Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Le prometí que serían 45 minutos, pero hablamos dos horas y quince minutos con Jorge Da Silveira, en el living de su casa en Punta Carretas, charla interrumpida por sus inquietos nietos y un café que llegó tarde, pero llegó. Es más, fue tan largo el diálogo que tuvo primer tiempo y segundo tiempo, tras su regreso de comentar la fecha del fútbol para Telenoche. Y si bien es cierto que por momentos se fue por las ramas, se le perdona: "Toto" Da Silveira suma 100 presencias en altas competencias, 13 de ellas Mundiales de fútbol y 57 Copas Libertadores, hizo dupla con 23 relatores, trabajó en 26 medios de comunicación y recorrió 58 países trabajando gracias al fútbol. No es simple resumir tanto en un rato.
A lo largo de las más de dos horas, el doctor -que está presentando su libro "Toto. Memorias y confesiones de Jorge Da Silveira", (de Marcelo Inverso, editorial Sudamericana) fue desgranando anécdotas que pintan de cuerpo entero al periodista comprometido con sus convicciones. Durante la charla -que comenzó con pleno sol y terminó al caer la noche- confesó haber sido hincha de Nacional como su padre, haber disfrutado a los mejores jugadores que vio en su carrera (fueron de Peñarol: Hohberg, Rocha, Schiaffino), haberse congraciado con DTs internacionales que hoy son grandes amigos (Menotti, Bilardo, Bianchi, Markarian), y no tener la mínima intención de amigarse con Óscar Tabárez o Nelson Gutiérrez, de quien opina que es "un mafioso". Sobre Casal, en cambio, tiene una opinión parecida, algo maquillada: "es un mafioso con sentimientos".
Aviso de spoiler: "Toto" no es feliz. Ya verá el lector por qué no.
-Usted renunció a muchos empleos por convicciones personales, pero su primera renuncia relevante se da como estudiante del Elbio Fernández, cuando un compañero de clase, hoy connotado escritor y poeta, Jorge Arbeleche, se quedó con el Pabellón nacional en un dudoso sorteo. ¿Cómo fue eso?
-Había dos grupos en sexto de escuela, A y B. El grupo A tenía como principal estudiante a Jorge Arbeleche, el grupo B me tenía a mí. Teníamos 11 años, año 55. Votaban las maestras quiénes eran los mejores alumnos en aplicación y en conducta, y después votaban los compañeros. Sobre un total de 25 primeros puestos, yo tenía 21, y cuatro segundos puestos (dos en conducta y dos en idiomas). Las maestras siempre me ponían como el mejor de la clase. Arbeleche tenía 17 de 25 primeros puestos posibles y dos segundos puestos por el voto de la maestra. Parecía que no era una situación de paridad como para que el azar decidiera quién se llevaba el pabellón. Cuando se empezó a correr la bola de que iban a hacer un sorteo, yo fui a hablar con Jerónimo Zolesi, el secretario general del colegio, y le dije que se trataba de algo demasiado importante como para dejarlo librado al azar, y tampoco había igualdad de condiciones: que se lo dieran a él o a mí. Esperaron un día que no fui al colegio porque me enfermé, y ese día dicen que hicieron un sorteo -después una funcionaria me dijo que los dos papeles tenían el mismo nombre- y perdí. La familia Arbeleche tenía cuatro o cinco abanderados, era una tradición familiar llevarse el pabellón nacional. Cuando me enteré de eso, le dije a mi padre que no quería ir más al colegio, mis hermanas se solidarizaron y nos fuimos los tres, en junio. Mis padres me bancaron, y yo hasta escribí una carta de renuncia al Elbio. Me fui a la escuela Francia, donde fui abanderado con el pabellón nacional.
-Se nota que ese episodio de la infancia lo marcó...
-Sí, fue la primera gran paliza de mi vida. Después fui al liceo Zorrilla, después al Vázquez Acevedo, después a la Udelar a estudiar derecho. Pero esa fue mi primera gran prueba de personalidad, a los 11 años. Yo era tímido y mi viejo siempre me estimuló para que la venciera y me decía que yo tenía que ser siempre el mejor. Eso para mí fue un peso grande, por eso yo no quería defraudarlo y quería ser el mejor. Con el tiempo me di cuenta que eso lo sufrí y cuando fui padre, jamás le pedí a mis hijos que fueran los mejores, sólo que sean buenas personas.
-"Todavía lloro a mi madre", confiesa en el libro. Su madre murió de cáncer de hígado en 1959, pero fue un caso de mala praxis. ¿No es así?
