Por César Bianchi
Quizás lo viste disfrazado de pene gigante en La Petrolera de Atlántida en los años 90, pero no sabías quién era ese delirante. Lo descubriste cuando Atilio Capanga se hacía el langa de la cuadra en el spot de El País. Y años después le hiciste caso a la reconocible voz de radio Clarín que en sus shows de monologuista pide que lo recibas con aplausos y ovación: en Pachamama, el Sporting, Maroñas o el mismísimo Teatro de Verano.
En una charla de confitería -eligió un té de durazno porque estaba con gastritis-, contó por qué se define actor y no se identifica con el rótulo de humorista, qué le irrita del mundillo de los actores clásicos, por qué no sería político ni presidente de Fénix y qué cosas lo hacen reír. Previo a su unipersonal del 12 de diciembre en Polo Prado (entradas a la venta en Abitab), charlamos con un actor con problemas de identidad resueltos hace rato. Él sabe bien quién es.
-¿Por qué el alias? ¿Te embola que te llamen Gustavo Perini?
-Lo que pasa es que yo amaba mucho a un director de cine polaco que se llamaba Krzysztof Kieslowski, el que hizo Bleu, Blanc, Rouge, La doble vida de Verónica, El Decálogo. Y yo, en mis primeros monólogos en Casa del Teatro con (Alberto) Restuccia y (Luis) Cerminara, me puse Gustaf Perinoski, después me cambié para Gustaf Perininmberger, rompiendo los huevos... Y mis compañeros me llamaban Gustaf. Te hablo del año 96. Debuté como Gustaf Van Perinostein, te hablo del under. Y bueno, quedó Gustaf.
-¿Quién te llama Gustavo?
-Familiares, amigos, el círculo íntimo.
-Vos te sentís un actor clásico. ¿Cómo hacés para decirle al que te conoce de hace poco, de tu trabajo en la tele, que sos bastante más que un tipo que hace chistes disfrazado de abeja?
-La única forma de decirlo es hacerlo. Tengo que buscar la oportunidad de trabajar en una obra dram... dramática no, porque drama es todo... pero una obra que no tenga que ver con el humor, un elenco comercial inteligente o una ficción.
"Yo no soy el estereotipo de actor. Vos decís ´actor´ y pensás: bohemio, sin aplicación al trabajo, pensás en un tipo con un whisky... a mí lo que me molesta es todo ese halo de informalidad y de falta de disciplina"
-¿Y no se ha dado?
-No se ha dado, porque el humor tiene un prejuicio. A (Jorge) Esmoris lo llamaron para ser Artigas y dijo una frase muy linda: "cometí el pecado de hacer humor". Es un gran actor. Ana María Campoy dijo que los cómicos lo pueden hacer todo a nivel actoral. Si yo te repaso los que a mí me gustan, pienso en (Luis) Sandrini o Alberto Sordi y son tipos de una veta dramática a la que no llega un actor común.
-Quién no se emocionó con Sandrini...
-Claro... y en mis monólogos cuando hablo en serio no vuela una mosca.
-Entonces te gustaría participar de un gran elenco, hacer un Tenessee Williams o Shakespeare...
-Sí, no tengo ningún problema, para mí eso es natural.
-¿Pero buscás ese papel? ¿O te absorbió tanto el humor y tus personajes que te pereza salir a buscar un papel dramático clásico?
-A mí lo que me da pereza es que yo no soy el estereotipo de actor. Vos decís "actor" y pensás: bohemio, sin aplicación al trabajo, pensás en un tipo con un whisky... a mí lo que me molesta es todo ese halo de informalidad y de falta de disciplina que se da mucho en el teatro. Yo te digo: ensayo de 7 a 9, las condiciones son éstas, no hay ningún puterío. A mí no me gusta todo ese mundillo que rodea al teatro. Hay cosas en las que no transo: no transo con la informalidad o la falta de profesionalismo. Yo era profesional desde el año 98 cuando hacía Teatro Trash, el vestuario nuestro lo hacía Felipe Maqueira, que después ganó un Florencio.
