Uruguay hace años que viene luchando con el suicidio, una problemática que deja al país entre los veinte principales a nivel mundial y el que tiene las cifras más altas de todas las Américas. El 2021 fue un año particular porque era el segundo en el marco de la emergencia sanitaria y el que alcanzó cifras récord en este tipo de muertes, incluso superando los registros de 2002, un año signado por la crisis económica y sus consecuencias sociales.
Según consignó el diario El Observador en base a datos del Ministerio de Salud Pública (MSP), el año pasado se registraron 758 suicidios, lo que equivale a una tasa de 21,39 suicidios por cada 100 mil habitantes. El dato supera la cifra alcanzada en la crisis de comienzos de siglo, que fue de 20,6 por cada 100.000 habitantes y, por otro lado, se explica por el aumento de la autoeliminación en hombres.
El sociólogo, docente, investigador de la Universidad de la República e integrante del Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en Uruguay, Pablo Hein, dialogó el pasado miércoles con el programa En la Mira de VTV, donde analizó el tema y profundizó en algunos aspectos.
En primer lugar, se refirió al rol que jugó la pandemia en esta temática. Una de ellas es que los uruguayos “aprendimos poco” de la situación sanitaria en lo relativo a estos temas, que no solo involucran el suicidio, sino también los procesos de la muerte y el duelo. “Aprendimos poco a transitar en comunidad culturalmente estas instancias de dolor y duelo que tuvimos a raíz de la pandemia”, aseguró.
El experto detalló que el sufrimiento o el duelo de la familia que padece este tipo de muerte es “eterno y constante” porque los allegados a las víctimas no logran encontrar una explicación a la muerte, un proceso que colabora con el duelo.
“Cuando se produce una muerte lo que hacemos es tratar de explicar ese evento, cómo sucedió, qué fue, para abordar la etapa del dolor. Entonces, cuando logramos entender, empezamos a transitar el dolor y el dolor en duelo. El duelo es un proceso colectivo, es un rito. Si esa muerte la logro explicar seguramente ese duelo tenga un tránsito colectivo, cultural y social mucho más armónico. En el caso del suicidio, las víctimas o los supervivientes no logran una explicación de esa muerte porque es violenta, inesperada”, analizó.
“Como sociólogo, tengo una perspectiva colectiva del fenómeno. Nos sigue preocupando el enfoque del tema (solamente) en salud mental y en conducta individual. La pregunta que debemos de hacernos es: ¿por qué este fenómeno hace 30 o 40 años se mantiene estable? Si es un problema individual, ¿por qué se mantiene estable? ¿Por qué tenemos la tasa más importante de las Américas de Canadá a Argentina?”, cuestionó.
En este sentido, Hein dijo que ningún parámetro o característica de Uruguay explica la tasa tan alta de suicidios, sino que la pauta es “cultural y social”, aunque el factor “no es único”. “Los países que lograron frenar o revertir la causa tuvieron un comportamiento diferencial. Una cosa es la prevención, la intervención y la posvención, que básicamente se trabaja con la familia. No hay un determinante exclusivo”, explicó, y destacó como ejemplos a Chile y Colombia.
El sociólogo pidió no compararse con las Guyanas ni con Ecuador porque el registro de la mortalidad de esos países es “muy débil”. A su juicio, Uruguay debería medirse con Chile, Argentina, Canadá, Estados Unidos o Cuba, que tienen mejores registros.
“Cuba tiene un índice que en el imaginario se considera alto, pero hace seis u ocho años logró bajarlas con una fuerte política en la prevención, en el médico de la familia. Desencapsuló el tema de la emergencia”, comentó.
La ubicación de Uruguay entre los veinte países con las tasas más altas de suicidios "no necesariamente es por el buen registro que tenemos, porque si se ahonda en esa cuestión también se detecta un subregistro médico del suicidio", apuntó el sociólogo.
“Si miramos las cifras de suicidio y divido en tres grandes estratos a la población, el problema lo tenemos concentrado en la tercera edad, de mayores de 60-65 años", indicó. Y aunque la tasa en los jóvenes de entre 15 y 19 años "no llega a dos dígitos", el sociólogo reflexionó sobre algunas de las causas que lo podrían provocar.
“El suicidio juvenil es un problema del mundo adulto, no es un problema de los jóvenes. Es el mundo adulto que les pone pruebas o aventuras, homogéneas a todos de diferentes estratos. Las dos grandes pruebas son la incorporación al mundo adulto: el trabajo y el mundo sexual. Entonces, medimos con la misma vara a todo joven, y no solo a todo joven, sino a varones y mujeres, y los varones y mujeres llegan a esa tapa diferencialmente. La niña llega mucho más armónica con su cuerpo, el varón es torpe”, agregó.
Finalmente, Hein finalizó la charla afirmando que Uruguay necesariamente tiene que trabajar en prevención, intervención y posvención, y en el encare colectivo del problema. Destacó que se ha dado un cambio de sociedad en el que los contextos de sufrimiento ahora se deben resolver en soledad y no en colectivo. “El colectivo ya no importa más. Entonces, de alguna manera las experiencias personales van delimitando lo que es daño, lo que es sufrimiento, y lo que no soporto más”, concluyó.