Por The New York Times | Jane Perlez
Taiwán, una isla de 23 millones de personas situada a 128 kilómetros de las costas de China, ha sido desde siempre un punto de tensión entre Washington y Pekín. Ahora esas tensiones han aumentado.
Se tiene contemplado que la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi emprenda pronto una gira por varios países asiáticos que podría incluir una escala en Taiwán. Pelosi sería la funcionaria estadounidense de más alto nivel en ir a la isla desde 1997, cuando el también presidente de la Cámara, el republicano Newt Gingrich, realizó una visita.
China reclama a Taiwán, una democracia insular autónoma, como su territorio y ha prometido recuperarlo, de ser necesario, por la fuerza. En una llamada con el presidente Joe Biden el jueves, el presidente chino, Xi Jinping, hizo una fuerte advertencia a Estados Unidos para que no intervenga en la controversia. Pekín ha protestado con firmeza por el posible viaje de Pelosi a ese país y ha advertido que habrá consecuencias para Estados Unidos, aun cuando no las especificó.
Sus advertencias han reverberado en el Pentágono y en el Comando del Indo-Pacífico de Estados Unidos en Hawái, donde se ha encomendado a los militares estadounidenses la tarea de proteger a Pelosi, así como de evaluar la respuesta militar que China podría dar a su visita. Taiwán, el principal productor mundial de semiconductores, también es vulnerable a una mayor presión económica por parte de Pekín.
A continuación, un repaso a los temas en torno a la visita propuesta por Pelosi.
El gobernante chino tiene puesta la mirada en Taiwán desde hace mucho tiempo.
El autócrata de China, Xi, ha dejado más claro que sus predecesores que considera que la unificación de Taiwán con China es un objetivo primordial de su gobierno.
Se espera que Xi sea confirmado para permanecer un inesperado tercer mandato como líder del congreso del Partido Comunista de China en otoño. Antes de esa importante reunión política, Xi se esforzará por proyectar una imagen de fuerza en el país y en el extranjero, sobre todo en el tema de Taiwán.
El mes pasado, Xi envió a su ministro de Defensa, el general Wei Fenghe, a una conferencia internacional en Singapur, donde Wei advirtió que China no dudaría en luchar por Taiwán.
“Si alguien se atreve a separar a Taiwán, no dudaremos en luchar, no nos dejaremos amedrentar por el precio que haya que pagar y lucharemos hasta el final”, dijo Wei a su audiencia.
Los expertos siguen debatiendo sobre la fecha en la que Xi podría intentar absorber Taiwán, pero no se espera que sea inminente.
“China anhela ‘recuperar’ Taiwán, pero eso no significa que quiera empezar pronto una guerra sangrienta que acabaría con el milagro económico de ese país”, escribió William Overholt, investigador principal de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, en el número actual de Global Asia.
En un enérgico discurso con motivo del centenario de la fundación de su partido el año pasado, Xi insistió en la necesidad de la unificación de la China continental con Taiwán, que calificó como “una misión histórica y un compromiso inquebrantable del Partido Comunista de China”.
Aseguró que cualquier país que se atreva a interponerse en el camino se enfrentará a una “gran muralla de acero” forjada por los 1400 millones de habitantes de China.
Taiwán es el mayor punto de conflicto en las relaciones entre Estados Unidos y China.
Las incursiones de China en el espacio aéreo y las aguas cercanas a Taiwán se han vuelto más agresivas en los últimos años, lo que ha aumentado el riesgo de conflicto.
En junio, Pekín redobló la apuesta cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores declaró que China tenía jurisdicción sobre el estrecho de Taiwán y que no podía considerarse una vía de navegación internacional.
Y en el último año, los aviones militares chinos han explorado con mayor frecuencia el espacio aéreo cercano a Taiwán, lo cual ha provocado el despegue de aviones de combate taiwaneses.
Algunos analistas estadounidenses han dejado claro que las capacidades militares de China han crecido a tal grado que Estados Unidos no puede garantizar la victoria en la defensa de Taiwán.
Oriana Skylar Mastro, investigadora del Instituto Freemand Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford, describió hace poco el arsenal de armas que China ha acumulado para una lucha por Taiwán en un comentario publicado en The New York Times.
Según la investigadora, China tiene ahora la mayor Armada del mundo y Estados Unidos podría disponer de un número mucho menor de buques si se produce un conflicto en Taiwán. “También se cree que la fuerza de misiles de China es capaz de apuntar a barcos en el mar para neutralizar la principal herramienta de proyección de poder de Estados Unidos, los portaviones”.
A principios de esta semana, la Séptima Flota de Estados Unidos ordenó al portaviones USS Ronald Reagan y a su grupo de ataque navegar desde Singapur al norte, hacia el mar de China Meridional y en dirección a Taiwán. Un vocero de la Armada declinó decir si el portaviones navegaría en las cercanías de Taiwán o si lo haría a través del estrecho de Taiwán.
Taiwán es un campo minado político para Washington. Pelosi ha puesto al presidente Joe Biden en una posición incómoda. Ella y su equipo insisten en que la presidenta de la Cámara de Representantes, como líder de una rama separada pero de igual peso del gobierno estadounidense, tiene derecho a ir a cualquier lugar que desee.
Por su parte, Biden no quiere que se considere que dicta dónde puede viajar Pelosi; ha dado a entender que cuestiona lo sabio que resulta hacer ese viaje.
“Me parece que el Ejército estima que no es una buena idea en este momento”, dijo Biden.
En un acuerdo diplomático intencionalmente ambiguo adoptado cuando Washington reconoció el gobierno comunista de China en 1979, Estados Unidos acepta la política de “una sola China” que reconoce, pero no respalda la postura china de que Taiwán es parte del territorio del país comunista.
Biden ha dicho en tres ocasiones, la última en mayo, que Estados Unidos desplegaría la fuerza en caso de que China invada Taiwán. Esas mismas ocasiones, la Casa Blanca se ha retractado de las declaraciones del presidente, con el argumento de que mantiene la política de la “ambigüedad estratégica”, en virtud de la cual Washington no aclara con qué fuerza Estados Unidos ayudaría a Taiwán. Pelosi es conocida por irritar a China.
La presidenta de la Cámara Baja ha criticado a China desde siempre. En Pekín, se le considera persona non grata.
Durante sus dos periodos como congresista de California, Pelosi visitó Pekín en 1991, dos años antes de que el Ejército chino abriera fuego contra los manifestantes en la plaza de Tiananmén, donde murieron cientos, si no es que miles de personas.
Pelosi, en compañía de varios colegas del Congreso y un pequeño grupo de reporteros, acudió a la plaza y desplegó una pancarta para conmemorar a los estudiantes muertos. La pancarta decía: “A los que murieron por la democracia en China”.
Mike Chinoy, entonces corresponsal de CNN, recordó en un artículo esta semana que Pelosi se fue de la plaza en taxi. La policía china arrestó a los reporteros y los mantuvo detenidos durante algunas horas, escribió. El presidente Joe Biden, al centro, acompañado de la presidenta de la Cámara de Representantes, la representante demócrata de California Nancy Pelosi, a la derecha, y el líder de la mayoría en el Senado, el demócrata de Nueva York, Chuck Schumer en el Capitolio de Washington, el 6 de enero de 2022. (Al Drago/The New York Times) Vista panorámica de Taipéi en Taiwán, el 19 de marzo de 2022. (Lam Yik Fei/The New York Times)
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