Mauro Martínez, conocido como “el Gordo Mauro”, estuvo sin salir, recluido y escondido algunas semanas luego de que en Villa Española lo intentaran matar dos veces. Desde ese segundo intento de homicidio, perpetrado sobre mediados de agosto, nadie había vuelto a intentar terminar con la vida de Martínez. Hasta este miércoles.
El conflicto, como informó Montevideo Portal antes, comenzó porque Martínez no pagó por la cocaína que adquirió para vender a otros consumidores. Los asesinos querían asegurarse de que —como reza el dicho— la tercera vez fuera la vencida y que efectivamente muriera.
Fuentes del caso contaron a Montevideo Portal que los homicidas se cercioraron, primero, de que el Gordo Mauro ya no tuviera su Nissan Sentra blindado, el cual le había salvado la vida en las dos ocasiones previas. En los últimos días, Martínez circulaba en un Hyundai HB20 que no era blindado y que había alquilado mientras reparaba el Sentra, destruido en el último intento de homicidio.
El segundo paso fue la información que recibieron los homicidas, que se estima salió de “un topo” vinculado a “la Mafilia”, la banda narco liderada por el Gordo Mauro. Es decir, alguien les dijo a los asesinos que sobre el final de la tarde la víctima estaría en el Polideportivo Carrasco para jugar un partido de fútbol.
El tercer movimiento fue quedarse dentro de una camioneta estacionada frente a la cancha, con plena visión de quienes estaban jugando. Identificaron a Martínez, que ese día vestía la camiseta de su equipo amateur, de color azul.
Los investigadores saben que los delincuentes no abrieron fuego mientras el Gordo Mauro jugaba, ya que se podría haber escapado entre los demás jugadores y convertido el hecho en el tercer ataque frustrado.
Por lo anterior, los homicidas esperaron a que Martínez saliera de entre los cinco jugadores de cancha. En ese momento, mientras la víctima estaba sobre el alambrado, la camioneta se acercó y se bajaron tres personas que efectuaron un total de tres disparos, uno de los cuales ingresó en la cabeza del hombre de unos 28 años.
La pérdida de masa encefálica hizo que fuera imposible para los médicos salvarle la vida al delincuente, quien llegó prácticamente muerto al Hospital Pasteur. Los homicidas, en tanto, se escaparon y quemaron el vehículo en el que se habían movido los últimos meses.