Por César Bianchi
@Chechobianchi
Que dice barbaridades, que tiene cara de loco, que está peleado con el peine, que tuvo que inventar un romance con la imitadora Fátima Florez para poder tener algo cercano a una primera dama —y antes que llegara ella, decía que su primera dama sería ¡su hermana!—, que clonó a su perro porque no soportaba su pérdida, que le agradece siempre a un ser superior, que se cree un Mesías que llegó para salvar a los argentinos, que tiene ideas insólitas como la venta de órganos o la libre compraventa de armas, que niega los desaparecidos y es nostálgico de las Fuerzas Armadas, que ni siquiera cree en la democracia que lo llevó a la Presidencia, que ni partido sólido tiene (tuvo que inventarse uno para poder recorrer un camino hacia las urnas), que fue arquero de fútbol, y cómo se puede confiar en alguien que no quiere vestirse como el resto de sus compañeros cuando entra a la cancha y que está allá atrás, solo, entre tres caños.
Todo eso y algunas cosas más se dijo de Javier Gerardo Milei en Argentina, y se replicó en Uruguay las semanas previas al balotaje en el país vecino, el 19 de noviembre. Pero el “loco” terminó ganando: consiguió casi 14 millones y medio de votos, el 56%, en una definición contra el entonces ministro de Economía (con poderes de “superministro”) Sergio Massa. El próximo 10 de diciembre, el economista estrafalario del que todos se reían será presidente de la nación argentina, y socio de Uruguay en el Mercosur.
Mientras el establishment del Río de la Plata buscaba explicaciones, algunos dirigentes políticos, analistas de la política y la economía uruguaya, y algún humorista, festejaron, entendieron que la elección tenía sentido y hasta hubo (hay) quienes esperan que algo parecido a un Milei proponga alguna de sus ideas rupturistas en el timorato país de la penillanura leventemente ondulada.
Hermosa mañana, ¿verdad?
El 20 de noviembre a la mañana Bautista Gil, un joven que ya es exconcejal y que militó en el Partido Colorado, tuiteó en su cuenta @BautiGilC: “Hermosa mañana, verdad?”, junto a la imagen de Francella con lentes de sol y camisa floreada, jactándose de una buena victoria. Era “su” momento: el muchacho de 21 años era mileísta de la primera hora. Fue su forma de celebrar la victoria del político que más admira en el Cono Sur.
Lo curioso es que no siempre le atrajo su personaje. Hace cinco o seis años, lo escuchó hablar en algunos programas de TV argentinos y le pareció “un loco”. Fue promediando el 2020, cuando el propio Bauti comenzaba en política, que le prestó atención y se dejó cautivar. “Cuando tuvo un discurso más organizado, y dejó de ir a programas donde no lo dejaban hablar y elaborar sus ideas, no solo me di cuenta que tenía razón, sino que era de los pocos en la región que se animaban a hablar así, por no decir el único”, dijo a Montevideo Portal.
A otro dirigente colorado también le empezó a llamar la atención (positivamente) Milei. El hoy precandidato del Partido Colorado Guzmán Acosta y Lara se dejó tentar por cómo el economista argentino se comunicaba con la gente. “Tenía una manera distinta a la forma tradicional de comunicarse políticamente. No solo porque apostó a las redes sociales, sino por lo disruptivo de sus videos (donde se veía un león comiéndose la casta). No era políticamente correcto, y eso no es lo común en Uruguay y en muchas partes del continente”, dijo. “Eso me llamó la atención y lo adopté”, confesó.
El propio Acosta y Lara pone como ejemplo un video que él colgó en sus redes el 20 de octubre, en el que interactúa con un militante batllista, supuestamente recién llegado de Cuba, y ambos con gorros verde oliva que emulan los que usaban los Castro y fumando habanos, mantienen un diálogo en el que el candidato pregunta y el segundo contesta tras haber visitado la isla (“se viralizó y tuvo 150.000 reproducciones en un solo día”).
“Nuestro sector, Viento de Cambio, salió de la cajita establecida que es el Partido Colorado. Por eso nos definimos como un sector distinto, abierto, sin etiquetas, donde me junté con [Luis] Almagro y con gente de la derecha”, dijo Acosta y Lara, quien, como Bautista Gil, también celebró el triunfo de Milei como propio. “Fui el único, me putearon e insultaron. Esperen al año que viene”, escribió citando el tuit de un usuario que le recomendaba quedarse en la Argentina de Milei y conseguirse “un puesto en Farmacity”.
