"Cuando empecé en la radio eran grandes así (abre las manos), con unas cintas así (vuelve a insinuar un gran tamaño), y el último grabador que tuve lo compré en 1985 en Panamá, camino a Cuba, y luego de dormir una noche en el piso del aeropuerto de Santiago de Chile". Anuncié que comenzaría la entrevista con una pregunta que me despertaba curiosidad. Pícara, pretendió adivinar mis intenciones: "¿La edad? Preguntá tranquilo: tengo 83 años, hasta el 17 de agosto".
Luego de escuchar atentamente a la primera mujer que apareció en la televisión uruguaya y de leer el libro "Cristina Morán: entre los aplausos y la soledad" de Miguel Ángel Campodónico -de reciente publicación-, no hago más que creerle: el pensamiento de Cristina Morán (quien nació como Iris Fariña) roza con el progresismo más avanzado. No sólo porque comulga con las leyes más marketineras que pusieron a Uruguay en los informativos del mundo entero, sino porque contradice la nostalgia de los viejos, los que añoran "el paisito".
-Si va caminando por la calle y alguien dice Iris, ¿se da vuelta?
-Quizás... por instinto afectivo, porque sólo mamá me llamaba así. Entonces, en el fondo sigo siendo Iris, por más Cristina que sea. Es mi origen, no me lo pueden quitar y no me lo puedo olvidar. Pero no reniego para nada, y no me disgustaba mi nombre. Yo nunca renegué del nombre, eso fue en la radio... dijeron que no era radiofónico, que no sonaba bien.
-¿Fariña tampoco?
-¡Menos! Como me dijo un embajador español una vez, a quien entrevisté y le dije que mi apellido era Fariña. Y él dijo: "Fariña, Fariña... plebeyo".
-A propósito de su apellido -y como verá, leí el libro de Miguel Ángel Campodónico-, ¿cómo es eso de que eligió el apellido Morán por el delantero suplente de la selección uruguaya de 1950? Jugó la final contra Brasil, pero si lo eligió por un jugador de esa selección, hoy usted podría ser Cristina Ghiggia o Cristina Schiaffino...
-Ese apellido lo empecé a usar con el nombre Cristina porque sonaba, tenía música, armonizaba... Pero sí, tenés razón, pude ser Cristina Ghiggia... pero no. Lo escuché y me gustó cómo sonaba. Yo iba a cumplir 20 años. El campeonato del mundo fue en julio y yo cumplía en agosto. Me pusieron Cristina en 1948 cuando empecé, y en el '50 me puse Morán, Cristina Morán.
-¿Cómo pasó de vender corsets y enaguas en La Ópera a ser la voz más emblemática de Carve, la radio más importante del país, en ese entonces? Porque, además, no había formación académica... ¿Ese salto lo dio como autodidacta?
-Totalmente autodidacta. Yo participé de un concurso, lo que hoy es un casting. Eran concursos serios, se buscaban voces por concursos. Cumplíamos con determinadas exigencias y nos presentábamos. Yo escuché que pedían "buena voz, buena presencia y simpática" y le dije a mamá: "Esto es para mí". Me tuve fe. Me presenté y quedé. Antes de salir al aire hice dos meses en circuito interno, practiqué dentro de la radio, con una persona dentro del departamento de programación que se llamaba Julio Piacenza y con Julio Cabot, que era el hombre con quien yo iba a compartir ese programa, que era El Cine y sus Estrellas. Cuando entendieron que estaba preparada, empezó el programa al aire. Era por un rato nomás, por el comienzo del cine continuado, ¡y duró 13 años! Era un programa de 15 minutos cada edición. Me apoyaron mucho, porque ya había quedado. Estaban jugados...
"Yo escuché que pedían 'buena voz, buena presencia y simpática' y le dije a mamá: 'Esto es para mí'. Me tuve fe. Me presenté y quedé".
-El radioteatro era bien de esa época. Hoy, tiempos en los que domina Internet y los medios digitales, y donde predomina la imagen, ¿cree que podrían tener éxito los radioteatros?
