Seré curioso

LOS CONMINO A LEERLA

Sergio Puglia: "Cuando aparecí en TV escribían 'saquen a ese puto' y pedían mi despido"

Goza del éxito, pero no se olvida de los que pedían su expulsión de los medios por "maricón". Y repite que los periodistas en medios del Estado son "militantes".

03.05.2018

Lectura: 22'

2018-05-03T00:00:00-03:00
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Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López

Desde hace casi cuatro décadas que su figura es conocida en televisión: antes morocho  y con bigotes, ahora afeitado y con el pelo cano; antes gordo, ahora en forma. Pero desde hace un par de años su nombre tiene otra resonancia entre la gente gracias al boom televisivo de MasterChef, un reality-show de formato internacional donde cocineros amateurs buscan un cucharón, una túnica inmaculada y una plaqueta que los trascienda al Olimpo de la fama culinaria. El tanque de canal 10 le significó a Sergio Puglia (68) poder demostrar su sabiduría como antropólogo gastronómico y sus habilidades como docente, un rol que ejercía pero no lo evidenciaba en los medios.

El éxito en audiencia le permitió vencer prejuicios ajenos y seducir a muchos que años atrás pedían a gritos que "sacaran a ese puto" de la pantalla, o que no se metiera a opinar de política, porque lo de él era revolver ollas. Siente que se ganó a muchos de sus detractores, pero sabe que otros siguen ahí, agazapados, esperando cualquier comentario, un llanto en TV o un gesto amanerado para caerle con todo.

 Puglia dice que ya no le importa nada el qué dirán, pero confiesa que antes le hirió mucho. Cerca de los 70, felizmente casado con Horacio y cara visible de un jurado riguroso pero sensible, el "cocinero preguntón" le contesta a los intolerantes, a los que se escudan en las redes y a los políticos que lo defraudaron, desde un cómodo sillón de La Baguala, el emprendimiento gastronómico que dirige en las afueras de Montevideo.

 

-¿MasterChef es el punto más alto en tu carrera de 40 años como comunicador?

-Creo que fui construyendo una carrera que me colocó primero como cocinero, después como comunicador... Y me transformé en una persona reconocible y hasta popular. Pero podría decir que MasterChef marcó un antes y un después por muchos motivos. Primero, porque hubo un sector de la gente que me ninguneó siempre, que no entendió o no quiso entender que yo podía ser un comunicador y poder llegar a ocupar el rol del periodista cuando entrevisté a todos los presidenciables, a todos los presidentes, a todos los diputados y todos los senadores... Hubo un sector del  público que no quiso aceptar ese papel y me encasilló en el rol del cocinero. Por otro lado, hubo  otro sector que me ninguneó permanentemente, me tildaron de chanta y creían que yo era un soberbio. Y por otro lado, estaban aquellos que me siguieron. Menos mal que fueron más lo que me siguieron que los que me ningunearon o pensaron que era un chanta. ¿Qué hizo MasterChef? Me sacó del encasillamiento en donde parte del público uruguayo me tenía. Porque al uruguayo le gusta encasillar. Y como a mí no me pudieron asir, yo generaba distintas sensaciones. Con MasterChef la gente descubrió que yo tenía capacidad para el análisis, tenía buen manejo del idioma para hacer una devolución constructiva, tenía una cuota de sensibilidad como para verme reflejado en el participante... y por otro lado, el fenómeno MasterChef hizo que el público infantil y adolescente -que nunca me había mirado- me descubriera como comunicador. Así que creo que MasterChef revitalizó mi imagen y me abrió un espectro en un sector del público. Hace poco una amiga estaba en una cena en Carrasco y escuchó que en una charla, donde estaban comentando MasterChef, alguien dijo: "Pensar que yo creía que era un gordo chanta, y qué bien que se expresa, ¡cuánto sabe de cocina!". No sabían que ella era amiga mía. Es que yo nunca había mostrado la faceta de docente de antropología gastronómica, cuando ejercía hacía 20 años. Pero nunca lo había mostrado en televisión. Pero sí, es un lugar fantástico para mi carrera.

-¿A qué atribuís el éxito del programa? Tiene números de rating inusitados para Uruguay.

