Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
De apellido de origen judío polaco, cuenta que su padre nació en Ucrania, pero cuando pertenecía a la URSS. Tras la Revolución bolchevique, sus antepasados huyeron de los pogromos (persecución y linchamientos de judíos) y su padre —cuando bebé— se tomó el barco hacia el Río de la Plata en los brazos de su abuela. Acá los Trostchansky se asentaron. Y con el padre de Julio comenzaron a ejercer la medicina, con un gusto especial por la cirugía. Julio Trostchansky (52) es, hoy, uno de los 14 cirujanos de cirugía torácica en todo el país, especialidad que siguió gracias a la recomendación de su amigo y colega Gerardo Bruno.
El expresidente del Sindicato Médico del Uruguay pasa raya, años después, sobre el manejo de la pandemia por parte del gobierno, e insiste: no es cierto que Uruguay haya sido modélico en este sentido. Por el contrario, afirma que Uruguay fue uno de los países que lideró el triste ránking de “muertes evitables”, un concepto que generó polémica hace un par de años. “Lo que pasa es que se instaló un relato, en el cual los números uruguayos de infecciones y de muertes y otra serie de aspectos fueron ‘buenos’. Y los números reales dicen que no es así. […] La gente dejó de mirar los números. Pero en todos los ámbitos internacionales médicos se sabe que fuimos uno de los países que lideró las muertes evitables”, afirma.
Por estos días, Trostchansky —quien asegura no tener aspiraciones políticas, aunque milita en el sector frentista que lidera la edila Patricia Soria— suele aparecer más en programas deportivos que en las noticias sobre medicina. Es delegado de Peñarol y ha confrontado con dirigentes afines al presidente de la AUF. Trostchansky explica en qué consisten las “dos concepciones” que hay sobre el gobierno del fútbol uruguayo, y por qué Ignacio Ruglio merece continuar otro mandato al frente de los mirasoles.
“La cirugía te da la posibilidad de ver rápidamente el resultado, y también de enfrentarte a situaciones extremas, donde un paciente se puede morir en el momento que vos lo atendés, o salvarlo en una situación extrema”
¿Cómo se despertó tu vocación por la medicina?
Mi padre fue cirujano también. En las generaciones anteriores, mi abuelo era panadero y acá tuvo una academia de baile muy famosa [Academia Trostchansky], donde enseñaban tango, foxtrot, esas cosas, y la casa estaba al lado de la antigua sede de Peñarol, por la calle Maldonado. La compró Elbio Fernández. Mi padre fue de los primeros médicos, y cirujano; fue profesor de cirugía, incluso. Yo creo que la personalidad de mi viejo fue bastante dominante. Somos cuatro hermanos, dos somos cirujanos y otro es bioquímico y trabaja en la Facultad de Medicina. Calculo que tenía una vocación, pero también hubo una fuerte influencia de mi padre.
Tenés una especialidad: sos cirujano de tórax. ¿Esto significa que solamente hacés intervenciones quirúrgicas de tórax?
Soy cirujano general y cirujano de tórax. Dentro de la cirugía general, fundamentalmente me dedico a la atención al trauma, o sea, a los pacientes que tienen heridas producto de violencia civil (ya sea por siniestros de tránsito, arma de fuego o arma blanca), y el resto de mi actividad es en cirugía de tórax —fundamentalmente en la parte de coordinación—. Eso ocupa el 75% de mi actividad asistencial, y tiene que ver con la cirugía no cardiotorácica, sino torácica exclusivamente. Es decir, atiendo pulmones u otras afecciones de tórax, exceptuando las cirugías cardíacas, que son cirugías diferentes.
¿Has tenido que salvar vidas?
Sí, claro. En la cirugía de urgencia, ya sea en la cirugía general o en la de tórax, he salvado vidas, como también no he podido salvar otras. Hay situaciones en las cuales —por dolencias del corazón o pacientes que tienen cáncer— vos los atendés, los seguís, y ves que con los años se curan… He salvado vidas en la urgencia y otra cosa son los pacientes que tienen afecciones complejas, como los cánceres, que vos los operás, los seguís en el tiempo y ves que se curaron.
¿Y te sentís un poco Dios?
