Moré tiene 46 años, dos nombres, tres hijos, un perro boxer, un bigote que aparece, se afina o desaparece según la obra en la que esté actuando, una película como protagonista, un Florencio por actor de reparto, una pasión (Peñarol), un ídolo que lo hizo llorar de adulto cuando lo conoció (Morena), decenas de cábalas maniáticas que debe cumplir a rajatabla para sentirse en paz, y una cosa que odia de sobremanera: lo políticamente correcto.
El actor del elenco del Teatro Circular y locutor hace una pausa en el fin de semana para compartir un cortado y un jugo de naranja que el dueño del Boliche 36 le (nos) regaló, solo porque es él, el vecino, un habitué del Barrio Sur.
En algo menos de una hora de charla, Moré enumeró todos los oficios en los que le tocó trabajar -incluso revela el ilegal que nunca antes había especificado- y las metidas de peso que se bancó por ser transgresor a la hora de hacer humor. No tiene ni idea por qué no tiene más visibilidad en televisión, pero al menos no incuba teorías conspiratorias.
Se nota que ha hecho un culto del oficio tan denostado de "ladrón de gallinas". Lo que en mi barrio llamamos un buscavidas, un loco lindo que hace rato encontró su voz propia.
Por César Bianchi
@chechobianchi
-¿Cuándo y por qué decidiste ser actor?
-Estaba en sexto de liceo, para la joda, y no tenía ni idea qué iba a hacer... y un amigo, el Rafa Hernández, me dijo: "¿Por qué no hacés teatro?", y ahí me anoté. y otra amiga me dijo que estaban abriendo inscripciones en el Circular. Fue más por no saber qué hacer con mi vida.
-Pero no siempre fuiste actor. Fuiste vidriero, cobrador, revelaste fotos, y me quedo corto. ¿Qué más?
-En trabajos non sanctos, ilegales, también repartí cartas, laburé con mi suegro en la oficina de un taller mecánico y ta.
-Me hablás de haber tenido un "trabajo ilegal", y en una entrevista con El Observador confesaste que te arrepentías de haber hecho "eso", aunque por haber aceptado, ahora estás donde estás. No tenés escapatoria: ¿cuál fue ese trabajo?
-(Silencio, risa incómoda) Pensé que nunca más me lo iban a preguntar... Yo vivía en la Ciudad Vieja, al lado tenía una casa ocupada, y había gente que vendía... café... paraguayo. Y bueno, algunos amigos, o conocidos, a veces querían tomar café paraguayo, y había que llevárselo. Te hablo de hace 20 años atrás. Hoy no es nada para asombrarse...
-En un perfil que publicó El País decía que no quisiste escudarte en un personaje para poder decir cosas fuertes y meterte con la gente, cuando estabas en radio Sarandí. Hoy, en cambio, encarnás un periodista con lengua filosa, que es Wilson Palomeque, en Radiocero. ¿Qué cambió?
-Bueno, fue básicamente porque la radio entendió que lo mejor era hacerlo como un personaje. Estuvimos negociando un año y al final lo hicimos como personaje. Yo prefería ser yo, con mi nombre, para lo que quería hacer: algo más visceral.
-¿Por aquello de hacerte cargo de lo que decís?
-Claro. El personaje te permite zafar: lo dice el personaje y listo. Te escondés atrás de eso y lo tirás. Pero a mí, como me gusta a veces ser ácido de más, me gustaba ser yo. Pero la radio entendió que lo mejor era como personaje y accedí. Igual, "la familia del taxi" igual me atendió lindo... Fui a llevar a un hijo a un lugar y estaban en una concentración en el juzgado y me re putearon, se acordaron de mis padres.
-¿Cómo reaccionaste?
-Me paré y escuché. Rogué que me hubieran dado una piña, porque hubiera sido genial. Era un golpe de publicidad impresionante. Pero no pasó nada más. Ya con el personaje una vez me esperaron un par de hinchas de Atenas a la salida del canal. Ya me habían avisado en el canal que tuviera ojo con la hinchada de Atenas, que eran bravos. Un día me pararon dos flacos, sabían toda mi vida y me dijeron que yo hablaba mucho de Atenas. Y ahora hay un par de enojados porque Wilson (Palomeque), mi personaje, le pega mucho a la hinchada de Peñarol.