-Estudiaste teatro en Casa del Teatro, con "El Bebe" Cerminara y Restuccia, a quienes ya nombraste...
-Sí, era todo aquello del humor absurdo. Restuccia (NdeR: mentor de la compañía de teatro de vanguardia Teatro Uno) y Cerminara trajeron a Ionesco, hicieron obras de Beckett, de Boris Vian. Entonces, te decía, me crié en esa escuela del absurdo. De ahí salió Luis Orpi, también. Y Orpi es un gran actor, trabajó en Salsipuedes, por ejemplo.
-¿Qué distingue a un actor de un humorista?
-A mí me dicen humorista pero yo no me siento humorista. Si vos me preguntás cuál es el mejor humorista de Uruguay, te digo Arotxa. Y quizás se sienta dibujante, hace sátira política, humor gráfico. Un humorista puede no ser actor. Un humorista puede escribir y no actuar, no interpretar. Quino es humorista y dibujante. Y hay actores que interpretan pero que no guionan, no crean ideas humorísticas a desarrollar. Mi ventaja es que yo escribo, soy guionista. Eso me abre caminos, pero también me encierran.
-He notado que en tus obras o al aire en la tele citás intelectuales o artistas de culto. Citaste a Ezra Pound, Samuel Beckett, Monet... ¿Cuál es el propósito?
-No lo hay. Son los que me gustan. Es parte de mi bagaje. No quiero decir otra cosa. En el último show, el motor de la obra son tres personajes, y te nombro a Beckett, pero son cosas que a mí me gustan. Siempre los cito. El propósito puede ser: "a mí me gusta esto, te lo recomiendo".
-¿Has leído mucho a Beckett?
-Es que de la escuela nuestra, es un tipo que era quirúrgico para escribir, era un dramaturgo que dirigía. Ponía "pausa", diferenciaba la pausa de un silencio. Era la perfección a nivel de autoría teatral. Era un monstruo.
-En tus shows siempre destacás valores que te inculcaron tus padres y solés decir que tu padre te dijo "andá a las bibliotecas, las bibliotecas son gratis". ¿Por qué el llamado a la lectura? ¿El uruguayo tipo lee poco?
-Le hace falta leer. Me gustó mucho una cosa que hizo el "Flaco" Spinetta cuando salía con Carolina Peleritti. Salió en la tapa de Gente o de Caras y como sabía que lo iban a escrachar y criticar, pensó cómo salir de eso y salió con un cartelito que decía "Lean libros". A mí, un buen libro me ha salvado y yo recomiendo que la gente lea en vez de ver televisión y hacer otras boludeces. El libro es un buen compañero. Hoy los uruguayos leen pocos libros, quizás leen más en internet... pero el tema es qué es lo que leen. Si leen un tuit que arranca diciendo: "K acé, ñeri" "Va paeee"... no está bueno eso.
"El libro es un buen compañero. Hoy los uruguayos leen pocos libros, quizás leen más en internet... pero el tema es qué es lo que leen. Si leen un tuit que arranca diciendo: ´K acé, ñeri' no está bueno"
-Hace unos años estuviste por Buenos Aires. Actuaste en Sr. y Sra. Camas, participaste en Sin Codificar y actuaste en La Trastienda. ¿Por qué fuiste y por qué volviste?
-El camino natural es ir, hacer un trabajo y volver. Yo nunca tuve el deseo de cruzar el charco ni viví con esa presión. Y a veces convivo con aquel comentario de "vos en Argentina serías Gardel y harías plata". Y yo no tengo ganas de cruzar a Buenos Aires, salvo hacer lo que hice. Para mí no es un "éxito" cruzar el charco. Tengo ofertas de Sin Codificar para quedar estable y no voy; cuando fui y me quedé, fue por una ficción. Y tuve otras ofertas que no me sedujeron.
