrumpida hace más de 25 años. “La unión cívico-militar-policial perfecta”, según palabras del propio presidente venezolano, Nicolás Maduro, expresadas días atrás.
Durante este proceso de más de dos décadas la institucionalidad venezolana ha sufrido un deterioro in crescendo, al punto que, al día de hoy, la “revolución bolivariana” descalabró la democracia venezolana. Lo que pasó el pasado domingo no fue casualidad. Más bien, la causalidad de una creciente concentración y acaparacion del poder tanto durante el mandato de Chávez como del de Maduro, por más de una década en ambos casos.
En Venezuela no hay separación de poderes, se han clausurados medios de prensa, se reprime y proscribe a opositores, mientras que la comunidad internacional cuestiona al unísono los resultados o el “fraude” electoral que tuvo lugar el 28 de julio. Un régimen de gobierno que, según entienden dirigentes y analistas políticos, es una dictadura.
“La racionalidad política lleva a que no se puede dudar en calificar a Venezuela, no solamente ahora, sino desde hace muchísimos años, como una dictadura. Toma uno cualquier calificación de lo que es una dictadura y es una dictadura. No se puede dudar ante un proceso electoral en el que hay proscripciones. Nosotros, quienes vivimos la dictadura [en Uruguay], sabemos bien lo que significa proscribir, lo que significa presos de opinión y restricciones al libre juego de la libertad de expresión. Todo eso ha ocurrido en Venezuela”, afirmó días atrás el politólogo e historiador Gerardo Caetano en VTV Noticias.
Sin embargo y pese a la estabilidad política que había logrado el país caribeño durante 40 años, bajo un sistema de partidos integrado por Acción Democrática (AD), de orientación socialdemócrata, y el Partido Socialcristiano (Copei), lo cierto es que a lo largo de la primera mitad del siglo XX Venezuela convivió con la predominancia de dictaduras o régimenes autoritarios.
En 1909, asumió como presidente el caudillo militar Juan Vicente Gómez Chacón, que gobernó el país bajo un régimen dictatorial hasta diciembre de 1935, cuando murió a causa de un cáncer de próstata.
Aunque durante el mandato de Gómez hubo elecciones y algunas “interrupciones” formales a su presidencia, el político y militar de todas formas mantuvo el poder de facto durante más de 25 años. Durante ese tiempo hubo represión a la prensa y a diversos sectores políticos. Tras la muerte del dictador, el régimen autoritario fue mantenido de todas maneras por los sucesores de Gómez hasta 1947.
En ese año, el gobierno de facto fue derrocado a partir de la Revolución de Octubre en 1945 y por primera vez en Venezuela hubo sufragio universal. En esas elecciones generales fue electo el escritor Rómulo Gallegos (de Acción Democrática), autor de novelas clásicas de la literatura hispanoamericana como Doña Bárbara y Canaima.
Sin embargo, Gallegos duró escasos nueve meses en el poder después de que un nuevo golpe de Estado del Ejército puso al frente del país, a partir de 1952, al general y presidente de facto Marcos Pérez Jiménez hasta 1958. Durante ese período de gobierno militar que duró una década fueron proscriptos los partidos políticos, incluso Acción Democrática y Copei.
El sistema bipartito
Según reconstruyó el historiador Gabriel Quirici en una columna en Del Sol, en 1957 AD (liderado por el político e intelectual Rómulo Bentancourt, un fuerte opositor a la dictadura de Gómez), Copei y la Unión Republicana Democrática (URD) firmaron lo que se denominó el Pacto del Punto Fijo, un acuerdo que tenía como objetivo la estabilización del sistema democrático venezolano.
“El sistema electoral permitía compartir el poder. Cuando se llama a elecciones, en cada distrito solo eran elegibles los candidatos de los dos partidos más votados. Esto implicó que de alguna manera AD y Copei generaran un sistema estable bipartidista, pero que por su forma excluía a otras expresiones partidarias menores”, explicó Quirici, en referencia a la similitud del sistema implementado con el norteamericano, donde predominan republicanos y demócratas.
“Así nace la democracia moderna en Venezuela. De 1958 en adelante van a alternarse en el poder AD y Copei, aunque con una predominancia del primero”, resumió el docente.
Bentacourt, un político con ideales socialdémocratas de izquierda, fue el primer presidente electo en 1958 tras el pacto firmado. Posteriormente, fue sucedido por Raúl Leoni, también fundador de AD y perteneciente a lo que se llamó la “Generación del 28”, un movimiento estudiantil con ideas de izquierda democrática que enfrentó la dictadura de Vicente Gómez.
Entre 1969 y 1974 el presidente electo en el país caribeño fue Rafael Caldera (Cipei), quien había sido también uno de los principales impulsores del Pacto del Punto Fijo. Caldera fue nuevamente presidente de Venezuela entre 1994 y 1999. Como primer mandatario en su último período, Caldera otorgó el sobreseimiento a Chávez, tras el fallido intento de golpe de Estado que encabezó el expresidente en el año 1992.