-Fue el episodio más duro de mi vida: la enfermedad y la muerte de mi madre. Se enfermó de cáncer cuando yo tenía 13 años. Fue una mala praxis, sí. Me tuve que saltear la edad de la bobera y maduré prematuramente. A los 15 años tenía la cabeza de uno de 23. No conocí nada parecido a mi madre: además de bellísima, era mucho más linda por dentro, maestra, nos cocinaba, una fenómena... Y mi viejo fue un gran compinche, que a los 17 años- cuando le dije que quería trabajar- me dijo: "Te encanta el deporte, te expresás correctamente, ¿por qué no te buscás un trabajo en una radio deportiva?". Y gracias al padre de un compañero mío, Oscar Imperio -hoy director de radio Universal, hijo de Carmelo Imperio, gran publicista-, entré a trabajar en radio. Un día me llama mi amigo Carmelo y me dice: "Hay una vacante como comentarista de reserva en radio Sarandí. ¿Te animás?". "Cómo no me voy a animar", le dije. Fui, hice tres pruebas, y el sábado 3 de junio del 61 empecé en un Nacional-Rampla por el Competencia de aquella época, y al día siguiente jugaban Peñarol-Palmeiras, la primera final de la segunda Copa Libertadores que gana Peñarol: gol de (Alberto) Spencer acá, gol de (José) Sasía allá cuando empatan 1-1. Y el destino quiso que a 20 días de cumplir 18 años, (Carlos) Solé no pudo ir a la final de Peñarol-Benfica por la Intercontinental, relató Sergio Mezzano y me tocó comentarla a mí. Después, con 21 años, en marzo del 65, Solé me invitó a ser su comentarista. Tuve que madurar de golpe, por el fallecimiento de mi madre.
-Se recibió de abogado, pero no ejerció porque un juez podía dictar sentencia sin verle la cara a las partes, ya que no había juicios orales. Curiosamente, el nuevo Código del Proceso Penal sí prevé los juicios orales y cobra mucho más valor el testimonio de las víctimas. Ahora se sentiría en su salsa como abogado...
-¡Claro! Pero yo me jubilé a los 60 años como abogado. Ejercí poco, al principio, en un momento muy malo de mi vida. Pero claro que ahora me sentiría cómodo... yo quería ser abogado como en las películas, ¡yo quería ser Charles Laughton en "Testigo de cargo"! Voy a un juzgado, ambiente lúgubre, día de invierno, plomizo, llovizna... me entero que un juicio ordinario duraba cinco años y el juez muchas veces resolvía el caso sin verle la cara a las partes. Dije: "Esto es una aberración". Se dieron dos cosas: por un lado, esa decepción que experimenté en las prácticas forenses, al ver lo que era la carrera que había elegido, fijate que yo había conseguido un trabajo en la radio para financiar mi carrera de abogado. Pero yo tenía que ayudar a mi viejo que tenía tres laburos.
-No mucha gente sabe que con 28 y 29 años fue funcionario estatal elegido por Jorge Pacheco Areco y luego fue director nacional de Vivienda con Juan María Bordaberry, antes del golpe de Estado. De hecho, usted renuncia con el golpe. ¿Cómo puede resumir su periplo en la política?
-Primero fui director del Consejo Nacional de Subsistencias. Era un tiempo en que el país vivía un régimen de fijación de precios, por parte del Coprin, a cargo de un tipo fenomenal, que era contador y militar, Ángel Servetti, uno de los tipos más íntegros que conocí. En Subsistencias conocí a Servetti y nos entendimos bárbaro. Faltaban dos o tres meses para terminar el período de gobierno y me llama mi padre llorando. Mi padre -yo llevo el mismo nombre que él- tenía su teléfono en la guía y yo no... llega llorando, me trae una lista 35 amenazas de muerte, y me dice que teme por mi vida, que me vaya de ahí. Yo había cerrado siete frigoríficos, metí en cana a un industrial del aceite, hice los primeros procedimientos del Mercado Modelo. Yo le dije que no me iba a ir por amenazas de estos cobardes. Que ni bien terminara la gestión, me iba, porque eso no era para mí. ¿Sabés cómo llegué a Subsistencias? Me llama un amigo y me convoca a Casa de Gobierno porque había un puesto que me podía interesar. Terminé de relatar un Nacional-River Plate y fui, pensé que era para el departamento jurídico de algún organismo público. Llega Walter Santos, secretario de (Jorge) Pacheco Areco, y al rato me dice que Pacheco me estaba esperando. Me pareció un tipo muy inteligente, con mucho boliche. Le dije que yo no lo había votado, después le puse todos los pretextos habidos y por haber... pero me dijo que Servetti me había recomendado como abogado de carácter, que me precisaba en Subsistencias. Le pedí 24 horas, y al otro día acepté diciéndole que a la primera cosa que no me gustara, yo me iba. Me dijo: "Usted nunca va a recibir un llamado mío para pedirle nada, y si alguien va a pedirle algo, usted sabe lo que tiene que hacer". El tipo, un crá. Cuando terminó el período de gobierno, en 1971, se terminaba mi vida política, yo se lo había prometido a mi viejo.