El ego de los médicos, y especialmente de los cirujanos, es complejo… Las especialidades quirúrgicas, en general, son complejas. No te digo que nos sintamos Dios o nos creamos Dios, pero sí tenemos la posibilidad de ofrecer salvar o curar, de forma mucho más evidente, porque hay otras especialidades que tratan patologías crónicas y que tienen que ver con el día a día, otras que previenen enfermedades. La cirugía te da la posibilidad de ver rápidamente el resultado, y también de enfrentarte a situaciones extremas, donde un paciente se puede morir en el momento que vos lo atendés, o salvarlo en una situación extrema. Es complejo. Pero no pasa solo en Uruguay, se ve en todos lados.
Cuando hablamos para gestionar esta entrevista, te definiste en tres pincelazos. Uno de ellos fue “zurdo”. ¿En qué cosas se nota —creés vos— que tenés una sensibilidad de izquierda?
En todo. Mi segundo apellido es Vasconcellos. Soy sobrino nieto de Amílcar Vasconcellos (el de autor de Febrero amargo), era el hermano de mi abuelo. Y entiendo la concepción de izquierda como una concepción batllista, del Estado como “escudo de los pobres”, la igualdad de oportunidades, la presencia del Estado fuertemente en aquellos lugares estratégicos para la vida de la sociedad. También en el concepto de país muy diferente al de otras concepciones que hay, que tienen un arraigo más nacionalista, más meritocrático, más de buscar los equilibrios económicos y no tanto las oportunidades para las personas. Y desde la formación médica, todo eso se profundiza. Desde que empecé la medicina trabajo en el ámbito privado, pero un 50% de mi tiempo lo hago en el trabajo público, en el Maciel o el Hospital de Clínicas. Eso no me define, pero profundiza mi visión por tener una mejor justicia social.
Cada vez más políticos, en los últimos años, me dicen que no creen en la definición izquierda-derecha, que es una definición vetusta, de la Revolución francesa, y que ya quedó vieja. ¿Coincidís?
Creo que eso es parte de un discurso que intenta restarle importancia a lo ideológico, de quitarle valor a las ideas y enfocarlo más hacia lo que tienen que ver con esa cultura más moderna de lo inmediato, de lograr avanzar desde el punto de vista social a través de conseguir determinadas metas económicas. Incluso con la desvalorización que algunos intentan hacer de la política señalando Argentina, pero también acá lo podemos ver. Me parece que es parte de eso. Pero, además, creo que también la concepción de izquierda y derecha tienen que ver con los derechos, y han mutado. Hoy, por ejemplo, la defensa del cambio climático también tiene un fuerte contenido de izquierda. Eso de preservar el medio ambiente, de generar regulaciones contra las grandes empresas que contaminan. O el feminismo. La izquierda ya no es solo que uno tenga ideas socialistas, socialdemócratas o comunistas, sino que tiene que ver con cuestiones ideológicas, pero que son los grandes temas de hoy. Y no quedarse con la diferencia de izquierda-derecha clásica, sino más aggiornada.
A veces quieren instalar el relato de que los jóvenes desvalorizan la política. Hoy las mayores movilizaciones las protagonizan ellos, la juventud. La mayor movilización social hoy es la del 8 de marzo [Día Internacional de la Mujer], otra es la Marcha de la Diversidad. Incluso, el 20 de mayo, la Marcha del Silencio. Lejos de desinteresarse en la política, tienen un gran interés en la política. A algunos les conviene dejarlo en el pasado, en cuanto a aquel prototipo de izquierda y derecha. Pero que hay izquierda y derecha, hay.
Fuiste presidente del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) más de un período. De 2009 a 2011, de 2013 a 2015 y, finalmente, 2015 a 2017. ¿Qué significó para vos presidir el sindicato en aquella primera instancia de 2009?
Fui el único presidente, en 102 años de historia, que fue tres veces presidente. Que tus pares te elijan, en cualquier ámbito, siempre es un honor. Ser elegido presidente por tus pares en una asociación que hace dos años cumplió 100 años y que estuvo presidida por médicos destacadísimos y que fue un pilar en todo el tema de la historia reciente, en la época de la dictadura, significó mucho. Fue un honor, claramente, y una responsabilidad, porque en aquel primer momento fui el presidente más joven (después ese mérito fue de Martín Rebella). Eso fue asumir un cambio generacional en esa época. Fue un honor, una responsabilidad, y fue realmente un honor que me llevó muchos años de mi vida en cuanto a dedicación y sacrificar otras cosas.