El exdirector de Telecomunicaciones de Antel agregó: “Nosotros estamos a favor de la libertad y en contra del comunismo, del clientelismo y el populismo como forma de hacer política. En eso también coincidimos con Milei. Estamos en contra de los mismos de siempre que han gobernado. Por eso salí del grupo de [Julio María] Sanguinetti, por eso pateé el tablero y le pedí la renuncia al Dr. Sanguinetti”, añadió. Unos días antes, le había dicho al diputado Felipe Schipani (también vía Twitter o X) que su sector Ciudadanos se “arrodilla” ante el dos veces presidente de la República.
Por su parte, el diputado nacionalista Pablo Viana también se mostró afín a las ideas de Javier Milei, y las noches previas al balotaje estuvo junto a él y a Patricia Bullrich en el bunker del candidato. En su caso, todo comenzó entre 2016 y 2017 cuando lo escuchó en varias conferencias en universidades, mientras lo seguía en talk shows nocturnos.
“En 2018, con la Fundación Free, que integro junto a un grupo de amigos, lo invitamos a Uruguay en dos instancias. Primero a dar una charla solo, en la que estuvo lleno el auditorio del World Trade Center, y unos siete meses después, vino a presentar su libro junto al economista [Diego] Giacomini. Desde ese momento, estuvimos más o menos cerca. Y cando él decidió estar en política partidaria en las elecciones intermedias, decidí acercarme y dar una mano, como militante nomás”, dijo todavía en Buenos Aires, previo a cruzar el charco para concurrir al Parlamento. La Fundación Free se presenta en X como “un think tank que defiende la iniciativa privada, el libre mercado y el gobierno limitado”.
Dime cómo piensas y te diré cómo eres
Gil Castillo (Bautista es nieto del pediatra y exdirigente colorado Ney Castillo), Acosta y Lara y Viana comparten unas cuántas ideas de Milei, y tienen matices en otras. Varias de ellas, coinciden los tres, podrían perfectamente aplicarse en Uruguay.
“Yo también quiero reducir los ministerios”, se apura Acosta y Lara. “Yo voy a reducir los ministerios si soy presidente. Si gano la interna y luego voy a la coalición, voy a sacar ministerios”, deja claro. “Creo en un Mercosur mucho más abierto, y que podamos negociar con China, con Estados Unidos, de forma mucho más abierta. Y salir de este Mercosur también es parte de las cosas que tengo en común con él”, insistió.
Mientras que el precandidato dice que eliminaría ministerios y se muestra interesado en negociar con China sin el corset del Mercosur, Bautista Gil va mucho más allá en los ministerios y se muestra desconfiado de la superpotencia asiática (“no podemos negociar con países que no creen en la democracia y que son autoritarios”).
“Estoy muy de acuerdo con la eliminación de ministerios. Acá tenemos una hiperinflación de ministerios, ni que hablar en Argentina. Es una tradición latinoamericana pensar que porque hay muchos ministerios las cosas van a funcionar mejor, y a las pruebas me remito para demostrar que no es así”, señala Gil, hoy estudiante de Derecho y alejado de la política activa.
Entonces ejemplifica: “Tenemos la experiencia reciente del Ministerio de Ambiente, que más que prohibir las pajitas no ha hecho nada, ni sirve para nada, y solo aumenta el gasto”. Sigue: “También cerraría el Ministerio de Trabajo (MTSS) porque se toma potestades de la Justicia. Y todo lo que hace el MTSS puede resolverse en la negociación directa entre los sindicatos y los empresarios. Y si hay algún problema, ir a algún tipo de proceso rápido en la Justicia, pero no que el Poder Ejecutivo se ponga a flechar la cancha para un lado u otro”. Y agrega: “El Mides [Ministerio de Desarrollo Social] debe cerrarse y que los planes los entregue el BPS [Banco de Previsión Social]. A su vez, pienso que deberíamos pasar a un plan de seguridad social netamente privado”.
