Por The New York Times | Edgar Sandoval
Los hombres llegaron sin avisar, pero Aleida Flores Garcia rápidamente se dio cuenta de las razones por las que estaban midiendo su patio trasero. “Estamos aquí para marcar dónde se va a construir un muro fronterizo”, le dijeron el verano pasado, mientras realizaban la inspección del rancho que ha pertenecido a su familia desde hace cinco generaciones.
Garcia, el último miembro sobreviviente de su familia, había logrado mantener alejado al gobierno federal por más de una década, cuando otro presidente, George W. Bush, pretendía construir una barrera que cruzaría buena parte de su terreno. Ahora, con lágrimas en el rostro, montaba guardia mientras los hombres tomaban notas y marcaban el trazado de una eventual barrera; le preocupaba que esta vez no fuera a tener tanta suerte.
Temía que esta vez el muro fronterizo sí llegaría a Los Ébanos.
Los Ébanos, un pequeño pueblo con menos de 300 habitantes, se ubica a orillas del río Bravo, el cual serpentea por la comunidad de tal manera que se siente como una barrera natural. Es el tipo de comunidad fronteriza donde las familias con apellidos hispanos han vivido desde hace generaciones, las cuales se remontan a cuando Texas formaba parte de México. “La frontera nos cruzó a nosotros”, les gusta decir a García y a muchos residentes del Valle del río Grande, donde su ubica Los Ébanos.
Ahora esa comunidad se encuentra en el centro de un intenso debate sobre las políticas migratorias cambiantes porque el aumento de los cruces ha alcanzado niveles que no se habían registrado en más de dos décadas y el gobernador de Texas prometió que fortificará aún más la frontera.
Durante una sesión especial que concluyó el mes pasado, los legisladores estatales aprobaron casi 2000 millones de dólares en fondos para la seguridad fronteriza. Aunque no se especificó cómo se invertirá ese dinero, el gobernador Greg Abbott ha dicho que necesitaría más de 1000 millones de dólares para construir barreras a lo largo del muro. Hasta ahora ha recaudado más de 54 millones mediante un sitio web en el que se hacen donaciones.
Muchos residentes como Garcia se oponen rotundamente a que un muro atraviese sus propiedades, pues consideran que es inhumano. Además, eso separaría a su pueblo binacional y bicultural del resto de la región fronteriza. Más de 100 propietarios como ella han sido demandados por el gobierno federal y sus terrenos han sido destinados a la construcción de un muro que, según las encuestas, la mayoría de los habitantes del sur de Texas no quiere.
“Este pueblo es demasiado pequeño para un muro”, afirmó Flores, de 61 años. “Se sentiría como si estuviéramos atrapados en nuestras propias casas, como una prisión”.
Sin embargo, también existe un pequeño pero creciente grupo de residentes que ha llegado a la conclusión de que solo una barrera podría frenar lo que consideran como un abrumador aumento de la inmigración, un fenómeno que no se había visto en décadas. En lo que va del año, se han producido más de 1,3 millones de interacciones entre migrantes y funcionarios fronterizos.
El debate ha enfrentado a unos cuantos vecinos que prefieren un muro contra los muchos que no lo quieren. A unas casas de la de Garcia, al menos una familia ha expresado públicamente su deseo de que se coloquen más vallas. No quisieron dar una entrevista, pero no han tenido reparos en compartir su opinión de que un muro podría ser beneficioso para su pueblo.
Las discrepancias en Los Ébanos reflejan las de muchas otras comunidades de la frontera suroeste con México, donde las opiniones divergentes en torno a la construcción de un muro se han ido gestando desde el gobierno de Clinton. Todos los presidentes que han estado desde principios de los años noventa han autorizado que se construya alguna barrera. El tema cobró relevancia después de que Donald Trump lo convirtiera en una prioridad de su presidencia, durante sus cuatro años de mandato, comprometiéndose a construir cientos de kilómetros de barreras, incluso en zonas remotas por las que pocas personas han cruzado habitualmente.
