por GERARDO TAGLIAFERRO

Un manojo de nervios. Así se presenta Susana Sienra ante el grabador y la cámara fotográfica. Tiene temor de "decir algo" quizás inconveniente, quizás erosionado por las trampas de la memoria.

Está por cumplir 92 años pero podría ponerse coqueta y ocultar algunos. Nadie pondría en duda su palabra. Echar mano a esa misma coquetería que le lleva a protestar cuando ve al fotógrafo a punto de iniciar el tiroteo: "Ay, no estoy arreglada", se queja y se pasa la mano por el cabello blanco. La risa es, como en la vieja "Selecciones", su remedio infalible, el que le permite ganar tiempo a sus nervios y exorcizar los temores. "Vos tuteame que así me siento más segura", pide y se ríe, como lo hará en muchos pasajes de la charla.

En el amplio living del apartamento donde vive con Juan Raúl, el menor de sus tres hijos, esta mujer que acaba de recibir la distinción de Ciudadana Ilustre de Montevideo de manos de una intendenta comunista, pasea su memoria por los recovecos de una vida signada por la pasión militante de su esposo. Los recuerdos a veces faltan a la cita, otras la atropellan desde las playas de Punta del Este o desde la de Aro, en la costa catalana. Desde las galerías del Palacio Legislativo o desde las noches de terror en la demencial Buenos Aires de los 70 o, más amigables, desde la bruma londinense. Y en todos está él. El hombre que condujo irremediablemente su existencia durante casi medio siglo y del cual no puede ni quiere apartarse, veintitantos años después de que un cáncer se lo arrebató.

Cuando le pregunto si aún lo extraña mira al frente, con la cabeza ladeada, se toma unos segundos y con los ojos encendidos dice simplemente: "horrible". Tal vez con esto tengan que ver también sus nervios y sus temores: con el riesgo de defraudarlo. A él que siempre hizo de la palabra, a la vez, fina herramienta y arma poderosa.

Siente quizás que le corresponde la inmensa tarea de ser, desde hace tanto tiempo, el eco de su voz.


1) ¿Esperabas que una intendencia frenteamplista y una intendenta comunista te declarara "ciudadana ilustre de Montevideo"?
Nunca se me pasó por la imaginación. Cuando me dijeron, no me acuerdo quién fue... debe haber sido Juan Raúl, yo creí que era un chiste. Además, vi a tantas mujeres en el exilio con muchos más méritos que yo... lo que soportaron. Porque yo estaba con mi marido y ellas algunas estaban con los maridos presos, y solitas en países con los que no tenían nada que ver.

2) ¿Te puso muy nerviosa ese homenaje?
Ay, cómo no... cómo no. ¿No se notaba? Además nunca me lo imaginé.

3) La intendenta Ana Olivera dijo en esa oportunidad que no era un homenaje a la esposa de Wilson Ferreira sino a Susana Sienra. ¿Se pueden separar?
¿Sabés la edad que tenía Wilson cuando me conoció? Dieciséis años. Y me acuerdo que se había muerto mi abuelo y la familia resolvió que no se podía veranear en Punta del Este. La de mi abuelo era en aquella época de las pocas casas que había en Punta del Este, él había nacido en Maldonado. Y en la casa de mi abuelo había un ranchito en el fondo, y papá dijo "yo me voy al ranchito". Era un galpón para herramientas y esas cosas. Y la casa se alquiló a un tío de Wilson.

"Cuando nos fuimos yo dije: ‘si hay que elegir, elijo París'. Pero París era un nido de policías uruguayos"

4) Tu abuelo vendía empanadas en la plaza de Maldonado.
Sí (se ríe). Porque atracó un barco alemán en el puerto y bajó un marinero y quedó fascinado con una criolla y desertó, se quedó acá. Y pasó hambre, dormía en los portales, pero la conquistó.

5) ¿Quién era ese marinero?
Era mi bisabuelo. Y mi abuelo después vendía empanadas, eran muy pobres. Las empanadas las hacía la madre.

6) ¿Cómo evolucionó la situación económica de la familia, desde aquel vendedor de empanadas hasta la casa de Punta del Este?
Porque él empezó a comprar terrenos, compró una cantidad. Podríamos ser muy ricos... pero los vendió por vintenes y en mensualidades. Creo que la casa ya no está, eso me han dicho, yo no quiero ni ir por allá. El ranchito sí, hay un restaurante que se llama "El viejo marino".

