Tomás Linn no es un periodista famoso. No lo paran por la calle para pedirle una selfie, no le gritan "¡te leo siempre! ¡Sos el uno!", nunca salió en Pantallazo de Montevideo Portal ni en TV Show. Linn, de 66 años, es -sin embargo- uno de los más respetados periodistas de este país, mérito a la credibilidad que despierta su trabajo y la propiedad con la que escribía sus columnas de opinión política, siempre -invariablemente- en la página 6 del semanario Búsqueda. La conjugación en pasado obedece a su reciente jubilación, en enero, tras 27 años de trabajo en la publicación que sale los jueves.
Tomás es, además, profesor de más de 30 generaciones de periodistas uruguayos (a muchos de los cuales sí les/nos dicen cosas por la calle), que aprendimos con él la importancia de un tríptico innegociable en radio, prensa, tele, internet o el formato que fuese: pasión, rigor y libertad para ejercer el oficio.
Ahora que le dedica más horas a la docencia de periodismo en la Universidad Católica del Uruguay y mientras planifica nuevos libros a publicar, concedió esta entrevista para hablar de su alejamiento de Búsqueda, las nuevas generaciones de periodistas, los celulares, Sendic, Vázquez, Lacalle Pou y "los nabos de siempre". Estimado lector/a, sepa entender el tuteo; le aseguro que no es falta de respeto.
@Chechobianchi
-¿Te jubilás o sólo te vas de Búsqueda?
-Me voy de Búsqueda y para eso y resolver la situación económica, me jubilo. De alguna manera fui víctima de algo que ya me venía preocupando en mi último libro, lo de una "especie en extinción". En general en algunos medios, sobre todo medios impresos, el año pasado se les anunció a los periodistas un recorte de ingresos importante. Bueno, fue mi caso. Yo me di un tiempo para pensarlo, le ofrecí (al semanario) algunas alternativas, que no convencieron, entonces opté por irme. Por tener la edad y para asegurarme algún ingreso, me jubilé. Pero como solución práctica. No era algo que yo tuviera previsto, no era algo que yo quisiera. Pero en el contexto dado, fue la mejor solución.
-El colega Nelson Fernández te despidió con un cálido texto publicado en Facebook. Allí dijo que, a su juicio, "habría que hacer una ley para que los periodistas no puedan configurar causal jubilatoria". ¿Compartís?
-Él lo dice en un sentido muy figurado. En el sentido figurado comparto. Pero los periodistas como cualquier otro trabajo, arrancamos de muy jóvenes, con mucho vigor, y llega un momento donde se plantean situaciones externas como fue el caso mío, o propias de cada uno, y así piensan en jubilarse. Hay muchos diarios -sobre todo con esta crisis del periodismo- que a cierta edad de sus periodistas les ofrecen incentivos para que se jubilen. No fue el caso mío porque Búsqueda no pretendía que me fuera, pero empecé a sacar números... no me podían pagar lo que yo estaba cobrando. Ahí tomé esa decisión. En el otro sentido, sí: no nos jubilamos. Yo voy a seguir ejerciendo el periodismo. Me convertiré en periodista amateur, no sé cómo llamarlo... de hecho, yo ya estaba publicando periódicamente en el diario La Nación. Y algo voy a encontrar, amén de la docencia.
"Por tener la edad y para asegurarme algún ingreso, me jubilé. Pero como solución práctica. No era algo que yo tuviera previsto, no era algo que yo quisiera"
-¿Te gustaría incorporarte a otro plantel de periodistas fijo?
-No, me gustaría escribir en otro medio. Pero la jubilación te da una sensación de libertad. Me gustaría escribir en algún otro medio, pero por las mías, desde casa. Ya no cumpliendo horarios, yendo a la redacción, eso ya pasó. Esa es la ventaja que me da la jubilación, me deja manejar mis tiempos.
-A propósito del texto de Nelson, él le dedica unos cuántos párrafos a elogiar a Búsqueda, al que define como "la publicación más influyente del país". ¿Pensás igual?
