Por The New York Times | Sarah Maslin Nir
Apareció el mensaje de Instagram de una chica llamada Chelsea: “Hola”.
David no conocía a nadie llamada Chelsea, pero hizo clic en su perfil: tenía el pelo castaño y una bonita sonrisa; bajo su nombre había una cita de la Biblia. Pensó que era un poco raro que le estuviera enviando mensajes a él, un extraño, en medio de un día de trabajo, pero sus selfis sensuales hicieron que eso fuera fácil de ignorar.
David, técnico farmacéutico de 32 años, dudó cuando ella le propuso chatear, pero pronto sus coquetos mensajes se convirtieron en una serie de fotos explícitas y él se dejó llevar. Cuando ella le pidió que le enviara una fotografía donde David estuviera desnudo, no lo pensó dos veces. Se metió en el baño del hospital de Nueva Jersey donde trabaja, tomó una foto y la envió.
En cuestión de segundos, empezaron las amenazas.
El teléfono de David se iluminó con mensajes: fotos que había enviado con los genitales al descubierto junto a capturas de pantalla de sus seguidores de Instagram con los que comparte apellido: su familia. “Me dijo: Te exijo 500 dólares, si no me los das voy a mandar la fotografía a toda esta gente”, relató David, que pidió que solo se usara su segundo nombre para proteger su privacidad. “Entonces empezó una cuenta regresiva”.
Pero no había ningún Chelsea. La verdadera persona detrás de la cuenta, aseguró David, era un hombre que, en el transcurso de tres días tensos, reveló de manera inadvertida que estaba en Nigeria mientras exigía cientos de dólares para mantener las fotos de David en privado. Al pagar, David se unió a los miles de personas acobardadas por una nueva estafa que se ha disparado en los últimos tres años hasta convertirse en el ciberdelito de más rápido crecimiento, según el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional.
Se trata de la “sextorsión” financiera, una variante moderna de las estafas románticas de antaño, en las que las personas solitarias eran seducidas por quienes se hacían pasar por pretendientes para que les entregaran su dinero. En otras versiones centradas en mujeres y niñas, las imágenes explícitas suelen obtenerse para obtener satisfacción sexual o para venderlas como pornografía. Esta nueva iteración se ceba con hombres jóvenes y adolescentes, y las imágenes se retienen como rescate, a menudo por tan solo unos cientos de dólares, que se pagan normalmente mediante criptomoneda o incluso tarjetas de regalo del remitente.
Sin embargo, las agencias de ciberdelincuencia advierten de que no hay que dejarse engañar por lo aparentemente poco que está en juego. Muchas de las víctimas atrapadas en esta estafa son menores: de las 13.000 denuncias de “sextorsión” financiera que el FBI recibió entre octubre de 2021 y marzo de 2023, la gran mayoría eran chicos. Y aunque los tratos de David con “Chelsea” le costaron 750 dólares (además de una espiral de ansiedad y un profundo sentimiento de humillación), las consecuencias para los chicos jóvenes pueden ser devastadoras. Según el FBI, entre enero de 2021 y julio de 2023, al menos veinte adolescentes se han suicidado ante la amenaza de que una foto embarazosa arruine sus vidas.
“No pueden entender lo temporal frente a lo eterno”, comentó Mary Rodee, la madre de Riley Basford, un chico de 15 años de Potsdam, Nueva York, que en 2021 se suicidó apenas unas horas después de ser seducido por un estafador que se hizo pasar por una chica de su edad en Facebook. Después de que Riley enviara fotos suyas desnudo, el estafador le exigió 3500 dólares para devolvérselas. Desde la muerte de su hijo, Rodee, maestra de primaria, se ha convertido en una educadora franca sobre la “sextorsión”.
También se ha unido a las filas de los padres y expertos en ciberseguridad que presionan para mejorar la protección de las redes sociales que utilizan los estafadores. “Es realmente difícil vivir sabiendo que estas personas que le hicieron esto a Riley siguen saliéndose con la suya”, aseguró Rodee. “Simplemente no puedo entender, ¿cómo es posible que las empresas tecnológicas no los detengan de inmediato? Porque podrían hacerlo”.
Consejos de ‘sextorsión’ para estafadores
En un espacio de cotrabajo de New Haven, Connecticut, Paul Raffile, analista de ciberinteligencia, puso persianas para cubrir la pantalla de su computadora de trabajo: estaba llena de perfiles de redes sociales de extorsionadores sexuales que compartían sus botines en TikTok. El año pasado, Raffile conoció la “sextorsión” cuando un amigo se puso en contacto con él para pedirle ayuda con un problema humillante.
Le sorprendió lo abiertos que eran los estafadores sobre sus hazañas, presumiendo sus objetivos (a los que se refieren como “clientes”) y comparando las mejores prácticas en tableros de anuncios públicos y cuentas de redes sociales. Desde entonces, Raffile lo ha convertido en el centro de su trabajo en el Network Contagion Research Institute, una organización independiente que identifica y pronostica amenazas en línea.
“Fue muy chocante el número de personas —especialmente jóvenes— que eran objeto de esta estafa a diario”, afirmó. “Era una locura ver lo arrogantes que estaban siendo, y lo públicos y abiertos que eran con las víctimas de ‘sextorsión’”.