¿Cuáles fueron tus logros y tus debes, al frente del SMU?
Una de las cuestiones más importantes tuvo que ver con aumentar el nivel de influencia de la opinión del SMU en las políticas públicas y en la consideración de la sociedad sobre lo que el sindicato médico opina. Esos años y con la gente que después me sucedió a mí también, eso se continuó; el SMU incrementó de manera interesante esa influencia. Después, uno de los grandes logros fue sentar las bases de lo que hoy es el mecanismo moderno de desempeño profesional —lo que nosotros denominábamos, en aquel momento, cargos de alta dedicación—, un anhelo que había sido postulado durante los 40 años previos a que yo asumiera la presidencia como un ideal, y lo comenzamos a hacer realidad en ese momento. Tanto que hoy hay miles de cargos de ese tipo, y está establecido el camino para que en los próximos años la gran mayoría de los cargos sean así. Eso implica dedicarse con preferencia a un lugar, no es un monoempleo, porque sería algo muy difícil (porque está el ámbito público y el privado), pero sí la dedicación preferencial a un solo lugar, con sueldos adecuados para eso, y el camino para que todos los cargos se vayan transformando.
¿Y en el debe?
Quedó en el debe, y sigue quedando en el debe —porque es muy difícil— que como país deberíamos tener una única organización médica. Realmente, durante mi presidencia eso fue difícil. Nosotros aumentamos esa división, de alguna manera, porque en aquel momento la organización médica coexistía empresa y gremio en un mismo formato, era la FEMI. Hoy en día están separados: por un lado, los dirigentes empresariales; por otro lado, los dirigentes gremiales. El ideal es que haya un único gremio. Más allá de que haya otras expresiones, está la SAQ. Yo soy cirujano, y también tuvimos ciertos roces y puede existir como expresión, pero como organismo gremial fuerte debería intentarse que en Montevideo y el interior haya un gremio solo. Eso no lo logré.
“Creo que la concepción de izquierda y derecha tienen que ver con los derechos, y han mutado. Hoy, por ejemplo, la defensa del cambio climático también tiene un fuerte contenido de izquierda. O el feminismo”
Durante la pandemia, estuviste en el centro de una polémica cuando se dio la discusión por el concepto de “muertes evitables”. Vos dijiste en aquel momento: “Hay que hacer responsable al gobierno por las muertes que están sucediendo”. “Tenemos que dar una respuesta clara para decir que podemos comprometer el futuro del país, y tenemos que poner a Uruguay en los ámbitos internacionales de condena”, dijiste en una charla abierta por Zoom con agremiaciones médicas. ¿Cómo evocás esos tiempos y por qué sentías que había que responsabilizar al gobierno por las muertes por covid?
Lo de “muertes evitables” fue una expresión que no fue únicamente mía, aunque fui uno de los que tuvo más visibilidad que hizo ese planteo. Y hoy es algo que se puede afirmar con números. Uruguay fue uno de los países que en términos de muertes evitables ocupó los primeros lugares. De hecho, durante muchos meses, cuando nosotros proponíamos una movilidad restringida y no una cuarentena, murieron personas, cuyas muertes se pudo haber evitado. No lo digo yo, lo dicen los números.
Lo que pasa es que se instaló un relato, en el cual los números uruguayos de infecciones y de muertes y otra serie de aspectos fueron “buenos”. Y los números reales dicen que no es así. Habiendo pasado unos años de la pandemia, y ya con la gente preocupada en otras cosas y no en la pandemia, la gente dejó de mirar los números. Pero en todos los ámbitos internacionales médicos se sabe que fuimos uno de los países que lideró las muertes evitables. Y en ese momento la única posibilidad de generar un mecanismo de atención era llevarlo a lugares externos a nuestro país, porque acá estaba claro que el gobierno llevaba adelante la política de la “libertad responsable”, que estaba generando lo que nosotros estábamos denunciando, y que eso no iba a cambiar.