"Pacheco (Areco) me pareció un tipo muy inteligente con mucho boliche. Le dije que yo no lo había votado, le puse todos los pretextos, me dijo que me precisaba en Subsistencias. Al otro día acepté diciéndole que a la primera cosa, me iba".
-Pero también trabajó con Bordaberry...
-A Bordaberry no lo conocía. Bordaberry llamó a Servetti y le ofreció ser director nacional de Vivienda. Y le dijo que llegara conmigo, los dos juntos. Servetti le dijo que no, que yo había dejado la política. Pero mi padre me dio para adelante, porque Vivienda era otra cosa, y empecé a trabajar ahí con Servetti. Pero fuimos a la guerra con un tenedor, y logramos bajar la inflación de 100 y pico por ciento a 18%. En octubre del 72 hubo una reforma de gabinete y ahí Bordaberry puso a Servetti como ministro de Transporte, y a mí como director nacional de Vivienda.
-Hasta que se cansó de trabajar en política...
-Sí, en febrero del 73, con el advenimiento de los militares. Yo ahí fui a renunciar. Ya tenía problemas con algunos militares y cuando se da eso, cae un hombre extraordinario, el general (Antonio) Francese, la gran víctima del "febrero amargo". Y de repente se me acerca Luis Barrios Tassano, con quien yo había estado enfrentado en Subsistencias cuando él estaba en el frigorífico San Jacinto, ahí ya estaba como secretario de Presidencia, se me acerca y me dijo: "Hasta ahora estábamos en veredas opuestas, ahora estamos en el mismo bote, cuente conmigo". Se terminaba la democracia... En febrero, él me pidió que aguantara un poco más y no renuncie en ese momento. La verdad es que Bordaberry me trató bárbaro, nunca me cambió una coma de nada y me respaldó en todo. Cuando el 27 de junio estoy reunido con el director del BHU, me llama Servetti: "Venite para el ministerio urgente, que hay algo importante". Llegué al Ministerio de Obras Públicas y ahí estaba Jorge Presno, ministro de Industria, y ahí me dice que lo llamó Bordaberry, que va a disolver las cámaras. "Tenemos que ver lo que vamos a hacer", me dice Servetti. "Le digo: no, no... yo no tengo nada que pensarlo, yo soy civil. Usted no, es militar". El tipo, con tremendas agallas, me dice que él va a pedir pase a retiro y lo hizo, con solo 40 años. Ese día nos fuimos ocho personas de la administración.
-En marzo de 1987 usted sufre un accidente automovilístico en el que casi muere. De hecho, su colega Rodolfo Larrea falleció. ¿Qué tanto lo marcó ese episodio trágico?
-Totalmente. Me cambió absolutamente la escala de valores. Yo le debo la vida a un médico del departamento de Canelones, al Dr. Pedro Tuana, un neurólogo de Las Piedras, que venía con su familia por la ruta, vio el accidente y paró a auxiliarnos. Yo venía dormido, me desperté cuando empezaron las volteretas del auto... Yo le había cambiado el lugar a Larrea, porque él estaba muy delgado y venía de un trasplante de riñón. Tenía la cadera rota, la rodilla derecha deshecha, desgarré el hígado, fracturé el omóplato derecho, hice un escalpe con desprendimiento del cuero cabelludo y tenía grandes dolores en la columna... Me llevan urgente en el furgón de una pareja a Comeca -no hubiera llegado con vida a Montevideo-, y ni bien llegué me inyectaron la transfusión de tres litros de sangre y suero. El "Pucho" Legnani me cosió, Tuana me dio la anestesia, y después me mandan a Casa de Galicia. Estuve cinco días en CTI y había pedido que sólo Suero me podía tocar los huesos. Permitieron que viniera (Carlos) Suero, que no era de Casa de Galicia, a operarme, y me hizo una operación fantástica. Pero durante dos días me ocultaron que Larrea había fallecido en el accidente.