-Queda demostrado que si vos apostás y con un grado alto de excelencia a la exigencia de la gente, lo reconquistás como televidente de TV abierta, que todo el mundo vaticinaba que se estaba muriendo. El formato está probado con éxito en todo el mundo, y nosotros cumplimos con la biblia del formato, con las exigencias de realización, de producción y de concepto, y le dimos el sello propio de tal forma que la gente se diera cuenta que no estaba viendo un programa extranjero, sino que le hablaban en su propio idioma, de sus propias cosas. Y desde la producción gastronómica le estabas dando la posibilidad de descubrir materias primas nacionales, transformación, gustos, combinaciones, talento y cultura de cocina uruguaya e internacional. Y fijate que estamos en la tercera temporada y no ha bajado un ápice el rating. 

-Precisamente, antes de comenzar la tercera edición, ¿dudaste acerca de si la gente continuaría siendo fiel al programa? Porque a la gente le costó tener empatía con los participantes de la segunda temporada, porque todavía estaban encariñados con los de la primera.

-Cierto, seguían encariñados con Nilson (Viazzo) y con Leticia (Cicero). Lo que yo temía de cara a la tercera temporada es que la gente dijera: "Uh, esto de nuevo, más de lo mismo". Pero yo tenía confianza ciega en la producción técnica -por el Instituto Crandon- y periodística -por la elección de los participantes-, entonces ese trabajo de campo tan riguroso hace que después descubras los perfiles de los competidores y veas que fueron bien elegidos. Porque no nos podemos olvidar que es una competencia, es un reality y un show de TV. Leí gente que decía que teníamos que prohibirle que trabajen sin gorros ni guantes. ¿En qué versión de MasterChef en el mundo los participantes trabajan con gorros y guantes? En ninguna. Y también tienen baja tolerancia a la crítica, vos criticás a alguien y parece que lo estuvieras matando. Y no es así, hay críticas constructivas. Y esta gente que cocina porque es su pasión pero que todavía no domina la técnica, tiene que entender que lo que queremos es que aprendan y disfruten de construir gastronómicamente un sello y una personalidad. A eso vamos.

"Con Masterchef la gente descubrió que yo tenía capacidad para el análisis, buen manejo del idioma para hacer una devolución constructiva y una cuota de sensibilidad como para verme reflejado en el participante".

-El año pasado se te vio emocionarte varias veces en cámaras. ¿Por qué? ¿Qué provoca ese llanto sentido?

-Yo estaba viviendo una etapa muy especial de mi vida. Estaba viviendo un problema familiar: mi sobrina estaba viviendo en Venezuela, había sido asaltada, denunciada por los tiras cubanos, le asaltaron la casa, le pusieron medias en la boca, y su hija pequeña por suerte estaba en el colegio. Entonces, yo estaba frente a una participante venezolana... Cuando ella dijo que era venezolana, me quebré. Eso me sensibilizó. Pero aparte, estoy en una etapa de mi vida en que ya no disimulo nada: si tengo ganas de llorar, lloro, si tengo ganas de reír, río. Hay cosas que me emocionan. Me casé y tenía miedo de que la gente me diera la espalda, y fue todo lo contrario, la gente me levantó el pulgar, entonces ese reconocimiento, más el éxito, más las cosas  personales y la profunda tranquilidad que hoy tengo para expresarme me lleva a emocionarme. Y además, hay otra cosa: el tipo que tengo enfrente me hace acordar a lo que yo viví. A mí me cerraron las puertas permanentemente, me dieron palo, me abrí camino solo rompiéndome el alma, y cuando llegué, también me dieron palos. La gente, los colegas, todo el mundo. Entonces yo, que decía "conmigo no van a poder", me fui fortaleciendo tratando de no perder mi esencia. Entonces, hoy que me siento pleno y me siento yo, con la tranquilidad de que no me van a voltear, me doy el lujo de hacer todo lo que quiero. 

-El año pasado te sometiste a una cirugía gástrica (y drástica) para bajar 60 kilos. ¿Fue una decisión por salud o por estética?

