El que salió diputado pero no sabe si se votó a sí mismo. El que llevó al Parlamento a gente que decía que las vacunas del covid-19 les habían imantado el cuerpo y mostraron cómo, supuestamente, se les pegaban tenedores en su piel.

El que le regaló acelgas de su huerta a Laura Raffo. El que planta orgánico desde antes de que fuera una moda. El “primero” en intoxicarse con glifosato. El ingeniero agrónomo que ejerció poco y se dedicó a la radio. El que se desencantó del Frente Amplio. El ecologista. El radical. El intransigente.

César Vega llegó al Poder Legislativo el 2 de marzo de 2019 después de haber sido una sorpresa electoral, de no haber apoyado ni a Luis Lacalle Pou ni a Daniel Martínez en el ballotage y posicionarse como un diputado rebelde.

Llegó, planteó proyectos y fue mediático, sobre todo, por su postura ante la pandemia. Dice que no es el mismo que entró, quizá menos inocente, quizá, también, decepcionado. No sabe qué le depararán las próximas elecciones, tampoco si renovará su banca.

Eso, dice, lo sabrá el 27 de octubre, el mismo día que también se definirá si los uruguayos respaldarán el plebiscito impulsado por el Pit-Cnt, organizaciones sociales y sectores de la oposición, que el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) apoya.

Por eso, a menos de dos semanas de los comicios, circula con una gorra verde, que identifica a su partido, y un pin con el sí, a favor del plebiscito.

Del norte

Vega es el primer hijo de cuatro de una madre que trabajó en Paylana y un padre que se desempeñó en Norteña, en Paysandú. Dice que crecer en el norte del país fue “perfecto”, que “todas las clases medias bajas obreras vivían bastante bien”.

“Se comía asado todos los fines de semana y los gurises éramos los dueños de las calles. Hacíamos de constructores de karting, que eran humildes chatitas de madera con rulemanes, jugábamos mucho al fútbol. Mucho de cabeza, con la pelotita de goma de Funsa”, dice a Montevideo Portal

Sin embargo, se recuerda como un niño tímido, “para adentro”, que “hablaba muy poco”. Todo lo contrario a su hermano, Jorge, que nació exactamente dos años después que él. Hay dos hermanos Vega que cumplen el mismo día.

César Vega niño. Foto: cedida a Montevideo Portal

En su infancia también conoció el espacio productivo que lo forjaría: el campo. La tradición era heredada de su familia. A pesar de que sus padres habían, de algún modo, optado por el “futuro seguro” de trabajar en una fábrica, sus abuelos, sus tíos abuelos, seguían en la zona rural. Entonces iba, y le gustó.

“Siempre quise vivir en y del campo”, dice. Para eso, estudió en la Facultad de Agronomía y se mudó a Montevideo: otro punto de “inflexión”.

De turista en la capital

El día que el diputado del PERI llegó a Montevideo viajó solo. Se bajó de un ómnibus que lo dejó próximo a la Facultad de Agronomía, en Sayago. Después, para volver a la casa de los Stagno, los hijos de Carlos, el “médico de los pobres” de Paysandú, se tomó el 130. Llegó al apartamento, y ese mismo día se volvió a su departamental natal.

Pero después no tuvo “más remedio” que quedarse en el Centro de Montevideo, un lugar que no aguantaba. Recuerda que en esa época no había shoppings, por lo que la avenida 18 de Julio estaba llena, había “muchísimo movimiento”, “mucho humo”, ruido. A veces, no dormía.

César Vega en el campo. Foto: cedida a Montevideo Portal

En Sayago, sin embargo, encontraba paz. Usaba el parque de la facultad, donde jugaba al truco con varios coterráneos que también querían convertirse en ingenieros agrónomos.

Del campo a la radio

Durante su vida estudiantil, que dividió en dos partes por la muerte de su madre, Vega se levantaba temprano a estudiar. En ese momento, sintonizaba la radio CX30. Era la época de Germán Araujo.