-¿Y volviste por eso, porque no tuviste ofertas interesantes?
-No, volví porque soy de acá y porque nunca pensé en irme.
-¿Cómo te llevás con el género de moda, el stand up?
-Lo que está de moda es la denominación "stand up". Ahora, al que lava autos le ponen "car wash", la alquiladora de autos es "rent a car". Es un actor que hacía monólogos. Cuando fui a estudiar a Madrid, con una beca en el año 2001, estaba de moda el stand up allá. Era ese formato de cinco monologuistas que se juntaban. Me acuerdo que en 2007, cuando grabé el primer DVD, yo cumplía cinco años de cartel con El Gran Gustaf y por una cuestión marketinera, Bizarro puso: "una mezcla de stand up comedy y café concert", eso tenía cinco años en cartel. Y eso está "de moda" ahora. Está bueno que cualquiera se pare a hacer reír.
-No te mordés el labio y decís "mirá éstos"...
-Yo no miro para afuera a ver qué hacen los otros. Aprendí que eso debilita. No es que no me interese porque yo esté "en otro lugar", en una actitud pedante. No es eso, es que aprendí a que si vas pedaleando y mirás para el costado te debilitás, te chupa la energía y no está bueno.
-¿Te motiva hacer humor con las noticias, o el trabajo te llevó a hacer eso?
-A veces me motiva, a veces no. Nunca pensé que iba a llegar a ocho años en Sarandí. Yo arranqué con Víctor Hurtado, después seguí con otros personajes y ya tengo 20. Uno es actor y piensa en no madrugar. Hay noticias que te piden a gritos el chiste. Yo estaba en Buenos Aires haciendo ficción y estaba buenísimo: seguía un libreto, tenía horarios, pero a veces agarraba un diario y leía cosas que me hacían pensar: "fa, si estuviera en la radio, la gasto"...
-¿Y te pasa que otras noticias no te hacen caer ni una idea?
-No, porque aprendí a que se me cayeran sí o sí. Está el revólver al lado. Aprendí a sacarle jugo a un ladrillo.
"Si un argentino hace algo distinto es ´¡guau, qué transgresor, qué vanguardista!´, si lo hago yo, que soy uruguayo, soy un ordinario, porque vivo acá a la vuelta".
-La semana pasada Gerardo Tagliaferro entrevistó al humorista Pablo Aguirrezábal para su espacio "Las 40" de este portal. Y Aguirrezábal contaba -parece que lo decía en serio- que pretende involucrarse en política y va a presentar en la Corte Electoral su partido "Viva la vida".
-¡Está bárbaro!
-¿Vos harías política?
-No. No tengo esa inquietud, yo por suerte digo todo lo que quiero en mis unipersonales y mis otros espacios de trabajo. No tengo vocación de crear un debate polémico ni redactar un proyecto de ley. No tengo ese interés. En eso te dijo "nunca", como también te digo "nunca sería presidente de Fénix". Son ámbitos donde hay que mamar desde muy joven, me parece. No son ámbitos fáciles; en la política o dirigencia deportiva tenés que arrancar desde las inferiores, no basta con ser alguien popular.
-¿Es válido el humor como herramienta para hacer política?
-Sí, me parece válido. El humor, dicen, es la vaselina de la vida. Seguramente le "entren" mejor las ideas a la gente...
-A Juan Pordoquier no le gustan las ordinarieces ni lo soez. Pero vos en tu último unipersonal le dedicás varios minutos a hablar de un tipo yéndose de cuerpo en una taza turca, con alusiones escatológicas muy gráficas. ¿A Juan Pordoquier no le gusta lo soez y a Gustaf sí?
-Juan Pordoquier es un personaje. Pero... el ejemplo que ponés no me parece una ordinariez. Creo que es una situación de la vida privada de todos y cada uno, y es una descripción de la vida privada de alguien. No creo que tenga un lenguaje soez. Si he dicho alguna mala palabra, las digo al comienzo. Me gusta todo en su justa medida y que sea efectivo. Mi humor tiene dos pilares: uno es el absurdo, heredado de la esquina de cualquier barrio y el otro es la picardía, algo para agregarle a la realidad, para que sea más soportable.