-¿Sabés por qué sí? Porque la radio sigue teniendo la magia que no tiene la televisión. La podés escuchar en la intimidad... la televisión lo mata eso, mata la imaginación. Te hablo de Carve, porque era donde yo estaba: los radioteatros, sobre todo el de las 13.30, encabezado por Juan Casanova y Violeta Ortiz eran escritos por Angélica Ferreira. En aquellos momentos, ser libretista de un radioteatro tan exitoso era una cosa bárbara... Ella estaba rodeada de una aureola de mística, ella nunca se mostraba. Y un día -yo tendría 19 años- todos decían "¡Viene Angélica Ferreira! ¡Viene Angélica Ferreira!" y apareció ella, morocha, tacos altos, piel cetrina con pecas... ¡Pero fue la única vez que la vi! Se rodeaban de un misterio precioso.
-Uno se enamoraba de la voz...
-Y de la que escribía, porque había que hacer un libreto por día, eh... Era todo leído, entonces no teníamos problema. Pero te contesto: hoy tendría éxito, creo, por la magia de la radio y porque la gente lo desea. Pero no quiero caer en eso de decir: "es lo que el público quiere"...
-Hay que ver qué está primero: el huevo o la gallina.
-Yo creo que vas acostumbrando a la gente a determinadas cosas. Pero también hay público para todo lo que hay. Yo pienso que media hora diaria de un radioteatro -muy bien hecho, eh- camina... Todavía hay radioteatro en radio Felicidad de Paysandú, lo escribe una mujer. Y anda bien.
-Es sabido que usted es la primera mujer que apareció en la televisión uruguaya, en canal 10, en 1956. Pero lo que no sabía -y me enteré en el libro de Campodónico- es que usted no quería salir en TV por "gorda"... ¿Puede ser esa coquetería?
-Sí, sí. Pero además, nos habían asustado con las noticias que llegaban de afuera sobre lo que era la televisión... que había que tener muy buena figura. Al principio no me tuve fe en TV. En la radio era todo por micrófono, cuando fui a la fonoplatea, la gente ya conocía mi voz. Pero la televisión era lo nuevo, lo desconocido, el misterio. Checho, ¡no sabíamos dónde estábamos parados! Los que sí sabían algo eran Raúl Fontaina hijo (Raulito) y Don Raúl, pero el que nos adiestraba era Raulito.
-La tuvieron que convencer, entonces...
-Yo lloraba, primero porque era gorda y después, porque tenía miedo. Me convenció don Raúl Fontaina. Nos decían que ahí no se podía leer, que había que decir todo de memoria. Yo le pregunté qué tenía que hacer y él me dijo: "Sé tú, sé la gordi Cristina". Él me decía "gordi" y Enrique De Feo me decía "nena". Entonces Fontaina me dijo: "Gordi, sé tú, porque los almidonados quedarán por el camino".
-¿Tan precarios eran los galpones de canal 10, al lado del ex Cilindro (próximamente, Antel Arena)?
-¡Sí, eran precarios! Y dejame decirte que estoy chocha con el Antel Arena que se viene, estoy encantada: yo soy futuro, miro para adelante. Ahí, donde va a estar el Antel Arena -nos modernizamos, nos aggiornamos, por fin vamos a ser siglo XXI...- ahí había unos galpones al fondo, y al costado daba la calle Arrieta. Era un galpón enorme que lo habían dividido para que quedaran dos estudios. Teníamos una sola cámara, que era enorme. El camarógrafo era petisón, pero con unos músculos... y venía de hacer cámara en Venezuela. Cambiaba los lentes en el aire.
"La televisión era lo nuevo, lo desconocido, el misterio. ¡No sabíamos dónde estábamos parados!"
-¿Fue fue muy difícil ser mujer en esos tiempos de cambio en los medios, o era la mimada?
-Siempre fui mimada, en la tele y en la radio. Llegué con 17 años a la radio, entonces era una nena.
-Pero el machismo era, supongo, más exacerbado al actual. ¿O no?
-No sé... preguntale a las mujeres en la política lo que es el machismo.
-Hoy tenemos mujeres presidentas o que aspiran a la Presidencia...
-Pero en esa época eran senadoras Alba Roballo, Julia Arévalo... y esas sí que tuvieron que luchar, eh. Alba Roballo fue una luchadora impresionante, venida del norte del país y con unos principios fantásticos. El machismo existió, existe y seguirá existiendo. Pero no me fue complicado... porque si yo tenía que ir para adelante, iba para adelante, y si tenía que frenar, frenaba. Siempre fui de mucho carácter, desde chiquita. No lo adquirí después, vino conmigo: me tuvieron que destetar a los tres meses porque consumía a mamá... Siempre me impuse. Incluso, haciendo notas, yendo a coberturas. Yo metía pechera. Y ojo, eh... nunca fui acosada sexualmente. Se tiraban lances, pero eso no era acoso sexual.