“Este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados. Compañeros, lamentablemente por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Nosotros acá en Caracas no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre. Es tiempo de reflexionar. Oigan al comandante Chávez y reflexionen, depongan las armas. Los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos”, declaró Chávez antes de ser encarcelado y frente a los medios de comunicación tras fracasar en el intento de derrocar el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez a tres años del Caracazo.
Petróleo: “el excremento del diablo”
Resulta imposible hablar o analizar la política o la economía venezolana sin considerar su principal producto de producción y exportación: el petróleo.
Esta enorme riqueza, que se empezó a explotar a principios del siglo XX, fue, sin embargo, causa y consecuencia de los vaivenes sociales de una economía que entre las décadas de 1950 y 1970 fue de las más estables y ricas de América Latina, y del mundo.
El país caribeño llegó a tener en esos años el cuarto Producto Interno Bruto (PIB) per cápita más alto del planeta y se la conoció por esa bonanza gracias a la inyección de los petrodólares como la “Venezuela saudita”. Durante ese período de riqueza, que igualmente convivía con altos niveles de desigualdad, la clase media, media-alta y alta venezolana arrasaba los comercios de Miami producto de la fuerte inyección de petrodólares que ingresaban al país. Al fenómeno se lo denominó con la gráfica frase: “¡Ta barato, dame dos!”.
En este orden, Juan Pablo Pérez Alfonso, exministro de Hidrocarburos venezolano y llamado “el padre de la OPEP” (Organización de Países Productores de Petróleo), advirtió en un libro que luego se convirtió en una popular cita que “el petróleo es el excremento del diablo”. Además de Pérez Alfonso, fueron varios los políticos e intelectuales que alertaron que la casi exclusiva dependencia del petróleo —atado a los vaivenes del precio internaconal— significaba una trampa a la hora de poder desarrollar una matriz productiva más diversa en el país.
Según el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Perspectiva histórica sobre el declive de la economía venezolana, Venezuela fue en la década de 1980 y también entre 2005 y 2009, la tercera economía más grande de América del Sur producto “del boom petrolero”.
Actualmente, y luego de su momento más crítico en 2019 cuando el 90% de la población era pobre, había hiperinflación, falta de recursos básicos, crisis humanitaria y sanitaria —auscenia de bienes básicos como comida y medicamentos—, el país caribeño pasó de ser la tercera economía del continente (por detrás de Brasil y Argentina) a la séptima en 2020.
“La economía venezolana experimentó dos grandes booms petroleros en el periodo 1950-2014. El primero, situado entre 1973 [la crisis del petróleo] y 1981, implicó un aumento de las exportaciones en términos reales de 217,05%. Aunque las exportaciones reales cayeron significativamente entre 1975 y 1978, todavía se mantuvieron muy por encima de los valores previos al boom. El segundo boom fue el de la era chavista, que puede ubicarse entre 2004 y 2014. En este periodo las exportaciones reales se incrementaron 240,32% al comparar el valor máximo registrado en 2012 contra el de 2003. Aún con las fuertes caídas observadas en las exportaciones reales en 2008 y 2014, estas permanecieron muy por encima de los valores observados con anteriorida. El boom de la era chavista generó muchos más recursos que el de la era democrática. Las exportaciones reales promedio del periodo 2004-2014 fueron 82,75% superiores a las del periodo 1974-1981”, apunta el trabajo del BID.
Mientras los demás países del continente fueron duramente golpeados por la crisis del petróleo de 1973, por el contrario, el aumento disparado del precio del crudo benefició a Venezuela convirtiéndola en una de las naciones más ricas del mundo, aunque basada en una economía extractivista y casi monoproductiva.
Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima, es decir PDVSA, luego de la nacionalización del recurso durante el primer gobierno da Carlos Andrés Pérez (1974-1979), era una de las empresas más grandes y ricas de toda América Latina, modelo en la producción petrolera. Al menos, hasta el siglo XXI.
A fines del siglo pasado, Venezuela obtenía el 60% de sus ingresos a partir de la exportación de petróleo, pero en los últimos años ese porcentaje ascendió a más del 90%, lo que grafica el grado de poca diversificación de la economía del país caribeño.
Los petrodólares, Chávez y la caída productiva
En febrero de 1999, tras obtener más del 50% de los votos, el comandante Hugo Chávez se convirtió en el presidente venezolano, cargo que ocuparía hasta el día de su muerte, el 5 de marzo de 2013.
Durante su mandato, el político y militar tuvo en el alto precio del petróleo (llegó a estar por arriba de los US$ 100 el barril) su mejor aliado para predicar a lo largo y ancho de América Latina su discurso de izquierda antimperialista, mientras distribuía los dividendos de los petrodólares entre los más rezagados de su país, pero también por el continente.
Chávez fundó el partido Movimiento Quinta República, que posteriormente se fusionó con la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), colectividad política que gobierna actualmente el país.
El superlativo ingreso de divisas y su propio carisma, le permitieron al comandante pintar un nuevo mapa geopolítico regional —sobre todo a partir de 2010—, para el que militó activamente con el objetivo de exportar su modelo de “revolución bolivariana”, en un período en el que predominaron los gobiernos de orientación ideológica de izquierda en la región, acompañado del “boom de los commodities”.
