Contenido creado por Gerardo Carrasco
Curiosidades

Tiene siete vidas

Tras la muerte de su dueño, gato se mudó al cementerio y fue víctima de la crueldad humana

Para “Príncipe Garfield”, el problema no fueron los espectros de los muertos, sino los actos de los vivos.

09.04.2025 10:58

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2025-04-09T10:58:00-03:00
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Bernardino Pereira, vecino de la localidad portuguesa de Póvoa de Varzim, falleció en enero de 2024, a los 86 años.

Su deceso dejó huérfano a Príncipe Garfield, el gato que lo acompañó durante los últimos años de su vida. Y si bien la familia de Bernardino adoptó al animal, este prefirió acompañar a su amo hasta el final.

Por ello, se mudó al cementerio de la localidad y se instaló junto al sepulcro de Bernardino.

Cuando la familia descubrió el nuevo domicilio del felino, quiso llevarlo de regreso a casa, pero todos cambiaron de opinión cuando descubrieron que se había convertido en una criatura querida por visitantes y trabajadores, y que tenía un vínculo afectivo especial con uno de los cuidadores.

Por ello, los familiares del difunto dejaron que el gato siguiera viviendo en el lugar que había elegido, pero se hicieron cargo de la vacunación y de la colocación de microchip en el minino.

Príncipe Garfield continuó su apacible vida en el cementerio, cerca de los restos de su antiguo dueño y disfrutando del afecto de todos. Sin embargo, un triste acontecimiento forzó un cambio de situación. Más de un año después de su mudanza, el animal fue envenenado e internado de urgencia en un hospital veterinario.

Susana Vilar, hija del anciano fallecido, siguió de cerca la evolución de la mascota y, luego de que le dieron de alta, decidió que los días como “sepulturero honorario” habían terminado para él.

“Estábamos muy preocupados y aprensivos, pues Príncipe Garfield está bastante mayor y ya tenía algunos problemas de salud antes del envenenamiento, pero todo salió bien”, dijo Vilar en declaraciones al periódico Correio da Manhã.

Ahora, para tristeza del personal del cementerio, el gato se quedará en la casa de Susana, a salvo de lo que ella definió como “el mal humano”.