"El personaje te permite zafar: lo dice el personaje y listo. Te escondés atrás de eso y lo tirás. Pero a mí, como me gusta a veces ser ácido de más, me gustaba ser yo"
-¿Te queda bien el traje de transgresor en un país conservador y pacato?
-Siempre. No sé por qué... es como la manera de llamar la atención. Fue lo que terminó haciéndome mover muy bien en el teatro.
-¿Y hay pocos transgresores en Uruguay?
-No, yo creo que hay muchos. Gustaf, Desbocatti, Keoroglian, y hay otra gente que lo hace y no tiene conciencia que lo son.
-Te gusta venderte como "ladrón de gallinas". ¿Por qué?
-Porque yo un día me di cuenta que si quería vivir de esto, tenía que venderme con una técnica publicitaria. De actores y locutores está lleno. Yo tengo rachas con una agencia de publicidad, y en una época que estaba trabajando mucho con Punto, me los encontré un día en la Plaza Independencia, los saludé y a los dos días me llamaron para grabar. Entonces, como hay confianza, le pregunté: "¿Por qué me llamaron a mí para hacer esto?". Y me dicen: "No sabíamos con quién grabar, te cruzamos y te llamamos". Era gente con la que yo venía laburando, me vieron en la calle y se acordaron de mí: ahí entendí cómo funciona esto. Tenés que encontrar el lugar que distinga de todos los demás. En mi caso, fue ser un ladrón de gallinas.
-¿Qué ventajas y desventajas tiene trabajar en un elenco estable, como el del Teatro Circular?
-Es como la familia. Se trabaja entre todos, dividimos todo entre todos, y te amás y te odiás por momentos, como con cualquier integrante de la familia. Hay momentos en que estás peleado y otros en que está todo bien. Tenés mucha cosa solucionada, como tener la sala -que es algo complicado para mucha gente- y tener la facilidad de todo lo que implica: ya sabés que cuando querés hacer algo, no tenés que salir corriendo a buscar el dinero, porque si lo querés producir, solo lo tenés que hacer. Después, quizás, ganes algo. Pero también te da el desgaste de ir conociéndote, aburriéndote, lo malo viene a ser el desgaste. Porque, además, nos vemos todos los días: nosotros tenemos función viernes, sábado y domingo, y ensayamos de lunes a jueves y sábados de tarde.
"En Track agarré carteras y las abrí. Llegué a ver un consolador, una piedra de marihuana enorme, bolsitas con merca y ropa interior. Pero no quiero poner en ridículo a la gente".
-En Track, al inicio, cuando la gente entra, les agarrás las carteras a las mujeres y se las revisás. Y le sacás algunas de sus pertenencias para mostrárselas al público y, eventualmente, tirarlas o ponérselas de nuevo en la cartera. ¿Con qué te encontraste?
-Con cigarros de marihuana, con tampones, hasta con un consolador... Mirá: vi un consolador, vi una piedra de marihuana enorme, vi bolsitas con merca, vi ropa interior.
-Ahí es donde entra a tallar la ética, ¿no?
-Claro. Si vos tenés un short transpirado del club y yo lo saco, te pongo en ridículo. Ahora, a una mina le saqué dos cajas de cigarrillos y se las tiré a la basura...
-El viernes fui a ver tu unipersonal y sacaste tres manojos de llaves, donde en cada llavero tenía decenas de llaves.
-Bueno, ahí va, y ahí nos reímos todos y la persona también. Tipo: ¿qué hacés con tantas llaves? No quiero poner en ridículo a la gente. Son códigos. No puedo hacerle pasar un mal momento así a la persona. Es mucho mejor que yo mire y ponga cara de que vi algo terrible, sin mostrarlo, a que lo muestre y la ridiculice.
