Por The New York Times | Julie Turkewitz, Ana Ionova and José María León Cabrera
Drought
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Global Warming
Electric Light and Power
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South America
Amazon River
Bogota (Colombia)
Brazil
Colombia
Ecuador
Pantanal (Brazil)
Sao Paulo (Brazil)
Paraguay
Cortes de electricidad en un país entero. Una capital que raciona el agua. Un alcalde que anima a la gente a ducharse junta para ahorrar las preciadas gotas. El mayor sistema fluvial del mundo, el Amazonas, que sustenta a unos 30 millones de personas en ocho países, se está secando.
Una sequía sin precedentes que ya ha entrado en su segundo año está castigando gran parte de Sudamérica, incluida la selva amazónica, trastornando vidas y economías locales y ofreciendo una alarmante visión del futuro a medida que los efectos del cambio climático se hacen más evidentes.
En Brasil, los incendios alimentados por un calor abrasador y una sequía prolongada han consumido vastas extensiones de bosques, humedales y pastos, y el humo se ha extendido por el 80 por ciento del país. Esto ha provocado la cancelación de clases, hospitalizaciones y un polvo negro que cubre el interior de las casas.
Al sur, en Paraguay, el río Paraguay ha bajado a niveles nunca antes vistos. Los barcos están varados y los pescadores dicen que su cantera más valiosa —incluido el enorme surubí— prácticamente ha desaparecido, obligando a muchas personas a buscar trabajo en otros lugares para alimentar a sus familias.
Como gran parte de Sudamérica depende de la energía hidroeléctrica, la producción de electricidad se ha desplomado. En Ecuador, la gente sufre cortes de energía de hasta 14 horas al día, que inhabilitan internet y minan la economía del país.
En Bogotá, el gobierno está cortando el suministro de agua a los hogares a intervalos regulares y el alcalde ha sugerido a la gente el “baño en pareja” para reducir el consumo.
Largos tramos del río Amazonas se han convertido en playas secas y marrones, y las autoridades están dragando tramos para hacerlos más profundos.
¿Cuál es la magnitud del problema?
La sequía ha afectado a todos los países del continente excepto Guyana, Surinam y la Guayana Francesa. Se extiende, aproximadamente, desde la provincia de Córdoba, en el centro-norte de Argentina, hasta el extremo norte del continente, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA por su sigla en inglés).
Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela se han visto especialmente afectados, pues importantes franjas de estos países han experimentado una “sequía excepcional”, marcada con un color rojo intenso en un mapa de la NOAA.
La sequía afecta a gran parte de la selva amazónica, lo que es especialmente preocupante porque es el sumidero de carbono más importante del planeta, ya que absorbe gases que atrapan el calor.
Las condiciones de sequía disminuyen la capacidad de la selva para absorber esos gases, empeorando el calentamiento global, dijo Lincoln Muniz Alves, científico climático del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
¿A qué se debe la sequía?
La sequía se debe a dos tendencias relacionadas con el cambio climático, dijo Carlos Nobre, científico brasileño. En primer lugar, un fenómeno meteorológico de El Niño especialmente intenso ha secado la región.
Aunque El Niño, un fenómeno climático natural vinculado a condiciones más cálidas en el Océano Pacífico tropical, ha causado sequías durante millones de años, su intensidad ha aumentado con el calentamiento del planeta.
En segundo lugar, la temperatura en el Atlántico Norte ha alcanzado un nuevo máximo, contribuyendo a las condiciones más secas.
En la Amazonia, la sequía ha superado varios hitos inquietantes: nunca ha llovido tan poco en la selva, nunca las condiciones de sequía han durado tanto y nunca una región tan vasta de la selva ha estado en sequía, dijo Nobre.
La sequía llega en medio de otro momento preocupante: en enero, por primera vez, la temperatura media del planeta alcanzó durante 12 meses consecutivos 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Unos niveles de temperatura superiores a esa cifra acarrearían consecuencias que dificultarían a las sociedades hacer frente a la situación.
Muchos científicos y responsables de políticas públicas esperaban que el planeta no alcanzara esa marca en años, dijo Nobre, y el anuncio ha suscitado la preocupación de que el calentamiento de la Tierra se esté acelerando.
Habrá que esperar más tiempo para saber si es cierto y si el planeta ha superado definitivamente la barrera de los 1,5 grados.
“Tenemos miedo”, dijo Nobre.
¿Cuáles son algunos de los efectos sobre la población?
En las últimas semanas, el humo de los incendios forestales ha caído como una cortina de polvo sobre São Paulo, la capital económica de Brasil y la mayor ciudad de América Latina, provocando que la metrópolis registre la peor calidad del aire del mundo.
Otras ciudades brasileñas también han sufrido un fuerte aumento de la contaminación atmosférica, lo que ha llevado a las autoridades a cancelar las clases, posponer los desfiles al aire libre e instar a la gente a permanecer en sus casas.