7) ¿Cómo recordás a Punta del Este? Una Punta del Este seguramente muy diferente.
Como algo tan divino... por lo pronto todo el mundo se saludaba, aunque no se conociera. Era una vida muy sencilla, uno llevaba para allá la ropa más sencilla que tenía en Montevideo. Las cosas viejas se dejaban para usar en Punta del Este. Y allí pasábamos los veranos y allí conocí a Wilson. Nos hicimos amigas en la playa con la prima, cuando su familia alquiló la casa de mi abuelo. Y ella me hablaba de su primo y yo le hablaba del mío: "el mejor estudiante de la escuela Brasil ", le decía. Era (Eduardo) Jiménez de Aréchaga.

8) A ti te querían presentar al hermano mayor de Wilson.
Sí, me lo tenían como candidato. La tía decía "tengo unos sobrinos... le eché el ojo al mayor para ti, porque el otro es medio alocado" (se ríe).

9) ¿Qué te gustó de él?
La manera de hablar, los ojos, la expresión, el humor fabuloso... Me conquistó andando en bicicleta los dos. Salíamos un montón de chicas y muchachos, siempre con una señora que en el caso era mamá que también andaba en bicicleta, porque no se podía salir sin señora. Y siempre Wilson se ponía al lado mío. ¿Sabías que cuando era chico ganó un concurso con una composición de historia?

10) No, contame.
Un concurso en su departamento (Cerro Largo) en que el tema era "la patria en el presente, pasado y futuro". Sacó el primer premio. Hasta que vino la dictadura tenía la medalla que le habían regalado. Después, con tantas mudanzas volaron tantas cosas.

11) ¿Se perdió esa medalla?
Sí, se perdió tanta cosa que a veces me pongo a pensar y digo... no pienses, paciencia.

"Wilson decía que Sanguinetti nunca le había mentido, pero también le decía: ‘yo nunca sería candidato si tú estuvieras preso'"


12) Wilson siempre fue reconocido por su sentido del humor.

Siempre, siempre. He contado muchas veces que en el momento en que fuimos a subirnos a un avión para irnos (luego del golpe de Estado de junio de 1973), sucios, tres días sin cambiarnos de ropa, un hambre que nos moríamos, arrastrándonos por el piso para llegar al avión, me dijo: "no podrás decir que te he dado una vida aburrida". Me hizo reír. Tenía un humor especial, siempre supo sacar partido de los peores momentos.

13) ¿Qué recordás especialmente de esa salida del país?
Íbamos en tres autos, Wilson iba en el del medio, si me paraban a mí el otro iba a avisarle a él que me habían parado. Fue bravo. En el momento uno no se da cuenta. No se nos ocurrió ni siquiera comprar algo para comer, estábamos hambrientos. Me acuerdo que él durmió profundamente en un ranchito en Maldonado.

14) ¿Hay algún lugar donde no lo hubieras acompañado?
Yo le dije: "bueno, si hay que elegir, elijo París". Pero París era un nido de policías uruguayos. Nos dijeron que era muy peligroso ir ahí porque había muchos tupamaros en París y entonces se había llenado de policías uruguayos. Al final no sabías si andabas con un tupamaro o con un policía. Por eso fuimos a Londres. Me acuerdo que Wilson decía: "aquí la policía no lleva armas y sonríe". Ese fue el argumento que me dio para ir a Londres, que a mí no me gustaba por el clima. Estuvimos dos años sin salir de Londres, no teníamos pasaporte. Dos años en ese clima horrendo.

15) Antes estuvieron en Argentina, hasta que mataron a Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Sí, claro. Ahí hubo una falla espantosa, porque los amigos decidieron que había que avisarle a Wilson, que estaba en La Panchita, un campo que habíamos comprado con la venta de un campo de mi suegro en Uruguay. Y le dijeron a alguien que le avisara a Wilson lo que había pasado, y él dijo que sí pero se vino para Montevideo. No sabíamos nada. Hubiera dicho "no me animo", Wilson siempre decía que no es obligación ser valiente. Pero no dijo nada y no fue.