Aprendió cómo funcionan normalmente. En primer lugar, un estafador situado, por ejemplo, en Costa de Marfil, crea un atractivo avatar femenino. Para encontrar objetivos, puede rastrear la cuenta de redes sociales de un equipo de fútbol de un instituto y “hacerse amigo” de todos los jugadores; a quienes aceptan la solicitud de amistad se les envían mensajes coquetos. Una vez que la persona ha obtenido una foto —que muestre los genitales y la cara, para mayor ventaja—, el estafador utilizará esa lista de personas, así como la lista de amigos en línea de la víctima, como arma, amenazando con enviar la fotografía comprometedora a compañeros de equipo, entrenadores y profesores.
‘Su mundo no se acaba’
La “sextorsión” financiera apareció en el radar de las fuerzas de seguridad hace unos cinco años, según Mike Prado, subdirector adjunto del Centro de Delitos Cibernéticos de Investigaciones de Seguridad Nacional. Conocido como C3, el centro tiene su sede en Fairfax, Virginia, a casi 30 minutos al oeste de Washington. En un imponente edificio de oficinas con un papel pintado en el pasillo que evoca el código binario, los analistas forenses examinan las huellas digitales de los delincuentes en línea, incluyendo los “sextorsionadores”.
De 2022 a 2023, entraron en el C3 cerca de 2300 casos de “sextorsión”, dijo Prado; desde octubre de 2023, ha habido 8000. Pero incluso ese notable salto es muy probablemente un recuento insuficiente, dijo, debido a la vergüenza que sienten muchas víctimas. Como ejemplo del alcance potencial: el año pasado, la empresa matriz de Snapchat realizó una encuesta a más de mil adolescentes y adultos jóvenes que reveló que casi la mitad habían sido abordados sexualmente por desconocidos hacía poco a través de diferentes redes sociales. Casi la mitad de los que compartieron fotos explícitas recibieron intentos de extorsión sexual.
“Las consecuencias no pueden ser más graves”, afirmó Prado. “Está afectando de manera desmesurada a los niños, y a los chicos jóvenes en particular”.
Las fuerzas de seguridad estadounidenses han perseguido con éxito a estafadores en el extranjero en varias ocasiones: después de que un adolescente de Míchigan llamado Jordan DeMay se pegara un tiro tras una estafa en 2022, dos hermanos nigerianos, Samuel Ogoshi, de 22 años, y Samson Ogoshi, de 20, fueron detenidos en Lagos el pasado verano tras una investigación del FBI y extraditados a Míchigan.
En abril ambos se declararon culpables de conspirar para explotar a chicos adolescentes —hubo cientos de víctimas más, según el FBI—, lo que conlleva una pena mínima obligatoria de quince años de cárcel.
No obstante, en la mayoría de los casos, la investigación de Seguridad Nacional empieza y termina en el centro de Fairfax. Aunque se han producido algunas detenciones en el extranjero, Estados Unidos no tiene ningún acuerdo formal de extradición con muchos de los países donde se encuentran los estafadores. Costa de Marfil, que los analistas del Centro de Ciberdelincuencia han localizado como la principal ubicación de los casos de “sextorsión” financiera, no tiene ningún acuerdo de ese tipo.
“Es absolutamente una fuente de frustración, y por eso hemos cambiado de táctica hasta cierto punto, y nos estamos concentrando realmente en la prevención y la educación”, comentó Prado. Para las víctimas, dijo, “es importante tener en cuenta que su mundo no se acaba”.
Presión para que haya barreras digitales
A Rodee le atormenta el hecho de que su hijo, Riley, no se diera cuenta de que tenía opciones una vez que pulsó enviar. Parte de su trabajo ahora, dice, consiste en cambiar el mensaje que durante tanto tiempo se ha transmitido a los niños de que el internet es para siempre, un enfoque que también han empezado a adoptar los defensores y la policía.
Sin embargo, tanto ella como otras personas culpan sobre todo a las empresas de redes sociales, que, en su opinión, no hacen lo suficiente para bloquear las cuentas fraudulentas. Rodee se ha convertido en una asidua del Capitolio de Estados Unidos, presionando al Congreso para que apruebe leyes que obliguen a las empresas tecnológicas a instalar barreras digitales más sólidas para los menores, entre otras reformas. Esta semana, el presidente Joe Biden promulgó la ley REPORT, que obliga a las plataformas de redes sociales a denunciar los delitos de seducción de menores, algo que actualmente no están obligadas a hacer.
“Aunque estoy enferma y triste, no puedo dejar de intentarlo ni rendirme”, afirmó Rodee.
A principios de abril, Meta, propietaria de Instagram y Facebook, anunció que probaría una función de seguridad opcional para bloquear imágenes de desnudos no deseadas y recordar a los remitentes que se lo piensen dos veces antes de compartir las suyas. Entre otras medidas, está desarrollando nuevas tecnologías para identificar posibles cuentas de extorsión sexual.
“Se trata de un espacio altamente conflictivo”, afirmó mediante un comunicado Antigone Davis, responsable mundial de seguridad de Meta. “Los estafadores y delincuentes decididos evolucionan sus tácticas para tratar de eludir nuestras protecciones”.