Por César Bianchi
@Chechobianchi
Gerardo Sotelo viajaba en aquel Vapor de la Carrera que el 16 de junio de 1984 cruzó a Wilson Ferreira Aldunate, histórico líder del Partido Nacional, de Buenos Aires a Montevideo. Wilson regresaba del exilio al país, y como estaba proscripto por el régimen militar imperante y sobre él pesaba un pedido de captura, sabía que ni bien pisara suelo uruguayo -o quizás antes, en plena travesía marítima- iba a ser detenido y llevado a prisión por "subversivo".
Sotelo, un joven periodista del semanario Aquí, vio en el episodio una crónica. "Alguien tiene que escribir esto", pensó. Muchos colegas lo hicieron, pero contando la historia como un episodio más de la peripecia vital y política de Ferreira Aldunate. Treinta años después, Sotelo advirtió que la historia era un libro y lo escribió. "Las cartas contra el pecho. El regreso de Wilson" fue presentado ayer en la sala Felisberto Hernández del Impo.
Ninguna línea del libro cuenta que Sotelo viajaba en aquel Vapor de la Carrera, tampoco dice si Wilson era feliz cuando volvió a su país y se dejó apresar por el capitán Gianni.
-¡A los 57 años debutás con un libro! ¿Nunca antes tuviste la inquietud de meterte en el mercado editorial?
-¿Por qué no se dio antes? No sé... Esta idea la tengo desde que estaba arriba del barco (el Vapor de la Carrera, en el regreso de Wilson). Era tan disparatado, tan desmesurado lo que estaba pasando... era una mezcla de guerra naval con película de Cantinflas y un tono épico de conflicto político intenso. Yo pensaba: "alguien tiene que escribir esta crónica". Me llamaron de la editorial Planeta para escribir un libro y me preguntaron si tenía alguna idea. Eso fue en abril del año pasado. Les contesté que en junio se cumplían 30 años del regreso de Wilson, y yo venía arriba del barco. La verdad es que siempre se hizo referencia a ese hecho como algo lateral, anecdótico. Pero pasaron dos cosas: la mayor parte de los periodistas que escriben sobre el pasado reciente lo hacen más desde las ciencias sociales que desde el periodismo. Yo quería hacer una crónica. "Hacelo ya", me dijeron. "Pero mirá que faltan apenas 40 días para que se cumpla esa fecha". "No importa, hacelo", me contestaron. Y se fue dilatando porque vinieron las elecciones nacionales, fin de año, verano y ta... está saliendo ahora.
-No es un libro sobre Wilson Ferreira Aldunate, es sobre el regreso de Wilson a Uruguay.
-No es una biografía de Wilson, es un relato periodístico con algunas técnicas narrativas, con su contexto. La anécdota tiene valor por su contexto. Vos lo leíste, así que te habrás dado cuenta de que no es un libro como todos los otros que se refieren a este hecho, ni desde las ciencias políticas ni desde el wilsonismo. No es el libro que escribiría un blanco. Dice cosas que quizás un blanco quizás no quisiera leer.
"Por la Patria, el sector de Wilson, en una publicación dice: 'los militares todavía están a tiempo de volver tranquilo a los cuarteles'. Eso quería decir una sola cosa: no va a haber revisionismo"
-Las cartas contra el pecho son, según explicás en el libro, su pedido de captura, que él le pasa a sus amigos y allegados, como chiste interno.
-Pero la metáfora es hacer la jugada (de volver al país) sin revelar las cartas, los naipes, teniendo las cartas contra el pecho para que nadie te las viche. Porque obviamente los militares, si lo hubieran advertido, podían hacer que abortara su plan. Es el gesto del jugador de póquer.
-Quiero repasar algunos momentos del libro. Contás que Wilson manda una señal a los militares de canjear su candidatura a cambio de asegurarles la impunidad. Por ejemplo, en un boletín informativo del movimiento Por la Patria donde decía que todavía se les podía asegurar un "tranquilo retorno a los cuarteles".
-Hay un documento que es de diciembre del '83, cuando la Convención Nacional proclama la candidatura de Wilson. El gobierno responde con un comunicado duro, diciendo que está proscripto. Y ahí clausura La democracia. Por la Patria, el sector de Wilson, tenía una hoja para comunicarles cosas a sus dirigentes en todo el país. En una de esas publicaciones dice: "los militares están tirando mucho de la piola y no se dan cuenta de que algún día la gente se va a hartar. Todavía están a tiempo de volver tranquilos a los cuarteles". Quería decir una sola cosa: no va a haber revisionismo.
