Por Valentina Temesio
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El paisaje sobre la ruta 21 es verde y plano. Hay pradera, hay muchos árboles, hay plantas. En el paraje de Piedra de los Indios se ve un edificio pintado de amarillo, con una imagen de José Gervasio Artigas sobre ladrillos y el Pabellón Nacional que vuela guiado por el viento.
El edificio es grande y tiene historia. En 2024, cumplió 130 años. Tiene dos salones. Uno que de lunes a viernes se llena de niños, y otro que es “multiuso”. Tiene un comedor, una cocina, dos galpones, un patio, una pequeña huerta y una casa, donde viven Mónica Manitto, directora y maestra, y su familia.
La escuela 13 de Piedra de los Indios, en Colonia, es una de las 1.440 que reciben a más de 17.000 niñas y niños por año, según informó la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) en 2022.
Manitto llegó a ese centro de enseñanza después de haberse presentado a un concurso en 2012 para cambiar su rol en una escuela de tiempo completo y urbana para irse a una rural. Le interesaba volver: la maestra también fue alumna de una escuela rural.
Una vez en Piedra de los Indios reafirmó su camino. “Desde que estoy en la ruralidad mi vocación aumentó más”, dice en diálogo con Montevideo Portal. Su arribo a ese paraje ubicado a 10 kilómetros de la ciudad de Colonia del Sacramento tenía también un objetivo: “acercar” a la gente de la comunidad a la escuela, ya que “tenía poquitos alumnos”.
Cuando Manitto llegó eran seis alumnos, después fueron nueve. Hoy, en 2025, son 17. Entonces, el salón multiuso comenzó a recibir a la comunidad del paraje rural, que ronda los 200 habitantes. Así surgió un “proyecto a puertas abiertas”, que forjó a la escuela en un punto de encuentro entre los vecinos de la zona —la mayoría son jubilados—.
El alumnado de Piedra de los Indios tenía maestra, directora, sillas, pizarrón; todo lo que una escuela debe tener. Sin embargo, no tenía agua potable. Tampoco el resto de los vecinos. Para lavarse los dientes, o para lavar las cosas, la maestra debía servirles agua desde un bidón de plástico.
Sin embargo, en 2023, cuando el país atravesó una crisis hídrica, las cosas se volvieron más complejas. Había sequía, había pozos que estaban secos, había problemas, tanto en la escuela como en la zona, que comprende a siete escuelas rurales.
Cuando el problema se hacía mayor, la directora de la escuela recibió una llamada que cambió la historia.
Para todos
Alianza Uruguaya por el Agua, que tiene el objetivo de contribuir a la seguridad hídrica de la región, donó una unidad potabilizadora a la escuela. La donación no solo fue dirigida a la maestra y a sus alumnos, sino a las familias y a los vecinos, que durante la sequía tomaban agua dulce porque los pozos de sus casas estaban secos.
La escuela volvió a convertirse en un lugar de encuentro, donde los vecinos iban a buscar su agua. En ese momento, eran muchos quienes iban, aunque hoy son menos. De todos modos, la planta es una alternativa para los meses más secos. Así, los productores rurales se acercan al centro educativo para llevar agua a sus casas.

Planta potabilizadora. Foto: cedida a Montevideo Portal
En cambio, la vida de los alumnos sí cambió. Los niños tuvieron que dejar a un lado lo que antes les era natural: podían usar el agua de la canilla sin hacerse daño.
“No es lo mismo que tú abras una canilla y puedas calentar el agua, puedas cocinar, puedas tomar, a tener que sacar todo de una botella”, expresó la maestra.
Entonces, para estos niños, lo que para muchos es normal, se convirtió en una cosa “maravillosa”.
Por Valentina Temesio
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