-Domingos Continuados la consagró a usted en la televisión. ¿Por qué cree que ya no hay programas así en la TV uruguaya?
-¡No lo sé, y me encantaría saberlo! Me hago esa pregunta siempre... Tenía todo, era un programa de interés general: tenías teatro, cine, música, ciencias, todo. Era gente que hacía cosas y vos las hacías conocer. Se hicieron y siguen haciéndose cosas muy importantes en Uruguay por gente de a pie. Y nosotros nos preocupábamos de hacer conocer eso. El programa duraba cuatro horas. El domingo previo a las elecciones de 1971 duró 8 horas, no quedó un político sin ir. Esto es de nuevo lo que vos decías: ¿qué es primero, el huevo o la gallina? ¿Lo que la gente pide o lo que le dan? Nunca más hubo un programa así. Es necesario. Cuando empezó el programa de Claudia Fernández en las tardes del 10, pensé que iba a ser algo así... pero me comí la pastilla, como dicen ahora. Pasó a ser un programa de entretenimientos, de regalos, una porteñada más, con todo el esfuerzo que hace Claudia.
-Las nuevas generaciones la conocen por haber sido actriz, locutora, presentadora de TV... pero quizás no saben que fue periodista. Usted realizó algunas entrevistas y coberturas muy emblemáticas, como haber ido a Buenos Aires a cubrir la llegada de Juan D. Perón a Ezeiza en 1973, que terminó en masacre...
-Sí, es verdad. Eso y un viaje del papa Juan Pablo II en Brasil.
-¿Tuvo miedo en el episodio de la matanza de Ezeiza, de 1973?
-Claro que sí. Tuvimos a la muerte enfrente. Vi gente morir, vi heridos, vi matar gente a cadenazos. Todos esperaban a Perón, pero hubo un enfrentamiento entre el ERP y Montoneros. No había Ejército ni policías, todos quedamos abandonados a la buena de Dios. Cuando estábamos parados, mi asistente (ahora se llaman productoras), me dice: "Levantate Cristina, no te pierdas a la Orquesta del Colón tocando la marcha peronista". Me levanté, y de pronto nos empujaron, "cuerpo a tierra" y empezó un tableteo: ratatatatata.... Pensé que era un tambor, pero no. Ahí quedamos en el piso y no nos pudimos levantar, hasta que nos movimos reptando... nos llevó varias horas, fue un viaje larguísimo.
-¿Llegó a temer por su vida?
-Sí, y por la de mis compañeros. Salimos reptando de ahí y quisimos entrar en un camión de canal 7, que estaba lleno. Fuimos hasta un camión de bomberos y nos dejaron subir. Pero me di cuenta que era una trampa mortal. Nos bajamos y empezamos a caminar. Le dije a mis compañeros: "No corran, vayamos despacito y mostremos las manos", para que vieran que no llevábamos armas. Y así logramos salir y llegar a una casa que tenía alquilada una agencia de noticias. Esa casa ya tenía las ventanas tapadas con frazadas. Pero antes vivimos un episodio difícil: cuando bajamos del camioncito de bomberos, un hombre estaba arriba de un puente y nos apuntó con un arma. No me olvidaré nunca de su aspecto: sobretodo con piel de camello, pelo engominado y peinado al costado, una cara alargada, y nos estaba apuntando. Me quedé mirándolo y le dije a los chicos: "Hagan lo que hago yo", y me fui abriendo el tapado lentamente, para que viera la acreditación... Cuando la vio, levantó el arma y nos hizo un guiño para que siguiéramos nuestro camino. Yo escuchaba el otro día en La Tertulia de El Espectador que hablaban de la "peronización" de los sindicatos uruguayos. ¡No sabe nada el que dijo eso! Yo estuve entre los metalúrgicos porteños... que me dejaran entrar al búnker de ese sindicato fue harto difícil, pero lo logré. La gente había dejado sus casas, porque ahí vivían dirigentes de los sindicatos y estaban armados, con fusiles en la calle. ¡No podemos hablar de la "peronización" de los sindicatos!
"Siempre fui de mucho carácter, desde chiquita. No lo adquirí después, vino conmigo: me tuvieron que destetar a los tres meses porque consumía a mamá... Siempre me impuse".
-Vuelvo a la televisión uruguaya: ¿cómo la ve? ¿Es tan chatarra como la pintan?
