Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Santiago Tavella tiene 62 años, canas en su pelo enrulado y una altura que supera el metro ochenta. Sin embargo, el intelectual de la música que alguna vez abrevó en Villaurrutia o Huidobro para escribir versos que rimen a modo de juegos de palabras ingeniosos, o en Faulkner u Onetti para crear una ciudad imaginaria, todavía entiende que la mejor forma de crear y darle una impronta personal a sus obras (ya sean en textos, canciones, pinturas u obras visuales) es buscar en su interior al niño Santi.
Es clara su influencia en El Cuarteto de Nos, y sus letras se distinguen —desde “Me agarré el pitito con el cierre” en el exitoso Otra navidad en las trincheras, hasta “El karaoke de mi noviecita” de Raro, otro disco exitoso, este a nivel internacional—, pero lo mismo sucederá si uno ve sus pinturas o acude a una exposición visual del artista Tavella. Él lo explica así: “En lo que hago, siempre hay un juego, algo lúdico, algo donde está el humor, se integran elementos en lo visual donde está la palabra, de la misma manera que en la música que hago está la palabra. Ya pintando con [Miguel Ángel] Pareja, empecé a meter palabras y él miraba raro, y le dije: ‘¿Cuál es el problema? Yo hago canciones también, hago música y meto palabras. ¿Por qué no hacer una pintura donde haya palabras?’”.
Por estos días, tras haber anunciado su alejamiento del Cuarteto en un comunicado oficial, Tavella se apresta a organizar otro “encuentro secreto” en El Otro Tavella, a producir artistas que tengan algo para decir (aunque no tengan muy claro qué) y a hacer su música, alguna en la que juegue con las palabras y, de nuevo, digan algo. El niño que prefería quedarse a dibujar en vez de salir a jugar a la pelota metido en el cuerpo de un grandulón sesudo todavía tiene cosas para expresar y mostrar.
“En 1980 no había Facultad de Bellas Artes. Yo había empezado a hacer música entre 1977 y 78, cuando conocí a Roberto y a Riki... Tenía esta cosa de la pintura, que me interesaba mucho, pero dije: ‘Yo estoy escuchando música todo el día. ¿Cómo hacemos con esto?’”
Cantante, autor, músico, pintor, escritor... ¿Qué fue primero?
Lo primero fue el dibujo. De niño empecé a ir a un taller de expresión plástica de unos amigos de mis viejos, y a los 13 años dije: “Yo no estoy para estos tallercitos”. Era un taller de dos arquitectos y ahí aprendí un montón de cosas. Y justo ahí descubrí al viejo [Miguel Ángel] Pareja, vi sus pinturas y me parecieron increíbles. Le dije: “Yo tengo que aprender con usted”, y me miró con cara de “yo no le doy clases a niños”. Fui un par de veces a la casa, y una vez me dijo: “Mirá, yo voy a estar dando clases en una galería de arte, anotate ahí”. Y, para mí, fue mi primer gran maestro, de los que elegí, siendo un pendejo de 13 años.
Y, de niño, ¿cómo eras? ¿Te gustaba salir a jugar a la pelota o preferías quedarte escribiendo o pintando?
No, tenía dos amigos en el barrio, en la misma cuadra, que nos juntábamos en la casa de uno de nosotros a dibujar. Éramos “de apartamento”, por decirlo de alguna manera. Hoy uno de ellos es arquitecto, el otro es animador, hace dibujos animados, storyboards y cosas por el estilo. Yo estudié arquitectura, pero fue medio por descarte.
¿Es cierto que un libro sobre la arquitectura de Brasilia que te regaló tu viejo despertó tu vocación por la arquitectura?
La arquitectura me interesaba y en casa había muchos libros de arte, todo eso me interesaba mucho. En 1980, el año que yo tenía que entrar a facultad, no había Facultad de Bellas Artes, y yo había empezado a hacer música. Había empezado entre 1977 y 78, cuando conocí a Roberto y a Riki [Musso]... Por un lado, tenía esta cosa de la pintura, que había estado desarrollando y me interesaba mucho, pero en determinado momento dije: “Yo estoy escuchando música todo el día. ¿Cómo hacemos con esto?”, porque era algo de mucho interés para mí. Por ese motivo, primero me puse a estudiar, pero tenía un amigo que tenía una banda, y yo le dije que tenía que tocar con él. A los dos nos gustaban los Beatles.