-Creo que ha sido una publicación muy buena. No me animaría a decir que es la más influyente, pero sí una de las más influyentes. No sé si hay medidores, pero que ha sido un medio que ha tenido influencia, incidencia en la realidad del país, sí, sin dudas. En algunas épocas más, en otras menos. Yo trabajé 27 años ahí, hubo momentos geniales, otros de capa más caída, hay de todo. Pero en su época fue de las más influyentes.
-¿Cuál fue "su época"?
-Eso es muy subjetivo. Para mí fue en los 90. Pero yo entré en el 89, entonces estoy siendo muy subjetivo.
-Te lo pregunto porque la afirmación de Nelson es discutible. Pienso en el diario El País, que tiene más de 90 años de historia y es líder en ventas, o las primicias de investigación de El Observador (caso Pluna, Amodio Pérez, entre otras).
-Claro... El País es un caso interesante, porque de los viejos diarios es el que sigue sobreviviendo y es un diario que fue muy bueno, después no tan bueno y ha vuelto a ser bueno. Como modelo clásico de periodismo impreso, El País hoy tiene un peso que quizás hace 20 años no tuvo y quizás hace 40 sí.
-Lo que sí es claro es que Búsqueda tiene un espíritu, donde el sentido de pertenencia es muy fuerte y los más veteranos suelen trasmitírselo a los más jóvenes. ¿A qué se debe esto?
-En primer lugar, cuando Búsqueda arrancó como semanario planteó una serie de pautas que con todas estas crisis de las que estamos hablando, ya no se dan como antes. Pero en ese momento, Búsqueda instaura el concepto de exclusividad. Y la paga. La exclusividad implica trabajar sólo ahí, y eso conlleva un sentido de pertenencia: "Esta es mi apuesta, acá me dedico full time, hago carrera". Pasa en muchos lugares ese sentimiento de pertenencia al medio donde se trabaja, cuando el medio te respalda. Búsqueda ha tenido y tiene -antes más- una serie de pautas escritas que dan garantías de cómo trabajar y con qué respaldo trabaja. Puede que para algunos esas pautas, que dan garantías, sean un poco rígidas. Es un manual no escrito.
-¿Los políticos te llamaban los jueves para quejarse o protestar por algo que habías opinado sobre ellos en tu columna?
-No como regla. En casos excepcionales sí. Lo que nunca sabré es si llamaron al director del semanario porque, si lo hicieron, no me enteré. Tanto Danilo Arbilla como Claudio Paolillo, los dos directores con los que trabajé, si recibían presiones, se las bancaban ellos, no las traspasaban. Es una de las garantías de libertad de las que hablábamos. En algún caso me enteré después que recibieron presiones para que me sancionaran, y quedó ahí.
"Pasa en muchos lugares ese sentimiento de pertenencia al medio donde se trabaja. Búsqueda ha tenido una serie de pautas escritas que dan garantías de cómo trabajar y con qué respaldo trabaja".
-¿Hubo algún político más susceptible, más quisquilloso que el resto a tus columnas?
-Sí, hay algunos... Susceptibles son todos, pero algunos más que otros. Hay un caso muy particular, muy susceptible, pero rápidamente revirtió la situación, al punto de que cuando se enteró de que me iba, me llamó a mi celular (no sé cómo lo consiguió). Y era el mismo que se enojaba con cosas que yo decía, así como me reconocía que yo veía cosas que los demás no veían. Pero los políticos son así. Prefiero no decir quién es, pero es un político destacado. Se convive con eso, no es un problema. Sería mal periodista si lo asumiera como un problema. Cuando uno escribe columnas está dando opinión y cuando da opinión pisa callos. Y ta, quizás tenga razón en molestarse, aunque quizás yo tenga la razón en lo que digo...
-Durante algunos años también editaste las Cartas al Director que llegaban para ser publicadas. ¿Con qué te encontrabas?
-Es gente que sigue con mucha regularidad los temas de actualidad, pero muchas veces no los temas que creíamos más importantes. Siempre me llamó la atención eso: lo que les preocupa y por lo que mandan cartas no son los temas que son titulares del semanario. Y eso a veces era, para mí, tema de inspiración para mis columnas. Es bueno saber qué está pensando la gente, distinto a qué pensamos los periodistas.