Continúa enumerando: “También se podría cerrar el Ministerio de Vivienda, y si se quisiera seguir con políticas de ese estilo, quizás podría haber alguna agencia, como Mevir”. Hay más: “También se podría cerrar el Ministerio de Turismo, un ministerio que no tiene sentido. Gasta mucho dinero por año y ha demostrado, con el caso Germán Cardoso, que se presta fácil para la corrupción, y lo único que hace es publicidad y no algo que beneficie a los que vivimos en el país”. Por último, agrega: “También eliminaría el Ministerio de Educación y Cultura porque no hace nada. Deberíamos dejar solo la ANEP [Administración Nacional de Educación Pública], lo más separado posible del poder político”.
Pablo Viana —exdiputado del sector de Juan Sartori, hoy autónomo en el Partido Nacional— es más cauto: “No sé si cerraría ministerios, pero sí sería buena una reorganización. Incluso, Conrado Ramos, el director de la Oficina de Servicio Civil, lo ha planteado y no ha tenido eco. Empezó haciéndolo cuando trabajó para el gobierno del FA [Frente Amplio] y no pudo. Ha hecho siempre una crítica fuerte al peso del Estado”.
Para Viana no es cuestión de clausurar secretarías de Estado, sino que basta con no replicar esfuerzos idénticos en más de una ventanilla. “Si hoy hay cinco oficinas que atienden los mismos asuntos, dejaría dos”, agregó elocuente.
En tanto, consultado el economista Javier de Haedo, entendió que el cierre de algunos ministerios es una decisión “interesante” y que se podría emular aquí. “Yo lo pensé muchas veces. Pero hay un problema en Uruguay: tenemos una sola subsecretaría por ministerio. Me imagino un Ministerio de Producción que abarque a Ganadería, Agricultura y Pesca, Industria y Turismo. Estaría bien, pero necesito tener un subsecretario en cada una de esas ramas, y hoy la Constitución uruguaya no lo permite. En cambio, Argentina sí puede hacerlo. Es una buena idea, porque sería como un comité gerencial de una empresa: mucho más ejecutivo, más dinámico, con menos temor a la toma de decisiones”.
El afán privatizador de Milei también es compartido por algunos y no por otros. “Tenemos un Estado excesivamente grande en Uruguay. Con la tecnología que hay y con buena gestión, se pueden dar mejores servicios, dar mejores planes sociales y encima tener mejor trazabilidad de ellos”, opinó Acosta y Lara.
Él no privatizaría empresas que hoy están en manos del Estado, aclara. Pero haría “otra cosa” con la fibra óptica, por poner un ejemplo. La sacaría de la égida de Antel —donde trabajó hasta hace unos meses— y generaría otra empresa pública que brinde un servicio mayorista de fibra óptica. Esto permitiría que la fibra óptica pueda ser alquilada por cualquier actor que lo solicite, sea privado o público. “Hay muchos ‘pelos’ libres, mucha infraestructura ociosa que podría usarse. Y no es atentar contra Antel, porque la empresa ya tiene su negocio funcionando”, dijo. Él copiaría las experiencias de México y España con la fibra óptica, para bajar el costo de internet y que el negocio sea más rentable que hoy.
Bauti Gil sí entiende viable la privatización de algunas empresas estatales hoy en Uruguay. Si fuera por él, privatizaría el Correo, AFE (Administración de Ferrocarriles del Estado) y también los Medios Públicos. “Aquellos programas que funcionen seguirían en otro canal, porque tienen su audiencia. Y los que nadie los ve, no encontrarán un canal. Filosóficamente, creo que no está bueno que el Estado tenga que tener medios oficiales, porque roza con el fascismo. Pienso lo mismo para TV Ciudad, el canal de la IM [Intendencia de Montevideo], pero ahí un presidente no puede hacer nada”, señaló.
Los tres ven con buenos ojos que Milei haya insistido con cerrar el Banco Central en Argentina, aunque son contestes en que la realidad uruguaya es muy distinta. Algo similar opinan de la dolarización de la economía. Una cosa es allá, otra cosa es acá.
A propósito, ¿cuántas y cuáles de sus ideas, que gustan a unos y escandalizan a otros, tendrían asidero en Uruguay?
