Por Aníbal Falco
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A pesar de que aspiró en reiteradas ocasiones a llegar a la Presidencia de la República, Danilo Astori, el histórico líder del Frente Amplio (FA), no conquistó ese anhelo pero fue, sin embargo, quizás el político más influyente en las políticas económicas y en las reformas estructurales que llevó adelante la coalición de izquierda durante sus gobiernos entre 2005 y 2020.
Con una oratoria clara, técnica y didáctica, a veces tildada de soberbia, el economista —que conjugó a lo largo de su trayectoria el saber intelectual con el discurso político—lideró junto a los expresidentes Tabaré Vázquez y José Mujica una tríada que marcó una época en un país que a partir de 2004 logró tener su etapa más larga de crecimiento económico (hasta 2020 a consecuencia de la pandemia).
“Si la economía uruguaya del período 2005-2019 tuviera que resumirse en un nombre propio, ese sería Danilo Astori”, sostuvo el economista Germán Deagosto sobre la figura del dirigente fundador del Frente Amplio (1971) y de Asamblea Uruguay (1994), en el libro recientemente publicado La economía del primer ciclo progresista.
Como ministro de Economía, entre 2005 y 2008, impulsó y asumió la responsabilidad política de llevar adelante las reformas estructurales que se realizaron durante el primer gobierno del FA, en particular la reforma tributaria de 2007 que introdujo el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), entre otros. Dicha reforma consolidó un sistema impositivo simplificado (se derogaron 14 tributos), fuertemente cuestionado en su momento, pero que con el pasar de los años se impuso y logró el consenso político.
También durante su directriz se consolidó la profesionalización del manejo de la deuda pública, de la Dirección General Impositiva (DGI), se puso en práctica el Sistema Nacional Integrado de Salud, el plan Ceibal, se creó el Ministerio de Desarrollo Social y se llevó adelante el Plan de Emergencia.
Tras la salida de la crisis social-económica de 2002, a partir de 2005 Astori fue el capitán del barco de la economía uruguaya en un período en que el rebote de la crisis y el boom de los precios de las materias primas permitió una era de mayor prosperidad en América del Sur y en particular en Uruguay. Lideró, así, la gestión de la economía uruguaya durante 15 años de crecimiento bajo la premisa de la mejora “en la distribución de la riqueza”. Tras el golpe de la crisis, la pobreza pasó del 40% al entorno del 8%, piso estructural que actualmente se mantiene.
El contador público se fue posicionando como garante de estabilidad económica en el país, cuando a diferencia de lo que ocurrió en otros países de la región, si bien en Uruguay hubo un avance del Estado de bienestar, también se mantuvieron equilibrios (déficit fiscal e inflación controlada, manejo de la deuda externa) que permitieron llevar sin sobresaltos macroeconómicos el rumbo de la economía nacional.
Sus posiciones como ministro de Economía y también como vicepresidente lo llevaron a enfrentarse con algunos sectores de la izquierda más tradicionales que reclamaban mayor gasto estatal, pero con sus vaivenes tuvo el poder político necesario para evitar derroches al estilo de otros gobiernos de la región catalogados como de tinte “populista”.
Como secretario de Estado, dio duras discusiones a la interna del gobierno y de su partido, cuando desde sectores del FA se reclamaba fijar un porcentaje del PIB (entre 4,5% y 6%) en los recursos destinados a la educación en el presupuesto nacional.
Incluso, llegó a manejar la posibilidad de renunciar a la cartera en 2005 —cuando estaba sobre la mesa el proyecto de presupuesto quinquenal—, pero finalmente primó su criterio tanto durante el primer gobierno como en el segundo entre 2015 y 2020.
Aunque no dio el brazo a torcer en esos debates, Astori reivindicó de forma constante que los recursos destinados a la educación “siempre fueron prioridad presupuestal para el FA”.
“Con Astori tuvimos diferencias, pero menos mal que estaba”, resumió José Mujica este viernes, en referencia al gobierno que transcurrió entre 2010 y 2015, cuando se hablaba de la existencia de dos equipos económicos y las diferencias internas fueron notorias en las posiciones sobre los gastos e inversiones en el Estado y las empresas públicas, versus la posición astorista que abogó por un mayor equilibro fiscal.
Uno de los momentos más críticos de dicha gestión, fue la decisión de poner fin a la existencia de la aerolínea de bandera uruguaya Pluna, nacida 76 años atrás, como consecuencia del fracaso en una asociación con privados que había impulsado Astori en el anterior gobierno.
Antes de llegar al poder y convertirse en el referente ineludible en materia económica del FA, las posiciones de Astori en algunos temas como la reforma electoral constitucional de 1996 (que introdujo el balotaje y las internas), o su postura contraria al planteo de la cesación de pagos y determinar el default ante la crisis de la deuda en 2003, lo enfrentaron a otros sectores de su partido e incluso al expresidente Tabaré Vázquez, con quien disputó por esos años el liderazgo.