-En Track decís ordinarieces varias, apelás a un humor sórdido por momentos, incluso jugás con lo escatológico. ¿Nunca nadie se paró y se fue?
-No. Se han quejado mucho algunos, por el vocabulario, por el sexismo. Me escriben después por redes sociales o dejan publicado una crítica en la cartelera.
-¿Y cómo reaccionarías si estás actuando, se levantan y se van?
-Sigo. Recuerdo que en Tape se quejaron del humo en la sala. En la esquina fumábamos marihuana, pero ahí adentro era té de tilo y té de menta, pero la veterana estaba convencida de que era marihuana y se fue enojada. Otras veces se fueron porque les parecía un embole la obra. Y yo sigo. Hay que entender quién lo está diciendo... Cuando mi personaje de una vieja que habla de una cena para donar para Ruanda y le dan asco los negros, no es Moré el que está diciendo eso, es la vieja pituca, clasista, no yo. Y hoy en día, con esto del humor políticamente correcto, se me quejaron de que insulto al perro.
"Creo que hay un 1% de talento y 99% de sudor. Yo en esto vi gente con mucho talento que hoy en día se dedica a otra cosa. Le salían de taquito las cosas... Desconfío de los que talentean"
-Cuando en el mismo sketch decís una catarata de ordinarieces...
-Claro, pero se enojan por el insulto a un perro. Y hay chistes totalmente sexistas. Y es el personaje del tipo con pelo engominado en el bar, que cree que a las minas hay que darle a todas...
-El guión es de Fernando Schmidt. Pero a otros actores no les escribe un texto sobre coleccionar vellos púbicos... ¿Te sentís cómodo con ese humor?
-Me encanta. La obra tiene 20 años, él no lo escribió para mí, sino para el Flaco (Jorge) Elías, pero Ovidio (Fernández, director de Track) se la pidió para hacerla y la agarramos. Esta es la obra mimada de Fernando, y fue muy generoso a la hora de aceptar los cambios que le hicimos. Hace 20 años el tema del consumismo pegaba mucho más, ahora ya lo tenemos incorporado. Ahora está esa pregunta enfermiza: ¿Hay wi-fi? Entrás a un lugar y te entra la psicosis. Es el signo de este tiempo.
-En la misma obra mencionás a Peñarol y después dejás ver un banderín aurinegro. En tiempos de susceptibilidad extrema, ¿no te embroma que un fanático de Nacional te eche en cara que pagó la entrada para verte y no le interesa ver el banderín?
-No... La hinchada de Peñarol -más allá de que yo crea que es la más grande- es más quilombera, entonces siempre rinde más, está más en la noticia. El Cuarteto de Nos, en "Al cielo no", dice que no quiere cruzarse con la hinchada de Peñarol. No me importa mucho, son mis preferencias... también tengo el póster de Chuck Norris como ícono actoral. Creo en la iglesia de Chuck Norris, porque un actor que hizo más de 20 películas con una misma cara me parece un superhéroe.
-¿Y Fernando Morena qué es?
-Es Dios. Cuando estaba en Uruguayos Campeones, que era una tira que se veía por el 4, yo estaba en Rampla y jugábamos un entrenamiento contra la selección de Uruguay. Yo pensé que iban a venir actores haciendo de futbolistas. Y cae Morena... Me puse a llorar. Fue la emoción más grande de mi vida.
-Te vi recientemente en Mecánica, una obra de un dramaturgo cubano, menos alocada que Track, y con un elenco. Esa noche, un compañero tuyo tuvo un mal día y cometió varios furcios. ¿Cuánto te afecta o influencia que un compañero se equivoque?
-Lo primero que te salta es la alerta: "¿Cómo salimos de eso?", porque en definitiva el laburo no es de uno solo. Ahí es un problema de los que estamos en escena. Yo siento que la macaneamos los dos, y salta la alarma de ver cómo zafar. O cómo hacer tiempo, para que el otro pase el momento. También otro día él lo hará conmigo. Pero que te afecta, te afecta. No es que no pasa nada. La mayoría de las veces, la gente no se da cuenta. Los que somos de teatro, de repente, nos damos cuenta cuando pasa algo raro.