-Fuiste uno de los primeros periodistas uruguayos en graduarse con un título académico (Escuela Superior de Periodismo del Instituto Grafotécnico de Buenos Aires), cuando no era común, previo al inicio de tu carrera en 1974. ¿Para qué sirvió el título en esa época: te hacía más respetable entre pares, o por el contrario, te miraban con recelo?
-Yo ni decía que era recibido con un título, porque no era bien visto. Uno debía aprender en las redacciones. Lo cual es verdad: se aprende en las redacciones. Yo estudié en Buenos Aires, no te recibías de licenciado, pero era una carrera terciaria de mucho prestigio en ese momento. Y aprendí muchísimo ahí. En Argentina en ese momento había un periodismo muy efervescente, muy interesante, muy rico. Te hablo de la revista Panorama que dirigía Tomás Eloy Martínez, del diario La Opinión que acababa de fundar Jacobo Timmerman, el peso de un diario tradicional como La Prensa, en fin, había una diversidad interesante. Aprendí muchísimo. Pero en el diario también aprendí. Entré en El Diario y tuve como jefe de redacción a Antonio Mercader, Daniel Álvarez, muy exigente, que me enseñó mucho, y mis propios compañeros: pienso en Francisco Fontoura, que hacía radio, en "El Turco" Iván Kmaid, con quien aprendí las triquiñuelas para "entrarle" a las fuentes. Entonces: se aprende en la academia y se aprende también en la redacción. Pero yo ni decía que tenía un título... Me iban a decir "andaaá, vos estudiaste", pero sin malicia. Tiempo después, empezó a ser aceptada la carrera.
-¿Qué herramientas le da un título universitario al periodista?
-Le da dos herramientas: una es que en la formación ya empieza a pensar como periodista, más allá del aprendizaje en habilidades, en teorías, que tiene la carrera. Lo otro es que, en el mundo de hoy, no importa qué hagas, necesitás un grado. Y a veces, el posgrado. Antes si tenías la secundaria completa y estabas informado, ya estaba; hoy se precisa un título, para lo que sea. Me he enterado de periodistas que le vienen oportunidades de becas excepcionales y no las pueden aprovechar porque les faltan 10 carillas para terminar su tesis de grado. Entonces, es importante.
"Los alumnos viven enganchados de la pantallita, como si fuera una extensión del cuerpo. Y eso genera problemas, porque perturba el funcionamiento de cualquier clase, no sólo de periodismo".
-Trabajaste en diarios y revistas en los años de dictadura y en la salida democrática. Ejerciste el periodismo en El Diario, Punto y Aparte, Opción y Aquí. ¿Dónde tuviste más dificultades para ejercer el periodismo con libertad?
-Pienso en dos lugares y por razones diferentes: uno fue en El Diario (de la noche). Por un lado fue una gran escuela de periodismo. Eran tiempos cerrados de dictadura y había temas que ni se tocaban, y era muy frustrante. Ahí la censura era notoria, había toda una atmósfera de censura. Después, fui secretario de redacción y redactor responsable de Opción, uno de los varios semanarios que salieron sobre el fin de la dictadura. Era un medio partidario, como los de su época, en este caso del Partido Demócrata Cristiano. El director era una figura más política, yo era el responsable periodístico. Se hizo un lindo periodismo en Opción, pero sufrimos tres clausuras, la última fue definitiva. En el año de la clausura definitiva fui citado a la Jefatura de Montevideo unas 12 o 13 veces... Salíamos todos los martes, y yo el mismo martes estaba nervioso porque me podía llegar una citación para presentarme en tal dependencia. Te preguntaban "por qué se había publicada tal cosa". Era duro. En ese sentido, hubo censura, clausura, pero fue apasionante... había toda una generación de periodistas peleando por más libertad de prensa y más profesionalización.
-Sos docente de periodismo hace 33 años. ¿Cómo ves a las nuevas generaciones?