-Primero bajé 30, ahora llevo 60 kilos, sí. Yo me hice la manga gástrica, es decir, me achiqué el estómago. Me operé en junio y para hacer esa operación en el Hospital Militar -con el doctor (Gerardo) Beraldo, más gastroenterólogos, nutricionistas, psicóloga- tuve que hacer una dieta especial para bajarle la grasa al hígado. O sea que yo tenía 150 kilos, pero llegué a la operación con ocho menos; y después de la cirugía, empecé a hacer una vida normal comiendo sólo lo necesario. Ya llevo 60 kilos bajados. Fue una decisión por salud. Lo medité durante dos años, donde subía y bajaba, subía y bajaba. Yo estaba un poco cansado. Hasta que me crucé con una persona amiga que se había operado en Chile y el resultado era magnífico. Después me encontré con otra que se la hizo en Montevideo, con el mismo cirujano con el que me terminé operando yo, y el resultado había sido magnífico. Así que terminé decidiéndome y el 17 de junio de 2017 me operé.

-Una vez me contaste una anécdota divertida respecto a cómo repercutió tu cambio de peso al aire, haciendo MasterChef... ¿La podés recrear?

-Claro. Era la final de la primera temporada, que nosotros la hacemos en vivo para que no se filtre el ganador, pero tenemos una parte del programa que está grabada, que es la competencia. No así el juzgamiento del jurado y la apertura de los sobres, que se graba en vivo. Entonces habíamos grabado, yo ya me había operado y había bajado a esa altura unos 25 kilos. Pasó un mes hasta que llegó la final y ese día me vistieron igual que la última vez por continuidad cinematográfica, ¡pero yo había bajado 25 kilos! Entonces alguien en Twitter puso: "Si habrá demorado la tanda de MasterChef que Puglia bajó como 30 kilos". 

-Esa es la cara divertida de Twitter. Pero está la otra...

-La otra es una máquina de picar carne.  Las redes en general son una cosa fantástica, bien usadas, pero está pasando que la mayoría de la gente las está usando escondiéndose desde el anonimato para decir barbaridades y destruir. ¡Se dedican a hacer periodismo ciudadano! Pero es un mamarracho, porque al no haber un periodista profesional detrás, no se verifica nada. Yo a esta altura leo, a veces, y a veces no leo nada. Que digan lo que quieran.

"La gente está usando las redes sociales escondiéndose en el anonimato para decir barbaridades y destruir. ¡Se dedican a hacer periodismo ciudadano! Pero es un mamarracho... Que digan lo que quieran".

-¿Cómo nace el mote del "cocinero preguntón"? 

-Hay un periodista (NdeR: Leonardo Haberkorn) que en un momento dado, en Qué Pasa de El País, parece que se molestó porque yo había tenido en mi mesa a Tabaré Vázquez y los candidatos a la Presidencia de la República, y estaba haciendo un programa de almuerzos muy político. Él escribió un texto haciendo un análisis del periodismo y consideró que periodistas son aquellos que se reciben en la academia. Se olvidó que los grandes periodistas veteranos de este país (Jorge Traverso, Néber Araújo, Sonia Breccia...) no fueron a la universidad, porque en aquel entonces no había carrera de Comunicación. Él critica eso y termina diciendo "cómo estará el periodismo nacional, que está en las manos de un cocinero". Por un lado, él me reconoció como periodista -porque me comparó-, pero me resultó ofensivo y doloroso. Dije: "No me voy a calentar". Después de esa lectura, salí frente a cámaras en Puglia Invita y dije que no había pasado por la academia periodística, sí por la academia gastronómica, y que no me consideraba periodista, en todo caso era "un cocinero preguntón".

-Hoy la gastronomía en TV está ampliamente aceptada en los hogares de los uruguayos. Pero te costó tener que vencer muchos prejuicios, irte a estudiar a Europa y volver a imponer la cocina como excusa para hacer comunicación...