-¿Qué porcentaje hay de bohemia, cuánto de talento y cuánto de estudio en el teatro?
-Creo que hay un 1% de talento y 99% de sudor. Tengo el ejemplo personal: cuando me anoté en la Escuela del Circular, éramos 425 y entraban 20, en un año de prueba. Se hizo un año de preselección y las dos primeras eliminaciones, se iban de a 100. Quedé eliminado en la última etapa y como renunció uno, entré. Vi gente con mucho talento que hoy en día se dedica a otra cosa. Le salían de taquito las cosas... pero si no laburás, el talento no alcanza. Desconfío de los que talentean. Es algo que vemos fácil en el fútbol: gente con un talento increíble, pero... no le interesaba eso. Fabián O'Neill es un ejemplo. Capaz que yo soy muy bueno haciendo croché, y ganaría dos millones por año haciendo croché, y me lo voy a perder.
-Has dicho que sos maniático y obsesivo. ¿Con qué cosas?
-Con el laburo. Tengo una serie de movimientos programados, cábalas, que las vengo rotando con cada espectáculo. Por ejemplo, me pongo tal media primero, y tal media después. Tengo un montón de cábalas. Uso determinada taza, la forma en que me sirvo el té, deposito todas mis neurosis en eso.
"¡El mundo se ha vuelto un lugar intolerante! Mirá el quilombo que hay en Argentina por las madres que amamantan en público, que lo prohibieron. Es una doble moral, porque muchos de los que prohiben eso miran Tinelli, donde ves de todo"
-Decime un par de cábalas que nunca hayas contado en una nota.
-Tocarme los genitales antes de empezar la obra. Como lo hacemos con la gente que es mufa, pero me agarro los dos. Si mi personaje tuviera que estar con las manos atadas, no sé qué haría... Es muy chota (bueno, capaz que no es la mejor palabra al hablar de esta cábala), pero me va la vida en esas cosas. Pero son cosas que me dan tranquilidad. Otra que se pueda saber son las idas al baño, que las cronometro y las regulo. Si en una obra que entro y salgo, me acostumbro a ir al baño, después voy al baño siempre, y siempre en el mismo momento.
-Sos el perro de Pavlov...
-Totalmente. Y hay otra, que nunca dije: siempre me las ingenio para hacer un saludo romulano durante la función, el del señor Spock. Siempre lo hago en algún momento.
-Sos un actor y comediante reconocido en las tablas, pero en tevé trabajás de locutor o se te ve en alguna publicidad. ¿A qué atribuís que no hayas logrado trascender en un rol más protagónico en televisión?
-Hoy me escribí con una amiga que me decía lo mismo. No tengo una respuesta para eso. No sé por qué no tengo más participación. Sería muy fácil decir que es porque no me conocen, que no han visto mi laburo (en el que yo creo, y creo que puede funcionar), sino que no... No sé, no le encuentro una explicación. La gente me conoce, la gente de los medios, que labura en esto, me conoce. No es que no tengo llegada.
-Por ejemplo, no apareciste en ninguno de los tres capítulos de El Origen sobre el humor rioplatense. ¿Te falta marketing? ¿Quizás no sabés venderte?
-Fernando Schmidt me rezongó hace un tiempo porque me elogió mucho y me dice que rebajo todo a "ladrón de gallinas". En el cine me ha pasado lo mismo: quedé preso de un personaje.
-¿El de Joya?
-Sí, es un barrabrava, fumaporro, tirapiedras. Quedé preso, como encasillado en eso. Y eso que hice cameo en otras películas. En Los enemigos del dolor hice de milico.
-En el video La Burundanga de The Party Band aparecés con la trompa llena de un polvo blanco que simula ser cocaína. ¿No te importa que a alguien le pueda chocar o parecer muy fuerte?