La ideología sobre la mesa
La aparición de oustiders en la política ya tiene larga data a nivel mundial, señala Álvaro Padrón, analista político internacional y secretario general del Cefir (Centro de Formación para la Integración Regional). Todo comenzó con el desembarco a la política de grandes y exitosos empresarios, y entonces menciona a Silvio Berlusconi en Italia. “Sé de gestión, puedo manejar bien un emprendimiento y, además, como tengo mucho dinero, no voy a robar”, resume Padrón. Y asocia la llegada del poderoso empresario milanés a la política con la incursión de Mauricio Macri en política en 2001 (asumió como presidente en 2015).
Cuando piensa en Uruguay, piensa en Edgardo Novick y Juan Sartori. Pero claro, Berlusconi lo hizo en los 90 y los uruguayos en los últimos años. “Tenemos nuestra propia velocidad para todo: para los cambios sociales, para las reformas, el avance tecnológico, todo lo hacemos a la uruguaya. Tuvimos la última versión de outsiders vinculada a gente exitosa en el ámbito empresarial, tipos con plata, y no funcionaron muy bien. Tampoco fueron un fracaso”, resume.
Lo de Milei es distinto, cree. El líder de La Libertad Avanza encarna otro tipo de outsider: “De los que tienen que ver con una cuestión más ideológica, conservadora y, sobre todo, disruptiva”. Recién a partir de esta premisa, Padrón se permite analizar las propuestas del presidente electo. “Las propuestas estos tipos las hacen a partir de tener claro cómo se quieren ubicar en el sistema político. Es mucho más amplio el fenómeno y tiene que ver con la forma, con los personajes y las propuestas”, sostiene.
El diputado Viana coincide. Antes de las propuestas, está el diseño de Javier Milei como un político antisistema, pero cargado de ideología. “Él tiene una matriz ideológica que valoro —como lo hizo el 55% de los argentinos— y ahí está la protección de la vida, la libertad, el tema de la propiedad privada, el vínculo de la sociedad civil respecto al Estado y cómo los gobernantes hacen uso y administran los recursos de todos, cómo ciertas políticas pueden colaborar a promover y desarrollar, y otras a achicar y empobrecer a la gente”, dice.
Milei, según Viana, fue un hombre que tomó la teoría liberal, “hasta entonces encerrada en una torre de marfil”, y la llevó a un lenguaje lleno, muchas veces soez, para que lo entienda doña María de Temperley. “Nadie vota un modelo que te suicide socialmente, digamos. Hay algunos ganchos en su discurso que apelan al sentido común de la gente, al día a día, como el problema del narcotráfico y las adicciones a las drogas. Yo colaboré con Macri y Juntos por el Cambio, y te puedo garantizar que ningún candidato tuvo propuestas, fue una campaña sin propuestas para cambiar las cosas. Y Javier, en ese sentido, profundizó bastante”.
Padrón le da la razón al diputado nacionalista. “Este tipo puso ideas sobre la mesa. Hizo discutir y, al contrario de lo que muchos dicen, que ya no se discuten ideologías o algunos sectores dicen ‘basta de ideologías’, este loco vino con su ideología y la puso sobre la mesa. Después está la viabilidad o no de sus propuestas, la seriedad o no de ellas”, acota.
Respecto a la ingeniería de su forma de hacer política, Padrón señala aquello que encandiló al precandidato colorado Acosta y Lara: su forma de comunicarse. “Conectó con emociones y habló simple. Muchas veces con contenidos demagógicos, pero tuvo una gran capacidad de conectar con la gente”, señaló. Y allí, el analista une bajo un mismo globo a Milei con los expresidentes Donald Trump (Estados Unidos) o Jair Bolsonaro (Brasil): “Han logrado la idea de que había que pelear por algo que habíamos perdido y teníamos que recuperar. Si te fijás, todos apelaron al recuerdo de un pasado mejor al que había que volver”.
Entonces, Trump impulsó el eslogan Make America Great Again (Haz EE. UU. grande de nuevo) para llegar a la Casa Blanca; Bolsonaro reivindicó los tiempos de las Fuerzas Armadas; y también en Francia o Italia apelaron a la desglobalización. “En Argentina, este tipo habla ¡del siglo XIX! Y se refiere —es un disparate— a que tenían ‘el país más rico del mundo’ y hoy están en el puesto 130. Eso también es una idea simple, que en mucha gente hace mella. Cuando esos discursos lleguen a Uruguay, tendrá un efecto demoledor, porque acá tenemos siempre nostalgia del pasado: de Maracaná, del tiempo de las vacas gordas”, advierte Álvaro Padrón.