-Yo te iba a decir que tenés cosas de Fernando Peña o Favio Posca...
-Claro, pero ¿sabés qué pasa? Una cosa es hacer un sketch de cinco minutos como el de la taza turca y otro es todo el show de casi dos horas basado en eso. Si un argentino hace algo así es "¡guau, qué transgresor, qué vanguardista!", si lo hago yo, que soy uruguayo, soy un ordinario, porque vivo acá a la vuelta. Yo hacía Teatro Trash y el personaje central era Big Poroto, un tipo que tenía un pene gigante.
-Pero a eso iba: seguro que si lo ve mi vieja se escandaliza...
-Es que yo no siento que eso sea una ordinariez. Siento que es una expresión artística de un superhéroe que tiene un pene gigante, y está en un contexto que es la Ciudad Fálica, donde los superhéroes eran salidos de un hot comic y en vez de la Hiedra Venenosa estaba la Vagina Venenosa, Capitán Frío era Capitán Frígido y estaba dentro de un contexto. Si yo te sitúo en la Ciudad Fálica y tenés un personaje que es el Acerpijo que quiere independizar los penes para que sean como robots y el héroe es Big Poroto, es coherente. No lo veo ordinariez.
-Sabés que muchos pueden levantarse e irse...
-Y sí, es un riesgo. Yo en el Teatro de Verano leí un poema de Bukowski. Leí El cordón del zapato y la gente aplaudía de pie. Todo en su justa medida.
-¿Reírse de uno mismo es una estrategia útil o es sencillamente algo fundamental?
-Yo lo tomo como un ejercicio. Lo que intento hacer es no creerme esto, que es todo mentira. En este mundo (del artista) todo es fantasía. Vos, ponele, hacés un Teatro de Verano para 5.000 personas y podés llegar a creerte que sos alguien importante...
-Vos lo hiciste, en 2010.
-Sí, pero siempre al otro día de una función grande como esa u otras me agendo un show privado para 50 personas en un pueblito del interior. Me ayuda a bajar, a decir: "esto sigue". Yo este año, en invierno, fui al Conrad para mil personas, con entradas agotadas y al otro día fui a Empalme Olmos, a un club con 100 personas. Esto es una labor constante, entonces me sitúo. He visto a muchos descolocados... No tiene ningún valor en sí mismo salir en televisión, el valor es lo que escribís y lo que actúas, tu obra.
"Yo este año, en invierno, fui al Conrad para mil personas, con entradas agotadas y al otro día fui a Empalme Olmos, a un club con 100 personas. Esto es una labor constante"
-¿Qué te hace reír a vos?
-Me río con la lectura que hago de algunas situaciones. Estoy todo el tiempo en varios caminos paralelos, que pueden terminar en un libro, un personaje o un unipersonal. La situación de la taza turca la he visto mil veces y no me he reído, pero empiezo a escribir y a recrear todo eso y me divierte. Estoy todo el tiempo viajando con la cabeza... y me río solo. Me río cuando escribo, me pasa mucho cuando escribo para la radio (Sarandí).
-¿Testeás los chistes antes con alguien, para ver si funcionan?
-No. Este año, ponele, voy a Migues y estreno. No tengo función condescendiente. Yo no juego amistosos, todos los shows son por el campeonato.
-¿Y encima del escenario te das cuenta si el chiste pegó o no pegó?
-Sí, claro. Y tenés que estar alerta para irte de esa zona, si no funcionó. Cuando hice el Teatro de Verano yo tenía tres formas de empezar el show. Yo pisé el escenario, tenía un plan A para arrancar, pasé al plan B y por las dudas, tenía un plan C. Me di cuenta que la gente iba para otro lado... y pasé al plan B. Lo peor que te puede pasar no es que no se rían, es que no te presten atención. Vos tenés que mantener al público atento.