-...Y para decirle a la gente que la gastronomía era un hecho cultural y que directamente cada pueblo se expresaba a través de la materia prima, de lo que comía y cómo lo comía. Y el origen de lo que comemos baja de los barcos como la construcción de nuestra propia sociedad. Somos un verdadero crisol de razas. Por eso la cocina responde a eso. Y lo hemos ido modificando porque todo se transforma. Todo eso quería decirle a la gente, porque mi tesis -cuando me recibí en Europa- fue sobre antropología gastronómica. Entonces, que la gente entendiera que la cocina era un verdadero hecho cultural. Tuve que vencer muchos prejuicios: primero fui el primer hombre cocinando en televisión, así que mucha gente -en esta sociedad pacata y jodida de años atrás- entendía que tenía que cocinar una mujer, no un hombre. Por otro lado, recibía comentarios tipo: "Saquen ese puto frente a la cámara", "saquen a ese maricón", "échenlo del canal, échenlo de la radio"...

-¿Te consta que hayan pedido tu despido de los medios donde trabajabas?

-Claro que me consta. Me lo decía Jorge Nelson Mullins, fundador de Sarandí -amigo y mi padrino en los medios-, él me decía: "Por un lado, estamos haciendo un éxito de locos, y mirá las cartas que recibo", y en todas pedían que me despidiera por gay. Y en el canal 5, el subdirector de aquel momento, me llamó un día, me citó a su despacho y me mostraba lo que llegaba al directorio del Sodre. Reconozco que todos se la jugaron por mí, porque el programa andaba bárbaro. Y me permitieron demostrarle a la gente otra cosa: yo puedo tener mi orientación sexual, pero nunca hice bandera de ella, nunca dije nada al respecto. Yo nunca le refregué nada sobre mi vida privada a la gente. Entonces, yo no podía permitir que la gente me criticara por eso. Por eso soy agradecido a todos los que se la jugaron por mí, también por (Julio) Frade que cuando yo me quería ir, doblegó la apuesta y me propuso un magazine de mañana: El club de la buena vida, a las 11. Batió récords de audiencia... al punto que canal 4 enseguida puso un magazine con gastronomía de mañana y después el 12. Pero yo inauguré los magazines de mañana. El canal 10 fue el último en tener un magazine de mañana, ¿y quién lo inauguró? Quien te habla, con un programa que se llamaba Con mucho gusto, que también batió récords de audiencia, ganándole a todos durante un año y medio.

"Yo puedo tener mi orientación sexual, pero nunca hice bandera de ella. ¿Tienen miedo de contagiarse? Esos te gritan: 'Puto de mierda, te voy a cagar a trompadas' o 'Te voy a meter preso, así en la cárcel te rompen bien el orto'. Pasó hace tres días".

-¿De qué forma cambió tu vida haberte casado con tu pareja, Horacio Correa?

-Cambió en plenitud, en paz, en profunda felicidad. Cambió en vivir esencialmente la libertad, sentirme más libre que nunca. Yo nunca había verbalizado nada sobre mi orientación sexual. ¿Sabés cuándo salí del clóset? En un programa de fin de año de Consentidas me preguntaron cuál era el mayor proyecto de vida que tenía para el año siguiente, y yo contesté: "Casarme con Horacio", dije yo. Las conductoras quedaron asombradas. Horacio me pasó a buscar a la salida y le dije: "Mirá que pateé el tablero", él ni siquiera estaba enterado que yo lo iba a anunciar. Ya lo veníamos conversando, claro. Estamos casados hace dos años, así que tenía 66 o 65... Esperé 66 años para hablar de mi orientación sexual. Antes, nada.

-Respecto a tu casamiento, hubo políticos invitados -como Luis Lacalle Pou- que fueron criticados por haber asistido, cuando en el Parlamento no acompañaron la iniciativa del matrimonio igualitario. ¿Cómo lo ves vos? ¿Hay cierta hipocresía en no apoyarlo, pero asistir a la boda?

-Lacalle Pou, Pedro Bordaberry, Verónica Alonso, todos ellos no habían votado la ley. No pasa nada... son todas pavadas, cada uno es dueño de sus actos, de su manera de sentir y vivir. Yo soy amigo de Lacalle Pou, de Bordaberry, de Verónica, de Beatriz Argimón, de Julio Sanguinetti, de Lacalle padre...

-Todos de derecha... o de la oposición, al menos. Ninguno frentista.