Trazado el perfil del personaje, vayamos a las propuestas y cuán viables serían en Uruguay.
Se vienen cositas…
Dice Padrón que Milei está retomando algunas ideas de Menem en los 90. “Los dos puntos más fuertes, la dolarización y cerrar el Banco Central, en ninguna experiencia similar en el mundo salió bien. Y las que funcionaron son de algún país marginal de América Latina. Creo que hay una discusión técnica detrás. La mayoría de la gente no sabe qué papel tiene el Banco Central ni cómo les afectaría la dolarización. Pero claro: la gente tiene la situación económica que tiene y pensó: ‘Bueno, probemos algo distinto’”, analiza el titular del Cefir.
“La dolarización en Argentina viene como una solución al desastre de la emisión monetaria y la inflación”, apunta el diputado blanco Viana. El Banco Central Uruguayo (BCU) ha tenido siempre autonomía y no suele inmiscuirse en asuntos políticos, por eso, cree que no tiene asidero pensar en un eventual cierre del BCU. Es más, Viana mira con escepticismo las decisiones de Milei en materia de política económica.
“El hecho de perder la moneda, de depender de la moneda de otro país, tiene implicancias. Por eso creo que en Uruguay sería inviable. Aunque no hay que negar que, en el estudio de los economistas, algún beneficio en Uruguay pueden dar: bajarle los costos a la gente”, opinó.
Bautista Gil tiene una opinión similar: cree que “no es alocada” la medida de cerrar el Banco Central del otro lado del Plata, porque el banco nunca ha tenido independencia real del poder político. “Hay mucha bajada de línea de parte del Ejecutivo hacia el Banco Central, y esto termina haciendo que tengan procesos inflacionarios en los últimos años”, sostuvo.
Sigue Padrón: “Eligió dos elementos que conectan con la bronca de la gente. Lo de los ministerios, además, lo asocia con su concepto de ‘la casta’ y dice: ‘Acá está el curro de la casta: están ubicados en estos 20 y pico de ministerios. Si yo gano, ¡afueeeera!’. Imaginate que alguien en Uruguay te plantee cerrar un tercio de los ministerios. No lo haría ningún partido”.
El economista De Haedo, por su parte, le señala buenas y malas al presidente electo argentino. Recuerda que prometió un ajuste fiscal muy fuerte al comenzar su gobierno y dice que esa medida es inevitable. “Sería la piedra angular de cualquier nuevo gobierno en Argentina hoy, con el déficit que tiene. Él tendrá que hacer un ajuste fiscal muy fuerte, con una operación casi quirúrgica con las letras de regulación monetaria argentina. Y la independencia del Banco Central de pique: prohibirle asistir al Tesoro. Esa sería la base, para mí”, comienza diciendo.
Para De Haedo, la dolarización no es necesaria y tampoco conveniente. “Un país pierde grados de libertad y herramientas de su política económica cuando prescinde de su moneda. Los países que integran la Unión Europea [UE] no tienen moneda propia, tienen una moneda supranacional que se llama euro, pero ellos no emiten francos, pesetas o liras. Allí es necesario tener mucha consistencia, porque hay países del Mediterráneo (recordemos a Grecia) que fueron inconsistentes y terminaron haciendo tambalear a la UE en algún momento”, narra.
En busca del Milei uruguayo
El diputado Viana no cree que aquí pueda aparecer un candidato idéntico a Milei. “Sí puede aparecer alguien con ideas similares y las adapte, ‘a la uruguaya’, con respeto, sin malas palabras o agresividad, y se convierta en una opción política. ¡Ojalá! Tenemos una oportunidad histórica por ser tierra de paz, después por tener los alimentos, por tener potencialidades. Podemos preparar a la gente para servir al resto del mundo”, se entusiasma el nacionalista.
Bautista Gil no es optimista. Dice que hoy el Parlamento está “lleno de zurdos y de dirigentes de centro” (los ha tildado de “tibios”), y le cuesta ver liberales o políticos que se asuman de derecha. El precandidato Acosta y Lara, en tanto, señala que un joven militante lo etiquetó en redes como “el Milei uruguayo” y eso —parece— lo enorgullece. Acosta y Lara se define de centro y pragmático. “Nuestro sector se llama Viento de Cambio porque pretendemos ser un viento de cambio en la próxima coalición de gobierno, y no somos cola de ratón de los blancos. Te lo digo así, a lo Milei”, afirmó.