-¿Algo así como un avance de lo que después fue la Ley de Caducidad, pero tácito?
-Yo creo que no. Por un lado estaba la visión del wilsonismo y los blancos, y por otro lado la de (Julio María) Sanguinetti y los colorados, y (Líber) Seregni con los suyos, por otro. Wilson siempre abogó por una libertad sin exclusiones. Quienes estaban negociando con (Hugo) Medina, el general que quería negociar en nombre del Estado y bloquear las ambiciones de (Gregorio) Álvarez. Particularmente Sanguinetti y Seregni entendieron en determinado momento que se iba a llegar hasta donde se pudiera y que casi seguro Wilson no pudiera ser candidato. Los militares no lo iban a aceptar, ni él ni Seregni, pero Seregni no iba a ganar, y Wilson sí. Entre agosto del '83 -cuando Wilson y Sanguinetti se juntan en Santa Cruz de la Sierra- y el regreso de Wilson un año después, Wilson idea toda una estrategia de regreso sabiendo cómo iban a jugar sus adversarios y que tenían visiones que no eran convergentes. Después, Wilson le atribuye a la Ley de Caducidad al modelo de transición: "como ustedes transaron en el Club Naval, yo no tengo más remedio que votar esta ley".
-Pero él también les propone a los militares un pacto, algo así como: "Ustedes no me proscriban, déjenme competir en las urnas, y yo los perdono y no hago revisionismo".
-Sí... Después también dice algo similar, más claro, en Radio Nederland, en Europa. Dice: "Estoy dispuesto a olvidar las cuentas del pasado, pero no las del presente". O sea, no aceptar proscripciones. Él, sabiendo que Sanguinetti aceptaba el status quo con proscriptos, al igual que Seregni, dijo: "Yo no lo acepto". Pero la entrevista esa la dio en Europa y lo otro fue un boletín informativo de una publicación partidaria.
-Claro, pero en ambas manifestaciones la idea es decir: "te perdono todo hacia atrás, pero no me proscribas".
-Yo interpreto eso, sí. Por eso lo puse en el libro, me pareció relevante. Hay que ver el contexto. Wilson se sentía solo. En noviembre del '83 fue el acto en el Obelisco, por una democracia sin proscripciones. Pero a esa altura -cuando Wilson se manifestó- ya se sabía que iban a haber proscriptos, y él era el más perjudicado, porque tenía chances de ganar las elecciones. Estaba perdiendo el apoyo del FA en la movilización popular, por la estrategia de Seregni, y en ese contexto dijo esa expresión contundente.
"En una entrevista dice: 'Yo no tengo ojos en la nuca', una expresión que luego repetiría Sanguinetti y se le recuerda a él, pero ya lo había dicho Wilson. Él podría pensar: '¿Qué esperaban que hiciera, si me 'cocinaron'?"
-Sobre todo cuando dice en Radio Nederland: "Si para asegurar el destino nacional yo tengo que olvidar mi cuenta personal, la olvido, y la olvido orgullosamente". Es lo que él llama "criterios de generosidad".
-En esa entrevista dice: "Yo no tengo ojos en la nuca", una expresión que luego repetiría Sanguinetti, y se le recuerda a él, pero ya lo había dicho Wilson. Desde la lógica de Wilson, él podría pensar: "¿Qué esperaban que hiciera, si me 'cocinaron'?"
-Hay una similitud entre la postura de Wilson y la de Sanguinetti: ambos apelaron a no juzgar a los militares.
-Claro, pero para Wilson ya era demasiado tarde, porque él había sido un opositor encarnizado de la dictadura, y tenía la legitimidad de que era blanco. En el exterior y dentro del país, era un momento en el cual la izquierda (muy reprimida) era una expresión electoral que no llegaba al 20 %.
-Con eso de Wilson de decir que no tiene ojos en la nuca y olvidar las cuentas del pasado, también le encontré una similitud a Mujica, quien dijo que había perdido el talonario de las cuentas en 2009, cuando estaba a punto de ganar...