Es curioso, porque el gobierno uruguayo siempre se jactó de su buena gestión de la pandemia, y fue elogiado a nivel mundial, recuerdo. ¿Vos lo ves distinto?
Yo creo que no gestionó bien la pandemia. Primero, porque creo que generó una conducción más política que sanitaria durante un primer momento, hasta que se constituyó el GACH. Durante toda una primera etapa fue así. De hecho, la mayoría de las conferencias de prensa las daba el presidente o el secretario de Presidencia [Álvaro Delgado]; el ministro de Salud Pública [Daniel Salinas] estaba a un costado y se lo mandataba a no opinar, porque a veces desde el punto de vista sanitario opinaba en el sentido contrario. Porque hubo una demora del inicio de la vacunación con Pfizer por una decisión propia del gobierno, que quedó constatada en un mail, cuyo autor fue utilizado como chivo expiatorio y fue despedido del MSP, aún bajo la opinión contraria del ministro. Y porque en el momento de mayor contagio se evitó restringir la movilidad, y se introdujo un número de muertes evitables, que fue de las mayores en el mundo —vuelvo a decirte— con semanas en las que Uruguay estuvo en el número 1.
Tuvo una primera etapa en la cual el gobierno no fue el actor principal de una buena etapa de la pandemia. Lo que hizo exitosa a la primera etapa de la pandemia fue la gente, sin el acompañamiento del gobierno. Ahí viene otro argumento de por qué creo no fue una buena gestión de la pandemia, y lo estamos viendo ahora: aumentó la pobreza, hubo gente que quedó dependiendo de ollas populares para comer, no hubo protección social del Estado para las personas que estaban perdiendo el trabajo… En esa primera etapa fue la gente la que de manera espontánea restringió la movilidad, se quedó en su casa, generó poco contacto entre las personas, y el gobierno no tenía ningún tipo de medidas. Y hubo un sistema médico que acompañó esas decisiones de la gente, permitiendo que la gente se atendiera en los domicilios, que la gente no tuviera que ir a un sanatorio a testear o consultar. El gobierno no reconoció la validez del sistema, producto de una reforma previa, ni generó las condiciones para que si estaba autocuidándose, estuviera protegido por el Estado desde el punto de vista económico y social.
Sos militante del Movimiento Alba Roballo, que lidera la edila frentista Patricia Soria. ¿Te gustaría llegar al Parlamento, o sos más un militante que acompaña?
Yo milito y acompaño; nunca milité por un cargo, por interés de ocupar un cargo. Mi militancia desde el punto de vista de ocupar cargos es en el área gremial, el área política no es un espacio que me seduzca. Acompaño a aquellas personas que creo que realmente pueden acompañar algunas cosas. No está en mis planes ir al Parlamento, no está en mis planes ocupar cargos políticos. Podía haberlo hecho antes, he tenido esas oportunidades. El ámbito de la política partidaria no es mi ámbito natural; sí acompaño, como lo hago con Patricia, que también tuvo un inicio batllista, porque ella nació en el Partido Colorado y ahora está incorporada plenamente al FA, sobre todo, acompañando la candidatura de Mario Bergara. Tengo militancia, pero no tengo aspiraciones políticas. No es un cliché, lo he demostrado. No me interesa.
“La única posibilidad de llamar la atención era llevarlo a lugares externos, porque acá el gobierno llevaba adelante la política de la ‘libertad responsable’, que estaba generando lo que nosotros estábamos denunciando, y que eso no iba a cambiar”
Sos delegado de Peñarol en la AUF, en un momento en que el club integra la Unión de Clubes y está frontalmente en contra del Ejecutivo de la AUF liderado por Ignacio Alonso. Costó entender el paro de casi un mes del fútbol. De hecho, quedó claro que había cosas más importantes detrás de un aumento de dinero para los futbolistas de Segunda. Explicale a la gente por qué estuvo parado el fútbol uruguayo.