Entraste en 1980 a la Facultad de Arquitectura, pero nunca te recibiste. El músico le ganó al arquitecto…
A principios de los 90 ya solo me quedaba la carpeta, y eso estaba bien… Estaba trabajando en el Banco Hipotecario, con un cargo técnico, pero yo tenía amigos de facultad que estaban trabajando más en cosas de arquitectura, y me fui dando cuenta de que ellos estaban muy metidos con la carrera, y que no les quedaba tiempo para hacer otras cosas. ¡Y a mí lo que me interesaba era hacer otras cosas!
Cuando empezamos a hacer música, hasta el 80 y algo fue un proceso primero de empezar a tocar cosas que podíamos tocar. Empezamos con canciones de los Beatles (después nos dimos cuenta de que las tocábamos mal), y nos empezó a gustar música que no podíamos tocar, que no nos daba. Con Riki [Musso] nos gustaba Los que Iban Cantando, los fuimos a ver y estaba muy trabajado lo escénico, los movimientos, cómo entraba cada uno. Una cosa muy global, que nos pareció interesante. Éramos fans de ellos, sobre todo de [Luis] Trochón. Un día me lo encontré, y le pregunté si él daba clases. Me pasó su número, y estuvimos yendo con él. Él nos juntó con Mandrake Wolf, otro alumno, porque entendió que podíamos congeniar. Y ahí fuimos desarrollando esa idea de hacer canciones.
Cuando decidimos ponerle nombre al grupo [El Cuarteto de Nos], no teníamos demasiado claro para dónde íbamos… Después nos dimos cuenta que nos gustaba el humor, lo absurdo, y ahí [Alberto] Restuccia y [Luis] Cerminara fueron nuestros maestros, sin serlo, también Trochón, o [el musicólogo] Cohriún Aharonián…
Sos una especie de Da Vinci, te falta inventar algo que sirva para arreglar cosas o solucionar problemas... ¿Cuál es el denominador común de tantas inquietudes artísticas?
Yo durante mucho tiempo tenía una visión típica de los occidentales de que todas las disciplinas estaban separadas: que yo en la pintura hacía determinadas cosas, en la música hacía otras cosas… Pero ya de grande, hace algunos años nomás, me di cuenta de que el denominador común de tantas inquietudes de las artes en general, a lo largo de la historia, es aquella idea de la separación de las disciplinas (la música, la poesía, la danza, la pintura, la escultura, la arquitectura). Si vos te vas un poquito más para atrás, o en general, si ves en serio cómo se vinculaban los artistas, te das cuenta de que hay una globalidad, que a veces se manifiesta en trabajos en equipo o de repente pasa con algunos artistas que manejan más de una disciplina… Y eso viene porque toda la cuestión artística viene de cuestiones rituales, religiosas, y de culturas ancestrales, en las cuales estaba todo junto.
Uno piensa en la escultura en el Renacimiento, y pensás en una escultura en blanco y negro, pero los griegos, que habían hecho esas esculturas que empezaron a copiar, hacían unos templos donde tenían esculturas, y se reunía la gente para determinados rituales, y tenían teatros. Y en ese teatro había un coro, y estaba escrito en verso. La odisea, La ilíada, estaban divididos en cantos, y vos pensás: “Claro, debía ser Homero que iba con una lira por las plazas cantando”. Es como que empezás a ver que todo viene junto.
Yo domino más de una disciplina, pero para muchas otras cosas me interesa trabajar con gente… Ponele, para la parte visual, yo le tiro ideas a Cabetrust (Virginia Arigón se llama), la DJ de Otro Tavella, y ella las va desarrollando y va haciendo cosas para proyectar mientras yo hago música. Y siempre nos interesó, desde un principio, en un espectáculo musical pensar qué hacíamos, qué acciones hacíamos, cómo se leía eso que hacíamos. Eso estuvo siempre en mi vida, pensar otros proyectos, quizás secundarios, pero que se terminaron juntando.
Sos fundador de El Cuarteto de Nos, a comienzos de los 80. ¿Qué buscaron con los hermanos Roberto y Riki Musso por allá por el 84, con el primer disco, ese con Mandrake Wolf? ¿Qué querían hacer?