-Hablemos de fútbol: ¿Por qué cree que los periodistas deportivos (salvo excepciones: Sonsol y Gorzy) no confiesan de qué cuadro son hinchas en este país?
-Este es un país muy especial, la gente con el fútbol es muy fanática. Yo no tengo ningún problema en decir... todos los que empezamos en esto lo hicimos teniendo un sentimiento por algún club. Mi viejo era hincha de Nacional...
-Y usted también...
-Yo empecé con mi viejo, pero como a mí me gustaba tanto el fútbol, íbamos todos los sábados y domingos al estadio, a ver a Nacional y Peñarol. Además él era representante de San Lorenzo de Almagro en Uruguay, entonces tenía libre acceso al estadio con un acompañante. Por eso íbamos a ver a los dos.
"Yo no tengo ningún problema en decir... todos los que empezamos en esto lo hicimos teniendo un sentimiento por algún club. Mi viejo era hincha de Nacional... Pero el día que empecé en esto me dije que el fútbol para mí era el periodismo".
-El imaginario colectivo lo asocia con Nacional, a pesar de que usted ha sido muy crítico muchas veces con el club.
-El imaginario colectivo puede pensar lo que quiera. El día que empecé en esto me dije a mí mismo que el fútbol para mí era el periodismo. Fui declarado tres veces persona no grata por Nacional, y los jugadores de Nacional estuvieron ocho años sin hablar conmigo, del 2000 a 2008. He tenido más problemas con Nacional que con Peñarol, y siempre digo que los mejores jugadores que vi jugar fueron de Peñarol. Además, siempre fui muy profesional. Enseguida me di cuenta que para hacer las cosas bien, tenía que dejar los partidarismos, aparte nunca fui fanático. Me gustaba analizar mucho el fútbol. Donde sí tuve mi gran pasión deportiva fue con el Sporting en básquetbol. Llegué a estar 20 años sin poder ver a Sporting por televisión, porque me ponía muy nervioso.
-¿Cuál fue el mejor futbolista que vio jugar en 57 años de trayectoria?
-Pelé. Tenía todo, era completo: técnica maravillosa con las dos piernas, gran cabeceador, una agilidad y una gambeta extraordinarias, y un jugador con una clase única. A los 17 años fue campeón del mundo, e hizo goles decisivos en ese Mundial (Suecia '58). Para mí, un monstruo. El mejor jugador que vi acá, el más completo: Juan Eduardo Hohberg. Era el único jugador que cuando pasaba la mitad de la cancha me transmitía que podía venir un gol. Y el mejor nacido en Uruguay: Pedro Virgilio Rocha, un tipo extraordinario.
-¿Y el mejor entrenador?
-Eso es bravo... Un tipo que me marcó a mí como hombre de fútbol fue Osvaldo Zubeldía, para mí fue como Pedro Mendoza, el primer adelantado. Ese tipo inventó todo en el fútbol: córner con pierna cambiada, iba a peinarla al primer tiempo, los centros "banana" de Madero, el día que le pusieron un 9 que se retrasó, llamó a una reunión a la noche y ahí inventó el líbero y el stopper. Ese sí que era recibido en la universidad de la calle. Un día reunió a todo el plantel en Constitución (Buenos Aires) a las 6 de la mañana, para que los tipos vieran cómo la gente iba corriendo a trabajar, se subía a los trenes, se metía en los subtes apurada, y les dijo: "¿Ven todo lo que hacen? Es para cobrar un sueldo que a muchos no les alcanza. Si ustedes me dan bola a mí, los voy a hacer ricos y jugando al fútbol". Pero los mejores técnicos de Argentina: Pizzutti, Menotti, Bilardo, Bianchi, a mí me dieron una bola imponente.
-Su mala relación con Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez arranca mucho antes de Tenfield, cuando en 1987 casi se van a las manos en Aeroparque...
