En 2023, en Uruguay, 150.000 niños, niñas y adolescentes vivían bajo la línea de la pobreza. El ingreso promedio de los hogares donde habitan estos menores era en esa fecha de $ 46.100 mensuales, incluidas las prestaciones sociales que representan un 15% del total, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Uruguay se ubica en el lugar número 38 de 40 países dentro de un ranking de pobreza infantil elaborado por Unicef, con un promedio de 31,1% de personas de 0 a 18 años pertenecientes a hogares pobres entre 2019 y 2021. Solo dos países de los relevados tuvieron en ese período una tasa mayor a la uruguaya: Turquía (33,8%) y Colombia (35,8%).
Ese ranking se encuentra en la publicación de Unicef “Pobreza infantil en medio de la abundancia”, lanzada esta semana, en donde se revisa la pobreza en niños, niñas y adolescentes en 43 países de ingresos altos y medio-altos de la Unión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y, aparte, se incluyó a Uruguay.
La investigación se presentó en nuestro país este martes en el marco del seminario internacional “Inversión en infancia: imprescindible para el desarrollo”, en donde también se discutieron políticas efectivas para combatir la pobreza infantil.
Entre los expositores de la jornada estuvo el estadounidense Dominic Richardson, profesor de la Universidad de Columbia, quien brindó una ponencia enfocada en el “gasto insuficiente en la primera infancia” en todo el mundo, con foco en Uruguay y en cómo este “está en directa contradicción con la gran cantidad de evidencia de la importancia de la inversión en los primeros años” de vida de las personas.
El expositor, que también es experto en análisis económico en el Instituto Learning for Well-Being, dijo que, pese a que hay un “consenso sobre la importancia del desarrollo de la primera infancia [0 a 3 años] en todos los sectores”, “en todo el mundo los niños pequeños reciben la porción más chica del gasto en la infancia [de 0 a 18 años]”.
Allí también apuntó a que, para que las políticas públicas funcionen, deben ir hacia generar las condiciones adecuadas en la comunidad, los cuidados y el hogar (familia, amigos, personal, miembros de la comunidad). Estas condiciones, a su vez, generan resultados que dependen de la edad y que comienzan en el nacimiento.
Para bajar a tierra esta noción dio cuenta de que “la pobreza y los entornos de aprendizaje en el hogar explican más la variación en el rendimiento escolar posterior y el desarrollo de habilidades que la alfabetización temprana o el acudir al preescolar”.
Pero también señaló que “los estilos de crianza” y “el involucramiento de la familia con los profesionales en niñez” inciden en el rendimiento escolar, el aprendizaje y el desarrollo de los niños.
El experto enfatizó en que “cómo y cuándo se gasta el dinero en los niños importa”. En esta línea, dio cuenta de que, “en la actualidad, los sistemas imponen una carga inmanejable a la educación para lograr el desarrollo infantil y humano”. Y Uruguay es un claro ejemplo de esto.
Gasto actual
De acuerdo con datos preliminares de un estudio aún inédito de Unicef y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), pero comentado en el seminario del pasado martes, actualmente el gasto público destinado a niños de entre 0 y 2 años es el más bajo de todas las franjas etéreas hasta los 18 años (con menos de US$ 350 de inversión mensual per cápita).
Los dos rubros en los que se invierte más en el país en primera infancia son “educación” y “salud” y están, en promedio, muy parejos. Lejos le siguen “protección social”, “infraestructura y vivienda” y “seguridad social”.
En esta estimación no se distingue entre cuidados y educación. Esa es la razón por la que el gasto en educación aparece desde tan temprano.
Además, a partir de los 2 años la inversión de Uruguay en “educación” es más que el doble que en el resto de los rubros.
En tanto, el gasto en “cultura” en todas las edades representa una cifra ínfima.
Buenas prácticas
Además del diagnóstico de situación, Richardson realizó un racconto de buenas prácticas de los países ricos en cuanto a políticas de cuidados.
