Por The New York Times | Maggie Haberman

En 2020, el entonces presidente estadounidense Donald Trump le preguntó a Mark Esper, su secretario de Defensa, sobre la posibilidad de lanzar misiles a México, para “destruir los laboratorios de drogas” y aniquilar a los cárteles, y sostuvo que el involucramiento de Estados Unidos en un ataque en contra de su vecino del sur podía mantenerse en secreto, relata Esper en su próxima autobiografía.

Esas conversaciones extraordinarias fueron algunos de varios momentos que, según lo describe Esper en el libro “A Sacred Oath”, lo dejaron casi sin palabras cuando brindó sus servicios al cuadragésimo quinto presidente.

A Esper, el último secretario de Defensa confirmado por el Senado durante el mandato de Trump, también le preocupaba la especulación de que el presidente pudiera hacer mal uso del ejército el día de las elecciones al ordenarles a militares que incautaran las urnas, por ejemplo. Esper les advirtió a sus subordinados que estuvieran alertas ante cualquier llamada inusual de la Casa Blanca en las vísperas de las elecciones.

El libro, que saldrá a la venta el martes, ofrece una perspectiva asombrosamente sincera de un secretario de Defensa retirado e ilumina episodios clave de la presidencia de Trump, entre ellos algunos que eran desconocidos o poco explorados.

“Sentí como si estuviera escribiendo para la historia y para el pueblo estadounidense”, comentó Esper, quien se sometió al proceso estándar de autorización de seguridad del Pentágono para verificar información clasificada. También envió su escrito a más de dos docenas de generales de cuatro estrellas, algunos miembros del gabinete y otras personas para que opinaran sobre la precisión y legitimidad.

Para continuar con su opinión de Trump, Esper —quien a lo largo del libro se esforzó para ser justo con el hombre que lo despidió y al mismo tiempo denunciar su comportamiento cada vez más errático después de que su primer juicio político terminó en febrero de 2020— dijo con cautela, pero sin tapujos: “Es una persona sin principios que, a causa de su egoísmo, no debería estar en un puesto de servicio público”.

Un vocero de Trump no respondió de inmediato a una solicitud para ofrecer comentarios.

Esper describe un gobierno completamente rebasado por la inquietud sobre la campaña de reelección de Trump, en el que todas las decisiones estaban ligadas a ese objetivo. Esper escribe que pudo haber renunciado y consideró la idea varias veces, pero creía que el presidente estaba rodeado de tantas personas sumisas y gente que le susurraba ideas peligrosas que habrían puesto a un partidario del régimen en su lugar. Esper decidió que el verdadero acto de servicio era quedarse en su puesto para garantizar que no pasara algo así.

Una de esas ideas surgió de Trump, quien estaba descontento sobre el constante flujo de drogas a través de la frontera sur, durante el verano de 2020. Trump le preguntó al menos dos veces a Esper si el ejército podía “disparar misiles a México para destruir los laboratorios de drogas”.

“No tienen control sobre su propio país”, relata Esper que dijo Trump.

Cuando Esper planteó varias objeciones, Trump dijo que “simplemente podríamos disparar unos misiles Patriot y eliminar los laboratorios, con discreción” y agregó que “nadie sabrá que fuimos nosotros”. Trump mencionó que tan solo iba a decir que Estados Unidos no había realizado el ataque, narra Esper, quien escribió que habría pensado que era una broma si no hubiera estado frente al presidente.

En la narración de Esper, Trump parecía más envalentonado y más errático después de haber sido exonerado de su primer juicio político. Esper escribe que las decisiones personales reflejaron esa realidad, pues Trump intentó reforzar su control sobre el poder ejecutivo con demandas de lealtad personal.

Uno de los deseos de Trump era poner 10.000 soldados en activo en las calles de Washington el 1° de junio de 2020, después de que surgieron grandes protestas en contra de la brutalidad policiaca tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía. Trump le preguntó a Esper sobre los manifestantes: “¿No puedes dispararles y ya?”.

Esper describe un episodio casi un mes antes durante el cual Trump, cuyas posibilidades de reelección tomaron una nueva forma a causa de sus repetidas equivocaciones en torno a la respuesta frente a la pandemia de la COVID-19, se comportó de manera tan errática en una reunión del 9 de mayo sobre China con el Estado Mayor Conjunto que un funcionario se alarmó. El funcionario no identificado le confió a Esper un mes después que la reunión lo había llevado a investigar la Vigésima Quinta Enmienda, según la cual el vicepresidente y miembros del gabinete pueden remover al presidente de su cargo, para ver qué se necesitaba y bajo qué circunstancias se podía usar.

Esper escribe que nunca creyó que la conducta de Trump llegara al grado de tener que invocar la Vigésima Quinta Enmienda. También se esfuerza para darle crédito a Trump cuándo cree que lo merece. Sin embargo, Esper pinta un retrato de alguien que no controló sus emociones ni su razonamiento durante 2020.

Esper señala a funcionarios que consideró influencias erráticas o peligrosas sobre Trump y el asesor político Stephen Miller está casi en la cima de la lista. Esper narra que Miller propuso enviar a 250.000 soldados a la frontera sur, bajo el argumento de que una gran caravana de migrantes estaba en camino. “Las fuerzas armadas de Estados Unidos no tienen 250.000 soldados para enviar a la frontera a una tontería de ese tipo”, fue la respuesta que Esper plasmó en el libro.

En octubre de 2019, después de que miembros del equipo de seguridad nacional se reunieron en la Sala de Situaciones a observar una transmisión del asalto en el que murió el líder del Estado Islámico Abu Bakr al-Baghdadi, Miller propuso asegurar la cabeza de al-Baghdadi, sumergirla en sangre de cerdo y exhibirla para advertir a otros terroristas, escribe Esper. Ese sería un “crimen de guerra”, replicó Esper.

Miller negó rotundamente el episodio y dijo que Esper era “un imbécil”.

Esper también consideraba a Mark Meadows, el último jefe de personal de Trump, como un enorme problema para el gobierno y el equipo de seguridad nacional en particular. Meadows a menudo usaba el nombre del presidente cuando lanzaba órdenes, pero Esper deja claro que a menudo no estaba seguro de si Meadows estaba comunicando lo que quería Trump o lo que quería Meadows.

Esper también escribe sobre choques repetidos con Robert O’Brien, el asesor de seguridad nacional de Trump en el último año, a quien describe como el defensor de una estrategia belicosa hacia Irán sin considerar los posibles efectos colaterales.

O’Brien dijo que se sentía “sorprendido y decepcionado” por los comentarios de Esper. El presidente Donald Trump con el secretario de Defensa Mark Esper durante una ceremonia de bienvenida con todos los honores para este último en el Pentágono en Arlington, Virginia, el jueves 25 de julio de 2019. (Doug Mills/The New York Times) El secretario de Defensa Mark Esper observa cuando el presidente Donald Trump y el presidente polaco, Andrzej Duda, se reunieron en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington, el 24 de junio de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)