Hay dos concepciones de cómo se tiene que conducir el fútbol uruguayo. Y obviamente detrás de esas dos concepciones siempre hay ámbitos de poder o personas poderosas que acompañan una u otra forma de proceder. Acá, para entender, hay que ir unos años atrás, a cuando hubo una intervención en el fútbol uruguayo. Esa intervención fue liderada por Pedro Bordaberry, que al poco tiempo de haber sido interventor ocupó un cargo de director de una sociedad anónima deportiva [SAD], que son quienes más se beneficiaron de esa intervención previa en términos de reorganización del fútbol uruguayo. Intervención que estuvo fuertemente apalancada por un grupo de jugadores, fundamentalmente a los que pertenecían, en aquel momento, a la selección uruguaya, con [Diego] Lugano siendo su principal referente, y que tenían un enfrentamiento con la forma de conducir de algunos clubes y con la empresa que tiene los derechos de televisación, la empresa Tenfield.
Esa intervención generó que cambiara el formato de conducción [de la AUF] y que hubiera un nuevo estatuto. Hoy la AUF se dirige no solo por los clubes profesionales, sino también forman parte del gobierno del fútbol los que se denominan grupos de interés, donde el mayor son los futbolistas profesionales, pero también están las SAD, las distintas disciplinas del fútbol (amateur, femenino), los jueces… Y eso generó que los clubes profesionales, que antes eran los que generaban las políticas de la asociación, hoy quedan relegados de la conducción. Ese es el centro de la cuestión.
Hay un grupo (integrado por los clubes profesionales) que reivindica para sí las decisiones que tienen que ver con el fútbol profesional de los clubes, y otra concepción donde el fútbol uruguayo que, más allá de la contribución de los clubes profesionales, tiene a una serie de actores que necesariamente tienen que influir en las decisiones.
Intervino Ignacio Alonso y el fútbol vuelve. Sin embargo, da la impresión de que los problemas de fondo no se solucionaron, solo se tiró la pelota para adelante…
Es así. No se llegó a una solución. Vuelve el fútbol, pero los problemas no están solucionados. Así se debe leer. Ahí es donde vuelven a aparecer las dos concepciones: hay una desde los clubes profesionales en la cual la única forma de mejorar la situación de los clubes, la competitividad, la mejora de infraestructura, es emular lo que se ha hecho en otros lugares. Por ejemplo, la liga de España, donde las asociaciones quedan encargadas de los temas de las selecciones nacionales, y los clubes toman para sí la administración del negocio del fútbol y disponen de los ingresos que devienen de eso para su funcionamiento, de forma autónoma.
A eso es que se refieren cuando hablan de la creación de la Liga Profesional. ¿Por qué sería buena una Liga Profesional, como la que impulsa Peñarol junto a otros clubes?
Mirá, en España ahora renunció el presidente de la Federación Española por el beso indebido a una futbolista de la selección española del fútbol femenino, pero el presidente de la Liga es otro. Y quien administra los derechos de televisación, quienes imponen las reglas de competencia, y otras cosas para lo que nosotros vemos todos los fines de semana en la Liga, son los propios clubes. Para ponerte un ejemplo: cuando la AUF compite a nivel de Eliminatorias y campeonatos del mundo, el ingreso que viene de la FIFA, el 50% —según determina la AUF— se lo llevan los jugadores de la selección, con el 50% restante la AUF costea gastos. Y en el último Mundial, los clubes nada más tuvieron 30.000 dólares, por esa participación. Desde este lado, decimos: “Ok, está bien. Entonces, respecto al Campeonato Uruguayo, déjennos disponer de la administración del fútbol uruguayo”.
¿Por qué sería buena cosa la Liga Profesional? Porque la negociación de los derechos de televisación y el producido de esos derechos ingresarían directamente a las arcas de los clubes profesionales, y no a intermediarios como la AUF. Porque se establecen otros tipos de condicionamientos, regulados por los propios clubes; por ejemplo, que a partir del inicio de esa liga, los clubes tendrán que tener determinada infraestructura. O se establecen otras reglas como la que se denomina el fair play financiero, por las que los clubes no pueden gastar más de lo que efectivamente pueden gastar.
Con esa estructura, uno recibe el beneficio del dinero que viene de negociar el negocio, digamos, pero también asume responsabilidades para que el negocio no falle. Y además tiene el beneficio adicional, para los clubes, de que vuelve a tener la natural incidencia que merecen los clubes, a la hora de definir las cosas que queda diluida en la estructura actual, donde no solo opinan los clubes, sino también OFI, árbitros, entrenadores, sobre cuestiones que tienen que ver los propios clubes.