Un día, después de haber escuchado Agrovisión de forma asidua, y como “el tímido puede ser muy audaz”, fue hasta la radio y golpeó la puerta. Lo recibieron, lo escucharon y aceptaron que se quedara trabajando allí. El rol de Vega fue hacerles llegar a los productores rurales qué pasaba en el Mercado Modelo.

“Hacía algo que era imprescindible para ellos. No era como ahora, que vos abrís el teléfono y te dan el precio de la lechuga. En aquel momento, si no escuchabas la radio, no sabías a cuánto se había vendido tu lechuga. Nosotros lo decíamos en tiempo real, porque el mercado funcionaba de madrugada. Nosotros de 5:00 a 7:00 le estábamos dando el precio”, expresó.  

César Vega. Foto: cedida a Montevideo Portal

De algún modo comenzó a forjar su interés en ser vocero. En representar. Ser una voz. Y allí, en esa radio, siguió. Hasta que le ganaron sus ideas, dice.

La política verde

En el invierno del 83, aún bajo el régimen dictatorial, Vega comenzó a interiorizarse en la política partidaria. Llegó por Stagno, aquel médico que lo había alojado en Montevideo y era parte del Partido Demócrata Cristiano del Frente Amplio.

El médico invitó a otros jóvenes a participar. Les habló de los “rehenes de la dictadura”, un tema con el que ya estaba familiarizado por la radio. Dice que los encuentros comenzaron a llenarse, que había jóvenes interesados, que hablaban de la reforma agraria. Entonces, entró.

En el 96, Vega se mudó a un campo en Punta Espinillo, donde vive hasta hoy. Primero se instaló con la madre de sus dos hijos. Allí comenzó a plantar, a abastecerse de la tierra. En ese momento, dice, se convirtió en un “fundamentalista de lo orgánico”.

En esa época, Vega se intoxicó con glifosato. Él asegura que fue el primer caso registrado en el país, que no fue muy grave, pero que le ardía el cuerpo. Que fue al Clínicas y ahí fue donde concluyeron que se había intoxicado.

Después de eso, fue “definitivo”. Su forma de plantar cambió. Su forma de ver el mundo también.

Por eso, durante el primer gobierno frenteamplista liderado por Tabaré Vázquez, el diputado comenzó a discrepar con la fuerza política. El motivo: las plantas de celulosa de Botnia.

Militancia de César Vega contrra Botnia. Foto: cedida a Montevideo Portal

“Yo conté la verdad”, asegura. En ese espacio de la radio, en el que había integrantes del Partido Comunista, criticaba la decisión del gobierno de Vázquez, así como también otros defensores del ambiente. Y, según dice, el rating marcaba que la gente lo escuchaba.

Hasta que un día lo llamaron y le dijeron que ya estaba, que su espacio había sido vendido, que se tomara el tiempo para irse, pero que ya estaba. Entonces, eligió el Sábado Santo de 2007. Ese día dejó la radio y también al Frente Amplio. Dice que con él se fue “un buen militante independiente”. Luego rechazó propuestas de sectores y, por lo general, votó “al que iba a andar mal” porque le “gustaba votar al que fuera más chico”.

Punta Espinillos otra vez

Dos años después de haber dejado el Frente Amplio, Vega comenzó a dar cursos en su quinta. Le rendían bien, los daba los sábados y domingos, y juntaba a unas 40 personas por día.

Dentro de ese grupo de personas empezó a gestarse algo. Algunas se quedaban y tomaban mate; hablaban, compartían intereses. Entonces, en las elecciones de 2014 resultó natural hacer un nuevo partido, el PERI.

En una primera instancia iba a ser solo ecologista, pero Vega sugirió agregarle más palabras.

“Radical por lo de Artigas, de ir a la raíz. Intransigente es una persona hermosa, porque el que no transige puede terminar siendo un buen político, porque todos transigen. La mayoría de los proyectos que yo presenté dicen ‘prohibido’”, comenta ahora.