Durante su segunda actuación como ministro de Economía, rol que catalogó como el “mayor desafío” de su trayectoria política, Astori se encontró con un escenario internacional que no era tan favorable como el de 10 años antes, pero Uruguay había prácticamente triplicado su Producto Interno Bruto (PIB), que pasó en una década de ser de unos US$ 20.000 millones a US$ 60.000 millones. Uruguay era un país más rico y estable que a principios de siglo.
En el tercer período de gobierno del Frente Amplio, el crecimiento económico del país fue magro comparado con los años previos y eso se reflejó en un deterioro de las cuentas públicas.
El déficit fiscal cerró en 2019 en 4,7% del PIB, razón por la cual se empezó a cuestionar la sustentabilidad fiscal y su incidencia en el crecimiento económico. Después de perder el grado inversor en 2002, Uruguay volvió a recuperarlo en 2012, pero la economía uruguaya se desaceleró a partir de 2015 y se estancó a partir del segundo semestre de 2018.
Durante el pasado período sí se consolidó la ley de inclusión financiera, votada en mayo de 2014, y que progresivamente fue modernizando las transacciones económicas en Uruguay a través del pago por medios electrónicos. El Estado uruguayo jugó un rol central en el avance de dicha política pública y durante los años de gobierno de la izquierda se avanzó en la regulación y supervisión del sistema financiero, tras la crisis bancaria de 2002.
El decano más joven
Nieto de inmigrantes italianos, Astori nació en abril de 1940 en Montevideo y se educó en el colegio Maturana, tanto en primaria como en secundaria.
En 1963 se recibió de contador público – economista y prontamente llegó a ser grado 5. En 1972, con 32 años, se convirtió en el decano más joven de la historia de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República.
Apenas recibido, trabajó con el líder nacionalista Wilson Ferreira Aldunate e integró la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE).
Tras la intervención durante el periodo de la dictadura, volvió a ser decano de la facultad entre 1985 y 1989, año en que acompañó a Liber Seregni en la fórmula del FA como candidato a vicepresidente. Anteriormente, había rechazado la propuesta del FA para ser candidato a Intendente de Montevideo. Astori entendía que su visión de la política y de las políticas públicas se anclaba en una perspectiva de dimensión nacional.
En 1990 llegó al Senado tras encabezar las listas de todos los sectores, y a partir de ese año se convirtió en la principal referencia en materia económica de la izquierda nacional, con un viraje progresivo e intelectual que pasó de una expresión radical a una voz que fue ganando en pragmatismo liberal con aspiraciones socialdemócratas y de gobierno. Para las elecciones de 1994 fundó Asamblea Uruguay (2121), que sería el sector más votado frenteamplista en dicha instancia.
Aunque compitió en las internas del FA para llegar a ser candidato a presidente, Astori perdió con Vázquez en 1999 y con Mujica en 2009. Sin embargo, el economista se convirtió en la figura que daba garantías y certezas a los mercados ante los fantasmas del estatismo proteccionista y la economía dirigista, cuando fue anunciado —en Estados Unidos— primero por Vázquez en 2004 que sería su ministro de Economía y después al acompañar a Mujica en la fórmula presidencial.
“Danilo no es segundo de nadie. Lo de vice es un pretexto. Lo que de verdad quiero es que nos mejore el cuadro y protagonice el gobierno. Estos cinco años de éxito le deben mucho al talento de Danilo. Y en el gobierno que viene va a romper los relojes”, decía Mujica en un spot de campaña electoral en 2009 cuando el eslogan para conquistar por segunda vez el poder era “Un gobierno honrado, un país de primera”. Como vicepresidente, y dado su peso político, Astori trascendió en lo institucional el manejo del poder que le daba el cargo.
Fue, a partir de su militancia política, un “seregnista” confeso y practicante, reivindicando “la responsabilidad y la honestidad intelectual” como una de sus principales banderas a lo largo de su trayectoria política, lo que también le insumió enfrentamientos y costos políticos hacia la interna del FA.
En julio de 2022, el Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) y el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) realizaron una encuesta a economistas uruguayos para conocer el nombre de los principales referentes (economistas o pensadores en economía) para los egresados de esa profesión, tanto a nivel nacional como internacional: el referente nacional más destacado fue Danilo Astori, que falleció este viernes 10 de noviembre tras padecer una larga neumonía que lo había hecho renunciar al Senado de la República hace un año.
Danilo Astori fue sinónimo a partir de la década de 1990 de la “modernización” intelectual e ideológica de la izquierda nacional tras la disolución de la Unión Soviética (URSS), con una visión más liberal del Estado de Bienestar, llegando a convertirse en una especie de bisagra en la articulación de una propuesta política del FA, liderando por tres décadas el “ala moderada” de la coalición de izquierda.
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