Por The New York Times | Maggie Haberman
(News Analysis)
Todavía faltan varias semanas para saber si se mantendrá la decisión que tomó la Corte Suprema de Colorado de descalificar a Donald Trump como candidato en las elecciones primarias del estado.
Pero su impacto político a corto plazo fue evidente cuando Trump bajó de un escenario en la noche del martes en Iowa, donde se enteró del veredicto poco antes de que comenzara un mitin de campaña programado.
Los aliados del expresidente publicaron en redes sociales que el fallo era una atrocidad y que la Corte Suprema de Estados Unidos debía rectificarlo.
El tribunal supremo de Colorado determinó que Trump había incitado una insurrección el 6 de enero de 2021 y que debía ser excluido de la papeleta conforme a la Decimocuarta Enmienda a la Constitución. Aun así, Trump podría aparecer como candidato —los magistrados de Colorado pusieron en pausa su dictamen ya que lo más seguro es que procedan las apelaciones— pero el equipo del exmandatario hizo poco caso a ese detalle.
Aunque Trump aparezca en la boleta, el hecho de que un tribunal haya afirmado que incitó una insurrección será usado en su contra en las elecciones generales, de maneras que sus asesores saben que podrían perjudicarlo. Pero las primarias republicanas son distintas. En privado, los funcionarios de campaña de los candidatos republicanos rivales expresaron temores de que esta decisión se viera como una extralimitación por parte de los demócratas, y que apuntalaría la ventaja actual de la que goza Trump entre los republicanos de los caucus de Iowa el 15 de enero y poco después, en las primarias.
Durante años, eventos que habrían sido un gran obstáculo para otros políticos tan solo han desacelerado el avance de Trump, en el mejor de los casos, con la prominente excepción de su derrota en las elecciones de 2020 ante Joe Biden. A lo largo de 2023, Trump ha aprovechado una serie de eventos que echan leña al fuego político y que habrían hundido a otros candidatos —como enfrentar cuatro casos penales, con 91 cargos criminales— con un electorado republicano al que se le ha dicho que los demócratas son una amenaza para su estilo de vida.
Desde marzo, Trump ha perfeccionado un manual de estrategias de victimismo, con el que ha recaudado fondos tras cada acusación, y ha alentado a funcionarios republicanos a defenderlo. Muchos —incluidos algunos que le temen al poder que Trump tiene sobre la base electoral del partido— han accedido.
Los demócratas, y los pocos republicanos en comparación, que quieren frenar a Trump describen sus aflicciones penales y jurídicas como algo que él mismo se buscó, e intentan destacar los detalles de los delitos que se le imputan. Estos son muy variados e incluyen cargos de conspiración para cometer fraude contra Estados Unidos con meses de mentiras durante el periodo de campaña electoral, cuyo objetivo era socavar la transferencia del poder, así como acusaciones derivadas de su mal manejo de documentos clasificados.
Sin embargo, una y otra vez, Trump ha enmarañado todos esos casos bajo lo que él llama una “cacería de brujas”, cuyo objetivo es detener su candidatura en lugar de obligarlo a rendir cuentas. Junto con sus aliados, ya está integrando el fallo del tribunal de Colorado en la misma narrativa.
Trump —quien ganó popularidad en el ámbito político en 2011 al propagar una mentira marginal de que el presidente Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, quizá no cumplía con los criterios para ocupar ese cargo— ahora enfrenta cuestionamientos sobre su propia aptitud para el puesto dadas las consecuencias de sus actos tras perder las elecciones de 2020. Pero, aunque la mayoría de los republicanos rechazaron sus mentiras sobre Obama, varios de ellos respaldan su afirmación de que lo trataron de manera injusta e inaceptable.
Incluso las personas que rechazan con vehemencia a Trump tienen un miedo profundo de que el dictamen para expulsarlo de la boleta solo lo ensalce entre el electorado republicano, que verá la medida como interferencia electoral, en un momento en el que los demócratas suelen describir a Trump como una amenaza para la democracia.
“Esto justifica su insistencia en que esto es una conspiración política para interferir con las elecciones”, le dijo a CNN Ty Cobb, quien trabajó como abogado en la Casa Blanca de Trump. “Así es como él quiere vender esto”, agregó Cobb, quien se burló de esa afirmación sobre una conspiración masiva, pero aun así predijo que la Corte Suprema de Estados Unidos podría anular el fallo de Colorado por unanimidad.
El equipo de campaña de Trump incluyó esa parte de la entrevista en un correo electrónico.
“EXPULSADO DE LA BOLETA, ¡CONTRAATAQUEMOS!”, exclamaba el asunto de un segundo correo electrónico de recaudación de fondos que envió Trump más tarde esa noche.
El exmandatario no mencionó nada sobre el dictamen en su mitin de Iowa, mientras los republicanos llenaban esos silencios por él. Una vez más, sus adversarios republicanos —los pocos que quedan en lo que solía ser un panorama abarrotado— se alinearon a la narrativa del hombre que intentan vencer.
En su declaración al respecto, el gobernador de Florida Ron DeSantis, cuyo calzado es objeto de burla diaria por parte del equipo de Trump y que ha batallado para remplazar al expresidente como la nueva generación del movimiento MAGA (sigla en inglés de “Hagamos que Estados Unidos sea grande de nuevo”), prácticamente expresó la propia defensa de Trump.
“La izquierda invoca la ‘democracia’ para justificar su uso del poder, aunque eso signifique abusar del poder judicial para retirar a un candidato de la boleta con base en argumentos jurídicos falsos. La Corte Suprema debería anular esto”, escribió DeSantis en una publicación de redes sociales.
Chris Christie, exgobernador de Nueva Jersey cuyo mensaje central ha sido que Trump no es apto para ocupar la presidencia, declaró que son los votantes, y no los tribunales, los que debían decidir si él llegaba o no al cargo. Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur que ha avanzado bastante en las encuestas recientes, hizo una declaración similar.
Vivek Ramaswamy, el candidato que más ha respaldado a Trump en este ciclo, aseguró que se retiraría de la contienda en Colorado si no reingresaban a Trump.
El equipo del expresidente tiene la confianza de que eso va a suceder. En privado, varios de sus asesores estuvieron de acuerdo con la valoración de Cobb de que la Corte Suprema va a escuchar su apelación y darle la razón. Ya veremos si eso sucede, o si los magistrados deciden sostener el fallo. Si sucede lo segundo, lo más probable es que se interpongan demandas similares en otros estados, aunque ya han fallado otros recursos basados en la Decimocuarta Enmienda en otros lugares.
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