-Es probable que tengan un punto de contacto desde la perspectiva existencial. Fueron dos conductores -cada uno con su estilo- pero la diferencia es que uno habló desde la victoria (Mujica) y el otro desde la derrota, cuando ya no tenía nada para ofrecer a cambio, más que olvidar el dolor del pasado. Wilson sabía que no iba a ser candidato a la Presidencia, sabía que si llegaba a Uruguay iba a ir preso y las cartas que tenía contra el pecho... era una sola: volver y ver qué pasaba. Muchos de su entorno le sugerían que no volviera. Para los frentistas de la época, nuevos electores jóvenes e independientes, no era negociable el juzgar a los militares. Decían: "Acá hubo crímenes espantosos y deben ser juzgados y condenados". Lo de Mujica es distinto porque, además, negoció con los militares, con la logia Tenientes de Artigas. Él tuvo una consideración sobre ese tema que se ha ido cumpliendo hasta el caso de Miguel Dalmao, donde por primera vez se viola lo que se pactó. Al margen de su posición personal, él pactó -como integrante del MLN- a la salida a la democracia.
-¿Qué es lo que se pactó?, ¿Y por qué se cumplió "hasta el caso Dalmao"?
-Que aquellos que estén comprometidos con hechos de sangre, crímenes de los que dieron el golpe y estuvieron en la década del ‘70, que se los juzgue, pero no a los oficiales jóvenes. No conozco el contenido del pacto, pero sé que existió y quiénes participaron... y Miguel Dalmao -quien además era inocente- no era alguien para procesar, además porque no hay ni una sola denuncia contra él. Y era un oficial joven, el FA lo ascendió al generalato. Por eso, una cosa es Mujica que negoció con los militares y otra cosa es Wilson, que no tenía contacto con los militares, a quienes aborrecía (y ellos a él...).
-Es muy curioso el enfrentamiento entre militares y civiles el domingo 3 de junio de 1984. Las fuerzas de choque arremetieron contra la gente a lo largo de Tristán Narvaja. El nacionalista Oscar López Balestra apareció en fotos, al otro día en los diarios, ¡blandiendo una longaniza que agarró de un puesto de la feria, frente a un coracero! ¿Qué lectura hacés de este choque? Estábamos a un tris de la salida democrática, y todavía estaban dispuestos a reprimir una manifestación pacífica.
-Eso fue unos días antes que llegara Wilson. Era el clima que todavía se vivía. Todavía se reprimían las manifestaciones políticas. Se volvían violentas por acción unilateral de las fuerzas represivas. No había gente procesada y torturada... un año antes, en julio del ‘83 sí. El grupo de la Juventud Comunista fue salvajemente torturada, cuando ya se ambientaba una conversación entre civiles y militares. Y lo de que el "Cacho" López Balestra agarrara una longaniza fue porque iba corriendo por la feria de Tristán Narvaja, entre la gente, vio un salchichón colgando y lo agarró, por instinto. ¡Y trató de defenderse con eso, frente a policías con cachiporras!
"Lo de Mujica es distinto porque, además, negoció con los Tenientes de Artigas. Él tuvo una consideración sobre ese tema que se ha ido cumpliendo hasta el caso de Dalmao, donde se viola lo que se pactó"
-Wilson dijo en Concordia: "Se denuncia que estamos dispuestos a integrar un plan de desestabilización, pero ¿cómo de desestabilización? Nosotros queremos derribar al gobierno, no lo queremos desestabilizar". Sin eufemismos, con humor y picardía llamaba las cosas por su nombre.
-Ahí está el tema de la identidad partidaria. Un colorado jamás hubiera dicho eso. Un colorado hubiera estudiado si le servía o no pegarle a los militares, en ese momento. Hay que ver todo este episodio en la clave de un hombre que se consideraba el jefe del Partido Nacional y así lo consideraba la inmensa mayoría de sus partidarios, sin ser el presidente del directorio. Se imaginaba siendo el vengador de la República, y lo fue... durante la dictadura actuó como tal. Cuando él estaba en Buenos Aires -me tocó ir a cubrirlo para el semanario Aquí- y él estaba sitiando al régimen en Uruguay, desde Argentina. En Concordia iban caravanas de gente a verlo. Un tipo de una mordacidad extrema y una retórica inteligente. Obvio que es una bravuconada, pero con toda lógica: ¡él quería derribar el régimen! Y además, ya había un compromiso de los militares de ir a democracia y permitir elecciones libres.
-Me llamó la atención que, pensando en el día de su regreso, los militares dispusieran todo un piso en el Hospital de Clínicas para los heridos, dando por sentado que iban a haber heridos.
