Los familiares de las víctimas del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que dejó 85 muertos y 300 heridos, se congregaron este jueves esperando a la sirena ensordecedora que desde 1994 suena cada 18 de julio a las 9.53 hora local para poder honrar a sus seres queridos.
Luego de tres décadas siguen sin acostumbrarse a ese sonido, en parte porque se ven obligados a revivir una película que no tiene final. La Justicia continúa sin llegar, pero ellos siguen asistiendo al homenaje anual pese al cansancio del tiempo.
En esta oportunidad participaron diferentes organizaciones internacionales judías, así como todo el gabinete del Gobierno de Javier Milei, quien estuvo en primera fila en el acto central.
Esto generó enojo y frustración entre los familiares de las víctimas. Los que estaban cerca le gritaban en su cara “justicia” por los muertos de la AMIA.
“No representamos a ningún partido y todavía hay familiares que están fuera esperando para entrar. Si siguen viniendo políticos, no van a poder llegar”, reclamó uno de ellos a Milei, quien prefirió no responder y dejar que su custodia formara un círculo de seguridad a su alrededor.
La sirena dio inicio a un escalofrío que recordaba como esa mañana hace 30 años un conductor abordo de una furgoneta de color blanca, cargada con 300 kilos de explosivos, impactó de lleno en el frente del edificio de la AMIA en Buenos Aires.
Esa sensación solo se calmaba al ver a familiares levantar los rostros de las víctimas. Pronto la calle se cubrió de blanco y tonos sepia.
Se dio paso al minuto de silencio. Luego, desde el escenario decorado con velas y rosas, los nombres de los que ya no están fueron leídos.
Después, el presidente de AMIA, Amos Linetzky, dio un discurso en el que se preguntó “cuántas décadas más tienen que pasar” y exigió a los tres poderes de Argentina que “hagan su trabajo” para terminar con la impunidad que rodea el atentado terrorista.
La Justicia argentina responsabiliza al Gobierno iraní de aquella época y al grupo libanés Hizbulá. Si bien los acusados fueron citados a indagatoria hace más de 15 años, hasta ahora no fueron detenidos ni llevados al banquillo.
Finalmente, fue el turno de los familiares. Patricia, hermana de Mirta Strier, quien trabajaba en AMIA: “Esa fría mañana de julio quiso que cambiaras tu rutina y en vez de ingresar al mediodía llegaras temprano a la mañana. Fueron siete días de incertidumbre hasta que encontraron tu cuerpo”.
Yesica, hermana de Emiliano Brikman, tenía 17 años cuando salió corriendo en su búsqueda: “Cuando llegué no sabía ni en qué calle estaba, solo veía autos dados vuelta, mucho polvo, gente lastimada, muchos gritos y ruidos de sirenas”.
Se trepó a los escombros que había dejado la explosión, hasta que un bombero la sacó de allí porque había peligro de derrumbe. Los restos de Emiliano fueron hallados debajo del edificio en ruinas una semana después.
“Hoy traje un pedazo de aquellos escombros, una piedra que ya tiene 30 años de dolor y de impunidad. Y me dije la voy a tirar el día que mi hermano y todos los familiares tengamos justicia”, expresó Yesica.
El último en hablar fue Ariel, hermano de Ileana Mercovich, una joven de 21 años que estaba buscando trabajo para poder costearse la boda con su novio.
“Ella insistía, y me pidió que la ayudara a conseguir trabajo, no lo hice y la culpa todavía me persigue todos los días. Si la hubiese ayudado con eso, ella no hubiese venido a la bolsa de trabajo de la AMIA cuatro minutos antes de las 9.53”, contó Ariel antes de romper en llanto.
Encontró el cuerpo de Ileana siete días después de pasar horas removiendo cascotes, sacando heridos enterrados entre las piedras, con la ilusión de que alguno fuera su hermana. Sin embargo, le tocó reconocer lo que quedaba de ella por su anillo.
Esos testimonios, en algunos casos contados en público por primera vez, duraron unos minutos antes del cierre del acto, pero para las familias representan décadas de una película que se repite año a año ante la falta de justicia.
EFE - Augusto Morel