-¿Hay alguien que te haga reír?
-Sí, claro... y no te voy a nombrar extranjeros de apellidos raros. Me hacen reír Esmoris, Petru, Orpi. Es gente que merece mi respeto y mi aplauso. Me jode los que te nombran un humorista griego.
-¿Quién te hizo hincha de Fénix?
-Mi madre. Yo iba a un jardín de infantes que estaba frente a la cancha de Fénix, en Capurro. Y vi gente que entraba en un partido entre semana y le dije a mi madre que quería ir ahí, y no a la jardinera. Tendría 4 años. Pero no eludí la bipolaridad: hubo vecinos y parientes que me regalaron la camiseta de Nacional y me sacaron una foto con la camiseta, y otros lo mismo con la de Peñarol. Y yo jugaba en las inferiores de Fénix e iba al estadio a ver a los dos, y me colaba en los vestuarios. Iba a ver a Peñarol y Nacional porque me gustaba el fútbol. Llegué a pensar, por momentos, que era manya y en otros momentos de mi vida, pensé que era bolso. Pero nunca dejé de ir a ver a Fénix.
-¿Y cuándo definiste tu orientación (albivioleta)?
-En la adolescencia, tenía 17 o 18. Yo sentía placer cuando ganaba el chico ante el grande y vi muchos robos a favor del cuadro grande. Un día me di cuenta: yo soy hincha de Fénix, yo no quiero a los bolsos ni a los manyas.
-¿En qué te cambió la tele?
-Atilio Capanga (NdeR: personaje de un spot del diario El País) detonó. Lo que cambia es que pasás a tener popularidad. Yo no cambié, siempre estuve alerta para no creérmela. Estoy especialmente preocupado para que eso no pase. No me parece bien que eso pase.
"Llegué a pensar, por momentos, que era manya y en otros momentos de mi vida, pensé que era bolso. Pero nunca dejé de ir a ver a Fénix".
-¿En qué te reconocés el pibe de barrio de Capurro?
-En que no tengo nada seguro. No tengo contrato firmado para el año que viene en la radio ni en la tele, ni en mis shows. Vivo al hoy, no vengo de una familia que a mí me respalde económicamente. Empecé a ser profesional de esto en 2001 cuando la época de Atilio Capanga. Cuando por esa época me gané la beca de la Fundación Carolina para estudiar en Madrid pensé: "qué buena carrera actoral que estoy empezando a hacer". Tenía 20 y pocos años y me habían publicado un cuento en una antología de dramaturgia en España y estaba haciendo un papel dramático en La Sangre, con un seleccionado: César Troncoso, Jenny Galván, Roxana Blanco, Gabriela Iribarren y Adrianita Da Silva. Y además tenía mi grupo de teatro under. Y no esperaba un bombazo como el de Atilio Capanga...
-¿Qué tienen en común Big Poroto, Atilio Capanga y Abeijón?
-Que los creé yo, pero son diferentes. El absurdo es lo común. Atilio Capanga es el mitómano de barrio que te lo encontrás a las 11 de la mañana y te dice: "no sabés de dónde vengo... no sabés a quién me maté anoche" y es mentira. Abeijón te hace una lectura de la realidad y te la pasa a algo más coloquial, más barrial, la baja a tierra. Y Big Poroto es under, es delirio, surrealismo, flower power. Y ese personaje hacía política, hacía enunciados políticos. Pero ojo, a mí no me vas a ver debajo de una bandera, porque ahí pierdo la libertad. Es como dijo Luca Prodan: "esto se trata de quejarte lo más posible y que no te agarren". Eso es ser libre.
-¿Sos feliz?
-¡Soy feliz! El gran problema es tomar la conciencia en el momento de felicidad. A veces lo sos y no te das cuenta. Tenemos que tomar más conciencia de esos momentos.
Montevideo Portal / César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López