El proceso del 80 al 84 te diría que viene de ir aprendiendo, copiando cosas, tocando cosas de gente que nos gustaba. Y, creativamente, veníamos haciendo unas cosas por joder… Cuando los conocí, vi que era divertido el plan. Algo donde estaba muy presente el absurdo, íbamos a ver en teatro a Restuccia y Cerminara, leíamos cosas…
Tajo, el Macondo del Cuarteto, ¿fue idea tuya?
Ellos tenían una ciudad imaginaria, y yo había leído a Onetti, a Faulkner y a García Márquez —todos tenían una ciudad imaginaria—, y les dije: “Ah, claro, como Onetti y García Márquez”. Y Riki y Roberto, sorprendidos, me dijeron: “¿Eh? ¿Quiénes son?”. Ellos ya la habían bautizado Tajo, y el dibujito de Soy una arveja lo hice yo (el mapa de la ciudad), y luego se lo pasé a Rodolfo Fuentes, que lo dibujó con tinta, lo coloreó, y quedó re bueno.
Hay una cosa lúdica, casi infantil de tus letras, pero que también quedan en evidencia en algunos libros como A este lo ablando hablando. Leyendo Resurrecciones y rescates, de Ida Vitale, me topé con una crítica literaria suya al poeta mexicano Xavier Villaurrutia (1903-1950), quien escribió la poesía “Nocturno en que nada se oye”, que dice: “y mi voz que madura…”
“...y mi voz quemadura / y mi bosque madura / y mi voz quema dura”. De él tomé “Nocturno de la estatua”: ese texto lo trabajé primero en el taller de Coriún Aharonián, y años después lo hice bien, con suficientes manejos del lenguaje musical y es una de las canciones que está en Fuera de la realidad, el primer disco que saqué de forma independiente, en 2017. Lo hice con Otro Tavella y los Embajadores del Buen Gusto, y se llama igual que la poesía, “Nocturno de la estatua”.
Qué loco… No lo sabía, pero leí a Villaurrutia y me acordé de tus juegos de palabras. Me da la impresión de que eso primero te divierte a vos, esos juegos de palabras ingeniosos, para que después funcione en el público, ¿no?
Sí, sí, sí… Es como el comediante que hace un chiste, y a él mismo no le hiciera gracia.
“Ellos tenían una ciudad imaginaria, Tajo, y yo había leído a varios autores, y les dije: ‘Ah, claro, como Onetti y García Márquez’. Y Riki y Roberto, sorprendidos, me dijeron: ‘¿Eh? ¿Quiénes son?’. El dibujito de ‘Soy una arveja’ lo hice yo”
¿Cuál fue el gran click de la banda: Otra navidad en las trincheras (1994) o Raro (2006)?
Los dos tuvieron en común una... (piensa) algo de mucho riesgo. Los dos asumieron mucho riesgo. Otra navidad… dijimos: “Pah, a nadie le interesa lo que hacemos”. El sello Orfeo lo quería hacer en caset, porque vendíamos poco. Hablamos con Ayuí, porque queríamos salir en CD. Estaban saliendo los primeros CD de músicos uruguayos, y queríamos salir en CD. Y fue un boom. Siempre que tomamos decisiones arriesgadas nos fue muy bien. Fue una decisión arriesgada y tuvo una gran repercusión en Uruguay. Tratamos de ver qué pasaba en Argentina, y allí dijeron (imita acento porteño): “Chicos, están buenas las canciones, pero ustedes tienen que sonar más grande, tienen que producirse”. Y 12 años más tarde pasó eso, con Raro. Pero hubo varios intentos antes: en el 2000 Koala Récords sacó Cortamambo, lo grabamos en Argentina, con un técnico experimentado, y la idea era que sonara mejor. Estuvo bien, pero no representó ninguna cosa enorme, no fue un boom.
Después hicimos una recopilación, ahí ya trabajando con [Juan] Campodónico como productor. Esa recopilación estuvo bien, pero ahí tampoco explotamos. Y pensamos “hasta acá llegamos, sigamos componiendo y haciendo música, pero ya no la vamos a pegar”. Y viene Campodónico y nos dice: “Che, ¿vamos a hacer otro disco?”. “¿En serio?”, pensamos. Y salió Raro, un disco en el que Roberto estaba haciendo canciones muy distintas. Las dos canciones mías en Raro eran canciones que yo había estrenado en otros ámbitos, con otra gente, pensando en otras cosas. Fue todo un cambio, un riesgo, y, bueno, pasó lo que pasó.