-Es que la llegada de Wilson podía marcar un quiebre en la estrategia militar y una presión tal que permitiera que hubiera elecciones libres. No hubo un solo herido y no hubo un solo detenido -salvo Wilson y su hijo Juan Raúl-, pero está claro que quisieron amedrentar. Por otro lado, eran militares. En su lógica, debían planificar la eventualidad de que hubiese heridos, y a dónde llevarlos para que fueran atendidos. De hecho, en el Plan Carpincho, autorizan a la Fuerza Naval a que aumente la agresividad progresivamente. Es decir, que empiecen tirando bengalas y terminen a los cañonazos. Estaba previsto que bombardearan el Vapor de la Carrera.
-¿Wilson odiaba a los militares porque en su enorme mayoría eran colorados, como especuló un oficial del Ejército el día de su llegada?
-Wilson despreciaba a los militares, incluso él lo dice. En parte, tiene que ver con que su mayoría eran de estirpe colorada, pero por otro lado, los militares habían asesinado a sus amigos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, lo habían perseguido a él y a su partido... Creo que Wilson no entendía a los militares. No los entendía por varias razones: porque el Ejército era, en su gran mayoría, colorado. Ya se había dudado en 1958 que le entregaran el poder a los blancos, cuando ganaron. Hubo algunos militares que dudaron si dejarlos gobernar. No pasó nada porque hubo colorados como Seregni, que tenía convicciones democráticas profundas. También había cierto grado de prejuicio de clase. Y los militares se sentían despreciados por parte de Wilson. En aquel momento, entender a los militares no era el objetivo de nadie. El objetivo era sacarlos del poder, que se fueran. Él se reprocha no tener contactos entre los militares.
-¡¿Cómo podía dormir Wilson en el Vapor de la Carrera, con tanto jolgorio y cantos de tangos y canciones de canto popular?!
-Es que estaba muerto de cansancio, hacía dos días que estaba engripado y con fiebre. Él subió al barco y estaba afónico, quiso hablar y no pudo hablar ante las miles de personas. En un organismo con un estrés de esa magnitud, cursando una gripe, durmió porque pensó en descansar. Hay quienes dicen que fue un momento estresante, antecedente de lo que después fue la manifestación de su cáncer.
"Era un tipo de una mordacidad extrema y una retórica inteligente. Obvio que fue una bravuconada, pero con toda lógica: ¡él quería derribar el régimen! Y ya había un compromiso de los militares de permitir elecciones libres"
-Cinco días después de las elecciones que gana Saguinetti, los militares liberan a Wilson. Habla en la explanada de la IM. Ahí pronuncia el término "gobernabilidad". Es uno de sus grandes momentos políticos...
-Probablemente, junto con el 27 de junio de 1973, cuando disuelven las cámaras y él se manifiesta. Ese discurso en la explanada de la Intendencia no sólo marca el gobierno de Sanguinetti, sino que marca el futuro de la política en Uruguay. Después de que Wilson hace eso, ¿quién se anima a desestabilizar un gobierno? Mirá el escenario de la crisis de 2002: blancos y colorados unidos, el país se iba al demonio, se sabía que ganaba el Frente Amplio en 2004. El Frente pudo haber tirado abajo el gobierno de Batlle y llamar a elecciones anticipadas, y no lo hizo. Al margen de los valores morales, en Uruguay y desde Wilson, eso no se puede hacer. Estuvo 10 años en el exilio, se salvó de milagro que no lo mataran, lo proscriben, lo detienen al llegar al país y lo liberan cinco días después de las elecciones nacionales. El tipo sale y le dice a Sanguinetti -en su visión, el que conspiró con Medina para dejarlo a él afuera- que van a colaborar "incluso en las leyes que no nos gusten". Es admirable.
-Sobre el remate del libro, sólo adelantar -sin ser spoiler- que explicás cómo honró a Leandro Gómez y Aparicio Saravia...
-Cuando vos ves cómo actuaron todos los actores, ves que cada uno buscaba su rédito para sí mismos y para su partido, el asunto es hasta qué punto. Y vos ves que los actores principales: el general Medina, los militares que comandaron el operativo en tierra, el capitán Gianni, Wilson, los que realizaron la manifestación y los que estaban al frente del operativo represivo... Todos actuaron con un sentido patriótico del límite. Cuando Wilson estudia la posibilidad de volver, muchos le recomiendan que no lo haga. Y él contesta que eso no es algo que se le pueda pasar por la cabeza a un jefe del Partido Nacional, es algo que los blancos no le perdonarían.