-Siempre rescatás algo... Programas periodísticos están ustedes (NdeR: se refiere a Santo y Seña), está Código País, algo en canal 5 (entrevistas de la "Turca" Mizrahi, que es excelente) y algo en VTV. El tema es que cuando está Tinelli, corren todo lo bueno para muy tarde. Yo no puedo empezar a ver un periodístico a las 11 de la noche... porque ya estoy saturada de información. Hay programas divertidos, Ahora Caigo, el español... los informativos no los cuento como programas. No lo son, son informativos. Son noticias, accidentes, muertes, y que nació un nene en un patrullero.
-¿Se cuelga a ver telenovelas?
-No, no, no me gusta. Sé que hay teleteatros muy buenos, pero no me gusta y no quiero perder el tiempo. Tengo 83 años, la vida me espera afuera.
-En el fútbol algunos dicen que ya no se juega con la cédula. ¿En el teatro y la TV tampoco?
-En el teatro no, pero en la televisión sí se juega con la cédula.
-Usted acaba de volver a la TV, para un programa periodístico en Canal U...
-Bueno, pero es Canal U, no es TV abierta. En la televisión abierta sí importa la cédula de identidad. Eso no está bien, porque no te podés dar el lujo de desaprovechar a la gente, ni por joven ni por vieja. Si la persona está bien de cabeza, puede hacer de todo. Mirá Argentina con Mirtha Legrand: la adora la gente. Y bueno... ¿y el presidente (Mujica)?
-Por cierto, usted se ha confesado de izquierda. ¿Está conforme con el gobierno de Mujica?
-Sí, sí. Con todos los años que tengo, excepto la época de la Suiza de América, en los '50, nunca había visto al país como ahora. ¿Vos viste los restoranes llenos? No cierra ninguno... Los shoppings están llenos... Pienso que se está proyectando al país al futuro. Por eso estoy encantada con el Antel Arena, es progreso. ¡El Cilindro fue!
-¿Entonces ve con buenos ojos leyes como la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto?
-Sí, sí, todo eso... sin ninguna duda. Estoy a favor del progreso, del adelanto, de salir de la mediocridad. El paisito no es más paisito, fue. Es un país, del cual estoy muy orgullosa.
"En la televisión abierta sí importa la cédula de identidad. Eso no está bien, porque no te podés dar el lujo de desaprovechar a la gente, ni por joven ni por vieja".
-El título de su biografía es "Entre la soledad y los aplausos", y el autor es recurrente al señalar la soledad en su vida. Después de separarse del padre de su hija Carmen, con quien estuvo 20 meses casada. ¿Después nunca volvió a enamorarse?
-¡Claro que sí! ¡Cómo no!
-¿Y por qué nunca volvió a casarse, y nunca volvió a convivir?
-Porque tenía una hija, que era pequeña, y como los pervertidos estuvieron en todas las épocas, yo tenía mucho miedo. Prefería tener mis romances afuera, pero no meter hombres en mi casa. El día que entrara otro -que no era mi intención- tenía que ser algo muy especial. Pero me enamoré sí, y más de una vez...
-¿Y ahora está a tiempo de volver a enamorarse?
-¡No! Tengo 83 años, Checho... No...
-¿Pero no dicen que para el amor no hay edad?
-Ese es un cuento que nos hicieron.... Lo que se busca a esta edad es compañía. La soledad no es aconsejable, pero es todo de cabeza. La cabeza dirige todo.
-¿Hoy se siente sola?
-No. Yo digo desde hace muchos años: "Me voy para mi casita, de la que nunca debí salir". Para mí es muy importante, porque una vez que cierro la puerta de la calle, el mundo se terminó, vivo para adentro. Pero no me siento sola, ni soy depresiva. Si no la enfrentás a la soledad, te lleva al desastre. Mis amigas me decían: "Tenés que tener una pareja, para ir al cine, por lo menos". Y yo les decía: "Déjense de pavadas, al cine y al teatro puedo ir sola". O puedo ir con una amiga. No necesito ir con un señor.
-¿Es feliz?
-Sí, claro. ¡Cómo no lo voy a ser! Lo fundamento: tengo 83 años, estoy viva, sana, lúcida, en plena actividad, soy autodependiente, tengo una hija y tres nietos, voy a empezar temporada de teatro en agosto, me operé de la cadera hace siete meses y acá me ves...
Montevideo Portal / César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López
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