En su país, Chávez impulsó varias elecciones, referéndums y reformas constitucionales, incluida la reelección indefinida. Sin embargo, tras un nuevo intento de golpe de Estado fallido en 2002, esta vez en su contra, Chávez promovió y realizó cambios sustantivos en la gestión de PDVSA con despidos masivos —en particular de técnicos especializados en el oficio productivo— de miles de funcionaros que llevaron a que la petrolera pasara de producir 3 millones de barriles diarios a menos de un millón (un tercio).
Según la OPEP, en 2021 Venezuela produjo algo más de medio millón de barriles de petróleo diarios, en el marco tambien de las sanciones introducidas por Estados Unidos —el principal comprador— a partir de 2014. Durante este interín, Venezuela dinamitó sus vínculos diplomáticos con Estados Unidos, mientras fue construyendo un lazo más estrecho con países como China, Ruisa e Irán.
“Para llevar a cabo su proyecto político, Chávez dinamitó la ya frágil institucionalidad fiscal-monetaria que había heredado de la era democrática. Con los eventos políticos ocurridos entre 2002 y 2003, y el boom petrolero que se inició en 2004, el gobierno de Chávez adoptó una posición más radical con respecto a su visión de la economía. El modelo económico chavista que comenzó a configurarse a partir de 2003 estuvo basado en la creación de un mega Estado que pretendía controlar, por mecanismos directos (empresas públicas) e indirectos (leyes y esquemas de control de precios, entre otros), la asignación de recursos de la economía, restringiendo a un mínimo el rol del mercado y el sector privado”, concluyó el informe del BID que data de 2023.
El trabajo señala “que el colapso de la economía venezolana” —que tocó piso entre 2019 y 2021 después de varios años de contracción económica, peroq que se ha recuperado desde entonces— fue producto de la práctica sistemática de “políticas intervencionistas, distorsionantes y cambios institucionales”.
Aunque Chávez gobernó bajo una impronta tildada de autoritaria, fue después de su muerte, bajo el mandato de Maduro junto a civiles y militares, que la democracia venezolana se fue deteriorando y finalmente se descalabró.
Esta debilidad institucional fue acompañada o consecuencia, si se quiere, de la frágil situación económica que vivió el país entre 2014 y 2021: hiperinflación a partir de expansión monetaria, múltiples tipos de cambios, alta deuda pública (de casi el 500% del PIB), entre otras desequilibradas variables macroeconómicas.
En lo político, el principal golpe institucionalque marcó la deriva antidemocrática en Venezuela se registró después de 2015, cuando la oposición por primera vez obtuvo mayoría —de dos tercios— en el Parlamento, desde la asunción de Chávez.
Entre 2016 y 2017, tras no permitir la asunción de varios diputados opositores, el Tribunal Supremo declaró en “desacato” a la Asamblea Nacional, marcando un relevante quiebre institucional, a la vez que se instaló un parlamento paralelo tras el llamado de Maduro a la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente. Durante esos años, Venezuela tuvo además de un parlamento paralelo, también dos presidentes autoproclamados: Nicolás Maduro y Juan Guaidó. Una prueba más de la debilidad y la falta de garantías institucionales del país.
Esta es apenas una sumatoria histórica de un largo collar de perlas de más de 25 años que derivó en unas elecciones y un proceso electoral fuertemente cuestionado en el país caribeño y a nivel internacional. El resultado electoral que dio la presunta victoria a Nicolás Maduro el pasado domingo es interpelado por propios y ajenos, y generó crisis política, calle caliente, protesta social, pero sobre todo una enorme incertidumbre institucional sostenida actualmente únicamente por el poder de las Fuerzas Armadas. Acarreaba además, una emigración de más de ocho millones de venezolanos exiliados, según cifras de organismos internacionales.
En esta coyuntura, el politólogo Daniel Chasquetti dijo en radio El Espectador que “Maduro dio un paso en falso al inventar este fraude” y recordó el planteo de uno de los principales teóricos de la democracia Robert Dahl.
“[Dahl] dice que en estos procesos de transición siempre los dictadores tienen una ecuación que resolver. Esa ecuación consiste en calcular cuál es el costo de tolerar a la oposición versus el costo de suprimirla. En el caso de la primera, por ejemplo, tiene que tolerar a la gente movilizada y a Corina Machado diciendo que le robó la elección. Eso con el paso del tiempo va a erosionar su principal sustento, que no son los votos ni la legitimidad de la gente, son las Fuerzas Armadas”, reflexionó el analista uruguayo.
Y adelantó: “En tanto, Maduro realizó un fraude y no tiene margen para legitimar internacionalmente lo que ocurrió. Lo que va a suceder es que el régimen se va a endurecer. Maduro no tiene muchas alternativas porque dio un paso en falso. Se viene mano dura. La opción de Maduro hoy es esa, cerrarse y perseguir a la oposición para sobrevivir como pueda”.