-Yo tengo la sensación de que cada cuatro o cinco años hay un cambio. Y la primera reacción es de preocupación. Después, lo que tenés que valorar es qué problemas traen respecto a las anteriores y qué virtudes traen respecto a las anteriores. Y pasa con todas. La actual es una generación que viene muy mal formada de Secundaria. Toda la discusión sobre el momento de la educación se refleja ahí, en el aula, lo cual le exige al profesor un trabajo muy arduo, sobre todo a los que tienen primer y segundo año (de Comunicación Social). A eso se suma el uso (o mal uso, quizás) de las nuevas tecnologías: viven enganchados de la pantallita, como si fuera una extensión del cuerpo. Y eso genera problemas, porque perturba el funcionamiento de cualquier clase, no sólo de periodismo. Deben entender que cuando entran al salón el celular espera, y cuando termina la clase pueden volver al celular.
-Precisamente, el periodista Leonardo Haberkorn, profesor también, hizo pública su renuncia a la enseñanza docente de periodismo en diciembre, alegando haber perdido la atención de los alumnos, desvelados por las redes sociales y el Whatsapp. Vos, que seguís dando clase, ¿cómo lidiás con eso?
-Yo leí el texto de Leonardo... La descripción que hace es tal cual, no le falta ni le sobra una coma, es así nomás. La discusión es qué hacés con eso. Él llega a una conclusión que es legítima y yo lo entiendo, pero también digo: "Bueno, para eso estoy acá (en la clase), para pelearla". No es fácil, es verdad. Yo soy estricto y, conociéndolo a Leonardo, sospecho que él también lo debe ser. Pero él explica -y es verdad- ese grado de ignorancia sobre muchos temas que tienen los estudiantes y que puede ser que para algunas profesiones no sea un problema, pero para el periodismo sí lo es. Hay grupos más desestimulantes que otros. Me ha tocado un grupo que tenía baches enormes, pero estaban dispuestos a aceptar el desafío. Era agotador dar clase, pero absorbían, bancaban. Este grupo que recuerdo tenía -como algo llamativo- una muy buena disposición a los baches que tenían, y aceptaban.
-¿Y futuros periodistas que escriben con faltas de ortografía?
-Eso no es de ahora, es de hace tiempo. Te voy a decir más: acá en la Universidad Católica se estableció que en primero y segundo -o sea, antes de entrar a la opción Periodismo- se les ponían talleres de escritura muy exigentes, y cuando yo los recibía en tercero, no digo que fueran grandes plumas, pero habían procesado algunos de los defectos que traían. Me consta que ser profesor de periodismo en primer año es un apostolado... Pero ojo: hay profesores que saben hacerles ver que el liceo se terminó, empezó la universidad. En ese sentido, yo respeto la conclusión que saca Leonardo, pero es personal. Con el mismo diagnóstico, también se puede decir: "hay que redoblar esfuerzos".
-¿Qué tiene que pasar para que los que trabajamos en la esfera privada y no tenemos las prerrogativas de los funcionarios públicos dejemos de ser "los nabos de siempre", como predicaba tu libro ("Los nabos de siempre")?
-Jaja... Es muy cultural eso.
"Sendic parece no tener conciencia de los problemas en que se mete. Como si no los entendiera. Confieso que en un momento me pareció que era una figura interesante de recambio generacional"
-¿Abolir la inamovilidad del funcionario público?
-Todos lo predican, pero nadie se anima a llevarlo adelante. Tiene un altísimo costo político. Justamente, en la medida que hay un número grande de "los vivos de siempre", se hace difícil cambiar esa realidad.
-La "madre de todas las reformas", la reforma del Estado, fracasó con rotundo éxito...
-Sí, sí, se hizo una especie de reformita que más bien tendió a fortalecer algunas ventajas de los funcionarios públicos. En Uruguay, al ser muy fuerte el funcionario público y al tener ciertas ventajas que no tenemos los que estamos en el sector privado, termina fortaleciendo al sindicalismo. Porque de alguna manera, pueden hacer huelga y no van a perder. A veces ni siquiera pierden el salario durante los días de huelga. Así es fácil ser un sindicato fuerte. El sindicalista de una empresa privada tiene que negociar, transar, discutir, sabe cuánto puede pedir y cuánto no, sabe que si la huelga se agranda, puede cerrar la fábrica, entonces debe levantar la huelga rápido. Vive "la" realidad.