-¿Te imaginás cómo pudo haber sido un gobierno de Wilson en 1985, para la salida democrática?, ¿Hubiera sido muy distinto al primer gobierno de Julio Sanguinetti?
-Es un buen ejercicio... El escenario es apasionante. El otro día hablaba con un dirigente colorado a propósito de cómo muchos colorados se fueron al Frente Amplio, últimamente. Yo le decía a ese batllista: "¿Vos pensás que un gobierno colorado estaría haciendo algo muy distinto a lo que está haciendo Tabaré Vázquez?". Hoy los márgenes son mucho más estrechos, estamos en otro mundo. Unos años después del regreso de Wilson cayó el muro de Berlín. Si a Wilson le hubiesen retirado la proscripción, y hubiese ganado, no habría sido revisionista con los militares. Hay una anécdota que pinta el dilema de Wilson ante la Ley de Caducidad: había dirigentes de Por la Patria a los que no le cerraba la idea. Hablaban entre ellos de que no la podían votar porque iba en contra de todo lo que siempre habían dicho. Se preguntan: "¿quién se lo dice a Wilson?". Van cuatro o cinco a la casa de Wilson y le dicen: "Wilson, no podemos votar esta ley". Y Wilson dice: "¿Ah no? ¿Y por qué no, che?". "Y no, porque siempre dijimos que a los militares que habían violado los derechos humanos había que mandarlos presos". Y Wilson los mira y dice: "Está bien. ¿Vos los vas a llevar preso?". Y ahí planteó el dilema: "¿Vos les vas a poner las esposas y los llevás presos?".
-¿Uruguay volvió a tener un caudillo de la magnitud de Wilson? ¿Quién se le parece?
-Yo creo que no ha vuelto a tener uno como Wilson, ni tendrá. Es el último caudillo en la época en que los caudillos como él tenían sentido, de alguna manera. Tenían sentido para su partido. Es un caudillo impracticable en el Partido Colorado. Un colorado me cuenta para el libro que cuando los blancos le decían "Sin Wilson nada", él se calentaba y les decía "¡búsquense a otro candidato!", porque el Partido Colorado se basa en una concepción filosófica. Pero los blancos, se basan en un componente emocional personificado en un líder, es así hasta hoy. Lo tienen los herederos del wilsonismo, como el Herrerismo. Lo más parecido sería Mujica. No nos olvidemos que Mujica empezó en el Partido Nacional, en la juventud herrerista primero, después como secretario de Enrique Erro, y conserva todavía ese lenguaje campechano, que lo acerca al hombre de campo. Wilson, que había vivido en el campo, pertenecía a otra clase social. En su carisma, tenía un discurso complejo, como todos los dirigentes de esa época. No tenía un discurso llano como el de Mujica, pero tenía salidas similares a las de Mujica, en lo repentista, en sus ocurrencias.
"El discurso en la explanada de la Intendencia no sólo marca el gobierno de Sanguinetti, sino que marca el futuro de la política en Uruguay. Después que Wilson hace eso, ¿quién se anima a desestabilizar un gobierno?"
-El duelo Wilson versus "Goyo" Álvarez está presente en el libro.
-Sí. Álvarez no lideraba todo el Ejército, pero era el presidente (dictatorial) y tenía un gran peso. Es muy fácil entender por qué Wilson tenía ese desprecio por la figura de Álvarez. Pero estoy convencido de que el "Goyo" Álvarez veía en Wilson lo que él hubiera querido ser: él hubiera querido ser un caudillo blanco, él hubiera querido ser un tipo admirado y respetado por su pueblo, él hubiera querido llegar a presidente de la República de manera legítima, y nada de eso podía serlo.
-No te voy a preguntar si sos feliz. Te voy a preguntar: cuando pisó suelo uruguayo, el 16 de junio de 1984, a sabiendas de que lo iban a detener los militares, en ese momento, ¿Wilson era feliz?
-Yo creo que sí, en la medida en que puede ser feliz un hombre que sabe que va preso, pero que sabe que parte de su objetivo está cumplido. Podemos preguntar: ¿perdió o ganó Wilson? Ganó como político. Volvió cuando quiso, y cuando se da vuelta y levanta los dedos en V fue como decirle a sus compinches: "Lo logramos".
Montevideo Portal | César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López