-¡Soy amigo del Pepe Mujica! Fui a comer como 20 veces asados con el Pepe, el Pepe estuvo en mi casa cenando con Susana Rinaldi y nadie lo supo, no había cámaras. Yo tengo una cosa que me enseñó mi familia: en mi casa no se le pedía el carné político a nadie, los afectos son los afectos, y el respeto en la democracia es porque respeto que vos pienses distinto a mí. Así  que no te tengo por qué obligar a que pienses igual que yo. Por eso me doy un abrazo con Marcos Carámbula, a quien respeto y me parece un tipo brillante, hablo con (José Carlos) Mahía, que me parece un tipo genial, estoy cenando con Mujica y almuerzo con Sanguinetti o viajo a Israel con el "Cuqui" Lacalle... porque así soy yo. Y yo invité a mi casamiento a la gente no por lo que votó, sino por la relación afectiva que me unía con ellos. Mirá lo que te voy a decir: capaz que cualquiera de ellos cambió su postura (respecto al matrimonio igualitario) después de ir a mi casamiento. Capaz que hoy votarían otra cosa... Y también hubo gente a la que invité -y votó la ley- y no fueron, porque pensaron que iba a ser una fiesta tipo "La jaula de las locas".

-¿Hay más tolerancia y respeto en la sociedad respecto a la diversidad sexual, o no es tan así como parece?

-Este es un país envejecido y uno pensaba que los que menos iban a apoyar a la diversidad sexual iba a ser la gente grande, ¡y la gente  grande es la que más apoya la diversidad! El otro día estaba acá cocinando sin alianza, y una señora mayor me dijo: "Ojo, que estás sin alianza... ¿Dónde está Horacio, que le quiero contar?". Hay un sector de la población que es tu generación, y la gente cercana a los 50, que son muy reaccionarios y tienen un miedo atroz -a veces pienso que tienen un miedo atrás-... entonces, ¡Es una cosa terrible! ¿Tienen miedo de contagiarse? Eso son los más terribles, los que directamente saltan y te gritan: "Puto de mierda, te voy a cagar a trompadas" o "Te voy a meter preso, así en la cárcel te rompen bien el orto". Eso lo escuché hace tres días, cuando se lo dijeron a Horacio. Y fue un abogado.

"¿Por qué están trabajando en las radios del Estado o el canal oficial? No está mal que sean todos frenteamplistas, pero que reconozcan que están ahí por su talento y porque les dieron un premio a la militancia. Que se dejen de joder".

-Da la impresión que ya estás más allá de las críticas, que a esta altura todo te resbala. Y por eso mismo llorás en cámara, y te importa poco lo que digan. ¿Por qué ahora te pasa esto?

-A mí me importa lo que dice la gente, pero aprendí a preguntarme cuando leo o escucho algo de quién viene, entonces le doy o no valor dependiendo de quién viene. Por otro lado, yo creo que lo que hago está bien, tengo un compromiso en la sociedad donde me toca vivir, y me la juego por el esfuerzo que hice durante muchos años para que los muchachos crean en el estudio y la capacitación, que recuperen la cultura del trabajo... yo estoy jugado a ese tipo de cosas. Soy consciente de que me expongo todos los días al estar frente a una cámara o un micrófono, y si llegué a donde llegué es porque yo luché, pero también es por la gente, porque hubo un reconocimiento. Entonces estoy tan seguro de lo que estoy haciendo que ya no me hieren. Antes sí me herían, antes yo tenía que bancarme recibir diariamente en la radio y la televisión -cuando se inauguraron las benditas redes- el "callate, puto", "callate, ¿por qué no te vas?", "vos no opines, dedicate a revolver ollas". Pero yo, que soy cocinero, también soy un comunicador y un ciudadano, y como tal puedo opinar, como todos. 

-El año pasado la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) salió al cruce de afirmaciones tuyas en Puglia Invita, cuando dijiste que "las radios y el canal estatal sólo difunden información favorable al gobierno y no tienen audiencia". Victoria Alfaro de APU dijo que era un "tremendo disparate". ¿Te equivocaste con esa afirmación o lo seguís manteniendo? 