-¿Qué opinión te merece el affaire Sendic y esta licenciatura que se arrogó y no existe? Algunos entienden que "en un país serio" ya se hubiera ido...
-Lo de Sendic trasciende lo de la licenciatura. Su responsabilidad respecto a lo ocurrido en Ancap ya dice mucho de él y la manera en que fue justificando lo ocurrido ahí, con explicaciones distintas en cada entrevista, me dejaron perplejo. Parece no tener conciencia de los problemas en que se mete. Como si no los entendiera. Confieso que en un momento me pareció que era una figura interesante de recambio generacional en el Frente, pero a medida que ha pasado el tiempo he venido descubriendo (y mucha gente también lo ha hecho) que algo no anda bien con este personaje. Lo de pretender ser licenciado pero no serlo es asombroso... e innecesario. A nadie se le exige un título universitario para ocupar cargos políticos. Lo peor es que si bien no es licenciado, tiene unos cuantos años de estudios universitarios. O al menos eso dice. Entonces, ¿qué necesidad? Ni siquiera se da cuenta de que luego del lío en que se metió, debería irse. Por su cuenta, no porque se lo pidan (nada lo obliga legalmente a renunciar). Y esto no es un lío que le armó "la derecha". Se metió él solito. Pero creo que ni cuenta se da.
-El politólogo Adolfo Garcé me dijo que Tabaré Vázquez se corrió claramente al centro para equilibrar un Parlamento que sí giró a la izquierda. ¿Compartís?
-Haría una precisión: la bancada se corrió a la izquierda, no el Parlamento. Su bancada, la del FA. Pero... yo creo que Vázquez siempre fue de centro, de centroizquierda. En su primer gobierno, era la primera vez que gobernaba el Frente, y él ahí hizo un juego de medidas más de centro y a veces haciendo concesiones a la izquierda. Ahí él veía cuándo se plantaba y cuándo hacía concesiones. Ahora, está muy presionado. Entonces ha tenido que hacer concesiones que no quería y no puede estar firme en cosas que el ala mayoritaria frentista piensa distinto. En política exterior eso es muy claro: las aperturas de mercados que él busca tiene una oposición muy fuerte dentro de su partido. Lo que no sé es si eventualmente tendrá que buscar apoyos en otros partidos.
-¿Ves al mismo presidente que condujo el país desde 2005 a 2009?
-Veo al mismo presidente en el sentido de sus posiciones y visiones, no lo veo como ejecutivo. Lo veo más atado, pese a que en algunas manifestaciones ha demostrado que igual quiere dar la pelea. Pero hasta ahora no ha dado muchas señales de eso. Una de las razones -dice él- es que primero quería resolver el Presupuesto Quinquenal, que no le salió como él quería (aunque algunas ganó). Me genera intriga que va a pasar en el futuro: lo que él pretende concretar contra una bancada de izquierda que no está con él.
-¿Lo que se sabe del caso Ancap es sólo la punta del iceberg?
-No lo sé, tendría que investigarlo. Lo que no me cierra es: cuando otros administran mal y muy mal los organismos públicos es corrupción. Cuando el Frente Amplio administra mal y muy mal organismos públicos es "mala administración", torpeza, "chambonadas". Esto es más que una "chambonada"... Habría que investigar cuánto de ese dinero terminó filtrándose -por decirlo suavemente- en apoyo a campañas electorales. Es lo que no está del todo demostrado, pero está latente... Es mucho dinero, demasiado. Se ha dicho mucho que los uruguayos somos los dueños de las empresas públicas. Bueno, yo ahora soy dueño de dos Ancap, la que se fundió y ésta nueva.
"Venezuela empieza a parecerse a una dictadura. Y si además, tu estilo es autoritario, es una dictadura elegida, pero es una dictadura".