-Es verdad. Yo había presenciado cómo ellos en el 86 lideraban un grupito de jugadores que incumplía las normas establecidas para la vida del grupo, y que hicieron que la mejor selección que llevamos (en nombres) a un Mundial volviera después de haber jugado cuatro partidos y habiendo hecho sólo dos goles, uno de penal, teniendo un gran plantel. Una vez los vi volver a ellos dos después de medianoche al hotel. Se quedaban reunidos, no respetaban horarios... Yo dije por la radio que había habido un grupo de jugadores que no habían respetado las normas de convivencia del grupo y que esos nombres estaban en un sobre que la gente de la delegación los había dejado en la AUF por si algún técnico quería consultarlo. Dije que los líderes eran Francescoli y Gutiérrez. Al año siguiente empieza la Copa (América), era un Argentina-Perú y me los crucé en Aeroparque -yo estaba recuperándome del accidente, estaba débil- y vienen ellos y me meten el peso. Empezó la discusión, después era cada vez más dura, y le dije a Francescoli: "Mirá que si no te puedo pegar la piña que me muero de ganas de pegarte, agarro un banco y te lo parto en la cabeza; pero por delante no me lo vas a llevar". Nos insultamos en el aeropuerto, seguimos en el ómnibus delante de todo el pasaje y ahí empieza un largo diferendo. Lo termina Gregorio Pérez en el año 90, en el Mundial. Hablamos y se arregla, hasta que ellos empiezan a boicotear la selección de (Luis) Cubilla. Cuando ellos ("los repatriados") dan una conferencia en Italia, yo viajo hasta allá y allá tengo el último lío con Francescoli. Después de ahí ya no hablé nunca más con él. Con Gutiérrez tuvimos una relación civilizada de "qué tal, ¿cómo le va?", hasta que un día en Paraguay saludo al padre de él, que se paró a saludarme, saludé al hermano y cuando lo voy a saludar a él, me puso mala cara y pensé: "para qué lo vine a saludar...". Y desde entonces, no lo saludé nunca más.
-Me impresiona ver la enorme red de contactos que ha hecho en el mundo del fútbol y que con frecuencia iban a pedirle una opinión o un consejo, desde Menotti, Bilardo, Markarian, Gregorio Pérez, Púa, Gesto, Scolari, Zagallo, Maradona, y podría seguir... ¿Por qué cree que lo buscaban como confidente o consejero?
-No sé, no sé... con Bilardo me conocí acá cuando él vino con San Lorenzo a jugar la semifinal con Peñarol en el 61. Él era estudiante de Medicina, yo estudiante de Derecho, y mi viejo cónsul de San Lorenzo. Cuando él llega a Estudiantes, el que me introduce en la intimidad de Estudiantes es él. Y conviví con ese plantel un tiempo. Con Menotti, fui un día a entrevistarlo, me lo habían presentado cuando él dirigía Huracán en un partido contra Independiente, le golpeé la puerta en la oficina, le digo: "Quisiera hacer una entrevista con usted". "Me tengo que ir en cinco minutos", me dice. "Bueno, hablemos cinco minutos", le dije, y lo entrevisté 45. Cuando terminamos me dijo que tenía las puertas abiertas y fuera cuando quisiera. A Bianchi lo conocí en Córdoba, una persona fantástica. Con Markarian, desde el primer momento congeniamos, aprendí muchísimo de él, un tipo muy estudioso... ¿Por qué me supe ganar la confianza de ellos? Porque nunca revelé nada de lo que me dijeron en reserva, y nunca di ningún dato que pudiera perjudicar a un cuadro uruguayo.
"En el 87, en Aeroparque, le dije a Francescoli: 'Mirá que si no te puedo pegar la piña que me muero de ganas de pegarte, agarro un banco y te lo parto en la cabeza; pero por delante no me vas a llevar".
-Usted y Tabárez tienen una mala relación, no se llevan bien. ¿A qué se debe esta enemistad?