-¡Lo sigo manteniendo! Creo que los medios del Estado se transformaron en medios oficialistas y los comunicadores y la gente que trabaja ahí es porque tienen un valor, sí, pero si yo miro las mediciones y, ¡los medios del Estado no tienen audiencia! Y muchos de los que trabajan en esos medios estatales hablan muy bien haciendo el papel del pluralismo, cuando en definitiva difunden el trabajo "perfecto" del gobierno. ¿Me van a decir que no? Si me dicen que no, me están tomando el pelo. Le pido a la gente que se pregunte: ¿cómo llegaron (los comunicadores) ahí? ¿Por qué están trabajando en las radios del Estado o el canal oficial? No está mal que sean todos frenteamplistas, pero que reconozcan que están ahí por su talento y porque les dieron un premio a la militancia. Que se dejen de joder. Y esa señora, Victoria Alfaro, dijo que yo hablaba desde la prepotencia de un piso en Pocitos que conseguí gracias a los chivos publicitarios que hice en mi vida. No, querida, lo que logré en mi vida fue la-bu-ran-do. No me regalaron absolutamente nada. 

-Tu familia es de origen blanca, comenzaste a militar en la juventud de Por la Patria. ¿Seguiste siendo blanco con la llegada del Frente Amplio al poder, o le prestaste tu voto al FA? 

-Nací en cuna blanca, de familia blanca, a mi abuela le decían "La Blanquilla de la Unión", mis padres fueron blancos como hueso de bagual. Yo, por tradición y convicción, fui y soy blanco, wilsonista. No quiere decir que en un momento dado no haya dejado mi partido para pasar a ser una persona preocupada por la realidad que vivía el país. El país cuestionaba el sistema político en el que estábamos, y en ese momento consideré que se necesitaba un cambio. Y aposté por el cambio, porque quería una mejor sociedad, más justa, entonces le presté el voto al FA. Por eso lo puedo criticar de la forma en que lo critico. 

-El sistema político ha quedado manchado con varios casos de corrupción, irregularidades o, por lo menos, faltas éticas. Las hubo en el oficialismo, pero también entre blancos y colorados. De todo, ¿qué es lo que más te preocupa? 

-Hay que cortarle la cabeza a todos (los corruptos): blancos, colorados y frentistas. ¡Me preocupa todo por igual! Cómo voy a seguir votando a la gente que después me defrauda. Me genera pérdida de confianza. Todos cayeron por el mismo lado, no defiendo a unos más que otros. Creo que todos tienen que hacer una depuración en sus filas y el mea culpa que corresponde. 

"Hay que cortarle la cabeza a todos (los corruptos): blancos, colorados y frentistas. ¡Me preocupa todo por igual! Cómo voy a seguir votando a la gente que después me defrauda".

-Estás al frente del emprendimiento gastronómico La Baguala (Camino Sanguinetti, playa La Colorada), donde estamos almorzando ahora mientras tenemos esta charla. Es un proyecto profesional a dúo con tu pareja. ¿Qué te motivó a asumir el desafío? 

-Me enamoré de este lugar el primer día que llegué, hace dos años. Llegué a comer porque tenía gente conocida que manejaba la parte gastronómica, y me fascinó... a tal punto que me compré una chacra acá al lado. Acá hay un hotel, un restorán, un centro ecuestre, un salón de eventos y un emprendimiento de chacras; yo me compré una chacra y soñé con tener una casa ahí, y la voy a tener. Después los propietarios me ofrecieron hacerme cargo de La Baguala, y acepté. Vinimos los dos a llevar adelante este emprendimiento, hace un año que estamos y volví a recuperar una cosa que no tenía hace tiempo: la fascinación de estar cocinando para la gente todos los días. 

-¿Tenés un plato favorito? ¿Cuál es tu comida favorita? 

-Tallarines al pesto, con huevo frito por arriba.

-¿En serio? Pensé que era algo más elaborado...

-Con un pesto bien hecho, eh... Después hay otras cosas que me fascinan: la torta de mariscos, la torta de atún español con pimiento de piquillo y masa de hojaldre francés, o un penne rigatti con salmón y queso mascarpone... me gusta la cocina en general, pero mi plato predilecto es tallarines caseros con pesto casero, con pinoli italiano y huevos fritos por arriba. 

-¿Han pensado en adoptar niños? ¿O no tenés el anhelo de ser padre? 

-No, para nada. No... Yo no me creo capaz. 

-¿Sos feliz?

-Muy feliz, muy feliz.