En agosto del año pasado, Riki Musso contó en 970 Universal por qué se fue de la banda que lidera su hermano. Dijo: “Yo me fui de la banda porque a mí no me gustaba lo que estaban haciendo. Me fui para otro lado, más guitarrero. La banda se fue para algo más tecno y yo me pregunto qué hace un guitarrista. Cobra, pero nada más”. ¿A vos te pasó en algún momento de tener ganas de irte, antes de este año, claro?
Mirá, cuando pasó lo de Riki, en 2008, yo lo entendí… Estaba por salir Bipolar, y Bipolar no le había gustado como disco. Yo pensé: “Bueno, si no te gustó el disco, se entiende [que no quieras seguir]”. Yo en ese momento no tuve ningún dilema por irme. De hecho, me entusiasmaba en lo que estábamos.
“Pensamos: ‘Hasta acá llegamos, sigamos componiendo y haciendo música, pero ya no la vamos a pegar’. Y viene Campodónico y nos dice: ‘Che, ¿vamos a hacer otro disco?’. ‘¿En serio?’, pensamos. Y salió ‘Raro’, un disco en el que Roberto estaba haciendo canciones muy distintas”
¿Cómo te afectó la fama? ¿En qué te sumó como artista que canten tus letras en distintos países del continente?
Breve historia sobre la fama en mi vida: me acuerdo que yo había tocado en el primer concierto que hubo de Los Tontos, yo dije: “Pah, esto no me convence”, y después, Los Tontos tuvieron un éxito muy importante. Y yo, frente a eso, dije: “Está bien, pero eso a mí no me interesa mucho, yo quiero hacer otras cosas”. Y en ese momento, El Cuarteto me parecía el mejor vehículo para hacer esas cosas que yo quería. Después conocimos lo que era ser famosos acá en Uruguay con Otra navidad... Y lo bueno es que cuando Los Tontos fueron famosos, éramos jóvenes de 23 años, y cuando nosotros conocimos la fama no éramos demasiado famosos, hacíamos unos espectáculos que nos divertían mucho, iba gente, pero no era una especie de “¡aaaahhhh!”.
En el 94, cuando teníamos 33 años más o menos, ahí sí conocimos la fama, pero ya habíamos crecido y no nos afectó, porque la fama va y viene. Después de Otra navidad… vimos venir que venía una bajada, y por eso hicimos Barranca abajo. Y después, la fama internacional nos agarró más grandes. Estuvo muy bueno que me agarrara grande Otra navidad… y más grande Raro, porque uno no se la cree tanto. “Ok, bien, está pegando la cosa. Hicimos las cosas para que la gente las escuchara”. No había ningún misterio en eso, era lo que queríamos. Nunca nos la creímos.
A propósito de tus letras, me da la impresión de que tus composiciones son muy distintas a las de Roberto. Pienso en “Pobre papá”, “Eres una chica muy bonita”, “Enamorado tuyo”, “El niño de Guatemala”, “El karaoke de mi noviecita”, entre otras. Ingeniosas todas, las tuyas van por otro lado. ¿Por dónde dirías que van tus letras? ¿Qué tienen en común?
Podría decirte: el absurdo, el humor, el humor negro, el buscar el tratar de olvidarme de que soy un adulto, y buscar al niño. Eso es muy importante. Yo crecí en una generación que de repente te decía que “había que tomar conciencia” y en determinado momento me di cuenta de que nosotros —yo, sobre todo— lo que veníamos haciendo tenía mucho que ver con el inconsciente. Yo estudié canto con Nelly Pacheco en los 80, estuve yendo dos años, y después me puse a estudiar con ella cuando tenía 50 y pico, ahí como cuatro años. Una de las cosas que aprendí es esa: uno no tiene dominio sobre el hecho creativo, y lo vi en algo muy físico que es el canto. Me decía cosas como “¡no pienses!”, “¡acordate del nenito!”. La búsqueda de lo infantil, por decirlo de alguna manera, como elemento importante.
Luciano Supervielle me dijo para este espacio que en sus creaciones siempre está buscando “la belleza”. Vos, en cambio, dijiste en Protagonistas de Del Sol FM que “la maldad” o “lo malvado” son importantes en tus creaciones artísticas. ¿Por qué?