"El terror de Wilson cuando volvimos al país era que torturaran a Juan Raúl"

16) ¿Ese fue el peor momento del exilio?
Ah sí, horrible. Tener que salir disparando... las cosas que nunca más vimos. Wilson era muy coleccionista.

17) ¿Qué cosas perdieron por ejemplo?
Me acuerdo de un baúl que estaba lleno de manitos de bronce, de esos llamadores de las puertas. Y había una zurda que era la preferida de ellos (se ríe). Se llevaron eso, cuadros... ¡Las cartas! Las cartas las quemé.

18) ¿Qué tipo de cartas?
Cartas de novios. Antes se escribían mucho los novios y se mandaban por una agencia que no me acuerdo cómo se llamaba. Tenía un montón de cartas de Wilson y ahora no tengo ninguna.

19) ¿Por qué las quemaste?
Por miedo a que cayeran en manos ajenas en algún allanamiento. Cosas íntimas... y las quemé con una pena... qué horrible. Pasamos bastante mal esos momentos... en fin, pero otros pasaron peor.

20) ¿Recordás la noche que mataron a Zelmar y a Gutiérrez Ruiz?
Bueno, eso fue horroroso. Wilson y Juan Raúl se refugiaron en la embajada de Austria, y yo no quise irme porque quería despedirme de mi madre, que tenía 88 años... menor que yo ahora. Entonces me quedé, con un susto espantoso pero me quedé. Vine a verla a Montevideo. Y cuando saqué pasaje para irme a Europa le dije al de la compañía: "quiero pasaje para un vuelo que ya haya hecho escala en Buenos Aires, que sea Buenos Aires - Montevideo - Europa". Y me vendió uno supuestamente así. Pero cuando estaba volando, tranquila porque si bien dejaba el país, a mi familia, a mi madre, por lo menos estaba a salvo de las torturas -porque a lo que le tenía más miedo era a las torturas- uno de la compañía dice: "en diez minutos aterrizamos en Buenos Aires, se pide a los pasajeros que bajen" (se ríe). ¿Te das cuenta el terror? Dije: "aquí me agarran y me torturan". Tú sabés que el hombre me vio la cara y se dio cuenta, debo de haber puesto una cara de pánico... vino con una manta, me la puso por encima y me dijo: "no baje, cúbrase y hágase la dormida, voy a decir que se siente mal". A él le debo la vida, porque creo que si hubiera bajado me habrían agarrado.

21) ¿Estabas sola en ese momento?
Estaba sola. Wilson había viajado con Juan Raúl antes y yo me había venido a ver a mi madre. Ella no creía que acá podía pasar nada: "los militares uruguayos son distintos", decía.

22) Después de salir de Buenos Aires, ya en Europa, ¿vivieron momentos difíciles?
Sí, sí. Pero uno se hace a eso (se ríe). Una vez había una misa por Toba y Zelmar en Barcelona, y nosotros estábamos en Londres y fuimos hasta ahí. Pero fuimos un poco antes para descansar unos días en Playa de Aro. Oír hablar español era divino, solo eso era una música. Otra vez estábamos caminando por la calle principal de un pueblito y no decíamos que éramos uruguayos, él era "el señor argentino". Y nos pasa una muchacha y yo le digo bajito: "uruguaya... tiene cara de mate dulce" (se ríe otra vez). Y entonces ella se da vuelta, lo mira a Wilson y dice: "esa carucha yo la vi en el Cerro de Montevideo" (vuelve a reírse). Pero yo conocí mujeres uruguayas que eran heroínas, tenían a su marido preso y estaban solitas con sus hijos, como Marta Ponce de León. Nosotros estábamos juntos.

"Una vez que fui a ver a Juan Raúl entramos a un salón y él me dice: ‘disimulá, no mires ahora'. Nos estaban apuntando varios soldados a la cabeza"


23) ¿Estabas al tanto de toda la vida política de Wilson? ¿No tenía secretos contigo?

No, mirá, incluso cuando escribía algún artículo me lo daba para que yo lo leyera (se ríe). Decía que yo tenía olfato para eso. A mí siempre me parecían bien. ¿Sabés lo que decíamos siempre los dos? En Uruguay no pasan esas cosas, no se van a animar... la Suiza de América... no va a pasar nada.