- Fui muy amigo de Tabárez. Cuando yo trabajaba en caramelos Zabala -en administración- vino él con la señora porque tenía un problema con un representante, y lo ayudé con el mismo desinterés que ayudé a todo el mundo. El que le puso "Maestro" como apodo en el fútbol fui yo. Hice una buena relación, lo ayudé mucho, tuve bastante que ver con su llegada a la selección en el año 90. Le sugerí a los neutrales que lo rodearan bien, sugerí que llamaran a Gregorio para que lo acompañara como ayudante técnico. Un día estábamos en Goiania, en la Copa América de Brasil en el 89, y le pregunté por qué había hecho un cambio y me entró a contestar con mal talante, como le contesta a la mayoría de los periodistas acá; me di vuelta y me fui. Y no estaba grabando, era una charla mano a mano. Al año siguiente estábamos en pleno Mundial, me llama Gregorio y me dice que iban a ordenar la atención a los periodistas, que sólo hablarían en conferencia. Le dije: "Me parece perfecto, y los primeros que tenemos que acatar somos los amigos". Pero resulta que tras el primer partido ante España, en Udine, yo estaba comentando y me entero que Mario Bardanca -en todo su derecho- estaba entrevistando a los jugadores a la salida del vestuario. Él estaba haciendo notas para canal 10 y yo no estaba haciendo notas para canal 4. Me fui corriendo a buscar a los jugadores y el ómnibus se estaba yendo para Veronello. Allá me fui para Veronello. Llegué a la concentración, pedí para hablar con él y un tano me dice que la conferencia iba a ser el martes a las 10. Vino Pastorini y le dije que yo había respetado lo acordado y estaba quedando desairado... que al menos (Tabárez) me atendiera cinco minutos. Fui a la conferencia unos días después, y tras la conferencia Tabárez me dice: "¿Usted quería hablar conmigo?" "No, ya no", le dije. Y así estuvimos desde el año 90 hasta 2006, sin hablar. A partir de su llegada nuevamente a la selección tuvimos un trato cordial, mínimo, y correcto, hasta el 2007. Estábamos en la Copa América del 2007 en Venezuela y un día Julio Ríos -con quien yo trabajaba en la radio- dice en la audición que había hablado con algunos jugadores y no tenían buen relacionamiento con Tabárez. Tras esos dichos, se enfría la atención con los medios. En Punto Penal (canal 10) él llega como invitado y dice que Julio Ríos y yo estábamos liderando una campaña para sacarlo a él de la selección. Le dije que si iba a hacer esa afirmación, que me nombrara tres episodios claves de esa campaña, y no dijo ninguno. Quince días después, Ríos fue a hablar con él y se amigó; y yo nunca más hablé con él.
-En el libro usted dice que la AUF ya debería estar pensando en el sustituto de Tabárez, y que todavía no se ha abocado a ello. ¿Por qué cree que debería ser reemplazado después del Mundial?
-Porque veo un deterioro sensible tanto físico como en el estado general de Tabárez, es una cosa fácilmente perceptible. Me parece que es una mínima precaución que se tiene que adoptar desde la AUF. Ojalá Tabárez mejore, ande bárbaro en Rusia, y todo sea distinto. Yo digo que el proceso de Tabárez desde 2006 ha sido exitosísimo y, además, de las mejores cosas que hizo fue la limpieza y haberle otorgado el liderazgo a (Diego) Lugano, que fue un fenómeno, fue el forjador de la unión de todos los uruguayos en torno a la Celeste.
-Usted señala en el libro que Tabárez le habla mal a los periodistas uruguayos, pero es simpático y cordial con los argentinos.
-Es así. Voy a todas las conferencias de Tabárez y no hago nunca una pregunta. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: yo me conozco... me llega a contestar como le contesta generalmente a los periodistas uruguayos, le contesto un disparate y hacemos un escándalo internacional. Y eso perjudica la imagen de Uruguay, de la selección. antes que nada soy hincha de la selección. Te digo más: el día antes de comenzar el Mundial de 2010 le dije: "Que tengas suerte", y no me contestó.
-Siempre fue muy crítico con los poderes otorgados a Francisco Casal y la injerencia que tuvo para hacer y deshacer en el fútbol uruguayo, a caballo de la llegada de la empresa Tenfield. ¿Qué reflexiona hoy sobre Casal?
-Casal estuvo en mi casa para ofrecerme laburo varias veces. Tengo 10 veces mejor concepto de Casal que del "Tano" Gutiérrez. Gutiérrez es un mafioso de lo peor, Paco es un mafioso con sentimiento. Por eso Paco me respeta mucho, porque sabe que arriesgué mi laburo en canal 4 por no aceptar "pegarle" a él por orden superior de arriba. Pero su influencia en el fútbol uruguayo fue nefasta. Casal tiene dos etapas en el fútbol uruguayo: una como empresario y representante como jugadores, que se trató de una etapa muy exitosa, donde le agrega un cero a la derecha a los pases del fútbol uruguayo. Abrió el mercado europeo y se gana el favor de los jugadores porque los hace ganar mucho más dinero que lo que pensaban. Todos querían que lo representara Casal. Se transformó en un dueño de hecho del fútbol uruguayo: los que no le debían favores, le debían plata. Cuando veo que él aspira a los derechos de televisión, vislumbré que se iba a transformar en un monstruo. Empezó con el contrato de 1998 cuando él ofrece 50 millones de dólares y su oferta le gana a la otra oferta de 82 millones. Al principio le pagaba a un club en desarrollo 20.000 dólares por mes (año 99), y los abogados de Casal ponen una cláusula que se llama "de excesiva onerosidad superviniente". Cuando la crisis de 2002, aplican esa cláusula y empiezan a pagar en pesos con ajustes en función del Índice Medio de Salarios. Entonces los clubes pasan de percibir 20.000 dólares por mes a 7.000. Ahí se genera el enorme pozo negro que va de 2002 a 2010. Entonces, los clubes, desesperados, empiezan a pedirle plata prestada a Casal (o Gutiérrez) y los tipos le dicen: "Ok, yo te doy la plata, pero vos me firmás más años de contratos de TV y me das tal o cual jugador". Conclusión: sacaron mucho más de lo que dieron. Y no invirtieron un mango. Y ellos se enriquecieron. Hoy tenemos un fútbol absolutamente fundido, con un contrato que vence en diciembre de 2025 y hace pensar que como dijo (Carlos) Manta que si acá no se sientan todos los actores del fútbol en torno a una mesa para un gran debate y barajan y dan de nuevo, esto está liquidado. Esto no es profesional, esto es una burla.