Según las encuestas, ha habido poco interés por un muro fronterizo en el Valle del río Grande, o El Valle, como lo llaman los hispanoparlantes que son la mayoría en la región. En una encuesta de 2018 realizada por la Universidad de Texas de El Valle del Río Grande , dos tercios de los encuestados dijo que no estaba a favor de uno. Eso concuerda con las encuestas nacionales que muestran que la mayoría de los estadounidenses se oponen a la ampliación del muro.
Sin embargo, el debate está muy dividido en función de los partidos, ya que unos 8 de cada 10 republicanos apoyan una barrera en toda la frontera. “Construyan el muro” era un estribillo habitual en los mítines de Trump y durante su presidencia, Trump construyó unos 720 kilómetros de vallas nuevas, aunque la mayoría están en Arizona y no en el sur de Texas.
Muchos texanos pensaron que el asunto quedaría en el olvido cuando el presidente Joe Biden asumió el cargo. Pero Abbott anunció una ambiciosa propuesta para continuar lo que Trump inició, lo cual, según los críticos, parecía diseñado para atraer el apoyo de los votantes conservadores antes de su campaña de reelección.
Dijo que había reservado 250 millones de dólares de los ingresos generales del estado para seguir construyendo un muro y le pidió a la gente que hiciera donaciones en línea.
En su mayor parte, el cercado adicional se erigiría en terrenos de ranchos vacíos o en tierras propiedad del estado o del gobierno federal. Pero los residentes temen que muchas de las áreas consideradas incluyan a comunidades pobladas como Los Ébanos, las que están justo en la frontera y son puntos de cruce frecuentes para los migrantes.
García, cuyo extenso rancho de 12 hectáreas se llama La Paloma, está acostumbrada a ver los inmigrantes sedientos y desesperados —muchos huyen de la pobreza y violencia en Centroamérica— que deambulan por su patio trasero. “Son seres humanos. Un muro no va a detener a nadie”, expresó.
Cuando los hombres con cascos de seguridad y cinta métrica llegaron a su casa el verano pasado, mientras Trump aún era presidente, ella se resistió, pero también se preocupó. Garcia dijo que el gobierno federal estaba decidido a construir en su propiedad, y este inició una eminente demanda de competencia para quedarse con la propiedad si ella no la cedía voluntariamente.
Pero Trump perdió las elecciones de 2020, y Garcia se sintió aliviada porque Biden se había comprometido a detener la construcción de un muro. “Pensamos que Biden nos iba a devolver nuestras tierras”, relató.
Pero ocho meses después de que Biden asumiera el cargo, siguen abiertas 100 demandas contra texanos que poseen tierras en la frontera, según el Proyecto de Derechos Civiles de Texas, un grupo de derechos civiles. Aunque Biden detuvo la construcción del muro fronterizo en su primer día en el cargo, los abogados del Proyecto de Derechos Civiles de Texas dijeron que hay pocos avances por parte del Departamento de Justicia para desechar los litigios pendientes y las demandas sobre las propiedades hasta este mes, cuando los procesos legales iniciados mostraban que el gobierno está dispuesto a devolverle sus terrenos a un puñado de propietarios. También dijeron que se ha reanudado la construcción de algunas barreras fronterizas en diversos lugares del Valle del Río Grande.
Funcionarios del Departamento de Justicia dijeron que había varias decenas de casos pendientes, pero agregaron que el departamento también estaba evaluando si algún propietario cumplía con los requisitos para recuperar su propiedad y estaba indagando si otros dueños tenían interés en recuperar sus terrenos. Algunos funcionarios señalaron un caso en el que el gobierno federal dio marcha atrás y planeó devolverle la tierra a su propietario en el cercano condado de Starr.
Dos de los vecinos de Garcia no pudieron esperar. Vendieron sus tierras y abandonaron la zona tras recibir cartas del gobierno federal.