24) Una de las cosas por las cuales acusaban los militares a Wilson era por haber mantenido contactos con los tupamaros, y algún dirigente del MLN ha contado sobre una reunión con Wilson en su propia casa. ¿La recordás?
(Se sorprende) No, no... nunca se me pasó por la cabeza. Capaz que alguno era tupamaro y no sabíamos. Ahora que me decís, me hacés a acordar de algo. Una vez en una reunión de uruguayos en Barcelona, yo estaba hablando con alguien y le dije: "ese que está ahí tiene cara de blanco". Y la otra largó una carcajada, lo llamó y le dice: "mirá lo que dice, que tenés cara de blanco". Y él dice: "bueno, soy de origen blanco". Y era (Luis) Nieto, que era tupamaro.

25) ¿Viste llorar a Wilson alguna vez?
Mirá... se le cayeron las lágrimas un día que estábamos en Washington, todavía no habíamos elegido lugar donde establecernos, y estábamos Wilson, Juan Raúl y yo. Y Juan Raúl nos dejó una carta sobre la almohada diciéndonos que él no se iba para Londres con nosotros, que quería abrirse camino solo. Y ahí se le cayeron unas lágrimas. Y después cuando murió la madre por supuesto.

26) Juan Raúl es el menor de tus hijos. ¿Por qué fue el que siguió al padre en la política?
Por cómo era Wilson con él, porque tenía hijos mayores claro. Cuando los hermanos iban a colegio él era chiquito y me daba no sé qué dejarlo solo en casa, y me lo llevaba a las sesiones del Senado. Se quedaba mirando los debates, fascinado, y preguntaba de qué partido era cada uno. Se divertía como loco, escuchaba lo que hablaban y no entendería nada, claro.

27) Es conocido que Wilson dijo haberse arrepentido de votar la ley de Seguridad del Estado en 1972, porque entre otras cosas abrió la puerta a la actuación de la justicia militar sobre civiles. ¿Te consta que se haya arrepentido de alguna otra decisión en su vida política?
(Piensa y se ríe) Tenía 20 años cuando hizo una frase para una campaña electoral, que era: "La frente más alta, las manos más limpias". Y después le parecía horrible. Me acuerdo de que decía: "qué horror, cómo pude haber hecho ese mamarracho". Era una vanidad espantosa, estaba arrepentidísimo de eso. Payssé Reyes dijo: "un joven de 20 años, casi un niño, acaba de hacer una frase"...

28) ¿Quién fue su mejor amigo en la política?
Él tenía muchos amigos. Tanto que cuando se enfermó, un día se despertó y me dijo: "sabés que me siento bien, por primera vez en mucho tiempo, quisiera ver a mis amigos y despedirme de ellos ahora que estoy bien".

29) ¿Sintió que hubo gente que lo abandonó?
Ah bueno sí, pero perdonó con mucha más facilidad que yo. Hubo alguno por ejemplo que ni siquiera mandaba una tarjetita en Navidad. Algunos lo borraron. Y hubo otros en cambio que no habían sido amigos pero se portaron sensacional. El día del Golpe, en los corredores del Senado, hubo un blanco que dijo: "me retiro hoy de la política, no quiero saber más nada". Las mujeres estábamos tramando hacer un cordón para no dejar entrar a los milicos y éste decía que se retiraba de la política... ¡cuando lo que tenía que hacer era pelear!

"Cuando yo me enojaba con alguien y le decía ‘qué cobarde Fulano, lo que hizo', él me decía: ‘no es obligación ser valiente'"


30) ¿Cómo se llevaba con Sanguinetti?

Bien, bien. Él decía que Sanguinetti nunca le había mentido, pero también le decía: "yo nunca sería candidato si tú estuvieras preso". Y Sanguinetti le decía que sí, que sería. Él lo quería mucho, tenían buena relación. Y cuando Wilson se enfermó Sanguinetti se portó bárbaro.

31) ¿Qué recordás de la noche de las elecciones de 1971?
Llegamos a casa, habíamos perdido y yo pensaba: "y ahora ¿qué le digo?" Y me sorprendió porque él estaba como si fuera un día cualquiera. Yo estaba desesperada y él como si nada.

32) Estaba muy confiado en que ganaba.
Sí claro. ¿Te acordás que se encontraron unas urnas donde había más votos que votantes? Los gritos de la gente por la calle eran: "hay más votos que votantes". Por eso a mí me admiró ver que él estaba como si tal cosa.