El humo ha enfermado a los brasileños y ha puesto bajo presión a los hospitales, ya que cada vez más personas buscan atención médica por problemas respiratorios, según el Ministerio de Salud del país. Incluso un juez del Supremo Tribunal tuvo que ser hospitalizado cuando el denso humo cubrió la capital, Brasilia.
Patrícia de Andrade, de 50 años, se despertó un día de septiembre con un sol rojo sangre y un aire pesado. “Era todo una cortina de humo”, dijo Andrade, una especialista en relaciones públicas que vive en Indaiatuba, una ciudad a unos 80 kilómetros al noroeste de São Paulo.
Después de hacer ejercicio al aire libre, le costó recuperar el aliento. Justo después de la hora de comer, se desmayó en su casa y tuvo que ser trasladada a un hospital con problemas respiratorios.
La calidad del aire ha mejorado, pero los efectos de los incendios forestales son ineludibles. “Limpias y limpias ese polvo negro”, dijo Andrade. “Está por todas partes”.
La sequía también ha golpeado la red energética de Brasil, ya que la energía hidroeléctrica suministra más de la mitad de la energía del país. En septiembre, las reservas de agua de las mayores presas del país apenas superaban el 40 por ciento.
Los meses sin lluvia han secado los ríos y arroyos de la Amazonía, que son prácticamente la única vía de comunicación y comercio en algunas de las zonas más remotas del planeta.
Algunas aldeas de comunidades indígenas remotas han quedado aisladas. Algunos sufren escasez de agua potable, medicinas y alimentos, y las autoridades distribuyen la ayuda en helicóptero.
Buscando reducir el consumo de energía, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva incluso consideró volver al sistema de horario de verano, que el gobierno desechó en 2019.
¿Y en el resto del continente?
En Ecuador, más del 70 por ciento del sistema eléctrico depende de centrales hidroeléctricas. Los bajos niveles de agua, combinados con la falta de mantenimiento e inversión, han llevado al sistema a un punto de quiebre.
Ecuador también ha sufrido un aumento de los incendios forestales que han devastado más de 23.450 hectáreas de vegetación, unas 69 veces el área de Central Park, según las autoridades ecuatorianas. Los incendios provocaron la huida de muchas personas el mes pasado, cuando las llamas se adentraron en Quito.
El fuego consumió la casa de la familia Moya, figuras prominentes de la escena arquitectónica ecuatoriana, e incineró un tesoro cultural: una extensa biblioteca y un archivo editorial dedicados a la historia arquitectónica del país.
Rómulo Moya, de 60 años, relató horas frenéticas trabajando para salvar a sus padres, que rondan los 80 años, y tratando de salvar sus posesiones.
El negocio editorial de la familia, que produjo cientos de títulos de arquitectura, desapareció en cuestión de horas. Moya calcula que se destruyeron unos 15.000 títulos, incluidos libros raros que databan del siglo XIX.
Cuando los Moya regresaron, quedaron sobrecogidos por la devastación. “El corazón nos explotó y se nos cortó la respiración”, dijo Moya. “Solo nos quedamos en silencio”.
En Paraguay, la sequía en el Pantanal —el mayor humedal tropical del mundo— ha provocado que el río Paraguay baje a mínimos históricos.
Los pescadores dicen que sus capturas están desapareciendo. Los naufragios en el río, ahora poco profundo, están enganchando las redes y dañando los motores. En ausencia de grandes depredadores, proliferan las pirañas, que mastican cañas y aparejos.
En Colombia, casi el 70 por ciento de la energía del país se genera a través de presas hidroeléctricas y los expertos dicen que la sequía podría llevar a un racionamiento de electricidad en todo el país.
El gobierno nacional ya está animando a las empresas de servicios públicos a aumentar la producción de energía térmica mediante la quema de carbón y gas natural.
La sequía también está alterando complejas relaciones naturales. Un delfín de río de 180 kilogramos, por ejemplo, probablemente estaba pescando para alimentarse en una zona reseca de la Amazonia colombiana conocida como la Isla de los Micos cuando bajó el nivel del agua.
El delfín quedó atrapado en lo que se había convertido en un lago, dijo Daniel Alonso, veterinario y director de un santuario natural cerca de Leticia, Colombia.
Ahora, el animal está solo, aislado de fuentes de alimento y de otros delfines. Alonso espera que el nivel del agua suba pronto para que el delfín pueda sobrevivir a la sequía.
¿Cuándo acabará la sequía?
Los científicos esperan que pronto comience un nuevo patrón meteorológico, conocido como La Niña, dijo Alves, que traerá “algunas probabilidades” de que aumenten las precipitaciones en todo el continente y mejoren las condiciones para finales de año. Pero eso no cambiará la tendencia general: la temperatura está subiendo, lo que está cambiando la vida en toda la región.
Laurence Blair colaboró con la reportería desde Asunción y Jorge Valencia desde Bogotá.
es jefa del buró de los Andes para el Times, está afincada en Bogotá y cubre Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú. Más de Julie Turkewitz
Laurence Blair colaboró con la reportería desde Asunción y Jorge Valencia desde Bogotá.
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