-Curiosamente, Mario Bardanca comparte con usted una visión muy crítica hacia el poder de Casal y Tenfield. Sin embargo, cuando se anuncia su llegada a Monte Carlo TV, Bardanca renuncia al canal. ¿Por qué? ¿Ha podido hablar con él después de eso?
-Habría que preguntárselo a él. Siempre dije que si hubiera podido elegir un periodista joven para formar al lado mío, lo hubiera elegido a él. Segundo, cuando Fox Sports nos llama para contratarnos (a Bardanca, Ríos, Piñón y yo), le dije que nos llamaban a él y a mí porque teníamos una postura contraria a Casal. Conversamos en Buenos Aires y volvimos convencidos que íbamos a arreglar con Fox. Y le dije a él: "Mario, un consejo de hombre mayor: poné como condición que vos vas a seguir trabajando en Telenoche, porque no sabés cuánto va a durar lo de Fox, y Telenoche es algo seguro". Esas fueron mis últimas palabras con Mario. Yo estoy tranquilo. Yo no lo llamé para aclarar nada, el que tiene que llamarme es él, después de todas mis demostraciones de aprecio. Yo no tengo ninguna explicación que darle a él.
"Voy a todas las conferencias de Tabárez y nunca hago preguntas. Yo me conozco... si a mí me llega a contestar como le contesta a los periodistas uruguayos, yo le contesto un disparate y hacemos un escándalo internacional".
-¿Qué enseñanzas le dejó el episodio de la crítica en Fox Sports Radio a Jonathan Rodríguez cuando dijo que "es un muchacho que bebe"?
-Hablé lo que no debía hablar, cuando el jugador todavía no había firmado contrato (con el club Benfica de Portugal). Lo que yo quería en ese momento era colaborar con el jugador y con Peñarol para que se hiciera el pase, por eso dije: "Hay que venderlo ya", y ahí tendría que haber parado. Pero dije cinco palabras de más (NdeR: "es un muchacho que bebe"). Ese fue mi error. Con el tiempo me reuní con él y me disculpé personalmente, como me disculpé públicamente en un comunicado.
-¿Entonces lo que lo hace reconocer que estuvo mal fue la condicionante de un pase inminente? ¿Si no hubiera existido la posibilidad del pase usted cree que estaba bien decirlo?
- No dije nada durante todo el tiempo que él estuvo en Peñarol sabiendo una cantidad de cosas más. Simplemente hablé de más.
-Por este episodio perdió dos empleos, en canal 10 y en Fox Sports.
-Lo primero que me costó es el escarnio público al que se me sometió. La forma en que mi familia sufrió todo esto, eso fue lo peor. La plata es secundario. Organizaron una campaña nunca vista, y la campaña la organizó Gutiérrez desde Tenfield, con un gran aliado que fue (Fabián) Pumar que movía los hilos de la Mutual. Con Jonathan me disculpé personalmente y si no lo hice antes fue porque se lo impidió Pumar.
-¿Cree que está bien hablar de la vida privada de los futbolistas? ¿Cuándo corresponde y cuándo no?
-Yo creo que no hay que dar detalles. Pero si uno sabe que hay un jugador que no tiene un comportamiento profesional adecuado, tiene que decirlo. Es mi deber como periodista. Considero que siempre ayudé a los jugadores de fútbol. Hay un montón de jugadores que se fueron al exterior porque yo los recomendé.
-¿Qué valoración hace de la llegada del movimiento Más Unidos Que Nunca (MUQN) y la intervención del MEC?