33) ¿Wilson tenía la convicción de que en algún momento iba a ser presidente?
No, no me acuerdo de eso. Iba muy con la época, no era su gran ambición ser presidente. Lo que me acuerdo sí es que íbamos caminando por la rambla por ejemplo y le tocaban bocina y le gritaban "¡Wilson! ¡Wilson!", y yo le decía: "che, qué popular que estás". Y él decía: "al año de morir nadie se va a acordar de que yo existí".

34) Has contado que tenías miedo de volver del exilio. ¿Por qué?
Sí, yo sí. Pero Wilson y Juan Raúl estaban preparando el regreso y me lo ocultaban. Yo sacaba el tema y les preguntaba: "¿pero ustedes van a volver?" y se las arreglaban para marearme y no me contestaban. Pero un día escuché una conversación de Juan Raúl con "Pepe" Guerra en la que le decía que volvían. Entonces pedí audiencia en la secretaría para una periodista inglesa que quería entrevistarlos a los dos juntos. La secretaria me apuntó y entonces aparecí yo: "soy yo la periodista inglesa ¡quiero saber si están tramando volver!" El terror de Wilson era que torturaran a Juan Raúl.

35) ¿Cómo los trataron cuando estuvieron presos?
Bueno, una vez que fui a ver a Juan Raúl entramos a un salón todo con vidrios, y él me dice: "disimulá, no mires ahora". Nos estaban apuntando varios soldados a la cabeza. Fijate que podía ponerse nervioso uno y escapársele un tiro. Ahí sí tuve pánico. Qué horrible es tener miedo. Me acuerdo que estaban presos en distintos lugares y nos habían dado para la visita el mismo día y la misma hora para los dos. Imposible. Entonces (José Pedro) Laffitte no sé qué gestión hizo y nos cambiaron el día.

36) ¿Y a ti cómo te trataban cuando ibas a visitarlos?
Un día me hicieron pasar a un cuarto y me dijeron: "si lo quiere ver tiene que dejarse revisar". "A mí no me toca nadie", dije yo. Me encerraron y se me vinieron dos mujeres encima y les dije "¡atrás!" (se ríe). Ese día no lo vi a Wilson. Él supo lo que pasó y entre la ropa sucia, que yo me llevaba para lavar, me puso un papelito que decía: "hiciste bien en no dejarte revisar". Pero fue solo esa vez que quisieron hacerlo.

"Sobre la ley de Caducidad me dijo: ‘esto me va a costar muchas adhesiones, pero si no lo hacemos vamos a caer otra vez en la dictadura'"

37) ¿Habló contigo Wilson cuando decidió apoyar una amnistía para los militares a través de la ley de Caducidad?
Me acuerdo que me dijo: "esto me va a costar muchas adhesiones, pero no me importa; si no lo hacemos vamos a caer otra vez en la dictadura". Hay quienes dicen que eso le costó la enfermedad... no sé. Pero lo hizo para que no hubiera otra dictadura, eso era lo peor.

38) ¿Cuál dirías que era su principal característica?
Era tan bueno... tan perdonador. Cuando yo me enojaba con alguien y le decía "qué cobarde Fulano, lo que hizo", él me decía: "no es obligación ser valiente". Y cómo se resignó cuando supo de su enfermedad. Vinieron unos periodistas a entrevistarlo y él les habló de eso, y señaló para el cielo y dijo: "es la voluntad de él". Y uno de los periodistas se puso a llorar. Habíamos estado engripados los dos, estábamos en el campo y decidimos venir a Montevideo y yo le noté los ojos tan raros...

39) ¿Sentís que te quedaron cosas por decirle?
No, no, nunca tuvimos un secreto. En Asís, en Italia, entramos al templo de San Francisco y ahí me entró una devoción impresionante y quise pedirle una cosa. Y cuando salimos él me miró con una cara que quería ser de enojado pero estaba tentado, y me dice: "eso no se le pide a un santo" (se ríe a carcajadas). ¡Cómo me descubrió! Era impresionante.

40) Van a hacer 25 años que murió. ¿Aún lo extrañás?
Horrible. No me acostumbro, en cada cosa, linda o fea, está presente.

Montevideo Portal / Gerardo Tagliaferro
Fotos: Juan Manuel López