-¿Qué fuerza de presión tiene realmente la oposición?
-Numéricamente no la tiene. Eso es un dato. Lo que sí tiene es fuerza de generar situaciones políticas. A veces con efectismo. Usar determinar situaciones y generar efectos en la gente, y otras, generar casos como el de Ancap, porque la decisión de la oposición de presionar para que se hiciera esta comisión investigadora nos hizo saber todo esto que no sabíamos. El oficialismo dice que fue por motivos electorales. Los fines no importan, lo importante es que los ciudadanos sepamos lo que pasó. Como fue bueno que sepamos lo de Pluna. Después, la gente vota al que quiere. Pero nosotros como periodistas y la oposición como tal tienen la obligación de vigilar.
-¿El líder indiscutido de la oposición es Luis Lacalle Pou?
-No sé si indiscutido. Siempre hay acechanzas en la política. Pero creo que es el que tiene el perfil más firme, con algunas debilidades. Se les ha planteado a los partidos tradicionales un problema, que mi intuición me dice que es amenazante, que es el lío que se les originó con el Partido de la Concertación y el surgimiento de (Edgardo) Novick. Entonces ahí sí el liderazgo de Lacalle Pou esté más desafiado. El Partido Colorado tiene que hacer un gran esfuerzo para recomponerse, y le va a tomar tiempo.
-Hace un par meses publicaste en Facebook que en Venezuela hay dictadura. ¿Por qué esa afirmación?
-En primer lugar, una democracia es elecciones y otras cosas: separación de poderes, poderes que se vigilan unos a otros, donde nadie tiene la suma de los poderes. En una democracia, la idea de un presidente todopoderoso no debe aceptarse, y debe haber mucha libertad de expresión. Si tú tenés un país donde hay elecciones, donde el presidente es popular (eso no lo cuestiono), pero tenés cuerpos paraestatales reprimiendo, tenés varios presos políticos, tenés limitaciones a la libertad de expresión, tenés un Poder Judicial cooptado por ti... vamos, eso ya no es una democracia. Empieza a parecerse a una dictadura. Y si además, tu estilo es autoritario, es una dictadura elegida, pero es una dictadura.
-No creo que dejes de leer absolutamente todo y vivir informado. ¿Qué vas a hacer en las tardes, ahora que ya no vas a la redacción de Búsqueda?
-Voy a seguir escribiendo libros (ya tengo dos o tres proyectos), pero voy a seguir. Acá (en la Universidad Católica) tengo más dedicación que antes, pero igual me deja las tardes libres. Y pienso que voy a seguir escribiendo cuando me dejen en La Nación -por ahora, una vez por mes- y algo voy a encontrar para escribir con regularidad.
-¿No te interesan la radio o la tele?
-Ya lo hice en su momento, pero no es mi terreno. Si tuviera que hacerlo, quizás lo haría, pero creo que no me sentiría cómodo. Me gusta escribir.
-Tu hija Leticia, también periodista, ¿fue tu mejor alumna?
-Jaja, siempre digo que fue ella, eso es muy subjetivo. Pero tuve muy buenos alumnos, que han terminado siendo muy buenos periodistas, y tuve muy buenos alumnos que no se dedicaron al periodismo, pero tenían condiciones. Y lo curioso es que esos que se dedicaron a otra cosa se siguen acordando de cosas que aprendieron en las clases de periodismo. Pero salieron muy buenos periodistas. Todos tuvimos maestros -yo los tuve- y lindo ver que tus alumnos se convierten en colegas, y eventualmente en maestros de los futuros periodistas.
-¿Sos feliz?
-Sí. La vida es larga y hay mejores y peores tiempos. Siempre me acuerdo de un periodista del Washington Post, Ben Bradlee, que fue el que estuvo al frente de toda la operación Watergate. Se jubiló y después escribió sus memorias. No me acuerdo el nombre en español, pero en inglés el título era "A good life" ("Una buena vida"). Y a mí el periodismo me ha permitido tener una buena vida. No sólo el periodismo, en lo personal también. Tengo una buena mujer y una linda hija.
Montevideo Portal | César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López
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