-Para mí, el movimiento MUQN es un fiel reflejo de la conducción que ha tenido el plantel de la selección uruguaya, a través de un gran líder positivo que ha sido Lugano. Lo que hicieron los jugadores debieron haberlo hecho los dirigentes del fútbol uruguayo. Esta valiente actitud de enfrentar al poder económico, eso lo debieron haber hecho los dirigentes. Si acá la dirigencia no asume ese mismo rol valiente, estamos jodidos.
"Este es un mal gobierno, la inseguridad es una realidad dolorosa y la enseñanza ha sido mal tratada... No puedo aceptar que un presidente (Mujica) diga que somos unos atorrantes. ¡Yo trabajo desde hace 57 años los siete días de la semana!"
-Este libro, "Toto. Memorias y confesiones de Jorge Da Silveira", es la segunda biografía sobre usted. ¿Por qué no avaló ni autorizó la biografía que escribió Pablo Fabregat en 2011 ("Toto Da Silveira, 50 años de periodismo deportivo", Sudamericana)?
-Pablo Fabregat vino a mi casa como hijo de un gran amigo mío, me dijo que quería hacer la tesis de grado (para la Universidad Católica) con mi biografía. Le dispensé una gran cantidad de horas, y después agarró lo que yo dije y lo empezó a confrontar con un montón de personas, sin volver a mí para que yo pudiera contestarles y tener la palabra final. Por otro lado, vos lees el libro y crees que Víctor Hugo Morales y yo somos enemigos acérrimos, porque en un momento determinado estuvimos distanciados, pero 15 años después de eso fui corresponsal honorario y exclusivo de Víctor Hugo acá en Uruguay, y hoy tengo una gran relación con él. Ese libro no reflejaba la realidad. No puedo autorizar una biografía que no le dice a la gente quién soy yo realmente.
-En el libro es muy crítico con la seguridad y la educación en este país. ¿Cómo ve al gobierno de Vázquez?
-El primero fue un gobierno que salió con una alta aprobación de la población, se vio favorecido por una buena coyuntura internacional en lo económico, tuvo aciertos indudables como el Plan Ceibal, como el programa Gol al Futuro, donde trabajé seis años y medio. Creo que empezó muy mal este gobierno, la esencialidad en la enseñanza fue un porrazo terrible que recibió, porque él creía que todavía podía mandar y no se dio cuenta que con Mujica el poder se había trasladado a los sindicatos. Creo que este es un mal gobierno, que la inseguridad es una realidad dolorosa que sufrimos todos los días, y el tema de la enseñanza ha estado pésimamente tratado en los últimos años. El otro gran problema que tiene este gobierno es que no quiere aumentar las penas. Cuando un fiscal como (Gustavo) Zubía dice que "en este país es negocio delinquir", es porque todo es un desastre: las penas son bajísimas, las libertades anticipadas, juicios que no se terminan...
-Opinó que el gobierno de Mujica "contribuyó a la lumpenización" del país. ¿Por qué?
-Porque acá hizo todo paté... Se generó el culto al no trabajo. El Mides es el culto al no trabajo. Ofrecele a la gente que recibe planes sociales del Mides un trabajo formal y el 95% te va a decir que no quiere. El Mides es el gran mamarracho que hay en este país, es el estímulo al no trabajo. Mujica rompió todos los valores que había en este país, ya los valores se fueron a la mierda, no hay más valores. Yo no puedo aceptar a un presidente que diga que los uruguayos somos unos atorrantes. ¡Yo trabajo desde hace 57 años los siete días de la semana! ¡Que si él fue un atorrante y no laburó nunca, que hable por él! Yo soy laburante desde hace 57 años (golpea la mesa, indignado), entonces no puedo permitirle que diga que los uruguayos somos atorrantes... ¡que hable por él!
-¿Ha pensado en el retiro?
-No. Mientras tenga el fuego sagrado, mientras tenga la cabeza bien y pueda hablar, voy a seguir. En primer lugar, porque no me concibo jubilado. Segunda cosa, necesito enmendar los errores que cometí y que han llevado a que mi familia no tenga hoy todo lo que se merece. Entonces, tengo que romperme el alma para seguir trabajando y que mi familia tenga todo lo que merece.
-¿Es feliz?
-No. No puedo ser feliz cuando le he quitado a mi familia el bienestar que tenía que tener. Me refiero a las consecuencias laborales tras la gaffe por mis comentarios sobre Jonathan Rodríguez y la campaña que inventaron contra mí. Estuve 22 meses sancionado. Hasta que no le vuelva a brindar ese bienestar a mi familia no podré ser feliz.