-No, para nada. Nos reímos mucho con ellos, porque esa parte se la censuraron en todos lados. Pero a sabiendas de eso, no creo que haya sido un error. Es como un gran chiste, es Scarface. Si alguien es tan idiota de pensar que eso es apología de la droga es como tener relaciones premaritales con un evangelista: no vale la pena. Si alguien piensa que estoy incitando, es para decirle: "Ta, tenés razón". No tiene sentido ni discutirla.
"Me encanta el pelo largo. Ahora tengo este bigote infame, que me queda bien para Mecánica. Tuve que hacer de Goebbels y me hice un corte hitleriano y un bigotito así... faaa... estuvo salado"
-¿Cuál es el límite en el humor?
-Ser ofensivo.
-Bueno, a un ex adicto a las drogas le puede resultar ofensiva esa imagen con "la fafafa", como la llamás en la canción.
-Pero es que, si nos ponemos así, alguien que sufrió un abuso va a renegar de otra cosa... ¡El mundo se ha vuelto un lugar intolerante, loco! Mirá el quilombo que hay en Argentina por las madres que amamantan en público, que lo prohibieron. ¿Estamos todos locos? Es una doble moral, porque muchos de los que prohíben eso miran Tinelli, donde ves de todo. Hace muchos años discutí con alguien sobre el humor, cuando me hicieron el chiste que dice: "¿Cuánto demora un negro en tirar la basura? Nueve meses". Me pareció súper fuerte y reaccioné: ¿Cuál es el chiste? Eso no es un chiste, es una cerdada, una hijaputez.
-¿Cuándo entra a tallar la sensibilidad como consejera a la hora de actuar?
-La otra vez se me ofendieron... porque estaba haciendo Track el viernes que coincidió con la Marcha por la Diversidad. Y el personaje de la vieja pituca que hago en esa obra, obviamente, iba a despotricar contra esa marcha y los gays. Y hubo dos muchachas a las que les molestó el chiste. Pero no puedo dejar de hacer cosas porque alguien se ofenda, porque hoy por hoy, alguien siempre se siente herido y ofendido. Y el tema es si la intención es la de ofender o no. Y por algo nos pasa lo que nos pasa con el concurso de humor políticamente correcto que sacó el Mides con la Intendencia de Canelones, que es muy fuerte... ¡es de Stalin! Como hombre de izquierda me siento ofendido con eso. Que el Estado financie un concurso de humor "políticamente correcto" es lo más ofensivo que hay. Entonces: la sensibilidad hay que tenerla para no herir al otro, pero si vamos a estar pendientes de no ofender, siempre alguien va a sentirse molesto. Porque, aparte, siempre nos reímos de todos, menos cuando nos toca a nosotros. Por eso, como estrategia, soy el primero en hacer chistes sobre Peñarol.
-¿Qué tenés contra nuestro nombre en común, tocayo?
-Es que no me llamo sólo César, ¡me llamo Roberto César! Es un paquete complicado... En un diccionario de nombres leí que César significa "el de cabellos al viento". Está buenísimo.
-Vos vivís cambiando de peinados, por tus personajes. Si tuvieras que elegir un corte de pelo, ¿cuál sería?
-Pelo largo. Me encanta el pelo largo. Y el bigote, tipo Def Leppard. Ahora tengo este bigote infame, que me queda bien para Mecánica. Tuve que hacer de Goebbels y me hice un corte de pelo hitleriano y un bigotito así... faaa... estuvo salado, imaginate pasar frente a una institución judía. Pero, bueno, estaba haciendo un personaje.
-¿Qué te hace reír?
-El golpe y porrazo, el humor más básico. Chaplin (que hoy estaría prohibido, ¿no?), Benny Hill, Abbot y Costello, Los Tres Chiflados, todos estarían prohibidos por el Mides y la Intendencia de Canelones hoy por hoy.
-¿Sos feliz?
-Sí.... y no. Sufro mucho, pero es la base de la felicidad. Cada vez que hago una obra tengo un dilema: "¿Por qué hago esto?", "ya está, no sirvo para esto", "odio el mundo, el sistema, el universo". Pero se me pasa. Vivo de lo que me gusta, tengo una familia divina con mi mujer, mis hijos y mi perro García.
Montevideo Portal | César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López