En esa elección no tuvo bancas en el Parlamento. Pero sí en la segunda que se presentó, en 2019.

El diputado contrahegemónico

Dice Vega que la primera persona ecologista que conoció fue su madre, pero que ni ella sabía que lo era. Dice, también, que es de la época en la que la leche venía en vidrio, en vez de nylon o cartón; que el mundo antes era más ecologista, que es un problema nuevo.

Y vio cosas, asegura, y empezó a investigar. Empezó con cómo los agroquímicos pueden afectar el ADN de las personas. “Yo puedo identificar problemas de salud que tengan que ver con lo que estudio. De algunas cosas yo sé mucho más que un médico”, asegura.

Entonces, se amparó en su conocimiento contrahegemónico que, según dice, forjó mediante libros, documentos, informes. Y así, llegó a la conclusión de que las vacunas tienen nanopartículas que generan la “imantización” de las personas.

El jueves 29 de julio de 2021 Vega presentó a dos mujeres, Dahiana y Yenny, en el Parlamento. Ellas decían que tenían imanes en su cuerpo y que había sido después de recibir la inmunización contra el covid-19.  

Ese momento, que se convirtió en meme y que le valió innumerables críticas y burlas, le jugó en contra, dice. En el Parlamento, en la prensa, en sus votantes. Su imagen se ridiculizó. Y aun así, no se arrepiente.

“Me provocó mucho daño, incluso a las muchachas que participaron también”, dice ahora. De todos modos, cuenta que lo invitaron a hablar de ese tema en Estados Unidos, que lo citó el senador republicano Ron Johnson. No fue porque no tenía visa.

Gente imantada en el Parlamento. Foto: FocoUy/archivo

Hoy insiste y se defiende: “Vengo a decirte que está pasando esto, es rarísimo, y dicen que puede tener que ver con esto: hagamos algo. Es lo mismo que estoy haciendo con los productos agroquímicos: miren que esto produce cáncer, alzhéimer, párkinson, autismo”. 

Para Vega, en ese momento, fue valiente. “Mucha gente debe tener en cuenta tu valentía de exponerte. Porque fue un acto valiente. Yo no soy ningún ingenuo, me di cuenta de que podía traer cola”, confiesa.

 El otro César

Vega dice que saldrá del Parlamento, si es que sale, distinto a como entró. Sale una versión decepcionada, “pero con más ganas de pelearla”. Su paso por el Poder Legislativo le mostro cómo es el mundo de la política, cómo a veces puede ser frívolo y distante. “Hay mucha frialdad ahí adentro”, dice.

Tal vez pagó su costo por el tema de las vacunas. Algunos se le acercaron, otros lo rechazaron. Es que fue un fenómeno: le dedicaron editoriales, lo criticaron, lo cuestionaron. Pero asegura, también, que otros se le acercaron.

A lo largo de su paso legislativo, Vega tuvo varios cruces, como si no tuviera miedo a guardarse nada, o incluso a insultar. A más de un periodista le dijo “pelotudo”, a más de uno lo cuestionó.

Es que, para él, es así de lineal: si alguien habla sobre su persona, tiene que entrevistarlo, llamarlo, intercambiar. Aunque reconoce que también es un personaje, una forma de ser.

Son cosas que uno hace a propósito, porque no tiene más remedio. A nadie lo pelearía por decirme pelotudo, pero a algunos los pelearía por decirme cobarde. El periodista no puede ser cobarde, tiene que ser valiente. Todos saben mi teléfono”, dice.

Vega asegura que aprendió. Aprendió qué se encajona y qué no, de qué sirve un diputado y de qué no, qué es lo que hay que hacer.

Por eso, quiere volver a la Cámara de Diputados, porque es donde “está la democracia”, y es en ese lugar donde, a pesar de las consecuencias que enfrentó, pudo hablar en contra de una vacuna que la mayoría del país vio como la salvación.