El politólogo Adolfo Garcé analiza: “Solemos admitir que el voto a Milei fue un voto contra el gobierno y a favor de la renovación del elenco político (‘la casta’, diría Milei). La mayoría de la gente eligió cambiar. Yo creo que el efecto Milei ya lo tuvimos acá en 2019. Hubo mucha novedad. Perdió el FA, apareció [Ernesto] Talvi, un economista, dicho sea de paso, que le ganó la primaria a Sanguinetti; aterrizó un tal Juan Sartori y fue electo senador sin tener trayectoria previa. Y como si esto fuera poco, diría un vendedor ambulante, surgió un partido nuevo, Cabildo Abierto, liderado por un militar. Claro, Manini no es precisamente un libertario. Pero es una novedad absoluta, un meteorito, igual que Milei”.
—¿Podría aparecer un Milei acá?
—Como poder, puede. Pero ¿qué apoyo puede tener? Acá, el espacio que va desde el centro hasta la derecha está muy bien cubierto con políticos profesionales de buen nivel. No hay crisis económica, ni crisis de representación. Hay problemas económicos y fallas políticas. Pero nada comparable al desastre que padecen en la otra orilla.
De Haedo va en la misma línea de Fito Garcé. La aparición de un Milei en el sistema político uruguayo es, por lo menos, improbable, cree. “No creo, la verdad. Los problemas que dieron surgimiento a Milei en Argentina, acá los tenemos a una escala muy reducida. Hay temas de estilo, de ADN, y Uruguay es muy distinto a Argentina, por eso somos un país tan querido por ellos, y por eso siempre llegan a vivir a nuestras costas. Lo hacían en la época de Perón, según me contó mi padre, y en los últimos años del kirchnerato”, apuntó el economista uruguayo y extitular de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en el gobierno de Lacalle Herrera.
“No están dadas las condiciones para el surgimiento de un Milei acá. Uruguay tiene un sistema con dos grandes bloques partidarios fuertes, sólidos, que no dejan espacio por fuera de ellos. ¿Qué cosa hay por fuera de la coalición multicolor y el FA? Por eso, no me lo imagino”, dijo.
Álvaro Padrón no está tan seguro y prefiere estar alerta. “Te diría que no estamos vacunados contra este tipo de personajes o esa forma de hacer política. Como tiene que ver con la frustración de sectores muy amplios con la política o los partidos, decir que eso no pasaría nunca me parece un error y sería peligroso”, advierte.
“El riesgo del desencanto en la democracia, en los partidos, eso de querer buscar alternativas diferentes va a estar planteado siempre. Sería un error que el sistema político no fuera capaz de percibir el malestar, la frustración y la necesidad de un cambio, como sucedió en Argentina, donde ya no lo canalizaban a través de los dos grandes bloques que habían estado presentes en los últimos 20 años”, agregó.
Es la misma alarma que hacer sonar la comediante María Rosa Oña, quien interpreta el personaje de Milei en el programa La aldea, de TV Ciudad. Comenzó a guionarlo hace tres meses mientras meditaba la decisión de personificarlo, y recién comenzó a recrearlo hace algunas semanas. “Me parece un tipo tan caricaturesco ya de por sí que, hacerlo, era construir una caricatura aún más grande”, explicó. “Quería explotar la locura que tiene este hombre encima… Y digo locura, no enfermedad mental. Esa locura de caricatura. Esos gestos rarísimos, esos ojos que abre enormes, esa cosa de gritar porque sí. Eso podía llevar a que, aunque yo no sea una imitadora, estuviera bueno que lo plasmara en escena”, contó.
La alarma tiene que ver con las cosas que a ella le resultan peligrosas, y que de este lado —cree— deberíamos tomar nota. “Me da miedo, y no exagero. Me da miedo que estemos eligiendo estas personas para llevar adelante a nuestras sociedades. Supongo que la risa es para bajar a tierra esos miedos y poder decir la vieja frase: ‘Me río para no llorar’”, estimó.