Así, hizo una serie de sugerencias de políticas dirigidas al aumento del gasto en todos los sectores pero, sobre todo, en la primera infancia. Y, a su vez, apuntó a que el gasto comience incluso antes de la concepción y se focalice en el período anterior al año de vida.
En materia de días libres por tener un hijo, el especialista habló de brindar licencias remuneradas para madres y padres desde el período prenatal y durante el primer año completo de vida del niño; dar licencias parentales sensibles y equitativas en materia de género; y otorgar licencias especiales para “formas de empleo atípicas”, y para padres y madres en “distintas circunstancias, incluidos los no asegurados”.
Luego, en los primeros años de vida, indicó la importancia de “servicios de cuidados que comienzan al final de la licencia parental, por lo que no hay brechas en el apoyo disponible”. También puntualizó en el cuidado infantil de calidad accesible, flexible y asequible para todos los niños, en los servicios de cuidados públicos y regulados para facilitar el acceso a las familias de bajos ingresos y en la inversión en el personal de cuidado infantil calificado y con buenas condiciones de trabajo.
En consonancia, planteó la articulación de los servicios de atención a la infancia con otras políticas de atención familiar, como las prestaciones universales por hijos, entre otros.
Enfoques coordinados y aumento del gasto
El especialista recogió cálculos de Unicef sobre la eficacia de las distintas estrategias de reducción de la pobreza infantil que se están llevando adelante en la actualidad en Uruguay.
Los porcentajes muestran que “la eficacia crece con enfoques coordinados”. Así se ve que las políticas actuales en Uruguay logran reducir en un 26,3% la pobreza infantil frente a un escenario en el que no hay licencias parentales, ni transferencias o deducciones por hijos, y tampoco alimentación escolar.
En tanto, la combinación entre transferencias universales (de $ 7.397), alimentación escolar universal, y licencias parentales universales, llegaría a un 79,1% menos de niños, niñas y adolescentes pobres.
En cuanto al aumento del gasto que esto supondría, mientras que en Uruguay hoy se invierte en políticas de infancia un 0,6% del Producto Bruto Interno (PBI), lo recomendado por Richardson llevaría este gasto a un 2,7% del PBI.
Recomendaciones para Uruguay
Estas nociones están alineadas con las recomendaciones que da Unicef en materia de las políticas que podría aplicar Uruguay para “abatir la pobreza infantil”.
Entre ellas se incluye “ampliar y facilitar el acceso a las transferencias monetarias”. En este punto, el organismo expresa, a modo de ejemplo, que “una duplicación en los montos de las transferencias monetarias del Mides permitiría que 48.000 niños, niñas y adolescentes salgan de la pobreza”.
Del mismo modo, calcula que esta política tendría un costo aproximado de US$ 380 millones, lo cual representa un 0,5 % del PBI del país.
Unicef también sugiere “ampliar los servicios de alimentación en centros educativos” y dice que, “si todos los niños y adolescentes pobres recibieran alimentación en su centro educativo (incluyendo educación media), más de 30.000 niños y niñas pasarían a ubicarse por encima de la línea de pobreza”.
La siguiente recomendación es “ampliar la provisión de servicios de cuidado, incluyendo extensión horaria”. Aquí, por ejemplo, se ofrece otro dato revelador: “Si todas las mujeres que declaran no trabajar porque no tienen tiempo debido a las tareas de cuidados pudieran acceder a un empleo similar al de otras mujeres de características similares, más de 20.000 niños, niñas y adolescentes podrían superar la línea de la pobreza”.
Otras sugerencias son: mejorar la inserción en el mercado de trabajo y fomentar la formalidad; una mayor aplicación de la pensión alimenticia; mejoras en las políticas de vivienda y, por último, generar una estrategia integral de erradicación de la pobreza infantil.
Unicef toma la medición de pobreza infantil que realiza el INE para determinar cuándo un niño pertenece a un hogar pobre. Este cálculo se hace a partir de sumar todos los ingresos de los miembros del hogar y comparar el resultado con la línea de la pobreza que le corresponde a ese hogar.