“La intervención fue liderada por Pedro Bordaberry, que al poco tiempo ocupó un cargo en una sociedad anónima deportiva [SAD], que son quienes más se beneficiaron de esa intervención en términos de reorganización del fútbol uruguayo”
El domingo pasado le preguntaron en Punto penal a Carlos Manta por las críticas de Peñarol, en especial de Gonzalo Moratorio hacia él. Y contestó: “Naa, están hablando de Moratorio... No es Peñarol. Peñarol es mucho más grande. Están hablando de Moratorio, y el otro muchacho que no me acuerdo el nombre”, dijo en referencia a vos. Lo sé porque Martín Charquero dijo “Trostchansky”. ¿Cómo lo tomaste?
Lo primero es que la expresión del presidente y sus delegados es la expresión institucional. Mal puede hablar Manta de cuál es la postura de Peñarol. Eso está por encima de todos. Y lo otro: son chicanas de una persona que está demodé en el relacionamiento social de hoy en día. Es una persona que cree que el tener una imagen de malevo, de “boliche”, es lo que sirve, y es una visión que está totalmente pasada de época. Las opiniones de cualquiera de nosotros son efímeras, la gloria de Peñarol es eterna.
Apoyás la candidatura de Ignacio Ruglio para las elecciones de noviembre. ¿Por qué creés que Ruglio merece seguir presidiendo el club?
Primero porque en términos generales ha sido una persona muy transparente en el manejo general del club, tanto en lo económico como en lo deportivo. Ha sido muy transparente hacia la opinión pública y hacia la interna. Porque mejoró notoriamente desde el punto de vista económico y financiero al club, y porque hizo una fuerte inversión en infraestructura. ¿Qué tiene que ver con lo deportivo? Sin infraestructura y sin sanidad económica y financiera es muy difícil volver a ganar. Son los primeros pasos para volver a ser competitivos. De hecho, hay ejemplos de otros clubes, que quedó claro que en este último período de pases no pudo comprar jugadores para esta etapa del campeonato, porque no tienen su economía saneada.
Y en lo deportivo: en términos de la competencia total, difícilmente Peñarol pierda este campeonato a fin de año, así que ganaría dos de tres [campeonatos uruguayos]. Hay que hacer una gran autocrítica de lo que fue la forma en que competimos a nivel sudamericano. Cuando uno pasa raya, no fue muy distinto a cómo le ha ido a los clubes uruguayos en los últimos 30 años, pero, al mismo tiempo, cuando se dice que tuvimos “la peor actuación” en mucho tiempo a nivel internacional, está bien, pero hay que tener en cuenta que hace dos años llegamos a la semifinal de la Copa Sudamericana (eliminando a Nacional), que a nivel de sub-20 ganamos la Copa Libertadores por primera vez, que hoy en nuestro club juegan seis de los jugadores campeones del mundo de la sub-20, más el buen momento del básquet y el rugby… Pero la gran autocrítica es que, a nivel internacional, Nacho no terminó de colmar las expectativas y tuvimos una dolorosa actuación a nivel sudamericano. Pero creo que con estos tres años merece una oportunidad, porque es la época de la concreción de otras cosas.
“¿Qué tiene que ver la gestión con lo deportivo? Sin infraestructura y sin sanidad económica y financiera, es muy difícil volver a ganar. Son los primeros pasos para volver a ser competitivos”
Sos padre de cuatro hijos. ¿Cuál es la principal enseñanza o consejo que le has dado a tus hijos?
La constancia. Es lo que les digo siempre: cada uno en sus diferentes ámbitos (el más grande tiene 22 y el más chico 12), uno puede llegar por múltiples lugares al objetivo. A veces puede ser por suerte, a veces por estar en el lugar justo en el momento justo, pero creo que hay dos cosas que ayudan: una es la pasión por lo que uno hace y, lo otro, la constancia. Si no estás enfocado todos los días con esa intención de llegar a algo, creo que no llegás. Es un poco mi experiencia de vida. Ellos encontrarán su camino.
¿Sos feliz?
Sí, sí, la verdad que sí.