Yo creo que en la belleza hay maldad, hay perversión. Si le preguntás a un estudiante de primer año de Psicología que te dé una definición del niño, te dirá que el niño es “el perverso polimorfo”. Y si vos creativamente lo que estás haciendo es buscar a ese niño a la hora de cantar, de dibujar, de ser espontáneo, auténtico, si estás buscando eso, estás buscando a un personaje conflictivo. Ese perverso polimorfo se educa y se convierte en una persona con la cual podés hablar. Pero para crear tenés que volver a ese perverso polimorfo, y ahí llegás a ese concepto de maldad… porque el niño tiene esa cosa. Y de eso, de ahí, surge la belleza.
En un momento había salido el libro de Umberto Eco Historia de la belleza, y luego Historia de la fealdad, y para mí ahí le erra porque, en realidad, todas las cosas que él muestra en la Historia de la fealdad son muy bellas, y en las cosas que muestra en la Historia de la belleza hay fealdad o cosas por el estilo. Creo que el concepto de belleza va más allá de lo lindo, de lo bonito; belleza desde el punto de vista kantiano es algo más. Me acuerdo que con la pintura, a veces, el viejo Pareja decía, frente a algo que no lo conmovía: “Sí… eso es bonito”, como diciendo, “pero no me mueve”.
“Una de las cosas que aprendí con Nelly Pacheco es que uno no tiene dominio sobre el hecho creativo, y lo vi en algo muy físico que es el canto. Me decía cosas como ‘¡no pienses!’, ‘¡acordate del nenito!’. La búsqueda de lo infantil, por decirlo de alguna manera”
Estuviste 40 años con la banda, atravesaste todas las etapas, desde ser una bandita de culto y divertida al mainstream total y tocar en toda Latinoamérica, ganando Grammys. ¿Por qué abandonar la banda ahora, en 2024?
Yo tenía otros proyectos, como Otro Tavella. Quería producir otros artistas, pintar más, poder trabajar más en cuestiones de artes visuales, poder hacer una obra mía más personal. Lo estuvimos hablando durante un tiempo. Lo planteé hace como dos años, y se dio ahora. Yo dije: “Hay un montón de cosas que quiero hacerlas al 100%”. De repente estoy trabajando con un artista para que haga una muestra en algún lugar, y de repente hago una curaduría o escribo algo para ese artista, o trabajo canciones con distintos artistas y de repente los produzco acá en el estudio. Y El Cuarteto me absorbía mucho. Lo que más me gusta hacer hoy es todo esto.
¿Qué fue eso de renunciar a un empleo público? ¡Devolvé la cédula!
Eso fue en 2011. Yo tenía un trabajo que era muy interesante… Había pasado del BHU, de donde me aburrí, me di cuenta de que la arquitectura no era lo que me interesaba, y conseguí un pase en comisión a la IM, trabajando como asesor cultural. Y rápidamente me puse a trabajar en lo que es la organización de exposiciones en el Subte, en el Cabildo. En 1998 fue la primera vez que hice una curaduría de una exposición, y vi que era interesante. Y en 2011 era director artístico del Subte. Lo que pasó fue que yo estaba con pase en comisión, pero con ese cambio de gobierno, yo tenía que volver al BHU porque se terminaba el pase. Y no quise volver a trabajar en una oficina. Dije: “No, de ninguna manera”.
Hoy estás abocado a tu banda, Otro Tavella y los Embajadores del Buen Gusto, y a tu estudio de grabación El Cuarto Tavella. ¿Qué son los “encuentros secretos El Cuarto Tavella”?
Eso lo empezamos a hacer en 2017. Como el espacio es grande, dijimos: “Vamos a hacer toques acá, en plan función privada”. Ponemos un WhatsApp (el 091424802) y entonces ahí los dejamos pasar. Vos comprás un dibujo o alguna cosa que haya hecho yo, y yo te invito a mi fiestita, por decirlo de alguna manera. Sigue siendo así: no cobro una entrada, te vendo algo mío: dibujos o cosas digitales que están impresas, de un precio de $ 2.000. Y con eso pasan a ver el show, y toman algún trago, todo incluido. El 18 de mayo es el próximo.
Hubo cosas de gente que a mí me interesaba, que vinieron a tocar en el estudio. El 3 de mayo viene Diego Azar con Álvaro Salas, que hacen un dúo de guitarra y tambor, y el 18 de mayo toco yo con los Embajadores del Buen Gusto. Rearmé la banda con el guitarrista Santiago Lorenzo y el baterista Miguel Romano.
¿Qué tipo de artistas te gusta producir? ¿Qué géneros te calzan como productor artístico?