Para llevarlo a la pantalla de TV Ciudad se puso un traje, se dejó maquillar para resaltar algunos gestos, mientras la vestuarista le consiguió una peluca. Cuando lo hizo por primera vez en la Sala Camacuá, el público la abucheó (reprochó a Milei, en realidad), pero cuando la Milei de Oña empezó a hacer públicas algunas ideas políticas, recibió aprobación. El personaje dijo que, ante una eventual derrota en las presidenciales argentinas, su plan B era candidatearse como intendente de Montevideo.
Algunas de sus promesas de campaña eran disparatadas. Dijo que si una persona demoraba más de 5 minutos en un cajero automático, sufriría descargas eléctricas que lo obligarían a retirarse. O que cuando él, el candidato mesiánico, fuera caminando por 18 de Julio, no podría haber adultos mayores que se interpusieran en su camino. Y que si entorpecían su traslado con andadores, estos le serían retenidos y los viejos serían desechados, por molestos nomás. “Eran ideas muy tontas, pero con malicia. ¡Y la gente comenzó a aplaudir!”.
El humorista Marcel Keoroglian también eligió interpretar al excéntrico candidato (hoy presidente electo). Como buen imitador, comenzó escuchándolo con mucha atención. “Este tipo pedía a gritos: ¡Imitame! Lo miré meses, mucho. Me enganché a mirarlo por lo que decía, lo seguía en cuanta nota o participación televisiva tenía. Y para uno, que se crio con una estructura mental batllista, con aquello del Estado protector, como el escudo de los pobres, me costaba creer lo que el tipo planteaba. Otras cosas me parecían bien”, matiza.
Para Desayunos informales, de Teledoce, Keoroglian eligió una campera de cuero negra, el maquillaje de Lionel Aita Mussi, se puso lentes de contacto celestes y apostó a una peluca que le proporcionó Carmen (quien heredó la marca de Margot Pelucas).
De tanto escucharlo, para poder copiar su histrionismo, Keoroglian terminó empatizando con su mirada sobre un Estado paquidérmico. “Estamos acostumbrados a decir: ‘Que el Estado me ayude, que el Estado ayude acá o allá’, no te ponés a pensar en quién paga todo eso. Y el Estado lo pagamos todos. Y es cierto que muchos curran con el Estado y que hay una casta atornillada a sus cargos. Es verdad que hay una casta que lucha por mantener sus lugares de privilegio. O lo que señala de la corrupción. ¡Yo también creo todo eso!”, exclamó.
Sin embargo, se siente en las antípodas de otras tantas. “Su planteo de que el Estado directamente no exista me parece una barbaridad, porque considerando que —aunque lo quiero más liviano— el Estado debe estar presente para el que menos tiene, y no que el que queda atrás, que se joda. Y lo otro es la visión que tiene de la dictadura. Es prodictadura. Ahí ya me entra el asco”, dice el imitador sin medias tintas.
Oña también pone el grito en el cielo en ese punto. Y no puede entender lo que destacan algunos politólogos respecto al período más largo en Argentina sin un gobierno de facto. “Dicen que hay que estar contentos porque Argentina sigue apostando a la democracia. Pero acaban de elegir a un presidente y una vice que están de acuerdo con muchas cosas que pasaron en dictadura, la vicepresidenta [electa Victoria Villarruel] es negacionista, ningunea a los desaparecidos. Yo no sé si tenemos que estar contentos por estar en democracia o es una decadencia hacia no tenerla y que vuelvan otras cosas”, alerta.
La metamorfosis de Keoroglian en Milei
Keoroglian —como el analista Padrón— cree que “no estamos libres” de que surja un político con las características de Javier Milei. “Acá el descontento de la gente con la política no es tan grande y eso ayuda a que no aparezcan estos tipos que se creen salvadores. Pero cuando la política empieza a dejar ese vacío, ves que los candidatos son más o menos, o que priorizan su ego y su perfilismo, la gente lo empieza a notar. No es boba la gente”.
La comediante María Rosa Oña no cree que la sociedad uruguaya sea tan distinta a la argentina, más allá de que allá hay más jóvenes y la nuestra es más avejentada. Entiende que no es imposible que una suerte de Milei termine subyugando al electorado oriental. “Yo pensé que lo de Trump era imposible, y llegó a presidente. Me parecía imposible que ganara Bolsonaro, y ganó. Ahora Milei. Hay que seguir trabajando para que esas cosas no sucedan, porque si seguimos pensando ‘acá no va a pasar’, termina pasando”.
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