La cosa no viene por géneros. Viene porque sea gente que tenga algo para decir. En general, cuando tenés algo para decir, no sabés muy bien lo que es, ¿no? Cuando veo que hay alguien que tiene algo sustancioso para decir, me doy cuenta. Valoro la originalidad, claro. Veo que hay productores que buscan seguir determinadas normas porque “esto es lo que funciona”, y te dicen “no hagas esto, no hagas esto otro, vamos a hacerlo así”. Yo busco gente diferente, competente, eh… pero que tenga originalidad. Siempre termina siendo gente que escucha mucha música, que lee, que hace cosas interesantes, que tiene búsquedas o inquietudes.
Nunca vi un cuadro tuyo, que sos más que un pintor; sos un artista visual. ¿Cómo podrías definir tu obra?
Tienen mucho que ver con esa cosa lúdica… Los dibujos que estoy haciendo ahora para ese “encuentro secreto” del 18 de mayo, todos tienen que ver con ratones y ratoneras. Los estaba dibujando y una curadora mía me preguntó: “¿y por qué esto con los ratones? Hay tanta gente que hace cosas con los ratones”. Me lo decía como diciendo que no le encontraba mucho la vuelta. Y yo pensé: “Es la idea del Uruguay como país ratón, como pueblo de ratas, gris como las ratas”. Justo el concierto que va a hacer Diego Azar con Álvaro Salas lo llamamos “De la ratonera al Cuarto Tavella”, porque al estudio de él lo llaman “la ratonera”, porque cuando él lo compró había una ratonera, un agujero en la pared como el de Tom y Jerry.
Pero, más allá de eso, en lo que hago, siempre hay un juego, algo lúdico, algo donde está el humor. Se integran elementos en lo visual donde está la palabra, de la misma manera que en la música que hago está la palabra. Ya pintando con Pareja empecé a meter palabras y él miraba raro, y le dije: “¿Cuál es el problema? Yo hago canciones también, hago música y meto palabras. ¿Por qué no hacer una pintura donde haya palabras?”.
De nuevo lo del principio: no segmentar por disciplinas, todo lo artístico tiene elementos en común…
Sí, sí, sí… Una de las ideas que tenía Pareja —lo que más conocemos de él son pinturas—, pero su idea principal era hacer un arte que estuviera integrado en la vida, algo que sea mural, cosas no perecederas. Entonces, por ahí también había una idea de globalidad, que fue permeando lo que yo estaba haciendo.
“Veo que hay productores que buscan seguir determinadas normas porque ‘esto es lo que funciona’, y te dicen ‘no hagas esto, no hagas esto otro, vamos a hacerlo así’. Yo busco gente diferente, competente, eh… pero que tenga originalidad”
Nunca te escuché pronunciarte políticamente. ¿Sos de los que piensa que no le suma a un artista expresarse a favor de un partido o defendiendo determinadas luchas?
En algún momento me pronuncié a favor de alguien, y creo que fue un error… Estoy seguro de que fue un error, jeje. No importa quién fue, dejémoslo de lado. Todo el arte es político. Pero hoy, en la contemporaneidad, pasa una cosa que la defino así: todo el arte es político, menos el arte que se autoproclama o se autopercibe como político. ¿Por qué? Porque al autoproclamarse como: “Yo estoy hablando en nombre de esto o en nombre de aquello”, estás hablándole a gente que ya está convencida de eso. Y entonces, no estás convenciendo a nadie. Y a mí lo que me interesa de lo artístico, de lo literario, de lo que sea, es generar cosas que hagan pensar. No que hagan pensar a la gente como pienso yo, sino que hagan pensar, que te muevan el piso. Por eso es importante no entrar en el juego político, político partidario.
Una vez escuché que en una tribu de África decían que, en realidad, todos los sueños tenían un significado sexual, excepto los sueños sexuales. Entonces, esto es lo mismo: el arte siempre es político, pero hoy en día, cuando se proclama político, me parece que se desinfla. En otras épocas no fue así. Cuando yo era chico, Daniel Viglietti fue muy importante y esa postura política de los artistas, muy explícita, era llamativa. Pero lo que veo es que los tiempos cambiaron, la sociedad cambió.
¿Sos feliz?
Sí… no sé si soy… No sé si soy una persona que está buscando la felicidad. Te diría que no estoy buscándola. Estoy siguiendo mis deseos.